sábado, 22 de agosto de 2020

Música Cretina 2020 #2

ESTO NO ES UN PROGRAMA

14-8-2020

Lado A

“Tengo todo/ lo que no se puede comprar”

1.- Sharhabil Ahmed, Argos farfish
2.- Rafael Berrio, Dadme la vida que amo
3.- Sharon Van Etten c/Josh Homme, (What’s so funny about) Peace, love and understanding? (Nick Lowe)
4.- Ike & Tina Turner, Workin’ together
5.- Sergio Makaroff, Mis posesiones
6.- Dion & The Belmonts, The wanderer
7.- Paulinho Moska, Pela milésima vez

Lado B

“Crecí cuando había aun clase media/ suciedad en las manos e historia lenta”

8.- Black Pumas, Old man
9.- Bodie y La Flota Plateada, Hasta cuando es adiós
10.- Desert Sessions c/Jake Shears, Something you can’t see
11.- Ethiopian & His All Stars, Beggars have no choice
12.- Victor Coyote, Soy un trabajador, soy un autónomo, soy un artista
13.- The Decemberists, Starwatcher
14.- Los Sedantes, Mi corazón tiene un corazón propio

viernes, 21 de agosto de 2020

Ethiopian & His All Stars, "Beggars have no choice"

 No es lo que querés lo que vas a recibir/ tenés que quedarte con lo que conseguís

Donde en estos versos algunos puedan ver apenas resignación, otros tal vez estimen una ejemplar didáctica de la calle, a la que se le puede sumar un velado guiño con doble sentido, ya que el primer verso se remata con un “dear”, es decir “querida”. Seguramente son muchas cosas para suponer de un tema sencillo como el que canta el señor de la foto, un jamaiquino llamado Leonard Dillon, pero no por nada es que se convirtió en una leyenda en una tierra de leyendas, y esta canción fue una de los primeras sobre la que la cimentó. Lleva por nombre Beggars have no choice, o sea algo así como “los mendigos no pueden elegir”, y forma parte de su primera sesión de grabación para Studio One, a comienzos de los años 60, grabada bajo el seudónimo de Jack Sparrow y nada menos que con los Wailers originales haciéndole coros. Por supuesto, Beggars suena en Música Cretina, y si estoy escribiendo esto en un soleado mediodía de viernes es porque todavía quiero invitarlos a que lo escuchen, pero también porque una de las cosas que más disfruto de armar cada no-programa es meterme a buscar información sobre los temas, y descubrir cosas como la historia de este señor Dillon, que apareció cuando quise saber más del tema que suena en el Lado B, extraído de un disco más o menos reciente, titulado The return of Jack Sparrow, y atribuido a Ethiopian & His All Stars. Supuse cuando lo encontré por ahí que se trataría del enésimo rescate de una figura del reggae con un grupo nuevo armado a su alrededor, pero lo que descubrí es que es un disco perdido del buen Dillon, que supo ser el rostro de The Ehiopians, uno de los primeros grupos en girar por Inglaterra llevando los ritmos de una isla de sol y el porro a otra básicamente de lluvia y el viento. Busco una mención de los Ethiopians en la biblia de Lloyd Bradley sobre la historia de la música de Jamaica, Bass Culture, y no parece tenerlos en buena estima, tal vez por haber sido uno de los primeros en explotar exitosamente de manera comercial esos ritmos. Cuando nombra su primer álbum, Engine 54: Let’s Ska and Rock Steady, de 1967, es sólo para reproducir esa suerte de curso para bailar los ritmos en cuestión --¡detallado foto a foto!-- incluido en la retiración de tapa. Pero en los obituarios aparecidos cuando falleció en el 2011, Dillon es rescatado como una de las grandes figuras de la musica jamaiquina justamente por eso, por haber sido puente con su grupo entre el ska y el rock steady, a fines de los 60 y comienzos de los 70. Amigo de Peter Tosh, que fue el que lo presentó al resto de los Wailers, que a su vez fueron quienes lo llevaron a Studio One, Dillon terminaría formando los Ethiopians cuando casi había abandonado la música, y trabajaba como obrero de la construcción en Kingston. Fue justamente en una obra donde conoció al que sería su gran compañero en el grupo, Stephen Taylor, y juntos convencieron a su jefe de que les pagase la sesión para grabar un temita, Train to Skaville, que se terminaría convirtiendo en un clásico. Los Ethiopians fueron mutando, pero durante un tiempo fueron básicamente Dillon y Taylor, hasta que en 1975 su amigo murió en un accidente de tránsito, y nuestro Mendigo-sin-opción sufrió el golpe. Se retiró un par de años, y cuando volvió fue mayormente the Ethiopian a secas. Los obituarios de su muerte casi una década atrás hablan de cáncer, primero bajo la forma de un tumor en el cerebro que se operó y al parecer le fue bien, y después ya como una reincidencia definitiva. Un peleador, el buen Dillon. Bah, no tan bueno: en la nota de despedida publicada en un diario de Jamaica, sus hijos lo recuerdan como bastante cascarrabias. Un viejo que, después de todo, sabía que su tiempo ya había pasado. En lo que respecta a nuestro tema, la versión que suena en Música Cretina es la de ese disco póstumo, grabado a mediados de los 90 para un sello alemán dedicado a reggae, con la orquesta de la casa, mucho más que digna. Olvidado en algún estante, el rescate es de hace apenas unos años atrás, y suena en el Lado B de este no-programa como una isla al sol y al viento en un invierno frío y --más que nada-- encerrado como el que nos toca vivir. Dejemos que sople entonces. Dejemos que suene. Seamos cretinos, sí, pero sólo musicalmente. Hace falta sol y ese humito que nos hace tener esperanza. Y canciones, hacen falta más canciones. Como las que cantó una y otra vez el amigo Leonard, alias Ethiopian, alias Sparrow. Ese cascarrabias que sabía moverse al ritmo. Que tuvo alguna vez a Marley haciéndole coros, y que supo cantar hasta el fin. Y que, como lo demuestra su historia, nunca se quedó con lo que tenía.

jueves, 20 de agosto de 2020

Ike & Tina Turner, "Workin' together"

 Llamando a todas mis hermanas y hermanos/ Sin importar la raza, el color o el credo

Eso mismo digo, gracias Tina. La frase con la que comienza el tema que bautiza el disco más exitoso de la pareja musical integrada por Ike & Tina Turner debería sonar bien fuerte por estos días. Lo sé, lo sé, tampoco es cuestión de ponernos mesiánicos. Mejor seguir siendo lo que somos, musicalmente hablando. O sea, cretinos. Y en el no-programa que seguimos considerando como nuevo, y por lo tanto venimos desgranando por estos días, suena el disco de la foto, aunque no exactamente ese. Trabajando juntos, traduce la encantadora portada de esta más que castigada edición local de aquel álbum de comienzos de los setenta, el segundo disco de la dupla para el sello Fantasy, y el más vendedor de toda una carrera principalmente dedicada a los simples. Medio siglo es lo que nos separa de un disco y una canción que aún hoy hechiza a la primera escucha. Lo puedo asegurar porque es lo que me pasó al descubrirla en la banda de sonido de la nueva adaptación de High fidelity, la novela de Nick Hornby, convertida ahora en serie, y con su protagonista devenida en mujer. Como fan de la novela desde antes que fuese novela, ya que leí primero el cuento que Hornby sacó en Granta que funciona como prólogo de todo lo que vino después, y más tarde tuve la suerte de viajar a Los Angeles para entrevistar tanto a Stephen Frears como a John Cusack en el junket previo al estreno de la adaptación cinematográfica --un lugar que pude ocupar porque a los medios locales que estaban antes que yo en la lista no les interesó el asunto--, tengo que decir que la idea de que Rob sea mujer me resulta fascinante. A Hornby también le gustó, supongo que porque lejos de bregar por la virginidad de una idea, lo que un creador debería querer es que se mantenga vigente, y todo lo que la reviva y vuelva a poner en escena no deja de ser excitante. Ahora bien, convertida en serie de diez capítulos, digamos que sufrí un poco con Alta fidelidad convertida en una suerte de telenovela. Las ideas y vueltas románticas fueron lo menos interesante de unos personajes queribles, tantas polémicas musicales innecesarias pero siempre apasionantes y también --cuándo no-- gratuitas, y especialmente una extraordinaria banda de sonido llena de descubrimientos, al menos para mí. Uno de ellos fue el tema del que deberíamos estar hablando acá, el de estos Ike & Tina tan de perfil; él negrísimo, ella un poco menos; el inventor del rock & roll y la reina del ácido, el villano golpeador y la víctima redimida. Ver a Tina bailar en los videos de los años 70, que se pueden encontrar fácilmente en YouTube, es algo que te deja sin aliento: dan ganas de verla una y otra vez, a ver si en algún momento se puede descifrar qué es lo que hacen esas piernas. Mientras escribo esto googleo rápido, y descubro con alivio que sigue viva, que acaba de cumplir a fines del año pasado nada menos que 80 años. Una vez hace no tanto tiempo tuve la suerte de conseguir el teléfono, llamar y que atendiera del otro lado de la línea una leyenda olvidada como Tony Joe White, que ya no está con nosotros. Pero por entonces estaba, y además de hablar de su música, de su amistad con Elvis, y de cómo su hijo llevaba adelante entonces sus cosas online (algo que sigue haciendo luego de la muerte de su padre, dicho sea de paso), el gran Tony Joe me habló inesperadamente de Tina. Me dijo que eran vecinos, y que aunque aseguraba que estaba retirada de la música, una cantante como ella nunca se podía retirar. Me contó también que cada tanto se juntaban, como vecinos que eran, y por supuesto que terminaban cantando algo. Y que estaba intacta. Tony Joe confiaba en poder llegar a convencerla de que saliesen a tocar juntos. Nunca lo logró, hasta donde yo se. Pero lo que también me contó fue que Tina es una gran cocinera. Que se la pasaba cocinando y cocinando. Medio siglo atrás, apenas entrando en sus 30, Tina cantaba --en un tema firmado por Ike-- eso de que trabajando juntos lo podíamos lograr. Vaya uno a saber si a los 80 sigue cocinando sin parar, como la retrató entonces el buen Tony Joe. Pero me gusta imaginar a Tina arremangada ante una olla inmensa, cantando sus canciones mientras alimenta a un mundo que más que nunca necesita todas las cucharadas que le ofrezcan. De lo que sea. Incluso de esta Música Cretina que no puedo menos que invitarles a hacer play bajo este frío sol de invierno.

miércoles, 19 de agosto de 2020

Black Pumas, "Old man"

 Ojalá encuentres las cosas bellas/ que le ganen la tormenta

Algo así es lo que canta el más joven de los dos muchachos de la foto. Se llama Eric Burton, y confieso que una de las razones por las que a comienzos del año pasado le presté atención a este dúo fue porque lo confundí con su histórico casi homónimo, el otrora líder de The Animals. De hecho, si no entraron en mi lista de cada fin de año fue porque pensé que no eran exactamente algo nuevo. Flagrante error, lo confieso. Pero es que la música que Burton y compinche Adrian Quesada interpretan tiene mucho del soul de antes, y en el apuro del cierre me dejé llevar por los prejuicios. Algo que no impidió que uno de los temas de su debut anclase en la lista que voy armando de futuros Música Cretina. Se tomaron su tiempo en aparecer, pero acá están, abriendo el Lado B del un no-programa que también se hizo desear. El tiempo que pasó, sin embargo, no fue en vano para el dúo oriundo de Austin, Texas. Es que de pronto aparecieron en la lista de los nominados a los últimos Grammy, y así es como Black Pumas se hicieron la fama. Su historia es casi una historia de amor: el músico veterano de mil batallas que une fuerzas con un recién llegado y descubren que son el uno para el otro. Hijo de familia mexicana, Quesada creció tocando punk y metal, encontró un lugar tocando la poderosa mezcla latina del Grupo Fantasma, mega banda que una década atrás tuvo su Grammy y hasta llegó a zapar con Prince y de la que salió porque se daba cuenta que se le iba el tren de la posibilidad de hacer algo propio. Lo intentó reuniéndose con el baterista de My Morning Jacket en un proyecto efímero llamado Spanish Gold, pero encontró la voz para la música que estaba componiendo en un cantante callejero que se ganaba la vida en una de las esquinas del centro de Austin. Leo por ahí que Burton es de San Francisco, se dedicó al teatro musical, y que antes de terminar en la ciudad de Quesada hay quien recuerda haberlo visto vendiendo remeras y tocando la guitarra por las playa de Los Angeles, una historia que ya se contó  de mil maneras en notas aquí y allá en la previa de un premio que finalmente no ganaron, pero la música sigue ahí. Y los dos golpes de batería que marcan el comienzo del hermoso Old man, el tema que abre el Lado B del nuevo Música Cretina así lo atestiguan. Viejo, el mundo está sobre tus hombros/ y tu corazón en la solapa, canta Burton, toca Quesada, y vibramos todos, disfrutando de este invernal sol de miércoles. A dejarlo sonar, antes de que llegue el frío. Pero, por mas polar que sea, puma queda. Y Cretino también, claro.  


martes, 18 de agosto de 2020

Sharhabil Ahmed, "Argos farfish"

 Se los presento: el hombre de camisa oscura y guitarra en mano es el que abre el nuevo Música Cretina, que ya esta esperando que hagan play y lo dejen sonar en este soleado mediodía de martes post-feriado, o sea proto lunes. Pero esperen un segundo, déjenme disfrutar de este regreso cretino, y contarles su historia. Y la de su mujer, también con guitarra (!), al lado suyo. El hombre se llama Sharhabil Ahmed, y ella es Zakia Abdul-Gassim Abu Bakr, que dice wikipedia que supo ser la primera mujer guitarrista del Sudán. Vaya uno a saber hasta que punto es un dato comprobable, pero a mí me puede. Y lo mismo pasa con el apodo de Ahmed, que es conocido como el Rey del Jazz Sudanés. De hecho, así es como se titula la milagrosa compilación reuniendo su música que acaba de editar el sello berlinés Habibi Funk, que desde hace un par de años viene recuperando sonidos del mundo árabe. Leo por ahí que la gente del sello conoció primero al hijo de Ahmed a través de un artista de hip hop sudanés llamado Zin-Zen, que estuvo por Alemania en el 2014. Terminaron viajando a conocer al viejo, visitándolo tres años más tarde en su hogar ubicado en las cercanías de Khartoum, y consiguiendo algunas cintas originales como para intentar editar su música. El tema que abre este nuevo no-programa lleva por nombre Argos farfish, y fue el primero que Habibi Funk editó, en un compilado de música árabe editado por entonces. Y ahora llega un disco enterito, con siete temas grabados alrededor de los años sesenta, que obviamente abre con este temazo, que deja en claro que lo que los sudaneses conocen como jazz no es lo mismo en occidente. Porque Argos farfish --un tema cuya letra propone enfáticamente bailar y olvidar los problemas-- es apenas una muestra de una música que mezcla surf, rock’n’roll, funk, música congolesa y armonías africanas, todo enrollado en el mismo porro. Dejemos que nos lo encienda el buen Sharhabil, que hoy tiene unos 83 años, y debe estar contento de que su música siga yendo y viniendo. Como él dice, toda la musica que se escucha en occidente nació en Africa. Así que el lo que hizo al colgarse la guitarra eléctrica simplemente fue retomarla y volver a empezar el viaje. Un viaje que otra vez llegó a destino. Cretino, claro que sí. Pasen y escuchen. Y ya saben, esto recién empieza. Hay todo un no-programa para descubrir.