Una vez sonó el teléfono y era Rosario Bléfari. Me dijo que le habían encargado una nota, y no sabía muy bien por dónde encararla. ¿Le podía contar cómo hacía yo mis notas? Así que nos juntamos una tarde en La Orquídea, en Acuña y Corrientes, un bar que durante mucho tiempo funcionó como mi oficina (ahí citaba a la gente para hacer notas, me reunía con amigos y ahí fue donde respondí alguna vez la pregunta mágica, vos qué querés hacer, con mi propio abracadabra: una revista). A un paso de la redacción de TXT, en la que los dos mas o menos entonces colaborábamos, hablamos durante un buen rato sobre cómo hacer una nota. Cuando pienso en ella, y últimamente la vengo pensando bastante porque fue su cumpleaños y Sué Mon Mont y eso, pienso también en esa Rosario que yo también conocí, la que se preguntaba cosas, la que nunca dejaba de aprender, y también de enseñar. No recuerdo cuándo fue que nos cruzamos por primera vez, pero compartimos tiempo ya sea durante el rodaje de Silvia Prieto (hice una larga crónica que salió en Chile cuando empezó el rodaje, dos años antes del estreno) o en la grabación de Horrible, que creo que fue la primera nota que hice con ella, para el suple No. También nos podíamos cruzar en el recién inaugurado Belleza y Felicidad, que estaba justo a la vuelta de mi casa, o en La Luna, donde amaba ir a ver aquel primer Suárez, que tocaba de espaldas al publico, y era una bola de ruido de la que cada tanto emergía su voz y sus canciones. A partir de esos primeros encuentros, Rosario estuvo en mi vida, en mi día a día, en mi ciudad, en mi laburo. Me gusta pensar que los habitantes de un mismo tiempo y un mismo lugar formamos parte de una constelación, de un mismo sistema solar, y compartimos el mismo viaje: orbitamos alrededor de los mismos soles y nuestros caminos se cruzan casi rítmicamente y cada tanto también siguiendo nuestros propios arcos gravitacionales nos reconocemos y acompañamos. Es algo en lo que no pensamos, sucede naturalmente, y solo nos damos cuenta cuando de pronto chocamos durante ese viaje, y quizás algo nos pasa que lo cambia todo (para bien o para mal), o cuando de pronto alguien ya no está más y lo echamos en falta, que es cuando realmente tomamos conciencia de la clase de relación que manteníamos, que no es de una amistad tradicional, pero tampoco es que somos desconocidos, hay algo que nos completa y nos vincula, a lo que es difícil ponerle nombre. Como todos los que conocimos a Rosario estuve un poco enamorado de ella, y también la admiré por su trabajo y su constancia. Creo que era recíproco, en lo que se refiere a la última parte de esa frase, porque siempre estaba ahí cada vez que la llamaba, y disfrutábamos vernos por la excusa que fuera. Me llamaba siempre que tenía un proyecto nuevo, y yo la entrevistaba cuando nadie le prestaba mucha atencion en el resto de los medios, ya sea con aquella obra sobre el cerebro (!) que hizo con Valeria Bertucelli en el Rojas o con el dúo que armaba con María Fernanda para ir a tocar a Chile, donde la trataban como la estrella que acá no era ni quería ser. Una vez leí que incluso festejó que la llamase y le pidiese que grabase un tema, porque --dijo que le dije-- “necesitaba tenerlo” para pasarlo en Musica Cretina (Je, gracias a eso existe esa grabación de su versión de Te extraño, de Flema. De nada). No se por qué estoy contando todo esto, ni si le puede interesar a alguien, pero evocar a Rosario siempre es un disfrute, y como estuve escribiendo sobre Sué Mon Mont aparecieron cosas en el googleo de las que me había olvidado, como cuando contó el origen del bautismo del grupo: "Se me apareció en la frontera del sueño y la vigilia. Me acuerdo que me desperté y lo anoté, veía como una tapa de un disco, la imagen del nombre escrito. Y no sólo lo anoté, sino que abrí una pagina en facebook, como para no olvidarme, porque sabía que le iba a poner ese nombre a algo. Y ahí estuvo, vacío durante un año, lo único que había era una silueta. Hasta que apareció esta banda”. El sábado en La Tangente fue un momento entre el sueño y la vigilia, una evocación que al mismo tiempo no se sintió tan a flor de piel sino algo natural, un transcurrir compartido, una presencia generosa nomás, sin ninguna cuenta pendiente. Hasta que llegaron los bises, donde el grupo interpretó el EP que salió después del disco: confieso que me sorprendieron esas canciones, ya que no las tenía muy escuchadas, y me sonaron ellas sí muy a despedida, a voz desde otro plano, hablándome. Una silueta, eso que según contó entonces era lo único que había antes de que existiese la banda, fue lo que sentí presente en ese momento. Y en una de ésas por eso me quedé pensando en ella, cantando esas canciones, evocándola al borde del fin de un año durísimo, de sobrevivientes. No quiero dormir para no soñar/ no quiero saber para no pensar, canta Rosario en No es conveniente --el tema que abre ese EP que hay que escuchar más-- y cantó Nina el sábado y cantamos todxs. Txdos los que dormimos y no sabemos, lxs que soñamos y también pensamos. Que terminen bien el año, y que las canciones (y las versiones) de Rosario sigan sonando.
martes, 31 de diciembre de 2024
domingo, 29 de diciembre de 2024
Sué Mon Mont en La Tangente
Todo recital homenaje es una invocación. Tanto los que lo realizan como sus espectadores se hacen presentes esperando que suceda algo. Lo sepan o no de manera consciente, todos desean, de alguna manera, que el recordado se manifieste. Se manifieste en las canciones, se manifieste en el recuerdo, como cada vez que piensan en el, o como nunca se lo permitieron pensar hasta ese momento. No hablo de los homenajes que son casi palabra oficial, que vienen membreteados, porque esos casi siempre están vacíos. Uno de los personajes de American Gods, la novela de Neil Gaiman, dice que cuando los muertos se aparecen hay que preguntarles qué es lo que quieren. Que a veces te lo dicen. No hay ninguna pregunta en esos homenajes de cartón; la clase de recitales de los que estamos hablando, en cambio, siempre están llenos de preguntas. Y las respuestas, por supuesto, nunca son las mismas. Recuerdo aquel homenaje fallido a Luca, cuando Divididos y Las Pelotas tocaron en Montevideo, y sólo hubo confusión y vacío. También se me viene a la mente el regreso de Legiao Urbana, cuando el que se tuvo que calzar los zapatos de Renato Russo --el valiente y admirable André Frateschi-- contaba que en todo recital descubría entre el público uno que negaba con la cabeza, en silencio, sin quitarle la vista de encima. Era al que tenía que convecer. Es ese escepticismo el que se pone en juego en esta clase de recitales, dura un rato, como que flota en el ambiente durante un par de temas, hasta que el público --y los músicos-- se entregan. O no. Anoche en La Tangente nos entregamos todos. No se quién habrá sido el valiente que se atrevió a proponerle a Nina Suarez que ocupase el lugar de Rosario en el homenaje de los diez años del disco de Sué Mon Mont, pero todos tenemos que agradecerle el coraje. Porque, por un lado, esas canciones merecen seguir sonando. Todo lo que resuena tiene que poder seguir dicéndonos cosas, porque esas cosas seguramente son importantes: si algo está vivo no hay que dejar que muera. Y, por el otro, por favor que nadie le diga esto a Nina, pero cada vez que la veo esa piba me deslumbra. Es como un avatar de todo lo que está bien, frágil pero poderosa apenas abre la boca, gran guitarrista, y con un aplomo que sorprende. Creo que sorprendió incluso a sus compañeros de banda, se lo veía en los ojos, en la mirada, en la sonrisa. Los dos shows de anoche en La Tangente no fueron pensados como homenaje de nada ni de nadie, simplemente la idea fue celebrar un disco (y un EP), que deben seguir girando. Pero, también, creo que era inevitable que todos los que fuimos, y los que estaban sobre el escenario, estábamos recordando una ausencia. Y todos, también, sentimos una presencia. Aunque en este caso no hubo ningún cuestionamiento, ningún momento de incredulidad, ninguna barrera que cruzar: fue instantáneo. Nina no es Rosario, pero sin dudas la lleva en ella: es admirable como carga con eso, y como también logra que no le pese. Si un problema no tiene solucion, entonces no es un problema dice un proverbio chino --gracias Andrés-- y Nina parece justamente no hacerse problema. Confieso que se me hizo un nudo en la garganta cuando en uno de mis temas preferidos del disco, llegó el momento del estribillo y me encontré casi rezando: Quisiera ver lo que ves/ quisiera sentarme con vos. Yo se que mas de una vez he escrito que las canciones lo saben todo antes que uno, pero esto ya era el colmo. Vi mucha gente lagrimear, pero muchos mas pogueaban, sonreían mirando hacia el escenario, mirando hacia la luz, como quien se deslumbra ante el fuego. Ardió Sué Mon Mont anoche. Ardimos. Ojalá que haya más recitales para estas canciones. Ojalá que los temas perdidos, los que dicen que quedaron apenas en demos, puedan ser completados. Se lo merecen. Nos lo merecemos. No se dijo ni una vez desde el escenario el nombre de Rosario anoche, pero todos lo tuvimos presente, como también fue inevitable pensar en la forma a la que ella se refería a Sué Mon Mont: el grupo sin pasado (en respuesta a su grupo sin futuro, que era con el que rescataba su repertorio clásico). Todo lo que quise decir, se apagó en la oscuridad, cantó Rosario en el último tema del EP final de la banda. Por suerte, no hay nada apagado, no hay oscuridad. Acá estamos, pensando en lo que vendrá. Así quedamos, brillando.
sábado, 28 de diciembre de 2024
Música Cretina 2024 #3
ESTO NO ES UN PROGRAMA
10-12-2024
Lado A
“Nunca por dinero/ siempre por amor”
1.- Galaxie 500, I wanna live
2.- Milton Nascimento, O homem da sucursal
3.- Linval Thompson, Marcus Garvey says
4.- MJ Lenderman, She’s leaving you
5.- Judeline, Zarcillos de plata
6.- Adrianne Lenker, Sadness is a gift
7.- BadBadNotGood c/Norah Jones, This must be the place (Talking Heads)
Lado B
“Vuelve al tabaco/ mantén la dignidad”
8.- Maestro Espada, La despedía
9.- Shaboozey, A bar song (Tipsy)
10.- Jeremy Albino, Baby ain’t it cold outside
11.- Louis Chedid, Je suis la
12.- Rhiannon Giddens & Silkroad Ensemble, Don’t come around here no more (Tom Petty)
13.- The Ray-Ons, You confuse me Baby
14.- Triángulo de Amor Bizarro, Vigilantes del espejo
miércoles, 25 de diciembre de 2024
Judeline, "Zarcillos de plata"
Yo dormía y él hacía café/ En la mesa los condones y la cena de ayer
domingo, 22 de diciembre de 2024
Stanley Booth 1942-2024
jueves, 12 de diciembre de 2024
Triángulo de Amor Bizarro, "Vigilantes del espejo"
Dejalo todo y ven conmigo/ dejate llevar una noche más
El video llegó la noche en que me dieron la noticia. Era una grabación en la que sólo se veían sombras, pero eran sombras felices, felices cantando una canción. Alguien tocaba una guitarra, estaba el Tussi con una hoja en la mano de la que leía, y el resto de los presentes lo rodeaba, entusiastas, coreando los versos de la canción que estaba cantando, a la que yo no conocía pero era triunfal, desafiante, irónica y contagiosa. Durante mucho tiempo pensé que era un nuevo tema suyo, esos que me contaba que venía componiendo, mas cercanos a la canción popular. Era eso: me parecía una canción popular. Pensé que en una de ésas se estaba convirtiendo en un cantante que podía ser cantado por todos, y me hizo acordar a Shane McGowan, no se por qué me apareció su figura, tal vez porque también acababa de morir o por roquero y también popular, y seguro porque era uno de sus preferidos confesos y sin reservas. Lo cierto es que volví más de una vez a esa grabación, y me gustaban dos cosas. Una, el final del tema, que era una enumeración de nombres aparentemente sin sentido, como las claves de las comunicaciones militares o los alias con los que hoy se paga online. Hasta que uno se daba cuenta que eran nombres de bares y boliches montevideanos clásicos, casi olvidados, que funcionaban como palabras mágicas que evocaban ese otro tiempo pasado en ellos, o recordándolos. Y lo otro que me gustaba era el estribillo, o al menos la frase que se repetía una y otra vez, y que coreaban, brazo en alto, todos los que rodeaban al Tussi: Una noche más, una noche más. Porque, claro, eso era lo que deseaba despues de la noticia de su muerte: una noche más. Por lo menos. De la misma manera que no se por qué asumí que era un tema nuevo suyo, no se cómo fue que empecé a sospechar que en una de esas no lo era. Tal vez leí algo que hacía referencia a alguno de los versos que ya tenía muy asimilados, quizás al verlo otra vez me empecé a preguntar cómo era que, si era un tema nuevo, todos se lo sabían. Hace poco googlée el estribillo, ese una noche más que era como un rezo, y enseguida salió la respuesta: es un tema del grupo indie español Triángulo de Amor Bizarro, de su disco del 2020. Se llama Vigilantes del espejo, y si uno entra en el Spoty de la banda, es el que primero sale, el más escuchado. O sea: es un tema muy conocido, pero no se por qué yo nunca lo había escuchado. Hasta que vi ese video. Pero qué importa: para mi todavía es como si fuese un tema de Tussi, y con ese espíritu es que lo programamos en Palermo Wuhan hace algunas semanas, y así es como cierra el nuevo Música Cretina (¿todavía no lo escucharon?), el no-programa del regreso apenas los madrugones del sábado --que se llevaron toda mi energía radial y también guiaron mis selecciones de temas-- me dejaron algo de tiempo libre para volver a armarlo. Asi que acá estoy, escribiendo esto para invitarlos a hacer play en el Mixcloud de Música Cretina, y evocando al Tussi en esta mañana de jueves, apenas un día antes de salir para Montevideo a celebrarlo, a estar presente en el show del sábado en La Trastienda en que el Bruma Cabra Club tocará por primera vez en vivo las canciones que grabaron para lo que terminó siendo un disco de despedida. No se qué hubiésemos hecho este año con semejante noticia y sin ese álbum a mano. Creo que también por eso se merece que estemos ahí para cantar aquellos temas que nos sabemos tanto. Y que vamos a poder corear, brazo en alto, como las sombras entusiastas que acompañan al Tussi en ese video. Ahora todos: “Una noche más, una noche más, ¡una nooooche!”
miércoles, 11 de diciembre de 2024
Shaboozey, "A bar song (Tipsy)"
Alguien me sirve un trago doble de whisky/ saben que Jack Daniels y yo tenemos una historia
Se los presento, el muchacho de la foto se llama Collins Obina Chibueze, más conocido por su nombre artístico como Shaboozey, pero en realidad mucho más conocido todavía por un hitazo bautizado como A Bar Song, o sea Una canción de bar. Y cuando digo que es conocido en realidad me estoy refiriendo a la canción, un irresistible himno al alcohol, las noches trasnochadas y las mañanas resacosas que en una nota que leí por ahí mencionan como un nuevo Baby Shark pero para adultos, de tan irresisible que resulta. Y lo es: desde que la escuché por primera vez supe que tenía que estar en el nuevo Música Cretina. No llegué a incluirla en la lista de Palermo Wuhan, pero sino también ahí hubiese estado, porque tiene una buena historia detrás, en particular la del buen Shaboozey, un hijo de padres nigerianos criado en Virginia, la tierra de Pharrell, Timbaland y Missy Elliott. Como me debería haber dado cuenta antes de leerlo en alguna otra nota, su apodo deriva de la recurrente mala pronunciación de su apellido, y Shaboozey se ríe de esas confusiones multiplicándolas al abrazar decididamente el country en su último disco, después de haberle cantado al Nascar y a Robert Plant, y componer dos canciones junto a Beyoncé en el disco que la diva también le dedico a ese estilo históricamente tan pero tan blanquito. El nuevo álbum de este virginiano que acaba de cumplir 29 años lleva el premonitorio título de Donde estuve no es donde estoy yendo, lo que efectivamente sucederá con su carrera después del mega super hiper recontra exitazo que resultó ser A bar song, que en realidad es una versión de un tema de hip hop de hace exactamente dos décadas atrás, Tipsy, firmado por Jarrel Jones, o sea J-Kwon. Shaboozey es el cantante del que parece ser el tema del año en los Estados Unidos --¿alguien sabe si estuvo sonando por acá?-- una canción que en realidad más que celebrar las noches pasadas de rosca lo que hace es convocar a la nostalgia de los treintañeros que ya no pueden hacerlo, en la boca de un cantante country que en realidad es afronorteamericano, más outlaw no se consigue, y al mismo tiempo más integrado tampoco. Y eso que estos son tiempos de apocalipsis, demorados pero apocalipsis al fin. No me preocupo por mis problemas/ no me los llevaré cuando me vaya, canta Shaboozey y deberíamos cantar todos y, no se preocupen, ya lo estaremos cantando. Mientras tanto se puede hacer play en el último no-programa y, zas, ahí esta ese bar en el que está todo el mundo, achispándose. O digamos que está el recuerdo de ese bar, la añoranza de ese bar, la imposibilidad de ese bar pero siempre tendremos aquella imagen, y también la canción. La música, que de eso estamos hablando. Y si es Cretina, mucho mejor.
lunes, 8 de julio de 2024
Música Cretina 2024 #2
26.6.2024
Lado A
“Eres igual que las olas/ me besas y te vas”
1.- I Am Kloot, Over my shoulder
2.- Alfonso Barbieri c/Palo Pandolfo, Renacer
3.- Juliana Hatfield, Why can’t we love each other
4.- Harmonettes, Can’t go halfway
5.- Trío Melódicos, Piénsalo bien
6.- Andrés Calamaro, Madre escuchame (Los Gatos)
7.- Andre Williams, When love shoot you in the foot
8.- El Siempreterno, Para siempre no es suficiente
Lado B
“La canción que me aprendí para ti/ no era esa”
9.- Lykke Li, Rich kids blues
10.- Christina Rosenvinge c/Benjamin Biolay, La idiota en mi (mayor)
11.- Syl Johnson, (She’s so fine) I just gotta make her mine
12.- Lucinda Williams, Changed the locks
13.- Los Pimpollos, Me toco (Divinyls)
14.- Arthur H, Nancy et Tarzan
15.- Fricción, Sin plegarias
jueves, 4 de julio de 2024
Lucinda Williams, "Changed the locks"
"Cambié mi número de teléfono para que no puedas llamarme a casa/ Y no puedas decirme esas cosas que me hacen caer de rodillas"
Ella se llama Lucinda Williams y canta versos como éste en el nuevo Música Cretina. En realidad viene cantando cosas así desde siempre, desde que saca discos, y más específicamente desde el álbum donde salió originalmente este temazo, que tiene fecha de 1988, y es el tercero de su cosecha. Cambié el tipo de ropa que uso, para que no puedas encontrarme por ningún lado/ Y no me puedas distinguir entre la multitud, y no puedas llamarme gritando mi nombre, sigue cantando Lucinda desde el que fue el primer simple de un disco bautizado simplemente con su nombre, casi una nueva presentación en sociedad, pero que entonces no sirvió demasiado. Si bien los críticos celebraron su aparición, y sus colegas empezaron a prestarle atención, hubo que esperar una década, hasta el éxito del contundente Car wheels on a gravel road (1998) para que nadie se pudiese dar el lujo de ignorarla. Cambié el nombre de esta ciudad para que no puedas seguirme/ Y no puedes tocarme como antes, y no puedes hacer que te desee más, se sigue desgarrando mientras tanto Lucinda, pero lo hace rockeando con la “implacable crudeza” de sus canciones. O al menos así las definió el escritor norteamericano Bill Buford, en un inolvidable perfil que escribió para The New Yorker. “Son implacables porque tratan implacablemente sobre el dolor, el anhelo o un deseo sexual que no podés sacarte de la cabeza, pero la mayoría de las veces tratan sobre la pérdida, y generalmente sobre perder algún imposible hombre desastre, que tiene más encanto y carisma de lo que una sociedad civilizada debería permitir, y que nunca cumple ninguna de las promesas que hizo cuando estaba borracho, drogado, caliente, enamorado, encarcelado, dolorido, loco, en rehabilitación o en algun otro estado romántico esencial pero frustrantemente atractivo de manera inexplicable”. Todo eso canta Lucinda desde siempre, y también desde este temazo, que supo versionar Tom Petty para la banda de sonido de la película She’s the one. Pero hagan la prueba, escúchenlo al buen Tom, y después vuelvan a Lucinda: no hay forma que vuelvan a poner la version de Petty, se lxs aseguro. O al menos eso es lo que viene pasando todos estos días, en los que la Williams y esta canción ocupan más y más mi cabeza. Porque a ella sí le creo que cambió la cerradura de su casa, su numero de teléfono, la clase de auto que maneja, la clase de ropas que usa, las vías debajo del tren, el nombre de la ciudad y todo lo que haya que cambiar ya que nadie puede dejar de ser quién es y de hacer lo que hace. Y entonces acá estoy, escribiendo sobre uno de los temas del nuevo no-programa en vez de hacer todo lo que tengo que hacer. Porque solo con música todo esto esto puede apenas acercarse a ser soportable. Y si es cretina, mucho mejor.
(Ah, la foto que ilustra este post es del neoyorquino Greg Allen, fue tomada en Agoura Hills, California, y fue tapa del disco Lucinda Williams, de 1988).
martes, 2 de julio de 2024
Lykke Li, "Rich kids blues"
"Tengo el blues de los chicos ricos/ y no tienen nada que ver con vos"
Así como me preocupo en informarles que acabo de sacar un nuevo libro, no quiero olvidarme de anunciarles que hay un nuevo Música Cretina esperándolxs para que lo dejen sonar. Y ya que estamos en tema, vaya un breve agregado sobre el origen de los textos de Quiero verte otra vez, el libro en cuestión, editado por Mansalva: en el prologo digo que son historias nacidas de una suerte de laboratorio de escritura que comenzo acá, en estos posteos online, y cuando digo estos posteos, no quiero dejar de mencionar que me refiero también a las cosas que vengo escribiendo desde hace ya tiempo para algunos de los temas elegidos para el no-programa. En algún momento me cuestioné lo de sentarme a escribir para el ingrato y avaro Zuck, eso de generar contenido a cambio de nada, ocupar --generalmente-- mis mañanas aliviando la picazón de mis manos pidiendo escribir en vez de ponerme a trabajar. Escribiendo, claro. Pero lo cierto es que si no escribo lo que pica, no tengo un buen dia. Y si me saco de encima esas historias que piden existir, descubrí que se me hace más fácil seguir escribiendo las otras, las que salgo a buscar. Así que terminé haciendo las paces con eso, y fue el comienzo de un caminito que llevó hacia textos mas largos y mas libres, que fueron encontrando la forma de convertirse en columnas y contratapas. Mas de una de esas mañanas me descubrí empezando a escribir un posteo y en la mitad darme cuenta que eso era una columna, y bueno, adiós posteo, hola contratapa. Así que déjenme brindar con un mate tardío por las ganas de escribir por escribir, y ahora si, sigamos con el nuevo Música Cretina, que recién estamos desenvolviendo, y que su Lado B abre con la hermosa Lykke Li, una chica que aprendí a querer enseguida, apenas escuché el discazo que la hizo famosa, Wounded Rymes, que apareció en el 2011. Les dije, este es un no-programa que nació de una carpeta olvidada en un viejo backup, con discos de aquellos años que hace tiempo que no volvía a escuchar, y el segundo de Lykke Li es uno de ellos. Recuerdo que hablamos de ella con Mariana Enriquez apenas salió, porque nos dejaba sin aliento su actuación nada menos que con Stellan Skarsgard en un video increíble, el de ese temazo que se llama Sadness is a blessing. Mas allá del redoble que recuerda al By my Baby spectoriano, la tristeza y la bronca que destila emborrachándose y cantando, cantando y emborrachándose, se derrama por el resto de los temas de un disco memorable, cuyos temas llevan la co-autoria de Bjorn Yttling (el de Peter, Bjorn and John) y que incluye este Blues de los chicos ricos, que también tiene su guiño, ese Hammond quemante que a más de uno le ha recordado el clásico 96 tears, que alguna vez supo versionar Primal Scream. Pero Lykke Li es otra cosa, y es una cosa seria. No se en que anda por estos días, googleando para elegir una imagen de la epoca para ilustrar este posteo descubrí que se cortó el pelo bien cortito, a lo Sin aliento. Bienvenido todo lo que haga esta sueca maravillosa, que no pierda jamás esa bronca que la hace única. Y la tristeza, bueno, siempre va a estar ahí. Pero mejor beberla con música. Y si es cretina, mejor.
viernes, 28 de junio de 2024
Los Pimpollos, "Me toco" (Divinyls)
No quiero nada mas/ cuando pienso en vos me toco
Mañana de viernes invernal, pero con sol, qué importa el frío entonces. Y si además hay un nuevo Música Cretina, ni te cuento. Y sobre todo lo demás, apenas dejenme decirles esto: en plena dictadura militar, Carlos Trillo y Guillermo Saccomanno hacían una sección dentro de una revista de historietas llamada Skorpio. Ambos eran jóvenes entonces, pero yo era todavía más joven, y como estaba descubriendo el mundo buscaba pistas por todos lados, y leia esas páginas con noticias sobre el mundo de la historieta con avidez. Ya ni recuerdo qué cosas leía ahi, pero no me olvido jamás del epígrafe de aquella sección que era un pequeño refugio durante esos tiempos de plomo. Era una frase atribuida a Francois Truffaut, que decía: “Hablemos solo de cosas que nos gustan”. Bajo esa enmienda, entonces, volvamos a esta mañana de invierno, al frío con sol, y al verso con el que comienzan estas líneas, que se remata con un o-o, y que vengo cantando y silbando durante estos últimos días. Una y otra vez melodía y letra invaden mi cabeza como aquellos marcianos dementes de Tim Burton destruyendo Las Vegas, pero en este caso construyendo en mi cotidianeidad un muro de satisfacción y olvido propiciado por la alegre repetición de este hermoso estribillo, interpretado por un dúo que ya no existe, bautizado Los Pimpollos. En realidad, el agradecimiento debería corresponder al grupo australiano Divinyls, autores del tema original, un bombazo que opacó toda una carrera de una década dentro de la escena australiana, que arrancó en los ’80 pero que en 1991 dejó de importar cuando su cantante Chrissy Amphlett le cantó al mundo eso de I touch myself, cuyo estribillo, leo por ahí, es obra de un tal Billy Steinberg, nada menos que el tipo que firmó Like a virgin de Madonna, entre otros exitazos. Aquel estribillo de ‘me haces sentir como una virgen’ no se refería precisamente a la religión pero el mundo por entonces hizo todo para no darse por enterado, pero no había forma de fingir locura ante este directísimo Me toqueteo de la voz cantante de Divinyls, aunque veo por ahí un simple de la época para el mercado hispano y con el título traducido que me saca una carcajada: el título dice Me abrazo. No se puede negar que lo dieron todo. Lo cierto es que fue tal el éxito mundial del simple, que la Amphlett lo estuvo cantando durante todo el resto de su vida, hasta su prematura muerte por cáncer a los 54 años. Ella ya no está, pero el tema sigue y sigue. En este caso, gracias a la inestimable ayuda de la deliciosa versión acústica del dúo de la foto, Los Pimpollos, que a diferencia de la cancion original de Divinyls es un grupo que no solo ya no existe sino que está tan olvidado que no hay forma casi de conseguir información sobre ellos ni siquiera en internet. Lo único que consegui fue esta foto, que es la portada de uno de los simples que aún quedan en su Bandcamp, que incluyen traducciones de Richard Hawley o Kings of Convenience, pero ni rastros de este tema de Divinyls. Eso sí, aún se pude escuchar Chicago Bulls, el mejor tema pop dedicado al grupo del buen Michael desde este lado del mundo, después de Jordan, claro. Los Pimpollos estaban integrados por Paula Trama y Hernán Blinder, que se habían conocido en un taller de poesía y recién seis años después de ese encuentro cantaron por primera vez juntos, en un recital de Paula. Como yo soy su fan incluso desde antes de Cemento, cuando la invité a participar del ciclo Martes de Poesía y Música me contó que el dúo incluso estaba preparando un EP, titulado Justicia divina, que no se si llegó a salir alguna vez, pero al menos quedaron algunos simples. Cualquier oyente de Música Cretina se habrá dado cuenta que nuestro dulce son las versiones y las traducciones, y Paula Trama siempre ha demostrado un particular talento y dedicacion para esos menesteres. Por aquella época, además de las traducciones con Los Pimpollos, estaba preparando todo un repertorio con otra poeta, María Paz Levinson, que subían a un blog bautizado holotemas, atrevidas y deslumbrantes versiones de Velvet Underground, Johnny Cash y Robert Wyatt, que sobrevivieron a la disolución del proyecto y terminaron sumándose al repertorio del grupo con el que Paula disfruta actualmente de un merecidísimo reconocimiento, Los Besos. Pero los acusticazos de Los Pimpollos quedaron en el olvido, especialmente este Me toco, que reapareció para este nuevo Música Cretina porque anduve husmeando en un viejo archivo con carpetas que hace tiempo que no abría, y desde que hice play no me lo pude sacar de la cabeza, así que acá estoy, compartiéndolo. Saquen los acordes, aprendanse los versos, y a cantarla por ahí, que se lo merece. Y para los que piden que Música Cretina sea un playlist de Spoty, sepan que de ser así esta clase de grabaciones quedarían afuera (de hecho, quedan afuera cuando armo, resignado, cada una de esas playlist). Lo busco ahí/ quiero que lo encuentres, cantan Los Pimpollos, y cantamos todxs. Ya saben, cada tanto hay que hablar solo de cosas que nos gusten. ¿No es cierto, Francois? Y son cretinas, mejor.
jueves, 27 de junio de 2024
I Am Kloot, "Over my shoulder"
Ayer lo dije y hoy lo repito: hay un nuevo Música Cretina, el segundo del año. Sí, recién ahora. No se si se dieron cuenta, pero este ha sido un año, digamos, atípico. Distópico. Demencial. Pero acá estamos todavía, qué tanto. Y en realidad es el tercero, porque arrancamos 2024 con un no-programa especial, con un rescate de grabaciones encontradas de históricos sí-programas. Si no lo escucharon, recomiendo que vayan a buscar el link al blog o al mixcloud directamente. Y ahora volvamos al verso que inaugura estas líneas, que en rigor de verdad es el que abre el flamante Música Cretina del que estoy intentándoles hablar, que comienza con un tema del hermoso disco que se puede ver en la foto. Siempre me gustó esa portada, la de los tres viejos charlando en un banco de plaza, y ni siquiera haciéndolo amablemente, sino como enojados, rezongones. Es un disco que ya tiene más de dos décadas, de una banda olvidada, con un nombre que no invita a recordarlos: I Am Kloot. Recuerdo haberlos descubierto en una antología de un sello alternativo, un disco grabable que perdí o se borró. Pero este tema se me quedó pegado, Over my shoulder. Me empeñé entonces y conseguí su disco debut, el de la foto. Un álbum atesorable, en el que estaba este tema pero, saben qué, no era la misma version que yo había escuchado en la antología. No era muy diferente, pero tenía otros timbres, generaba otra sensación. Nunca supe muy bien de qué grabación se trataba, ni pude volver a encontrarla, hasta que, hace unos años, el grupo --o lo que quedaba de él-- sacó un compilado de rarezas y lados b y ahi la encontré. Lo que yo había escuchado era el demo original de Over my shoulder, quién te dice, tal vez la razón por la que el grupo llegó a firmar su primer contrato. Hace tiempo que no pensaba en I Am Kloot pero este Música Cretina nació de un viejo archivo en un disco duro, con discos de otras epocas, que no revisaba desde hace bastante tiempo. Y ahí estaba aquella antología, y ahí revivió aquel demo, que me sonó nuevamente hermoso y único. Y por eso decidí que iba a abrir este nuevo no-programa. Ahora que se puede (no entonces, cuando los descubrí), googleé al grupo y me enteré que eran de Manchester, que formaron parte de una escena que fue llamada New Acoustic Movement (qué curioso, casi en los mismos años que acá Flopa Manza Minimal estaban en la misma búsqueda), y que se separaron en 2016. Su cantante, John Bramwell, siguió una carrera solista, y hasta aparecen discos suyos para investigar en Spotify. Hice play en uno de ellos, y su voz sigue intacta. Pero hoy es el turno de I Am Kloot, es el turno de un nuevo Música Cretina. Solía trabajar noche y día/ y nadie escuchaba ni una palabra de lo que decía, canta Bramwell desde aquel primer demo y ahora lo escuchamos, vaya si lo escuchamos. Porque los recuerdos son pasado y presente casi a la vez, y la música siempre vence al tiempo, qué duda queda. Y si es Cretina, el triunfo es mucho mejor.
domingo, 28 de abril de 2024
Big Joanie, "Used to be friends"
¿Te acordás cuando nos fuimos por el camino/ y encontramos un sendero propio?
En este domingo soleado permítanme que les recuerde que hay un nuevo Musica Cretina que ya no es tan nuevo, es cierto, pero es lo más nuevo que tenemos en materia cretina y no hemos hablado mucho por acá del asunto. Y también permítanme que me recuerde que una de las razones por las que existe este no-programa en particular es porque me entusiasmé con un tema de un grupo que se me había escapado, y cuando lo descubrí, tarde, me voló la cabeza. Ellas se llaman Big Joanie y son londinenses, ahora están de regreso y creo que por eso escuché hablar de ellas, pero el que me encanta es su disco debut, Sistahs, que es del 2019. Me pregunto cómo es que no les di bola entonces, y me respondo que tal vez porque nadie debe haber hablado mucho de ellas entonces, ya que suelo revisar bastante entre lo nuevo que aparece cuando cirujeo en cada lista de fin de año para armar la mia, la que preparo para Radar con lo que descubro en esas selecciones ajenas. Repaso un poco en las redes, y descubro que las Big Joanie antes de sacar ese debut estuvieron haciendo algo de ruido en la escena de su ciudad natal, fueron elogiadas por Iggy Pop y Kathleen Hanna, y es mas, este primer disco del que estoy enamorado lo editó Thurston Moore en su sello. Tal vez, pienso, el hecho que fuesen lesbianas les haya jugado en contra, pero son tiempos en lo que eso no importa demasiado, y tal vez incluso juegue a favor. ¿Habrá sido que las edito Thrurston cuando lo mandó en cana Kim Gordon? ¿Tendrá que ver con que al toque apareció la pandemia y todxs quedamos en pausa? Vaya uno a saber cómo es que no me detuve ante ellas en su momento, pero apenas escuché Used to be friends, el tema que abre el Lado B del que todavía es el primer Música Cretina del año, quedé prendado, y acá estoy, escribiendo. Las Joanie eran tres, pero sigo leyendo y me entero que para su regreso sólo quedaron dos. ¿Te acordás cuando nos cortamos el pelo/ y no nos importaba si se nos quedaban mirando?, se preguntan en un tema que suena de otra manera ante la noticia de que la baterista original dejó el grupo el año pasado. Además de su nuevo disco, que ahora bancan solo dos de ellas, Big Joanie forman parte del delicioso homenaje al disco Dig me out de las Sleater Kinney, de las que también quedaron dos. No hay caso, quedemos los que quedemos, y como cantan las Big Joanie originales: No podemos volver a aquellos días/ nunca seremos los mismos nuevamente. Tan cierto como que hay que permitirse agregar: por suerte. Por suerte hay domingos de sol, por suerte tengo un gato naranja maullándome mientras escribo, por suerte hay música. Y si es cretina, mejor.
viernes, 19 de abril de 2024
Recuerdos de otra guerra y otras noches (I)
(Continuará)
martes, 16 de abril de 2024
Un cumpleaños en Comodoro
(Conté esta historia por acá hace no tanto, pero como se cumplen exactos 30 años de esta anécdota, acá va de vuelta. Podría decir que es mi historia de cumpleaños preferida, así que por eso también valga la repetición, espero que no se ofendan los que ya la leyeron pero ya saben, el público --y la atención-- siempre se renueva. Los que me acompañan en tan ventosa foto de celebración son el fotógrafo del diario y el jefe de prensa que nos llevó hasta allá, a cubrir el show. Sus nombres se me escapan, si alguien me los recuerda, la próxima vez que cuente esta historia serán mencionados como corresponde. Debo tener por algún lado la reseña que salió en Página de aquel día. No del casino, del show de Baglietto, je. Ya tengo excusa para la próxima vez que quiera contar esta historia, si es que la encuentro)
viernes, 12 de abril de 2024
King Crimson, "Heartbeat"
Recuerdo la sensación/ el ritmo que creábamos
Durante los años más solitarios de mi infancia, cuando estaba dejando de ser niño pero aun no me asomaba a la adolescencia, las revistas eran mi vía de escape. Siempre hubo revistas en mi casa, papel impreso, diarios, libros. Pero las revistas creo que para alguien en camino de su adolescencia eran perfectas, porque todas anunciaban la posibilidad de un nuevo mundo. Incluso las orientadas hacia la infancia, como Anteojito o Billiken: todas contrabandeaban futuro, vidas ajenas, otros posibles. La iniciación, la crisálida, eso es lo que murmuraban esas páginas que sabías que no debías estar leyendo, pero que al mismo tiempo te correspondían, pasaban pistas de lo que te iba a suceder.
Mi acceso a las revistas siempre estuvo garantizado durante mi infancia: en la casa de mis abuelos siempre las había, por todos lados. Ya sea debajo del amohadón del silloncito en el dormitorio principal, donde siempre había que buscar las revistas del día, como en la mesa de luz del cuarto de la empleada cama adentro, que noviaba con el chico del kiosco de revistas, cuya selección completaba ese mundo de ahí afuera. Si en el sillón del cuarto de mis abuelos yo encontraba El Tony, donde reinaba Robin Wood, en lo de su empleada conocí la revista Skorpio, donde salía el Corto Maltés; si en uno aparecían la apaisada Patoruzito, en el otro se escondía la prohibida Piturro, una suerte de Isidoro al palo que salía por entonces. Y no era que estábamos llenos de guita, eh. Había revistas para todos. Quino contaba que en su casa familiar hacerse un traje o comprar zapatos demandaba meses de ahorro, pero sin embargo había revistas por todos lados, incluso extranjeras. “O un traje era demasiado caro entonces, o las revistas estaban muy baratas”, calculaba el creador de Mafalda, y yo tengo el mismo recuerdo desde otra generación, con pilas de revistas por todo mi hogar, ya sea los fascículos de las enciclopedias, las revistas deportivas o las Satiricón escondidas en el placard como si fuesen revistas porno.
Fue por las revistas que empecé a asomarme al rock, ya que yo no tenía hermanos mayores de los que heredar nada. Pero por entonces ya había pasado a depender directamente de la fuente: ya estaba más grande, y trabajaba en el kiosko de revistas del barrio. Decir trabajaba es una exageración, mas bien cada tanto lo cuidaba. Mis padres tenían un negocio a la calle, que formaba parte de una esquina del barrio de Colegiales en la que todos los comerciantes eran amigos o al menos conocidos, y se hacían favores. Uno de esos negocios era un kiosco, y con mi fascinación por el papel impreso era irremediable que terminase pasando ahí las horas en las que acompañaba a mis padres en sus labores diarias. Eran los años del fin de la dictadura, el comienzo de la democracia, y las revistas y los diarios se multiplicaban. Cuidarle el kiosco al dueño durante sus ausencias --lo mas importante durante mi guardia, recuerdo, era anotar bien en un papel escondido entre los diarios las apuestas de la quiniela clandestina-- me permitía leerlo todo, y a eso me dedicaba. Y cuando empezó a interesarme el rock, la información venía a mí bajo la forma de revistas: dentro de la Humor, que compraban mis padres, con Las Páginas de Gloria, o en El Porteño, que compraba yo (o mas bien les hacía comprar), que siempre tenía una nutrida sección cultural, en la que siempre la música --y cada vez más el rock-- estaba presente. Y después las revistas específicas, como la Pelo siempre, y después la Canta Rock, también el under cuando se empezó a distribuir Tren de Carga y la modernidad de la mano de Twist y Gritos y tantas otras, muchas efímeras, pero todas pasaron por mis manos cada vez mas adolescentes, como la segunda epoca de Expreso Imaginario o un ovni bautizado Banana, detrás del que estaba Tom Lupo.
Aquel micromundo en una esquina de Colegiales incluía una zapateria, una relojería y, lo más importante, una disquería. Ya que entonces lo que anunciaban las revistas podía corroborarse (o no) bastante rápidamente, algo que no era tan común por aquellos tiempos. Recuerdo que mas o menos todo lo que decían las revistas respecto al rock local no encontraba ninguna respuesta crítica de mi parte: fui fan de León Gieco, de Charly García o de Spinetta, pero también disfruté del Dúo Fantasía. Todo era nuevo, todo me gustaba, todo pasaba a ser parte de mi vida. Con el rock extranjero era diferente, era un mundo mas vasto, después de todo. Y además los prejuicios entraban en acción rápidamente.
Todo estos recuerdos que me vienen a la cabeza tienen que ver con el disco al que corresponde el tema de donde están sacados los versos con los que arrancan estas líneas. Un cassette, en realidad, con el que aprendí algo importante a la hora de hablar de la cultura rock, o cultura a secas. Había leído en la Twist y Gritos, creo, perdida en una columna no en el cuerpo principal de la revista, elogios hacia un disco de un grupo que no conocía, que acababa de salir. El grupo se llamaba King Crimson, el disco se llamaba Beat, asi que fui a la disquería y me lo llevé a casa. Lo puse en mi cassettera, y recuerdo claramente la sensación: no entendí qué era eso que estaba sonando. Recuerden, yo era un chico que escuchaba a Spinetta, sí, pero también al Dúo Fantasía. Sabía que tenía que gustarme, pero no hubo caso: el cassette quedó olvidado en un cajón de mi escritorio. Me lo volví a encontrar un tiempo después, ¿un año? ¿dos? Lo cierto es que volví a hacer play, y entonces sí, se me abrió un nuevo mundo: me deslumbró, amé los ritmos, las voces, las guitarras. Abracé la psicosis de Neal and Jack and Me o la extrañeza de baladas como Two Hands o Heartbeat.
De hecho la idea de escribir este texto era para hablar de ese tema, que suena en el último Música Cretina, y también referirse al anuncio de que Adrian Belew y Tony Levin saldrán de gira próximamente para tocar esos temas, y de que lo harán con el beneplácito de Robert Fripp, que les propuso el nombre para el grupo, el del disco que estamos hablando, Beat. Pero, bueno, uno se sienta y la escritura sabe más que uno. Por eso estoy acá, recordando que aún hoy el Requiem, el tema que cierra el disco, es capaz de ponerme la piel de gallina y devolverme la sensación de pasar a otro nivel que sentí la primera vez que lo escuché. Fue así que aprendí una de las claves del disfrute de la cultura popular: las cosas no son o no para cada uno, nadie está señalado por nada, simplemente hay que darse tiempo. Los objetos culturales te saltarán encima cuando los necesites, nomas hay que permitirse tenerlos cerca. Por eso es que siempre respondo, cada vez que me preguntan si lei todos los libros que hay en mi biblioteca, que por supuesto que no, que si los hubiese leído todos tendría el doble. Hay que tener cerca a los futuros amigos, al próximo libro o disco o revista o película, que te salvará la vida o al menos te marcará el camino hacia donde debas ir. Y es un camino que no se termina, que, si se tiene suerte, queda abierto durante toda la vida.
Beat de King Crimson me acompaña desde entonces, no desde el día en que me voló la cabeza, sino un año antes, cuando llegó a mis manos y no lo entendí, pero se quedó cerca, esperando su momento. Hoy que todo parece estar tan cerca, y justamente por eso es que está irremediablemente lejos, hay que esforzarse el doble para mantener viva la curiosidad, y especialmente la atención. Todo esta ahí, pidiendo con ansiedad, como las gaviotas de Buscando a Nemo que gritaban mío, mío, mío. Estas otras gaviotas gritan dame, dame, dame. Por acá simplemente tratamos de mantenernos curiosos entre tanta gritería; escuchamos, recordamos o descubrimos y compartimos. Siempre ambicionando ser arena antes que aceite en el engranaje. Ampliar los límites de los mapas antes que acomodarse en el centro. Confiando que lo que nos puede salvar, despertar, poner en marcha, entre otras cosas, es la música. Y tiene que ser cretina, claro que sí.
martes, 9 de abril de 2024
Música Cretina 2024 #1
31-3-2024
Lado A
“Yo ya estuve ahí/ y no quiero otra vez”
1.- Biznaga, Contra mi generación
2.- Elizabeth King, I need the lord
3.- Paul McCartney c/St Vincent, Women and wives
4.- King Crimson, Heartbeat
5.- Pete Rodríguez, I like it (I like it like that)
6.- Piccolini, No voy a ir
7.- Paolo Conte, Omicron
8.- Lou Reed, Doin’ the things that we want to
Lado B
“Y vos andabas escuchando una canción/ que no era de rock and roll”
9.- Big Joanie, Used to be friends
10.- Bobby Parker, Steal your heart away
11.- Javier Limón c/Santiago Auserón, La ventolera
11.- Congotronics Internacional c/Juana Molina, Resila
12.- Los Destellos, Palomita de barro
13.- Youth Lagoon, Little devil from the country
14.- Shirley Jackson, Feels so good
15.- Bestia Bebé, El rock and roll pasó de moda
martes, 2 de abril de 2024
Lou Reed, "Doin' the things that we want to"
Escribí esta canción porque quería darles la mano/ de alguna manera, son los mejores amigos que he tenido
Hay un nuevo Música Cretina, es el primero del año --antes hubo una versión especial-- y entre sus intépretes asoma Lou Reed. Que Lou es un cretino honorario desde el primer día casi ni hay que decirlo. Los versos de acá arriba son del tema Doin’ the things that we want to, uno de los grandes temas del disco New Sensations, y con el que cierra el Lado A de un no-programa que merece sonar en un martes feriado y soleado como este. Martes de No bombardeen Buenos Aires, martes de Malvinas argentinas, martes de Margaret to the guillotine, Morrissey dixit. Y, ahora sí, también martes de Reed y aquel New Sensations, su disco de sobriedad, y de sus intentos de hacer música para la generación de los ’80, la que se incorporaba al asunto mirando MTV. Según leo ahí, es el más exitoso de Reed después de Sally Can’t Dance, dos trabajos que nadie elegiría como sus mas representativos. Tal vez por eso es que Lou también canta en este tema eso de no hay mucho para escuchar en la radio hoy en día/ pero todavía se puede ir a ver una película o una obra de teatro. Un verso que tranquilamente podría cantarlo hoy en día, pero que entonces tenía que ver con las obras de Sam Shepard y las primeras películas de Martin Scorsese. En su libro de letras elegidas Between Thought and Expression, de 1991, Reed anota al pie que escribió el tema después de ir a ver Fools in Love, de Shepard, y que los otros son personajes de la película Calles salvajes, de Scorsese. A ellos se refiere cuando dice que son los mejores amigos que ha tenido. Una afirmación que, según comenta Will Hermes en su flamante biografía (aún sin traducción al castellano), “es un comentario triste para cualquiera, pero uno revelador viniendo de un artista con fanáticos que que generalmente parecen insanamente obsesionados con él”. Anthony DeCurtis, en la biografia que hace poco publicó Planeta, señala también que el tema habla de la libertad que encontraban Shepard y Scorsese tanto en el teatro como en el cine, en contraste a las limitaciones que siempre sintió Reed dentro del negocio musical. La sobriedad que comenzó a encontrar un Reed de 41 años en la época del New Sensations y su pareja con Sylvia le permitió promocionar su música sin pelearse con el medio (decía, por ejemplo, que había elegido al productor del disco, John Jansen, por el sonido de batería que había conseguido para... ¡Air Supply!), asomar la cabeza al mundo, una actitud que terminaría acercándolo a Amnesty y luego cerrar la década redondeando uno de sus mejores discos, New York, y también tal vez el más político de su carrera. La hermosa foto de Lou con un milkshake que ilustra este post está fechada a comenzos de los ’80, y es obra de Waring Abbott, que firma varias de sus imágenes de aquella época. Incluso una que vi por ahí en la que Reed se parece demasiado a Juan Alberto Badía, ¿pueden creerlo? Nacido en el sur profundo norteamericano y criado en Venezuela, Abbott comenzó lo que sería una larga carrera como fotógrafo por una foto de Kurt Vonnegut sosteniendo en sus manos a un conejo. También publicó un libro sobre los primeros años de Kiss. Se casó con una neurocientífica, y el año pasado en el periodico amarillista New York Post contaban que habían puesto a la venta su casa de campo por cinco millones y medio de dólares. Doin’ the things that we want to, ¿no es cierto? Y si es música que sea cretina, por supuesto. ¿Qué otra cosa podíamos escuchar? ¿Air Supply, como parece que escuchaba Lou en aquellos años sobrios y straight?
lunes, 1 de abril de 2024
Biznaga, "Contra mi generación"
Un beso frustrado/ y esta canción de amor/ contra todos/ contra mi generación.
Se los presento: los chicos de la foto se hacen llamar Biznaga, y son la esperanza punk de Madrid. También son los que abren el nuevo Música Cretina, qué tanto. Me gusta decir que son los Flema españoles, pero sólo para llamar la atención, claro. Aunque algo de eso hay, porque lo que el indie local viene escuchando de su ídem español son referentes hipersensibilizados o bestialmente cínicos, y no está nada mal, los banco, yo también los escucho y disfruto. Pero no entiendo como todavía nadie le entró a Biznaga, cuyo discazo de dos años atrás, Bremen no existe, es realmente el que hace falta para volver a creer en el punk, en la música de puño en alto, incluso en las nuevas generaciones mas allá de sus fantasías de hacer plata rápido, destruyendo el planeta, el clima o el país, qué importa, qué interesa, ese parece ser su propio no future. A toda esa gente que duerme poco y mal/ la precarizada y la aspiracional, cantan los Biznaga, que son oriundos de Málaga en realidad, aunque se conocieron en Madrid, esa ciudad de la que nadie es, y por lo tanto todos somos de Madrid. Aunque, claro, vaya uno a saber si a esa capital millonaria, gentrificada y de derecha de hoy día le calza aquel sayo del siglo pasado, sabinista, movidista, almodovariano y demás. A la que se pierde hasta con Google Maps/ y la atrapada en el ascensor social. Hay mucha gente a la que cantarle, y tal vez todxs sean la misma, pero los Biznaga cantan igual. Tal vez el tema que abre este Música Cretina no sea el mejor del disco, pero su inmediatez y también la apelación generacional, terminaron convenciéndome. A quien sube los índices de natalidad/ nacerán más idiotas, ¿no hay suficientes ya?. Son cuatro, se hacen llamar Biznaga, son unos románticos a pesar de su punk (o justamente por eso), y avisan que lo que no se pudo hacer tal vez sea posible. Y me asusta, porque hay cosas que nunca fueron posible que lamentablemente parecen estarlo siendo. Pero también me da esperanza, porque hay otras que hoy parecen haber salido de la agenda que algun día volverán. Recuerden: hay gente a la que convencieron que vivíamos en Versalles, y ahora aplauden con cada cabeza que rueda, sin imaginarse que serán los próximos en la fila. Perdonen por estas reflexiones de una mañana de lunes feriado y además nublado, pero por algo esto se llama Música Cretina. Y, además, nunca se olviden que el punk siempre redime y da revancha. Pasen y escuchen, hay un nuevo no-programa para estos días culturalmente revolucionados, a nuestro pesar, y sin revolución de verdad en el horizonte.
martes, 12 de marzo de 2024
Adiós Jumbo
miércoles, 6 de marzo de 2024
Música Cretina 2024 #Especial
28-2-2024
Lado A
“Tengo una voz/ que nunca funciona igual”
1.- Turf, Yo no me quiero a casar, y usted?
2.- Leo García, Superficies de placer (Virus)
3.- Massacre, Show me the way (Peter Frampton)
4.- El Cuarteto de Nos, Palomo
5.- Francisco Bochatón, Caracol vacío (Loch Ness)
6.- Grand Prix, You shook me (AC/DC)
7.- El Soldado, Veneno sabor de miel
8.- Coki Debernardi, Un millón de dólares falsos
Lado B
“Aunque me beses la boca/ no es suficiente”
9.- Cineplexx, Ayer soñé que alguien me amaba (The Smiths)
10.- Daniel Melingo, Este cuore
11.- Estelares, El corazón sobre todo
12.- Abed Nego, Vuelvo a casa (Dennis Brown)
13.- Ariel Minimal, Magia
14.- Mariano Esain, My girl (The Temptations)
15.- Jaime Sin Tierra, Take me out (Red House Painters)
16.- Palo Pandolfo, Imagen proyectada/Eclipse bien
Todas las canciones de este no-programa son versiones inéditas, grabadas en FM Supernova entre 2000 y 2001, durante emisiones de los programas Música Cretina y Lo que más me gusta hacer, conducidos por Martín Pérez.
martes, 5 de marzo de 2024
El Cuarteto de Nos, "Palomo"
De tanto laburar me duele el lomo/ la guita me da solo para lo que como
Se los presento, por si no los reconocen. Los pibes de la foto son El Cuarteto de Nos, fotografiados por Rodolfo Fuentes en Comunafiesta, un megarecital gratuito del año 1985 realizado en Montevideo. Por entonces el grupo estaba en sus comienzos. Habían sido algo así como los últimos en apuntarse a la fiesta del rock uruguayo de los ’80, lo que les permitió sobrevivir hasta la siguiente oleada, la de los ’90, donde inesperadamente lograron su primer gran éxito, un disco que hoy es un clásico, Otra navidad en las trincheras (1994). Por entonces habían dejado de lado su vertiente teatral, o sea ya no subían al escenario disfrazados de viejas, pero seguían siendo disruptivos, o pretendían serlo. Al menos a mí sus canciones por momentos me parecían tan peligrosas como un hombre bomba con hipo. Los descubrí gracias a El primer oriental desertor, un extraordinario himno punk que aun me sorprende con la crudeza nihilista de sus versos (y con esa parte del himno uruguayo incluida en el final). Un extremismo que se disfrazaba como emitido por uno de los tantos personajes extremos que habitaban sus canciones, entre los que estaba aquel increíble niño que agarraba el pitito con el cierre. Pero, así como podían ser punk o vaudevilleros, aquel Cuarteto era una banda profundamente beatle, y su gran éxito era una balada irresistible llamada Solo un rumor. Una de mis fantasías era lograr que El Cuarteto --que por entonces era un grupo desconocido fuera de su país-- apareciera en el programa de Tinelli, donde sus canciones llenas de chistes absurdos y de doble sentido parecían hechos a medida. El plan era que, cuando se hubiesen metido a todo el publico en el bolsillo, largasen con Solo un rumor, cuya pegadiza melodía se va intoxicando estrofa a estrofa con la cada vez más cruda descripción del amor de su voz cantante, que va enumerando rumores sobre el objeto de su pasión hasta llegar al ejemplo más terminal de ese recurrente "me dijeron": Y que te hicieron como siete abortos/ Y que uno salió mal/ Tuviste que parir y la quedaste/ Y que al bebé lo ahogaste en el water. No podía dejar de imaginarme las sonrisas congeladas y el espanto de conductor y publico ante aquella película de terror escondida en una canción, como la gilette en la manzana jugosa o al final del tobogán. Si el éxito de Otra navidad en las trincheras no cruzó entonces las fronteras fue seguramente porque salió por una discográfica independiente y también porque eran tiempos mucho menos interconectados, pero en realidad si uno mira la horrible tapa del disco entiende como a ningún rockero que no tenga idea de qué trata el asunto se le ocurriría darle una oportunidad. Yo me hice fan de ese disco, lo que tal vez diga demasiado algo sobre la particularidad de mis gustos e interses. Descubrí las perlas que tenía escondidas para mí, y desde entonces con cada disco del Cuarteto que cayó en mis manos hice lo mismo: buscar los temas que considerase míos (siempre había dos o tres), y hacérselos escuchar a todo el que cayese cerca. En eso estaba cuando pasaron por Supernova, en uno de los tantos intentos recurrentes e infructuosos de cruzar el charco que hicieron durante esa instancia de su carrera. Tocaron en Lo que más me gusta hacer, y nos regalaron un mini recital de cinco temas, entre los que estaba este Palomo, que formaba parte de su disco Revista Ésta (1998), y era uno de los míos. La carrera del Cuarteto tuvo un acto más, el definitivo, el que los convirtió en un grupo for export del rock de su país y también fue borrando la imagen de aquella vieja banda de escenario de carnaval, de uruguayez intraducible, con la que se convirtieron en clásicos puertas adentro. Lo he contado más de una vez, pero nunca me sentí más uruguayo como cantando a voz en cuello junto a una multitud (de uruguayos, claro) los versos más representativos de sus clásicos, que hoy seguramente serían cancelados rigurosamente. Pero lo que suena en el nuevo Música Cretina, armado con aquellas deliciosas grabaciones encontradas de comienzos de siglo, es el Cuarteto en su versión sin adulterar ni modernizar, ese grupo que no lograba cruzar el Río de la Plata pero sonaba auténtico, único, tan explosivo como de tablado, y tan uruguayo que no había caso. Por eso es que desde siempre han sido Cretinos honorarios, trayendo su música, que es lo que desde siempre a nosotrxs rebota y a ustedes les explota. O viceversa, qué importa, qué interesa. Porque siempre fuimos Palomos.
lunes, 4 de marzo de 2024
Turf, "Yo no me quiero a casar, y usted?"
No conozco a nadie/ que no haya terminado mal
Se los presento, aunque supongo que no necesitan presentación. Los pibes de la foto son unos muy jovencitos Turf, y son ellos, o casi ellos, los que dan el puntapié inicial del primer Música Cretina del año, uno muy especial, porque su lista de temas fue seleccionada a partir de un archivo hasta ahora inédito, con el registro de los grupos que pasaron por Lo que más me gusta hacer, el programa diario que conduje en FM Supernova durante su último año, el 2001. Digo que los Turf que abren estas grabaciones encontradas son “casi” los de la foto, porque en realidad la foto es de cinco años antes, cuando el grupo recién estaba asomando. La autora es Nora Lezano, y la hizo para una pequeña nota que firmé para el numero 2 de la versión local de Inrockuptibles, con fecha agosto de 1996. Antes de que entrasen a grabar su disco debut, o sea. En cambio, para la época de la sesión emitida desde aquel estudio enorme que utilizaba Supernova –creo recordar que alguien me había dicho que antes había sido el de la señal dedicada a la musica clásica de Radio Nacional–, el grupo desde un disco atrás ya era un quinteto, y la razón por la que estuvieron ahí fue porque estaban presentando su tercer opus, Turfshow, el que los convirtió en un grupo popular, y se podría decir que es el que los ha mantenido vivos hasta el día de hoy. ¿Son los temas o los artistas los que sobreviven? ¿Son los artistas los que mantienen vivos a los temas, o es al revés? Supongo que dependerá de cada artista y de cada tema, pero el caso de Turf es capaz de poner en duda cualquier respuesta. Porque comenzaron siendo para muchos casi un invento del Si, en la época en la que el suplemento cada tanto utilizaba su influencia para intentar renovar la escena local a imagen y semejanza de lo que hacía por entonces la prensa rocker semanal británica, que ponía en tapa a grupos que apenas tenían un simple –¡un tema!– para mostrar. Lo cierto es que los Turf ya tenían entonces los temas y el carisma como para seducir a primera escucha sin necesidad de que nadie los inventase, algo de lo que puedo dar fe, escribiendo de manera entusiasta aquella notita presentación antes de que hubiesen grabado su primer disco. Aquel debut apenas si completó el auspicioso demo inicial, en el segundo disco se pusieron ambiciosos, y para el tercero parecieron deponer aquella busqueda ya que sus temas se habían vuelto simples y pegadizos, intentando tal vez buscar la clave para sobrevivir en la jungla que habían elegido como su ámbito: la del showbiz, no la del arte de tapa de su disco anterior. Pero creo que en realidad lo que estaban haciendo era tratar de comprender en qué consistía su don, canalizar ese carisma y ese entusiasmo, entender qué hacer con esas canciones que los estaban buscando. No lo sabíamos entonces, pero esos temas que rimaban loco con poco y que hablaban de casarse pero mejor no, y que en su momento --lo confieso-- me hicieron tirar la toalla con respecto a la banda, fueron el boleto a su supervivencia como grupo y como músicos, y aún hoy los seguimos cantando, o al menos tarareando, aunque la cabeza se meta en el camino y no nos permita disfrutarlos del todo. Según recuerdo, no fue algo que haya sucedido inmediatamente. El país cayó en lo que por entonces creíamos que sería su major crisis, Joaquín Levinton fue pasto de la prensa amarilla poco después, y los trajeron de regreso las hinchadas de futbol y sus cantitos, pero un poco Turf pasó a ser un grupo más vinculado con la nostalgia que con la música. Mas cercano, digamos (y la boca se me haga a un lado), a Vilma Palma que a Babasónicos. O al menos yo –con algo de culpa, porque son amigos y los quiero– pensaba eso hasta que, hace un par de años, me acerqué a ver un show del grupo, una presentación callejera sorpresa en la que la musicalidad de la banda y el extraordinario carisma de Joaquín me dejaron en llamas. A mi y a todos los presentes, muchísima gente que se fue sumando sorprendida y extasiada al darse cuenta de quién estaba tocando, entre ellos nada menos que –lo juro– Hrabina, aquel legendario marcador de punta de Boca. Hay algo de verdad en Turf, en Joaquín y en esas canciones, y creo que se puede percibir también en esta grabación que abre un Música Cretina lleno de sorpresas, de versiones inéditas, de clásicos cretinos (y amigos ídem) desde hace años, qué digo años, décadas, una vida o parte de ella. Pasen y vean, pasen y escuchen, que hay para todxs. Canciones que te mantienen con vida, vidas que dan vida a las canciones. Porque ya saben, todo, pero todo todo, tiene sentido con música. Pero tiene que ser cretina, claro que sí.