martes, 31 de diciembre de 2019

Beck, "Saw lightning"


Hubo un día/ en que ví relámpagos

Acá estamos, costó pero llegó. ¿Estoy hablando del fin de año? No, me refiero al último no-programa del 2019, el número doce. Si, quería cifras —más o menos— redondas para entregarme al redondísimo 2020, así que hay un nuevo Música Cretina para guiarnos de la mano —o de la oreja— hasta una nueva década. No voy a entrar en polémicas, lo se, matemáticamente faltaría un año para cerrar estos años diez y pasar a lo que sigue, pero esos dos 20 son contundentes. La razón no puede contra los números, y es aún más disfrutable pensar que es una frase que tiene su cretinismo. Lo cierto es que tenemos nuevo no-programa, se viene una nueva década, y quien mejor para guiarnos hacia el futuro que Beck Hensen, el chico que se hizo famoso asumiéndose como perdedor y se ganó todo, y tiene un nuevo disco en el que se sacude nuevamente, como en los viejos tiempos. Se llama "Hyperspace", y en la portada lo acompaña un auto fantástico. Pero qué importa Beck y qué importan las tapas, lo que importa es que llegó el momento de creer. Señor, ¿no me tomás y guiás hacia la luz, canta el ya-no-tan-niño Beck, y su música se retuerce recibiendo el poder de… ¿la música? De estas paradojas estamos hechos, aquí estamos, esto es Música Cretina pero, lo más importante, somos un año que se va y otro que viene. Y al mismo tiempo estamos hablando de apenas una noche, ¿qué puede cambiar en una noche? Lo que nunca cambia es lo que nos cambia, eso que somos y dejamos de ser día a día, eso que cantamos, eso que bailamos. Perdón Beck, pero permitime también que diga lo mío: Señor, ¿se puede correr a un costado? Que hay un nuevo Música Cretina que estrenar y me viene bien una luz, por qué no, pero después también necesitamos seguir escuchando, celebrando y bailando.

domingo, 29 de diciembre de 2019

Música Cretina 2019 #11

ESTO NO ES UN PROGRAMA

4-12-2019

Lado A

“Se que lo hice mal/ y que me lo merezco”

1.- The Mountain Goats, Clemency for the Wizard King
2.- Francoise Hardy, A cache-cache
3.- Pedro Dalton c/Federico Morosino, Ego y distorsión (Tobogán Andaluz)
4.- Avi Buffalo, What’s in it for?
5.- Grand Blanc, L’amour fou
6.- Thea Gilmore, I’m not down (The Clash)
7.- Andrés Calamaro, Superjoint

Lado B

“Decís que te gusta la oscuridad/ y tu mano en la mía”

8.- Mary Love, Hey, Stoney Face
9.- Silva c/Anitta, Fica tudo bem
10.- Johnny Marr, Day in day out
11.- The Radio Dept., We climb wired fences
12.- Los Andes, El momento
13.- Peter Yorn & Scarlett Johansson, Cigarillo
14.- Sr. Chinarro, Quiero hacerlo mejor

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sábado, 28 de diciembre de 2019

Avi Buffalo, "What's in it for?"


Todas esas cosas que vos aprendés/ las conozco desde mi infancia

Tal como sucede con esta semana, con el mes y con el año, este no-programa ya va teniendo que dejar paso al que sigue. Pero de la misma manera en que seguiremos siendo 2019 durante dos días más después del fin de semana, siempre parece haber un tema mas como algo para contarme. Y en este caso se trata de un hitazo indie olvidado, de un artista que si no es un one-hit-wonder le pega en el palo. Se trata de Avi Buffalo, la gran esperanza blanca de fines de la década pasada a caballo de este encantador y al mismo tiempo angustiante What’s in it for?, simple primero y luego disco hecho y derecho en Sub Pop, y con un lugar entre los mejores discos del 2010. Y después nada. Bueno, tampoco nada: hubo giras, un segundo disco cuatro años más tarde que pasó casi desapercibido y un desbande. El realidad Avi Buffalo es el grupo que se formó para que —tomen aliento antes de leer su nombre— Avigdor Zahner-Isenberg pudiese cantar sus temas, y googleando por ahí me entero que el buen Avi sigue haciendo cosas aquí y allá. De hecho, en las redes hay un par de temas bajo el nombre de Avi Buffalo con fecha de este año. Pero en los hechos, la única razón por la que no califica como un one-hit-wonder es porque no se puede decir que este tema haya sido realmente un hit. Para mi lo fue cuando allá por el 2010 anduve armando mi habitual nota anual para Radar sobre mis descubrimientos entre las listas musicales de fin de año —una larga costumbre que tuvo su discontinuidad pero retomé el año pasado, y trataré de repetir este año—, pero hacía mucho tiempo que no la escuchaba. Una cosa cruel de la música digital es que, aunque haya ocupado algún lugar mas o menos importante en tu vida, como no existe en el mundo real una vez que salió de tu lista de temas ya no te la volvés a cruzar. Aquellos viejos discos que supieron acompañarme años atrás están ahí en los estantes de mi discoteca, y siempre es posible demorarse en ellos cuando uno anda buscando lo que sea. Estos tiempos modernos son más terminales, y una vez que algo se fue, como si unx tuviese la capacidad de atención de un infante, no ta, che fe, no existe más. Tal vez tenga su lado bueno: no hay discos que, como los juguetes de Toy story, estén lamentando haber sido dejados de lado por los nuevos, rumiando su frustración en la oscuridad hasta que uno vuelva a posar la mirada en ellos y entonces por fin —como aquel gag del gran Gahan Wilson que anticipó las películas de Pixar— puedan saltarnos encima y hacernos su prisionerx. Me gusta recordar que los olores y las canciones son las únicas maquinas del tiempo que por el momento funcionan, y tienen esa capacidad de llevarte de regreso a donde sea. Y no solo se trata del tiempo real, sino también del emocional, y cuando volví a escuchar este tema de Avi Buffalo fue como si nunca se hubiese ido. ¿Qué es lo que hay para alguien que no tiene nada que hacer? ¿Qué hay ahí para mí?, dice y repite Avi en su estribillo, como si recién se diese cuenta del asunto, como si no hubiese ya nada qué hacer al respecto, como si se tratase de una condena por ser como es. Y lo hace con un tono angustiante y al mismo tiempo encantador, mientras que en el resto de los versos describe su dependencia ante una relacion amorosa que pinta un mundo nuevo para un jovencito que creía saberselo todo. Larga cancion de inciación con algo de Dylan en ella, aunque con menos inventiva y rienda suelta que el Bob de su misma edad, What’s in it for? merece tener existencia física en mi discoteca. Iré detrás de ese disco, lo prometo. Mientras tanto, déjenlo sonar en este último fin de semana del 2019, como parte de un Música Cretina que cuando parece ya no tener nada mas que exprimir, demuestra que hay más jugo entre sus temas. Y siempre refresca.

viernes, 27 de diciembre de 2019

Pete Yorn & Scarlett Johansson, "Cigarillo"

Hermosa y delgada como el papel/ es la vida que solías conocer 

Son hermosos, ¿no es cierto? Él es Pete Yorn y ella es —suspiro— Scarlett Johansson, y aunque anduve googleando fotos de los dos que correspondan al EP que sacaron el año pasado, me quedé prendado de ésta, de una década atrás, cuando por primera vez grabaron juntos un disco llamado Break up (2008), o sea separación. Parece que desde entonces Scarlett viene bromeando con Yorn, preguntándole cuando llega el turno del disco de make up, o sea de la renconciliación, pero lo que propuso el buen Pete es apenas un EP que sigue prendado de aquella separación. Se llama Apart (2018), y tiene un tema hermoso que hace tiempo que le estaba buscando un lugar en un Música Cretina, y finalmente acá está, justo para coincidir con otra separación de Scarlett, en este caso en pantalla, o al menos la pantallita de Netflix. Leo por ahí que Johansson conoce a Yorn desde que tenía doce años, cuando su hermano de fue el representante de ella. Yorn se hizo un nombre haciendo música incidental para las películas de los Farrelly, hasta que metió un tema en una de sus bandas de sonido —eran buenos esos discos— que se terminó editando como simple. Si nos pusiésemos a repasar la lista de amigos y colaboradores de Yorn no terminaríamos nunca, veo por ahí los nombres de Peter Buck, Frank Black o Liz Phair, pero el asunto es que compuso los temas de Break up luego de una separación, y pensó que la voz de Scarlett podría ser genial para cantarlos a dúo. Funcionó, pero en su momento se ganaron muchas críticas, más que nada porque parecía ser la temporada de pegarle a Johansson, que venía de hacer un álbum versionando temas de Tom Waits y por entonces también apareció el primer disco de She & Him, el dúo entre M Ward y Zooey Deschannel, que era la carita nueva y salió bien parada en todas las comparaciones (también es un mejor disco el de She & Him, hay que decirlo). Lo cierto es que no había razones que justificasen un nuevo disco de Scarlett con Yorn, salvo el famoso ¿por qué no? Y ni siquiera la ausencia de nuevas canciones —son apenas cuatro, pocas para casi una década de espera— los hizo cambiar de idea. Traté de llamarte por la noche/ cigarillo en tus ojos, canta Yorn en el que tal vez sea el único tema que merezca ser recordado del álbum —junto con su hermosa foto de portada—, cuyo bautismo hace mención a los cigarros cortos envueltos en papel —digamos— cigarro, que en inglés se escriben “cigarillo”, así como se lee, con una “r” simple. Una cancioncita hermosa que suena casi al final del Lado B de un no-programa que ya de nuevo no tiene nada, tal vez por eso ya vamos apurando uno verdaderamente nuevo para cerrar el año. Pero, hasta que llegue ese momento, los invito a seguir fumando. Y recordando.

jueves, 26 de diciembre de 2019

Johnny Marr, "Day in day out"


La vida es un museo/ la mente es el escenario del crimen

Si unx piensa a los Smiths como un mago haciendo su magia —y mágicos eran, qué duda cabe— la vista se te va con Morrissey, pero el truco siempre está a cargo del buen Johnny. No solo reclamó siempre Mozz nuestra atención en el grupo, sino que nos fuimos con él cuando ya no hubo Smiths que mirar. Rompamos la familia/ comencemos con nuestras vidas ¿Se acuerdan? Pero mas allá del mago y sus trucos, confieso que tuve la suerte de nunca perder de vista la guitarra de Marr. Escuché Electronic porque estaba él, y con The The celebré que haya logrado por fin estar a la altura de sí mismo. Tampoco es que le festeje todas sus rutinas, pero no hay nada que me haga más feliz que escucharlo sonar más Smith que nunca en este tema de Call the comet, su último disco solista. “La voz que siempre nos llama/ es el fantasma de la oportunidad”, canta el guitarrista, que nos permite por una vez hacer una pausa en nuestras vidas, y rearmar aquella familia. Smith una vez, Smith para siempre. Yo te saludo Johnny, por ser mi fantasma de las mejores navidarks pasadas, veloz rasgueo del corazón, riff golpeando en la nuca, nunca nos fuimos y aquí estamos. 2020 no es un año, es un número de teléfono de los de antes. O una dirección. Ya sea un llamado que quiere respuesta o un taxi buscando su pasajero, acá te esperamos. Cretinos como siempre. Moviendo la cabeza al ritmo de una canción que, los invito a escucharla conmigo, suena casi al comienzo del Lado B de un no-programa que ya no es nuevo, lo admito, pero aún merece descubrirse. De noche, de ser posible. Y con ganas de abrigarse.

miércoles, 25 de diciembre de 2019

Silva c/Anitta, "Fica tudo bem"


Puedo no saber de todo/ y mejor a veces no saber

El es Lucio Silva de Souza, o simplemente Silva, un cantautor oriundo de Vitoria, que se ha ido ganando su lugar a fuerza de discos —ya lleva cinco desde 2012— y colaboraciones con figuras como Lulú Santos, Fernanda Takai o Marisa Monte. Ella es Larisa Macedo Machado, mucho más conocida como Anitta, tal vez la estrella pop más rutilante de Brasil, una carioca fanática de Britney Spears que comenzó su carrera como parte de un grupo funk y hoy brilla con luz y —especialmente— mega éxitos propios. Juntos han grabado un delicioso tema que ilumina el Lado B del último Música Cretina, uno de esos temas que cuando suenan te sacan una sonrisa y te hacen preguntarte “¿y éstos quienes son?”. Obviamente que resulta ideal para acompañar este día de Navidad, este agotado celebrar de un nacimiento top, cuyo estribillo repite y repite —pero con mucha onda y hasta cariño se podría decir— eso que unx siempre quiere escuchar: que va a estar todo bien. Todo, todo bien. Eso que cantó alguna vez Bob Marley y también Gilberto Gil, entre tantos otros, es lo que cantan Silva y Anitta, que se reunieron para Brasileiro, el último disco del primero, editado el año pasado, después de haber girado por todo Brasil con un álbum dedicado a las canciones de Marisa Monte. Es todo un manifiesto de fin de grieta pasar de la venerada Marisa a la exitosa Anitta, y por lo tanto un signo de los tiempos. El tema habla de amor, de qué otra cosa podría hablar, y habla de cuidar a quien te cuida, y cuidarse. Un consejo que nunca viene mal, y al que Música Cretina suscribe incluso con toda su cretinidad a flor de piel, porque una cosa es ser cretino y otra ser jodido. Y como no se trata de andar jodiendo a nadie —salvo a los que nos jodieron bien jodidos, pero eso es otra historia— lxs invito a hacer play en el último no-programa, para acompañar el nacimiento de quien morirá por los pecados de alguien, pero no por los nuestros, ¿no es cierto Patti? Y fica tudo bem, claro que si. Fica, fica tudo bem.

martes, 24 de diciembre de 2019

Pedro Dalton y Fede Morosini, "Ego y distorsión" (Tobogán Andaluz)


Hablemos del cantante que aún no ha muerto/ pudriéndose en un sucio bar del centro

Hablan del silencio que precede a la bomba pero nadie habla del que anticipa los festejos. Tal vez por no romperlo. Martes de sol y verano, un verano generoso, por cierto. Vivible, digamos. La ciudad se despereza aún, envuelta en una calma de mediodía de fin de semana o feriado, aunque en rigor no lo sea. Pero en unas horas será navidad y Música Cretina no puede más que celebrarlo. Lo mas parecido a un regalo de Papa Noel que recibí este año fue el descubrimiento de Ego y distorsión, un temazo de Tobogán Andaluz que Pedro Dalton y Federico Morosini —al que yo siempre me equivoco y llamo Julen porque es el cantante de Julen y La Gente Sola— casi vestidos de rojo, barba blanca falsa y gorro con pompón, depositaron en mis oídos cuando llegó a mis manos el disco de Isla de Encanta, el programa de radio que Dalton hace en Uruguay junto al periodista Nelson Barceló. Siempre invitan amigos músicos, y las entrevistas terminan con el cantante de Buenos Muchachos tocándose un par de temas con cada invitado. Lo mejor de la cosecha de la temporada terminó en el disco —digital y en ¡vinilo!, gracias Nelson por hacérmelo llegar— que me deparó varias emociones, se ve que ando a flor de piel en este fin de año. Pero descubrir este tema fue un auténtico regalo. Como el invitado era el Fede —Julen— supuse en principio que era de algún grupo indie uruguayo, pero enseguida leí que era una versión de Tobogán Andaluz, el grupo de Facu Tobogán. Todo en la voz de Pedro se Daltoniza, hay que decirlo, pero ademas eso de pedir por el cantante que aún no ha muerto es tan uruguayo, por tantos bellos muertos cómodos hoy que ya no están para quienes se apuran en celebrarlos, incómodos e ignorados cuando estaban vivos, cuando habría que festejarlos. Leo por ahí que Tobogán en realidad se llama Facundo Pantrera, y es de Pilar, pero hace ya tiempo que se presenta tanto como Fede Tobogán como liderando su proyecto grupal, Tobogán Andaluz. Ya sé, ya sé, llego tarde a su música, hace casi una década que anda dando vueltas por el under, y hace unos años incluso con proyección internacional. Por eso celebro aún mas el regalo que me han hecho Pedro y Julen, porque hay un mundo de música en el que sumergirse. Sólo puedo decir esto: se celebra la pérdida de agresividad del verso Súbete al coche de un extraño en la voz de Facu, pero por lo demás ambas versiones, tanto la de Tobogán Andaluz como la de Isla de Encanta son maravillosamente emocionantes. ¡Piel de pollo! En mi reciente paso por Montevideo pude agradecerles el regalo tanto a Pedro como a Fede, y Dalton me confesó que cuando canta Hoy es luna llena en Belgrano/ y han pasado como siete años, no le hizo falta cambiarlo por Palermo, el barrio montevideano, para sentirlo como propio. Balas que pican cerca, son las que esconden siempre las buenas canciones. Tus ojos están iguales con el tiempo/ Mi caparazón se ha ido rompiendo, confiesa Facu al frente de Tobogan Andaluz, Pedro y Fede cantando en Isla de Encanta, y cada uno sabrá qué parte suscribe de esos versos. Invito a quienes quieran encarar el camino hacia una Navidad Cretina que hagan play en el último no-programa y escucharán los golpes que marcan el comienzo del tema a poco de empezar el Lado A. Como dice su letra, que lo sabe todo antes que nosotros: Las fiestas no son como las de antes/ Ego y distorsión, malditos ignorantes. Jojojo para todo el mundo.

lunes, 23 de diciembre de 2019

Mary Love, "Hey, Stoney Face"


Hey, Cara de Piedra/ ¿por qué nunca sonreís como todos los demás?

Se las presento: la cantante de este tema nació como Mary Ann Varney, y falleció como Mary Love Comer, pero se hizo medianamente famosa simplemente como Mary Love durante los años sesenta. Si estamos hablando de ella es porque su voz inaugura el Lado B del último Música Cretina, un no-programa del que hemos hablado poco pero trataremos de subsanarlo en estos días tan festivos, jojojo. Como bien cuenta el especialista Ritchie Unterberger en la breve biografía que escribió para AllMusic, había muchas cantantes como ella por aquella época, y si no llegó mas lejos fue simplemente por la ausencia en su repertorio de algún tema excepcional o porque no tenía una personalidad que le permitiese distinguirse en un ámbito bastante poblado. La descubrió el manager de Sam Cooke, y se la llevó al sello Modern de Los Angeles, donde apenas si grabó media docena de simples. Pero su carrera tuvo un segundo capítulo gracias a la particular escena del Northern Soul de Inglaterra, especialista en rescatar el olvido cantantes soul dejados de lado. Hubo incluso un tercer acto en la carrera de Mary Ann a comienzos de los 80, cuando se casó con el predicador Brad Comer, y llegaron a grabar un simple a dúo. La pareja tuvo su propia iglesia en el Moreno Valley, en California. Supongo que esa fue la vida —feliz, espero— de Mary Ann hasta que murió, apenas un par de años atrás. Pero lo que nos interesa son aquellos viejos simples, rescatados años después por los buscadores del Northern Soul británico, uno de los cuales llegó hasta una reciente compilación, y entonces —plop— acá está abriendo uno de los lados de un Música Cretina que aún cuenta como nuevo, y a estrenar, así que hagámoslo de una vez por todas. Y escuchemos a Mary Love —María Amor, qué linda pareja para el Amigo Amor de Jerry Lewis, ¿no?— cantar eso de Stoney Face, que yo traduzco como Cara de Piedra más que nada respetado el capítulo eclesial de la vida de nuestra María, pero que en una de esas también podría querer decir Cara de Fumado, oh sí, la única manera de llegar a buen puerto atravesando las fiestas. Claro que en ese caso, en vez de no sonreír, el Stoney Face de Mary debería estar con una sonrisa de lado a lado. Tal vez por eso la pregunta: ¿Por qué no sonreís? Sonriamos, entonces, que el verano nos recibe dándonos un respiro, Papá Noel está cerca y se muere de calor enfundado en su traje rojo y la barba falsa, y siempre, pero siempre, hay tiempo para una nueva pitada. Y un nuevo Música Cretina, claro.

lunes, 9 de diciembre de 2019

The Mountain Goats, "Clemency for the Wizard King"

Nosotros/ los que nos deslizamos entre tus guardias durante la noche

Creo que ya les avisé que hay un nuevo Música Cretina pero también asumo que casi no hemos hablado del asunto, algo que merece repararse. Así que acá vamos, con estos versos que forman parte del tema que abre el Lado A —es decir, que abre el no-programa— cantados por un tal John Darnielle al frente de sus Mountain Goats. Ahí lo pueden ver, en la foto que forma parte de la promoción de su último disco, el más que recomendable In league with dragons. Darnielle es el que esta tirado en el piso, listo para el sacrificio en las catacumbas, un escenario a tono con la temática de lo que se supone que es un trabajo semi conceptual sobre la historia de una ciudad situada, en la que reina un mago benévolo. Lo de semi conceptual es porque no todos los temas del disco están vinculados necesariamente con esa historia, pero éste claramente sí lo está. En Clemency for the Wizard King cantan los ciudadanos de la ciudad, que se presentan como capaces de romper sigilosamente el sitio durante la noche, y esa frase me lleva directamente a otras imágenes nocturnas, las que en estos días mostraron como hay trabajadores dedicados a sacar las rejas de la Plaza de Mayo. No, ya sé, deslizarse entre los guardias no es lo mismo que tirar abajo rejas, pero es la noche y el desafío los que tal vez emparenten ambas imágenes en mi cabeza. O tal vez las ganas de que esas rejas caigan de una vez, simbolismo de un cambio de tiempos tan fuerte como el desafío de poder sortear cualquier guardia durante la noche, en particular después de estos cuatro años de noche que debimos atravesar. Creo que nadie le canta mejor a la noche —o durante la noche— que Darnielle, tal vez el último héroe indie que nos queda, que ya lleva una veintena de discos con sus Cabras de Montaña, y por suerte pese a que ha incursionado en la literatura sigue sacando un disco tras otro. Como Música Cretina, que quiere dando la cara un no-programa tras otro. Tenemos uno nuevo, que empieza así. Deslizándose entre los guardias durante la noche, para plantarse ante quien corresponda. Pidiendo que dejen libre al que han encerrado. Y libre será.

jueves, 5 de diciembre de 2019

Diez años

Fue como ver la Revolución de Mayo o a San Martín cruzando los Andes. Un milagro que nos regaló Spinetta y que hoy cumple diez años. Aun no me decido si fue piadoso o una crueldad que Luis no supiera entonces que no le quedaba mucho tiempo, que mañana decididamente no era mejor. Aquella noche histórica tuve suerte y ligué lo que nunca, el mejor asiento: primera fila al medio. Vean la entrada: fila 1 asiento 3. Nora Lezano se sentó a mi lado, fila 1 asiento 1. Mejor imposible. Pedimos tarde nuestras entradas, nos dijeron que estaba difícil, que iban a ver qué podian hacer. Hicieron demasiado. Seguro que estaban reservadas para otros, alguien importante que suspendió a último momento. Con Norita siempre pensamos que eran las de Nestor y Cristina.

viernes, 29 de noviembre de 2019

Música Cretina 2019 #10

ESTO NO ES UN PROGRAMA

31-10-2019

Lado A

“Vos te reís de mí, yo me río de vos/ pero ella se ríe de los dos”

1.- The Arcs, Stay in my corner
2.- Anntona, La policía del amor incorrecto
3.- Mahalia Jackson, Keep your hand in the plow
4.- Cissé Abdoulaye, Les vautours
5.- Eef Barzelay, Rebecca
6.- Los Cocineros, El amor es perfecto
7.- Elliott Smith, A living will
8.- Los Besos, Sus palabras

Lado B

“En la hora señalada/ el bello gesto”

9.- Sam Phillips, Gimme some truth (John Lennon)
10.- Rafael Berrio, Dadme la vida que amo
11.- Michel Miglio, Never gonna let you go
12.- Mark Mulcahy, What if I go off with Bob?
13.- John Coltrane, Naima
14.- Nick Cave and The Bad Seeds, Waiting for you
15.- Sergio Rotman, Donde estaba el corazón

martes, 26 de noviembre de 2019

Nick Cave and The Bad Seeds, "Waiting for you"


Ahora dormí/ tomate todo el tiempo que necesites

¿Son cadenas y latigazos? ¿Son engranajes? Tal vez sea el mismo ruido, ese al que nos hemos ido acostumbrando, remeros esclavizados pero, eso si, al ritmo del rock n roll. Vuelvo a escuchar el comienzo del tema de Nick Cave que se clava como una daga al promediar el Lado B del este Música Cretina que ya no es nuevo aunque aún funciona como si lo fuese, y del que hace tiempo que no hablamos, y creo que empieza siendo latigazos y luego queda claro que es una rueda que gira y gira, una máquina de desgracias, el día a día, el mundo en el que vivimos. Jaz Coleman, el líder de Killing Joke, recuerda en la última Mojo que hemos vuelto a estar a dos minutos de la medianoche en el reloj del apocalipsis, como en los 80, cuando todos pensaban que la bomba atómica estaba ahí nomas. Y por eso el post punk, y por eso estaban recontra fumados todo el tiempo. Coleman dice que vio mucho a Joy Division, y que en vivo no funcionaban como en el disco. Porque la gente no se movía, los dejaban a todos quietos. Pero es que... ¿se puede bailar el apocalipsis? ¿Cadenas o engranajes? Cuando era chico mi primer pánico lo tuve cuando leí por algún lado que el sol algún día se iba a apagar. Sentí un escalofrío, hasta que seguí leyendo y llegué hasta la parte que decía que eso recién sucedería dentro de millones de años. No hay nada de niño en mi cuando acepto que lo más probable es que seamos parte de la generación que va a vivir el fin del mundo, al menos el fin claro y conciso del mundo tal y como lo conocemos. Hoy leo en la tapa de los diarios de todo el mundo que, lejos de bajar, en la última década han aumentado las emisiones de carbono, y que estamos demasiado cerca de que ya no se puede hacer nada al respecto, a menos que en la década que empieza dentro de un mes y unos días hagamos todo lo que no hemos hecho hasta ahora. De una forma u otra, one way or another, el mundo que conocemos debe terminar, y ya estamos ahí nomás. Nick Cave lo sabe y lo canta, y en este desolador Waiting for you, que recuerda el espíritu de sus temas más románticos o espirituales, en realidad le habla a su hijo, que ya no está y no va a volver. Ese desolado desierto es al que le podemos también cantar esperando el final, el frío del sol que se apaga, el pánico del niño que sabe demasiado, del adulto que ya no tiene nada de niño. Cave canta desde ese lugar en el que nadie quiere estar, como avisando que no vayamos por ahí, que no hay nada ahí para nosotros salvo una eternidad de sufrimiento. Y sin embargo ahí vamos, o al menos llegamos tan cerca como para escucharlo y también, fundamentalmente, sentirlo. Tal vez eso alcance para entender que hay que tomar otro camino. O para que entendamos realmente de qué se trata este camino. Vaya unx a saber. Al menos alcanza para sentir esa mano a la que agarrarse mientras llega lo inevitable, una mano que se llama canción, y que sirve como exorcismo para poder volver a la mañana, al sol que no ha muerto, al mundo que está aún acá aunque sepamos todo lo que está por venir. “No se lo que está por venir, pero iré hacia ello riendo”, escribió Melville en Moby Dick. Nosotros sabemos, y esa es la maldición. Y la bendición es que, no se por qué, aún es posible la risa. A veces es mejor/ no decir nada/ de nada, canta Cave, que dice estar esperando por vos, por nosotrxs, por él. Es martes y llega el sol, se termina la primavera aunque por momentos se disfrace de otoño. Hay una verdad que me gusta llamar Música Cretina, y siempre termina saliendo a la luz. Esa es su condena y también su bendición.

viernes, 15 de noviembre de 2019

Elliott Smith, "A living will"


Escribí un testamento en vida/ y se lo dí al hombre en la luna

Dicen por ahí que el cuerpo sabe cuándo es viernes, pero lo que el mío realmente sabe es que va a hacer calor, y mucho. Como parece que la primavera también se la fugó Macri, el verano viene asechando, y como el lobo del cuento soplará y soplará desde el norte en estos días, así que a prepararse, porque no habrá cerebro que aguante. Es que ya venimos demasiado recargados para, encima, esto. Por eso es que es mejor distraerse, y seguir deshojando los temas del último Música Cretina, por ejemplo una rareza de esa estrella fugaz que fue Elliott Smith, rescatada en la reciente reedición del último disco que sacó en vida, el encantador Figure 8. La ocasión de la reedición —que incluyó el disco anterior, XO, su debut para una multinacional— fue su cumpleaños numero 50, o más bien los que hubiese cumplido en agosto de no habernos dejado en el año 2003, con apenas 34 años. Nunca me olvido que descubrí al buen Elliott en las bateas de ese oasis que supo ser el Tower de Santa Fé y Callao —estaba más cerca de Riobamba, en realidad—, sólo porque sus discos asomaban entre los de The Smiths y la diosa Patti. Eran unos cuantos, lo increíble de aquel Tower era que había discografías completas de autores desconocidos, así que decidí llevarme uno para ver de qué se trataba. Elegí el que por entonces era el último: Either/or, capítulo final de su trilogía indie, ya que poco después pegaría el salto hacia Dreamworks, potenciado por la inclusión de Miss Misery en la banda de sonido de Good Will Hunting. Antes de que todos celebrásemos como un gol de nuestro equipo la tímida aparición de Elliott en la ceremonia de los Oscar, yo ya como una hormiguita hacendosa había ido comprando todos esos discos que me esperaban en el Tower, y aún los atesoro. Incluso me conseguí uno de Heatmiser, el grupo del que Elliott formaba parte cuando empezó a grabar esos demos que comenzaría a editar incluso sin llegar a bautizar todos los temas. Por eso fue que yo lo consideraba como uno de los míos cuando pegó el salto, consiguió un buen contrato, y salió de ese mundo de miserias indie desde el que parecía estar cantando. Qué digo cantando: exponiendo su corazón. Y tal vez por eso es que calculo que me debo haber enojado con él cuando se convirtió en un nuevo maldito al que venerar, luego de su confusa muerte, en la que se supone que se acuchilló a sí mismo luego de encerrarse en el baño de su casa, mientras estaba con su novia, que tocaba en un grupo cuyo bautismo resuena hoy de manera inquietante: Happy Ending. Mi enojo no tiene que ver son su suicidio, sino con el posterior mito que suena como una condena más que una reinvidicación, y con el hecho de que hay tantos músicos cuya música fue escuchada recién después de que murieron, y uno no puede evitar preguntarse qué hubiese sucedido si les hubiesen prestado atención antes, como el caso de Nick Drake, por ejemplo. Pero ahí va Elliott, que encima supo ser reconocido en vida, quitándose la vida como si nada le hubiese alcanzado. Por eso mi enojo: lo tuviste todo, compadre, y no te alcanzó. Enojo injusto, lo reconozco, bronca por alguien al que se quiere y se siente como un capricho que te haya dejado solo. O peor, que se vaya de parranda con los que lo celebran por muerto, y no por vivo. Pero, qué duda cabe, su musica y sus canciones siguen vivas y, después de todo, los que se van no lo hacen nunca por llenos, sino porque llevan dentro un vacío es tan profundo que escuchan como los llama todos los días, y llega un momento que no pueden resistir más semejante calvario. Elliott emergió con las manos llenas de canciones desde la misma tierra yerma indie de la que salió Kurt Cobain, y se fue igual que él, huyendo y con las manos vacías. Este A Living Will, que suena casi al final del Lado A del último no-programa, supo ser Lado B del simple de Son of Sam, el tema que abre Figure 8, y por fin ha sido rescatado para esta nueva reedición. Me voy a poner bien pronto/ este rostro feliz está viéndome morir, canta Smith antes de llegar al primer estribillo, y la aparente contradicción del verso se resuelve cuando se comprende que “ponerse bien” sería equivalente a morirse, eso que sucede ante una sonrisa. Cuánto debiste haber sufrido, Elliott, y cuánto de vos conservará hoy ese hombre en la luna.

jueves, 14 de noviembre de 2019

Abdoulaye Cissé, "Les vautours"

Se los presento, aunque apenas si lo conozco. Al muchacho que sonríe con su guitarra desde la foto de portada de este single aprendí a llamarlo Abdoulaye Cissé, aunque su nombre esté escrito invertido en el disco. Supongo que, en su Burkina Faso natal, los nombres propios se escriben al revés, el apellido primero y el nombre después. Pero si estamos hablando del buen Adboulaye es porque el que tal vez sea su tema más famoso engalana el último Música Cretina, y también porque una de las cosas que más me fascinan luego de armar el no-programa es tener una excusa para perder el tiempo en las redes, intentando descubrir la historia detrás de cada tema y sus autores. Aunque después de haber invertido parte sustancial de la mañana de este jueves tengo que confesar que aún no conseguí dar con todas las partes del rompecabezas que sigue siendo para mí su historia, leo por ahí que su nombre quiere decir “Hombre de la guitarra”, por eso elegí esta foto de juventud para presentarlo. En esa época despreocupada y sonriente, nuestro guitar-man acababa de sumarse a la orquesta Super Volta, y disfrutaba plenamente de dedicarse a la música, tocando como parte de la orquesta en fiestas a lo largo y a lo ancho de Burkina Faso. Ya vendría luego el momento de componer sus propios temas, como este “Les Vautours”, o sea “Los buitres”, que terminaría no solo bautizando a su propio grupo, sino que también convirtiéndose en un himno de la toma de armas y la revolución africana de aquella época, fines de los setenta, comienzos de los ochenta. Desconozco hasta qué punto el propio Cissé formó parte de esos acontecimientos, pero por las pocas entrevistas que encontré online y logré desentrañar del francés, entiendo que más que nada siguió dedicándose a la música durante toda su vida, como músico, productor y promotor cultural. Pero la historia más interesante que asomó durante mi búsqueda fueron sus recuerdos alrededor de la trágica historia de Thomas Sankara y Blaise Compaoré, guerrilleros de Burkina Faso que supieron formar parte del mismo grupo --uno como guitarrista, el otro como cantante-- antes de dedicarse a las armas, y que tras ser compañeros en la música y la revolución, finalmente cuatro años de haber tomado juntos el gobierno en 1983, Compaoré asesinó a su viejo compadre, y se perpetuó en el poder durante casi tres décadas, viendose obligado a renunciar recién en 2015, con la gente ocupando las calles y recordando a Sankara, a quien muchos bautizaron en su momento como el Che Guevara africano. Entrevistado por The Guardian por aquella época, Cissé recordó que el verdadero músico era Sankara, que Compaoré sólo cantaba, pero no se tomaba muy en serio la música. "A Sankara incluso entonces ya lo bautizamos como el comandante, Compairé era simplemente Blaise", agregó. Un detalle que me iluminó en este jueves demasiado iluminado, al punto del agobio, por un verano que ahora se apura para cobrarnos todo lo que parece que le debemos. Tal vez me gustó la idea porque suena bonito pensar en los obreros de la música como los guardianes de la revolución, y en los cantantes estrella como capaces de hacerle un golpe a los amigos para eternizarse en el poder. Son tiempos llenos de preguntas y sin respuestas firmes, y cualquier narrativa que ordene esta tierra yerma es bienvenida. Por más que uno sepa que toda historia es apenas una construcción, y que también hay músicos avaros y cantantes revolucionarios. Como Abdoulaye Cissé, el muchacho de la guitarra, que canta desde entonces sobre los buitres que sobrevuelan África, y recuerda lo que hay que hacer para ahuyentarlos.

miércoles, 13 de noviembre de 2019

Mahalia Jackson, "Keep your hand on the plow"

Cuando llegue al cielo/ voy a cantar y gritar/ y no habrá nadie que me pueda echar

Se las presento: la señora de la foto se llama Mahalia Jackson, y es, fue y será la reina del Gospel. En las fotos que se suelen ver por ahí se la ve siempre gritando, y es comprensible: su voz de contralto es la que hace que unx deje todo lo que está haciendo y se disponga a escucharla. Pero me quedé prendado de esta foto en la que está mirando al piso, pensando en sus dones tal vez y, quién sabe, incluso dudando de tanta certeza religiosa o de la otra. Una imagen que, si lo pensamos bien, encaja perfectamente en el tema que suena apenas comenzado el Lado A del último Música Cretina y genera lo que siempre sabe hacer la voz de Mahalia: que levantemos la cabeza y prestemos atención a lo que está sucediendo. Pero, además de la voz, está la canción, que justamente en este caso habla de esos momentos en los que se duda, en los que el destino está cada vez más lejos. O, mejor dicho, habla de lo que hay que hacer ante semejante abismo: Aferrarse al arado y no mirar atrás. Un consejo que también resulta más que apropiado para estos días de marchas y balas de goma, de golpes que no se quiere aceptar que son golpes, de elecciones y asunciones demasiado cercanas y lejanas a la vez. Keep your hand on the plow, la canción que canta Mahalia —o mas bien ese huracán con el que nos arrasa— es un tema tradicional, basado en la Biblia, que terminó siendo adoptado en la lucha por los derechos civiles que se llevó a cabo durante los años ’60 en los Estados Unidos. Tiene muchas versiones, bajo varios nombres, aparece —por ejemplo— en el debut de Dylan bajo el título de Gospel plow. Nacida en New Orleans, pero reubicada antes de cumplir 18 años en Chicago, Mahalia trabajó limpiando casas pero sus dotes vocales le permitieron ganarse rápidamente la vida cantando en iglesias y funerales. Fanática confesa de Bessie Smith, Jackson nunca dejó de cantarle a Dios, pero su total entrega vocal evidencia por qué —junto a cantantes como Marion Williams o Sister Rosetta Tharpe— el gospel es considerado uno de los padres (¡y madres!) del rock’n’roll. “El rock fue secuestrado del púlpito de la santa iglesia”, se reía Mahalia, a quien Little Richard consideró una de sus influencias, y que tuvo entre los integrantes de su banda a músicos como Billy Preston, que luego siguieron su propia carrera. Pero una de las cosas más fascinantes de su biografía es su cercanía al movimiento de los derechos civiles, más especialmente a Martin Luther King. Leo por ahí que Mahalia cantó en la famosa marcha sobre Washington del año 1963, justo después de King. Los dos conocían sus respectivos repertorios por haberse presentado muchas veces juntos desde el boicot de Rosa Park en adelante, así que el Reverendo le pidió que cantase un tema, y ella a su turno le pidió a King que les hablase a los más de 200 mil presentes sobre su sueño, que a partir de entonces pasó a la historia. Toda aquella época ya es historia, pero al mismo tiempo está viva y se repite, una y otra vez. Necesitamos un sueño, y necesitamos una voz como la de Mahalia, no sólo para enfrentar los nuevos tiempos, sino apenas para llegar al fin de semana. Es miércoles, el sol humedo de esta primavera cruel está apretando, pero si hacemos play en el no-programa llegará el momento en que una voz huracanada nos obligue a levantar la cabeza, a aferrarnos a lo que creemos, y a no mirar atrás.  

martes, 12 de noviembre de 2019

Anntona, "La policía del amor incorrecto"


Va usted de cabeza al desastre/ ¡déjenos pararle!

Creo que ya les avisé que hay un nuevo Música Cretina. Pero también estoy seguro que no lo he dicho lo suficiente. Así que lo vuelvo a decir: ¡Hay un nuevo Música Cretina! Y uno de sus primeros temas tiene el estribillo que se puede leer aquí arriba. Una frase que suena como ésas que cada tanto uno imagina que alguien grita, o supone que debería hacerlo, en ciertos momento de nuestra vida. Lo sabemos: no hay que detenerse en esos casos, hay que seguir sin mirar atrás. La frase que yo suelo escuchar es: “¡Deténganlo, es un impostor!” La escuché claramente, por ejemplo, la primera vez que me subí a un avión gracias a mi trabajo como periodista. Con el tiempo descubrí que eso incluso tiene nombre, lo llaman síndrome del impostor. Pero cuánto mas útil sería que lo que uno escuchase —en el momento apropiado, claro— fuese eso que se puede leer aquí arriba. No es mi cerebro el que lo canta (grita), sino un tal Manuel Sánchez Muñoz, más conocido como Anntona. Y más conocido aún como uno de los integrantes de Los Punsetes. El tema en cuestión se llama La policía del amor incorrecto, y una década atrás formó parte de su primer disco propiamente dicho como solista, En la cama con Anntona (2009). Leo por ahí hubo uno anterior, pero que es más bien una colección de demos, Anntona es buena persona (2007). Los dos —así como el siguiente, Grandes males, remedios regulares (2011)— se pueden bajar gratis de su bandcamp. Leo también que Anntona dice que los temas de sus primeros discos eran los que no encajaban en Los Punsetes, por ser demasiado personales o demasiado graciosos, pero en este caso lo encuentro mas que tierno. Porque cada vez que lo escucho pienso en esos momentos que hubiese necesitado —la boca se me haga a un lado— de esa policía. Va usted a comerse una mierda/ déjenos pararle, canta Anntona y es imposible no imaginarse también tantas cosas que se han torcido en el ultimo tiempo, y también las que se están torciendo en este mismo momento, tantas que a veces uno piensa que no importa ninguna otra cosa. Ahí es donde haría falta la policía del pensamiento extremadamente correcto, una que nos diga que hay vida más allá de esas repeticiones, esos deber ser, esas afirmaciones cejijuntas. Le vimos un gesto extraño/ el corazón se le sale al andar, canta Anntona, y está claro que ha dado en el clavo. Vayamos con ese corazón en las manos, atrapémoslo antes de que se escape, y hagamos play en el último no-programa, que es martes y aún hay mucho que atravesar antes de que llegue el próximo fin de semana.

lunes, 4 de noviembre de 2019

Sam Phillips, "Gimme some truth" (John Lennon)


Todo lo que quiero es la verdad/ sólo dame un poco de verdad

Uno de mis discos preferidos —de entre esos que uno piensa que es el único que los tiene, porque no es que sean clásicos ni muy conocidos— es Martinis and bikinis, el tercer disco solista de la ex cantante religiosa Sam Phillips, producido por el que en ese momento era su marido, T Bone Burnett. Se trata de un álbum profundamente beatle, lleno de canciones y del sonido burnettiano de la época, medio cajita de música, algo deudor de las producciones de Mitchell Froom y Tchad Blake. Siempre me gustó el tema que abre el disco, una mini-tema en realidad, de menos de un minuto al estilo de Brian Wilson, cuya letra desea que todos consigamos nuestros deseos, y —en un guiño al título del disco— martinis y bikinis para nuestros amigos. Pero nunca le había prestado demasiada atención al cover que lo cierra, tal vez porque los temas originales eran muchos y muy buenos, que rescata aquel rezo del Lennon de Imagine, rogando algo de verdad, justo después de haberse desgañitado durante todo un disco con su grito primal. Ese hartazgo ante una increíble enumeración de hipócritas estirados, cortos de vista y de cabeza; políticos cabeza de cerdo, neuróticos y psicóticos; chauvinistas condescendientes y nenes de mamá y estrellas paranoicas y esquizofrénicas se me hizo de pronto tan propio no sólo de estos tiempos post electorales sino también de este mundo online en el que vivimos cada vez más, que finalmente terminé de comprender y abrazar el disco de Sam Phillips incluyendo este cover final, un pedido de verdad que provenía —además— de una artista que venía de un mundo devocional, y había empezado su carrera musical grabando discos religiosos bajo su nombre de nacimiento, Leslie. Leo por ahí que, luego de separarse de T Bone Burnett, Sam se convirtió en la cantante de cabecera de la serie Gilmore girls, y por supuesto que fue convocada para su reciente regreso. Hasta donde pude, siempre le seguí la pista, pero debo confesar que —al menos para mi—nunca alcanzó la genialidad de este disco, en el que pide que todos alcancemos nuestros deseos, con martinis y bikinis cerca. Augurios que se comprenden mucho mejor ante la enumeración de todas esas voces que nos aturden, y ese pedido de verdad, aunque sea un poquito. Que es el mismo de Lennon en los setenta, mi querida Sam en los noventa, y este flamante Música Cretina al borde de estos nuevos años veinte, que tiene apenas para ofrendar, ahí nomás, a un play de distancia, apenas los martinis y la verdad de un puñado de canciones. No es poco, pero jamás es suficiente. Aunque siempre es un buen punto de partida. O, al menos, de llegada. Puertas adentro, vaso en mano, y play, siempre play como para terminar el día. O arrancar la semana.

viernes, 1 de noviembre de 2019

The Arcs, "Stay in my corner"


Es viernes y Música Cretina lo sabe. Hay un nuevo no-programa y arranca con este temazo del grupo paralelo de Dan Auerbach, uno de los integrantes de Black Keys. Auerbach canta y toca la guitarra, y también es un productor de primer nivel, creo que lo empecé a respetar más por sus producciones que por los discos de sus grupos. Igual siempre me gustó la historia iniciática del dúo entre guitarrista y baterista, que cuenta cómo el guitarrista cayó en el sótano del baterista para ensayar con su grupo, pero como fue el único que hizo acto de presencia terminó zapando con el anfitrión y listo, el resto es historia. La otra mitad de los Black Keys —el batero en cuestión— es Patrick Carney, hijo del saxofonista y clarinetista Ralph Carney, al que todos conocemos por su trabajo con Tom Waits de Rain dogs en adelante. The Arcs nació cuando Carney se tomó un tiempo libre después de una década de haber estado aporreando la batería junto a su colega del chingui chingui, que en vez de parar se armó su propio grupo, un quinteto rocker pero apasionado por el soul, mas especialmente el de fines de los sesenta y comienzos de los setenta. Leo en Allmusic que la deuda más precisa es con la música de The Stylistics, pero más que nada es algo que veo en la gráfica de portada del único disco del grupo, Yours, dreamily (2015), que en un tema como este apasionado Stay in my corner, que salió primero como un simple inspirado en... ¡la pelea entre Floyd Mayweather y Manny Pacquiao! Quedate en mi rincón, dice Auerbach, un evidente fanático del boxeo además del soul, que nunca le pide al arbitro que empiece la cuenta, pero avisa en el primer verso del tema: “No siempre soy un ganador, más bien suelo cagarla”. Y ya saben lo que dicen sobre los que avisan. Como este viernes, que avisa que el fin de semana ya está acá. Traidor será quien no lo deje llegar, mientras que acá en Música Cretina ya colgamos los guantes, nos sentamos en el banquito y pedimos la botella. Que la pelea siga sin nosotrxs, nomás. Ya es hora de hacer play y que boxee otrx.

miércoles, 30 de octubre de 2019

Julio Franchi, "Chicos y chicas"

Otra vez es el verdadero amor/ a lo que le tenés miedo

A mi amigo Julio le debo una nota. Es el de la foto, su nombre completo es Julio Franchi, y en el post del que saqué esta imagen —de un año atrás, más o menos— se preocupaba por aclarar que si tiene un peinado raro es por el turbante a modo de vincha que tenía puesto hasta justo antes del click del fotógrafo. Con turbante, faso en los labios y ojos achinados, así es como siempre se lo ve al Franchi, el último gran secreto musical de Rosario, al menos fronteras afuera. Porque allá todos lo conocen, y no son pocos los que se saben sus temas. A la hora de presentarlo, como para cortar camino, suelo decir que es el Pity de Rosario, y si bien no se trata de eso, hay que convenir que sus temas más representativos tienen el gancho y la calle —y la vincha en el pelo— dignos del mejor Pity. Y atención que hablo del mejor. Pero a eso hay que sumarle una sensibilidad que Julio pone siempre bien por delante (como, siendo justos, también solía hacer el Pity cada vez que podía y venía al caso). Un combo que se despliega en toda su gloria en Chicos y chicas, el tema que estalla casi al comienzo del Lado B del último Música Cretina, después de Giant Sand, nada menos. Es de donde sale el verso con el que arrancan estas líneas, el hitazo que no fue que cierra su tercer disco, Invierno en la luna, que pasó injustamente casi desapercibido el año pasado, tal vez porque Julito le había puesto demasiadas fichas, y la música casi nunca es justa sobre el paño. Pero qué generosa que suele ser para los que la escuchamos sin esperar nada, y eso es lo que me pasa desde hace unos días con esta canción, que me ayuda a resignificar todo lo que viene sucediendo aquí, allá y en todas partes. Chicos y chicas/ se juntan en la plaza/ se aprenden las canciones/ se juntan y se abrazan, canta Julio con un ritmo que reescribe ese Boys and girls noventoso que supo ser entonces un feliz canto de barricada de nada. Y repite: Chicos y chicas/ levantan las banderas/ lo único peligroso/ es que no te conmueva, poniendo en acción esa dialéctica entre calle y sensibilidad que siempre encuentra una síntesis superadora, lo mejor que sabe hacer Franchi y algo que le vi hacer en una fiesta de cumpleaños. Había llegado el momento del fogón colectivo, y los borrachos que nunca faltan habían empezado su dictadura exigiendo hits para berrear y seguir bebiendo. Fue en ese contexto que Julito pidió la pelota, la puso contra el piso, y se tocó un tema de Charly bien lento y sensible (creo que fue Canción de dos por tres). Recuerdo haber pensado que era algo que merecía toda nuestra atención y no los murmullos de impaciencia que previsiblemente iban a llegar, pero lo que sucedió es que su entrega fue tanta que hipnotizó a las serpientes, se ganó a los berreantes, que hicieron un respetuoso silencio, fascinados ante lo que estaba sonando. No es algo que le haya visto hacer a muchos. Franchi es un tipo especial, no tengo ninguna duda. Insisto, no se en qué anda en estos días. Antes de sacar Invierno en la luna formó parte de Francisca y Los Exploradores, y googleando antes de escribir esto encontré un tema perdido —y hermoso, como siempre— que subió en abril. Después de probar suerte durante un tiempo en Buenos Aires finalmente se volvió a Rosario, y me alegra saber que por lo visto sigue haciendo música. Por acá es Cretino honorario desde hace tiempo, y cada vez que encuentro una excusa suenan temas de sus dos primeros discos, Mi sentimiento y Personalidad. Y finalmente Invierno en la luna empezó también a sonar. La nota te la sigo debiendo, Julio. Lo sé y no me olvido. Pero de la misma manera que vos nunca vas a dejar de hacer música, te aseguro que esa nota ya va a llegar.

martes, 29 de octubre de 2019

The Replacements, "Rock'n'roll ghost"

Me miro en el espejo y veo/ un fantasma del rock’n’roll

Se los presento, estos fantasmas del rock son los Replacements. Los que están sentados sobre las cajas donde guardan sus equipos son el guitarrista Slim Dunlap, el bajista Tommy Stinson y el baterista Chris Mars, mientras que el que en el piso está sentado Paul Westerberg, cantante y letrista del grupo. La foto está sacada en la sala de ensayo del cuarteto justo en el año en que salió el disco que contiene el tema bautizado por el verso que pueden leer al comienzo de estas líneas. Don’t tell a soul fue el primer álbum de los Replacements sin la guitarra de Bob Stinson, miembro fundador y para muchos el alma del grupo, que había sido reemplazado dos años antes por Dunlap. Es el disco que debió haber iniciado su camino de consagración, ya con el sello decididamente detrás de ellos (de hecho, fue el único con un tema capaz de entrar en el top 100 de Billboard), pero apenas si fue el prólogo a su rápida separación, un año más tarde, luego del decepcionante All shook down, aquel con la foto de los dos perros callejeros en tapa, que debió haber sido el debut de Westerberg como solista pero terminó siendo ni chicha ni limonada. Si hoy estamos hablando del disco anterior, el que incluye este Rock’n’roll ghost, es porque coincidiendo con su 30 aniversario, acaba de ser reeditado con los habituales demos, remezclas y shows en vivo que justifiquen volvérselo a vender a sus fans antes de que no haya mas disquerías donde poder llevarse algo a casa de tu grupo preferido, y todo solo exista en el aire. De ahí sale la versión —supuestamente del remix original del disco— que suena en el último Música Cretina del tema en que Westerberg siente el acoso de un fantasma del rock n roll. Se suele mencionar que ese fantasma es el del miembro ausente del grupo, el verdadero rockero, dueño de todas las leyendas, el buen Bob Stinson. Pero al recorrer la letra queda claro que Westerberg está hablando de sí mismo, del fin de sus días rebeldes, y al mismo tiempo le habla a sus fans de entonces, que estarían siguiendo ese mismo camino. Era demasiado joven para preocuparme por las palabras, y mirame ahora, dice el buen Paul, que estaba convirtiéndose en un cantautor, ese que bautizó su debut como solista bajo el aparentemente sencillo nombre de 14 Canciones, pero la imagen de tapa lo disfrazaba de libro. Ah, las palabras, esas que para un rocker no valen nada, hasta que siempre terminan demostrando su peso. No hay nadie con quien hacer un brindis, se queja el ya-no-tan salvaje Paul, invitando al que escucha su canción a brindar con él. No hay caso: nada hay más melancólico que el fin del rock’n’roll, y al mismo tiempo no hay nada que de más alivio. Pero, claro, hay que pasar la abstinencia. Algo parecido sucede en estos días, que después de un baldazo de agua fría que duró cuatro años, hay quienes fantasean volver al rock. Pero hay que reconocer a ese fantasma en el espejo, pensar más en la realidad que en el mito, y saber que de este laberinto no se sale por arriba, sino recorriendo cuidadosamente en cada curva del camino. Hay que hacer todo de nuevo, qué duda cabe. Y recordar que ese fantasma del rock’n’roll no amenaza sino que acompaña. Porque eso es lo que hace —o debería hacer— eso que insistimos en llamar rock.

domingo, 27 de octubre de 2019

Música Cretina 2019 #9

ESTO NO ES UN PROGRAMA

6-10-2019

Lado A

“Algo está sucediendo/ pero no sabés qué es”

1.- King Crimson, Three of a perfect pair
2.- Lucy Patané, La osa en la laguna
3.- Jamila Woods, Muddy
4.- Richard Hawley, Ballad of a Thin Man (Bob Dylan)
5.- Mi Amigo Invencible, Bip-bip no me hables
6.- The Replacements, Rock’n’roll ghost
7.- El Kinto, Don Pascual

Lado B

“Escuchaba a los freaks/ les decía que si”

8.- Giant Sant, Valley of rain
9.- Julio Franchi, Chicos y chicas
10.- Felice Taylor, Honey
11.- Devendra Banhart, My boyfriend’s in the band
12.- The Beatles, Goodbye
13.- The Specials, Blam blam fever
14.- Rincon Sapiencia, Vida longa
15.- Marianela c/Charly García, Rara (Charly García)

Escuchar

jueves, 24 de octubre de 2019

Marianela c/Charly García, "Rara"


Me dejaste sola/ y no me perdí 

Dijo el poeta que abril es el mes más cruel, pero podría decir lo mismo bajo el sol a cuentagotas de este octubre que nunca se termina de ir. Y ante este jueves de cielo celeste en el que un dictador sale de la cripta en la que durmió todo este tiempo rodeado de sus víctimas, un país lleva una semana en la calle renegando de su milagro y hay cuadernos que dejan de ser ceniza pero a nadie parece importarle aquel fuego, prefiero refugiarme en la que tal vez sea la canción menos conocida del último Charly que importa, el que insistió en bailar en la cripta con las víctimas y lejos de sus verdugos, el que renegó de los milagros y siempre prefirió las cenizas a las escrituras. Al final del Música Cretina que aún sigue sonando y podríamos considerar como nuevo, retumba en toda su gloria el tema que Charly le regaló a Marianela para su debut Cajita feliz (2006), que en otra época sin dudas se habría escuchado sin parar y hoy todos evocaríamos en vez de preguntarnos de qué estamos hablando, y cada vez que hago play no puedo evitar que se me ponga la piel de gallina. Siento todo el tiempo que tengo razón/ si me escuchara más no diría nada, confiesa un García de piel y huesos escondido en una letra escrita para su última colaboradora fiel devenida en cantante, Fabiana Cantilo del nuevo siglo para un Charly que por más que se ponga cualquier máscara siempre termina hablando de él. Pero que, al mismo tiempo, solo al escribir para otros pareciera que se le caen de las manos casi sin esfuerzo esa clase de temas que uno esta obligado a escuchar una y otra vez, instantáneos clásicos García incluso fuera de la vista de todos. Hubo un tiempo que no fue hermoso, pero Charly García estaba vivo. Ahora estamos todos contando los días y las horas para terminar de salir de la tumba en que nos han querido enterrar para honrar a ese dictador que es el mercado y sus escribas, y el buen Charly sigue cumpliendo años, y habría que ser un desagradecido para seguirle pidiendo gotas de su sangre. Así que mejor disfrutar de todo lo que nos dio, porque hay mucho para descubrir todavía. Como este tema, una maravilla que no se puede escuchar solo una vez, hay que volver y volver a él, como todo buen licor, como un niño pidiendo otra vez su dosis de teletubbie, como un adicto queriendo volver a ese limbo donde todo está bien y nadie viene a golpear la puerta. Escuchemos a los freaks de una vez, y digámosles que si. Todos sabemos que de vez en cuando es bueno descansar de ser los raros. Eso sí, que sea siempre con el puño en alto, los dientes apretados y los ojos brillosos. Como si la vida se fuese siempre en un buen estribillo. Gracias por todo Charly: la cuenta está más que saldada, y eso que seguro aún queda mucho por sumar. Y mientras tanto ni siquiera ese impiadoso contable que es el tiempo puede impedirnos que sigamos celebrando tu cumpleaños.

miércoles, 9 de octubre de 2019

Jamila Woods, "Muddy"

Vos estás apuntándole a las estrellas/ yo prefiero quedarme embarrada

Se las presento: la chica de la foto se llama Jamila Woods, y es maestra, poeta y cantante. Es oriunda de Chicago, como sus colegas Chance The Rapper o No Name, y después de haber puesto su voz aquí y allá (por ejemplo, formando parte de Donny Trumpet and The Social Experiment, cuyo disco supo asomar en una de las listas de fin de año compiladas para Radar), tres años atrás editó su debut como solista, Heavn. Así, como se lee: “cielo” sin la “e”. Allí retrata —al decir del crítico Greg Kot, del Chicago Tribune— su experiencia como mujer afroamericana y su complicada relación con su ciudad natal. Ahora, con 29 años, Jamila acaba de editar su muy celebrado sucesor, bautizado Legacy! Legacy!, compuesto por doce temas que llevan apenas un nombre como título, todos ellos una suerte de autorretrato homenajeando al personaje histórico y artístico al que se refiere cada uno de esos nombres. Manifiesto artístico, y al mismo tiempo de clase y de raza, entre sus celebrados —ninguno de ellos blanco, por supuesto— aparecen principalmente mujeres (y escritoras) como Eartha (Kitt), Zora (Neale Hurston), Sonia (Sánchez), Octavia (Butler) o (Nikki) Giovanni, pero no faltan hombres como James (Baldwin), (Jean Michel) Basquiat o Sun Ra. Y así como está Miles (Davis) también está su mujer Bettye (Davis), que junto al nombre de Frida (Kahlo, por supuesto), completa una suerte de díptico de mujeres casadas en su momento con hombres más famosos que ellas. Pero el tema más contundente del lote es Muddy, referido al bluesman Muddy Waters, al menos por un verso inicial tan explícito que hace que no se lo pueda encontrar online. Los hijos de puta no se callan, es lo primero que escupe Woods para empezar el tema, poniendo en boca de Waters su legendaria queja porque su público no dejaba de conversar, lo que lo llevó a electrificar su sonido para cerrarles el pico. En una muy buena nota publicada por Pitchfork, Jamila explica que tomó ese verso del poeta y activista Kevin Coval, también oriundo de Chicago. Coval le había dado su poema para que le ponga música, pero ella se dio cuenta que no sabía mucho sobre Muddy, así que se puso a investigar, y escuchando entrevistas online descubrió algo que iba a funcionar como leit motiv para su disco: la desfachatada actitud de los entrevistados ante las preguntas de periodistas, invariablemente blancos, que no sabían muy bien de lo que estaban hablando. Por ejemplo, recuerda Woods, cuando le comentan a Muddy que algunos jóvenes blancos parecen muy entusiasmados con su música y le preguntan si cree que van a llegar a tocar el blues como él, su respuesta es breve y contundente, y también tiene forma de pregunta, acompañada por una sonrisa entre incrédula y juguetona: “¿Como yo?” Lo que no dice Muddy lo explicita Woods al celebrarlo, señalando que cuando la cultura blanca participa de culturas creadas por los negros, se lleva a cabo una invisibilizacion. Pero que, al mismo tiempo, resulta algo imposible de falsificar. “Sí, hay soul de ojos azules, y hay rappers blancos, pero no es que hayan robado nada, porque no se les puede robar el hip-hop o el blues a los negros”, explica Jamila. “En esa respuesta, lo que Muddy está diciendo es que por supuesto esos jóvenes pueden tocar blues, pero nunca lo van a poder tocar como él. Es algo que me resultó empoderador”, agrega la cantante, y es un comentario que me recuerda eso tan enriquecedor que sucede con las copias. Que como no pueden ser perfectas, terminan abriendo el camino hacia algo original, eso que sucedió con el rock en castellano, por ejemplo. Me recuerda las razones por las que uno siempre celebra la antropofagia cultural, los pensamientos artísticos sobre algo, y que no hay robos cuando se trata de arte, simplemente se trata de un diálogo que se continúa. Lo demás, es contabilidad. Y, cuando efectivamente se trata de robos, no se trata de arte. A menos que estemos hablando de Rififi, claro. Pero esa es otra cultura popular. Pero volviendo al verso de Coval, al disco de Jamila, y al buen Muddy, siempre es bueno recordar que los hijos de puta no se callan, así que hay que callarlos. Subamos el volumen de una vez. Y, si quieren escuchar el tema, los invito a que hagan play en el último Música Cretina. No se impacienten, lo van a escuchar sonar a poco de empezar el Lado A de un no-programa que todavía tiene mucho para revelar.

martes, 8 de octubre de 2019

Giant Sand, "Valley of rain"

Ella nunca va a ser/ lo que ellos esperan que sea

Se los presento, aunque para cualquier Cretinx a esta altura no debería necesitar presentación: el tipo que arroja el sombrero a la cámara —rodeado por los músicos que integran la nueva encarnación de su grupo de siempre— se llama Howe Gelb, y hace tiempo que me he declarado fan tanto de su obra en solitario como especialmente de Giant Sand. Se lo confesé a Robyn Hitchcock cuando me dijo que después de su paso por Buenos Aires y Montevideo se estaba yendo a Tucson a grabar con Gelb. (De hecho, esa fue parte del pago por su visita: el boleto de avión que lo dejase ahí). Le pedí a Robyn que le mandase saludos de un fan que tenía en Buenos Aires, y la verdad que nunca supe si finalmente le llegaron. Pero a mí me han seguido llegando algo caóticamente sus discos. Como una señal de ese ángel caprichoso que nos hace tropezarnos una y otra vez con nuestros deseos, en la disquería donde regularmente —cada vez menos— canjeo mis bienes vinculados con las artes sonoras siempre aparecen sus álbums. Vaya uno a saber de dónde salen, pero por supuesto que inevitablemente terminan en casa, aún los que no estoy seguro si escucharé alguna vez, como me sucedió cuando asomó la reedición de su primer disco, Valley of rain. Lo terminé poniendo en el equipo de música, por supuesto, y me sorprendió que lejos de delatarse como apenas un boceto de lo que luego terminaría siendo el grupo, sonase tan… Giant Sand, digamos. Es verdad que con el paso de los temas el espíritu se iba deshilachando, o mejor dicho repitiéndose y haciéndose previsible, pero no por eso perdía su encanto. Pero el tema que lo bautizaba era hipnótico, y en la reedición que yo escuché —la del 2010, que celebraba los 25 años del grupo— abría el disco, a diferencia de la edición original de 1985, en la que abría el Lado B. En las liner notes el buen Howe decía que había cambiado el orden de los temas simplemente porque podía, y también contaba la historia de aquel debut hecho a los ponchazos, y con el que aprendió que si quería grabar discos la estrategia —que a partir de entonces repitió durante toda su carrera— era hacerlos rápido, y licenciarlos al que ofreciese un adelanto para editarlos. Contaba también que había grabado no uno sino dos discos al mismo tiempo —y recibido sendos adelantos—, bajo dos nombres, The Band of Blacky Ranchette y Giant Sand. En realidad, el nombre Giant Sand era una deformación del de su primer grupo, Giant Sandworms, que acababa de separarse. Lo cierto es que esos dos discos seminales, grabados en un fin de semana, estuvieron a punto de desaparecer cuando un desconocido entró en su camioneta y se llevó todo lo que había ahí. Todo salvo dos de las cuatro latas que contenían las grabaciones: estaban bajo el asiento delantero, detrás de un cactus que le había regalado un amigo, y Gelb escribía que seguramente se habían salvado porque el ladrón metió la mano en la oscuridad y se llevó un buen pinchazo del cactus. Alabadas sean las espinas que salvaron al Valle de la Lluvia allá lejos y hace tiempo, y alabada sea la extraña idea que tuvo recientemente Howe Gelb de volver a grabar aquellas agujas sonoras para un disco que salió el año pasado, titulado previsiblemente Return to the Valley of rain. Todo intento de volver sobre los viejos discos suele ser discutible, porque la magia no es ninguna asesina y nunca regresa al lugar del crimen. Por más que mejoren las condiciones de grabación, aquel aura original nunca tiene nada que ver con la tecnología, y —al menos para los que ya hayan sido tocados por ese sonido— no hay promesa de perfección que reemplace la gloria original. Sin embargo, Gelb tampoco se caracteriza por la búsqueda de la toma perfecta, por lo que su sonido en estudio es tan como una pintura recién hecha que jamás hay crimen al que regresar. Sin embargo tomó sus precauciones: volvió a grabar aquellos temas de su primer disco con los mismos músicos, y se tardó el mismo tiempo en el estudio que entonces: un día y medio. ¡Y gastó el mismo dinero: 400 dólares! El resultado es increíble; el mismo viaje, pero diferente. Recuerdo haberle estado contando esto a M John Harrison antes de nuestra charla para el Filba, porque le acababa de decir que había leído una atrás de la otra sus novelas The Century Device y Light, y que no había notado demasiado los cuarenta años que las separaban, y el me explicó que, justamente, había escrito la última para ver si podía escribir tanto tiempo después una novela como la primera. Y ahí fue cuando le conté la historia de Valley of rain y su posterior Return, y en la mitad del relato me di cuenta de que Mike no tenía ni idea de lo que le estaba hablando, pero se lo terminé de contar igual. Como ahora. Así que los invito a que pongan fin a todo esto haciendo play en el link que dejo en los comentarios, y escuchen el nuevo Música Cretina, que abre su Lado B —como en el vinilo original— con el Valle de la Lluvia de La Gran Arena, ese grupo que Gelb separa y vuelve a reunir a voluntad. Ahí lo tienen, lanzando juguetón el sombrero a la cámara, sabiendo que no se puede tapar el sol con la mano, y mucho menos la imagen con un sombrero, pero lo que vale es el gesto, el instante, la sorpresa. Y por supuesto que, si sos el valle, lo que importa es la lluvia. Y la Música, claro. Y si se puede que sea Cretina, por favor.

lunes, 7 de octubre de 2019

King Crimson, "Three of a perfect pair"


Ella es susceptible/ él es imposible

A la luz del sol de esta mañana de lunes me atrevería a decir que finalmente parece que arranca nomás esta primavera, pero nunca se sabe. Lo que sí sabemos con certeza es que hay un nuevo Música Cretina, que venía tan demorado como la estación de los estudiantes y las flores, y que si hacen play en el link que dejo aquí debajo escucharán como arranca con pavada de ramo como obsequio de bienvenida: ese tan estirado “Eeeeeeeeeeella” de Adrián Belew como voz principal y Tony Levin en los coros que anuncia que lo que sonará será Three of a perfect pair, gema y bautismo del último disco —ese tercero que completa el par perfecto, digamos— de la trilogía de los 80 del grupo de Robert Fripp. Justamente a partir de mañana martes King Crimson estará presentándose en un Buenos Aires que estalla de música en vivo, pero no será de la partida el bueno de Belew, así que los temas de esa época, que llevan la marca de su voz, tal vez no sean de la partida. El Rey Carmesí celebra sus 50 años, así que hay bastante —y muy bueno— para recordar, pero esta particular versión del tema que abre este no-programa es fruto justamente de esas celebraciones. Sucede que como parte de los festejos de su cumpleaños de medio siglo el grupo viene presentando online la remezcla de un tema por semana, y por estos días le tocó a Tres de un par perfecto, en una versión con un sorprendente comienzo a capella en que esas voces que anunciaban el comienzo del tema se quedan maravillosamente solas, multiplicando el efecto vocal original. Cuenta David Singleton —productor del grupo y socio de Fripp— en el audio introductorio que acompaña cada uno de los lanzamientos, que originalmente el grupo ya había presentado una versión con una intro a capella en la caja de la gira del 2016, pero en esa ocasión a la sorpresa inicial le seguía otra sorpresa: un tema casi instrumental, al que le habían sacado casi todas las voces. Cuando empezaron a pensar en los temas a incluir en esta celebración del grupo, esa particular versión fue una de las primeras propuestas. Pero a la hora de efectivamente lanzar el tema se dieron cuenta que dar paso luego de las voces a una versión despojada de ellas no era la mejor forma de presentar el tema ante un público nuevo (y esa es la idea de esta celebración semanal). Pero poner el tema tal como estaba luego del comienzo a capella tampoco era una opción, porque el nivel de las voces era diferente. Dice Singleton que juguetearon con tomar el camino extremo y dejar solamente las voces, pero terminaron eligiendo volver a mezclar todo el tema y esa es la versión a estrenar que abre este noveno Música Cretina de un año que está siendo como un parto. El tiene sus opiniones contradictorias/ ella tiene sus estados de ánimo ciclotímicos, canta Belew, y casi que completa una descripción de la tan bendita grieta, esa que nos hace protagonistas de un par perfecto que pide a gritos una tercera opción, un camino nuevo, uno que nos permita volver a confiar en el sol, en las mañanas, en esta primavera que tiene que llegar de una vez, para alumbrar algo que no nos atrevemos aún a bautizar como esperanza, pero lo que se dice esperar, estamos esperando. Mientras, por suerte, está la música, claro. Cuanto más Cretina, mejor.

miércoles, 4 de septiembre de 2019

Música Cretina 2019 #8

ESTO NO ES UN PROGRAMA

22-8-2019

Lado A

“Hoy todo está empeorando/ por favor mandame chocolates”

1.- Wild Beasts, Big cat
2.- Ruzzi c/Natalia Lafourcade, Mudanza
3.- Eddy de Pretto, Desmurs
4.- Marianne Faithfull, Loneliest person
5.- Chuck Prophet, Post-war cinematic dead man blues
6.- Pablo Dacal, Realmente (Don Cornelio)
7.- Lee Moses, Bad girl
8.- Antolín, Nostalgia del futuro

Lado B

“Aquí entre las nubes/ yo juego a mi mundo”

9.- Roddy Frame, Back to the one
10.- La Costa Brava, Nadie sabía que ya estaba muerto
11.- Robert Plant, Season’s song
12.- Juan Wauters, El hombre de la calle (Jaime Roos)
13.- Hirut Bekele, Almokerkum Nebere
14.- Prince, Manic Monday (The Bangles)
15.- Peter Perrett, The power is in you
16.- Gigio y Los Inquilinos del Tiempo c/Mimi Maura, Atolón

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martes, 3 de septiembre de 2019

Hirut Bekele, "Almokerkum Nebere"

No se si puedo presentarles como corresponde a la señora de la foto, porque apenas si alcanzo a saber su historia. Conozco su nombre, eso sí: se llama Hirut Bekele, y es una de las grandes divas de lo que hoy se conoce como Ethio-jazz. Su voz inconfundible suena promediando el Lado B del que aún sigue siendo el último Música Cretina, cantando en amhárico, el idioma oficial de Etiopía, un país que durante el reinado de Haile Sellassie, a fines de los 60 y comienzos de los 70, supo tener una activa escena musical en la que la tradición local se mezcló con la del jazz, soul y rhythm’n’blues que —según leo por ahí— sonaba desde la radio de la base militar norteamericana instalada en Eritrea. Todo eso se terminó en 1974 gracias a un golpe de estado pro-soviético que durante una década y media instaló un toque de queda en Addis Abeba, la capital, con lo que su escena musical —entre tantas otras cosas— dejó de existir. Pero muchos de los viejos simples, cassettes y discos que testimonian aquella época han sido largamente rescatados en compilaciones varias, entre las que destaca claramente la serie Ethiopiques, que el sello francés Buda Musique comenzó a editar en 1997 y que ya lleva 30 volúmenes. Tal vez el más famoso sea el volumen 4, dedicado a la música de Mulatu Astatke, de donde sacó Jim Jarmusch la banda de sonido de su película Broken Flowers. Pero aunque fue el volumen 3 de esa serie el que rescató por primera vez dos décadas atrás el tema de Hirut Bekele que suena en este no-programa, titulado Almokerkum Nebere, confieso que yo lo descubrí en un compilado mucho más reciente, editado apenas del año pasado, titulado Taitu: Soul Fueled Stompers From 1960s-1970s Ethiopía. Su responsable es un DJ libanés, oriundo de Beirut, llamado Ernesto Chahoud, hijo de una familia militante y comunista, que ganó su nombre, obviamente, en honor al Che Guevara. En la biografía que acompaña la edición de su compilación, Chahoud confiesa que fue un simple de Bekele que consiguió en el mercado de pulgas de Beirut el que despertó su fanatismo por la escena del Ethio-jazz. Tardó diez años, cuenta, en cumplir su sueño de viajar a Etiopía para revolver los mercados de segunda mano buscando completar su colección, pero dice que la espera valió la pena. O al menos valió la antología desde la que suena el tema de doña Bekele incluído en un Música Cretina que merece sonar en este frío sol de un martes de esto que ya es septiembre, un mes que es tan cruel como el abril de Eliot, porque promete primavera pero hasta ahora sólo tiene invierno para darnos.

jueves, 29 de agosto de 2019

Peter Perrett, "The power is in you"


Va a ser así otra vez/ vamos a ver nuevamente esos tiempos

El que canta estos versos de llama Peter Perrett, y aunque en este jueves aún nublado después de la tormenta pueden sonar ominosos, en realidad forman parte de una canción llena de esperanza, en la que el ex líder de The Only Ones recuerda los días en que el futuro era claro y brillante, y las campanas sonaban por la libertad. Bueno, es verdad, a la luz de este verso Parrett se acerca peligrosamente a Carrió, pero tampoco se trata de eso. Mas que nada porque supongo que Lilita andará escuchando otras cosas. Por mi parte vengo escuchando este tema desde que lo descubrí en Humanworld, el segundo disco de Perrett desde su regreso de las tierras del olvido, y no deja de sonar y sonar en mi cabeza. Lo tarareo cuando pedaleo por Buenos Aires, y siempre logra ponerme de buen humor. Y recién ahora, buscando un verso para reproducir para empezar estas líneas, me doy cuenta que es un tema justo para este jueves reperfilado. Un tema que recuerda los días de esperanza, aquellos días balsámicos, el verano de paz y amor, con los chicos en las calles por la libertad. Eso es lo que canta Parrett que va a volver a ser, eso es lo que vamos a volver a ver, y las cuerdas —y los guitarrazos a lo Townshend— hacen que le crea, que durante el tiempo que dura el tema todo eso pueda ser posible, qué digo “pueda”, directamente sea posible, está acá, lo tengo en mis manos. Así de mágica es esta canción de Parrett, un personaje extraño dentro del rock británico actual, que al frente de The Only Ones leo por ahí que pudo haber sido el eslabón perdido entre el punk y la new wave que vino después, pero mas que eslabón terminó simplemente perdiéndose, desapareciendo de escena hasta que un par de años atrás regresó con un disco titulado How the west was won. En las entrevistas que se pueden leer por ahi, el buen Peter confiesa que se pasó décadas sin salir de su casa, años sin salir directamente de su cama y mucho menos agarrar una guitarra, y que el que lo rescató fue Warren Ellis, cuando reunió a The Only Ones para tocar en el festival All Tomorrow Parties del 2007. Aunque Perrett recuerda que no estaba particularmente en forma por esos días, aquella fue la primera chispa que lo devolvió a la guitarra primero, y luego a las canciones. Humanworld es un disco de rock claramente humano, celebrado por la prensa musical anglosajona, y el delicioso The power is in you es claramente un tema que habla de la realidad post brexit británica, pero también es una referencia a los años oscuros —y el renovado presente— de un músico que lloró la muerte de Fidel Castro, lo que le valió más de una pelea online. “Vivimos en tiempo interesantes, pero hay que mantener el sentido del humor, aunque sea un humor bien negro”, ha dicho Perrett, que suena con su tema casi al final del último Música Cretina, un no-programa ideal para estos tiempos —perdón por la obviedad— tan cretinos. Como dice el amigo Peter, son tiempos para llorar o reír, y siempre es mejor reírse con ganas. Como en esa frase de Moby Dick que supe convertir en sticker durante mi adolescencia: “No sé todo lo que pueda venir, pero iré hacia eso riendo”. O como canta (y se canta, claro) Peter Perrett: llegaste hasta acá contra todas las posibilidades/ el poder está en vos.

lunes, 26 de agosto de 2019

Lee Moses, "Bad girl"

Lo que mi corazón siente/ mis labios lo deben confesar

Se los presento: el tipo de la foto se llama Lee Moses, y si la foto no les gusta, lo siento, porque creo que es la única que existe. De hecho, aparece en la portada de los únicos dos discos suyos que se han recuperado: el único que editó en su momento, Time and place, y un compilado que reúne sus simples perdidos, entre ellos la perla de la que salen los versos que comienzan estas líneas. Se llama Bad girl, y suena casi al final del Lado A de un Música Cretina que aún podemos considerar como nuevo, así que los invito a hacer play y dejar correr esta mañana de lunes hasta que se den de lleno con el tema de Moses, y los intoxique su groove, su contagioso entusiasmo mezclado con melancolía e incluso podríamos decir desesperación. Bad girl es un tema irresistible y memorable, tanto que cuando la gente del sello dedicado a las reediciones Light In The Attic rescató hace un par de años Time and place, el único larga duración que editó Moses mientras su carrera aún tenía atisbos de poder efectivamente ser algo parecido a eso, los buscadores de su música en vez de agradecer el esfuerzo sólo preguntaban por qué no estaba incluido Bad girl. La consideran una chica mala/ sólo porque quiere ser libre, canta un Moses con el corazón en la mano, que es como siempre canta en todas sus grabaciones, donde también se destaca su sonido bien crudo de guitarra. Nacido y criado en Atlanta, Georgia, la llamada Motown del Sur, el buen Lee compartió escenarios en su ciudad natal con su contemporánea Gladys Knight, y cuando fue a probar suerte a Nueva York —entonces fue cuando grabó ese único disco— supo compartir bandas con otro contemporáneo, Jimi Hendrix, antes de su salto a la fama. De hecho, dicen los que saben que Moses aparece en el álbum Moods, uno de los tantos descarados piratas que salieron intentando capitalizar la fama del mítico guitarrista, en este caso rescatando viejas cintas de mucho antes de que Jimi se convirtiera en Hendrix. Moses, en cambio, nunca dejó de ser Lee, y los pocos datos de lo que nunca llegó a ser una carrera —algunos simples y un disco, ninguno de ellos exitosos en su momento— escasean luego de que arroja la toalla, deja Nueva York y se vuelve a Atlanta. Se sabe que siguió tocando ocasionalmente, y también que murió a mediados de los 90, pero poco más. Lo que también se sabe es que sus discos fueron rescatados por los coleccionistas del llamado Deep Soul, convirtiéndose con el tiempo en una figura de culto, a la manera de Baby Huey, que con un sólo disco perdido con el tiempo se convirtió en mito. Claro que el disco de Baby Huey fue póstumo, mientras que Lee Moses sobrevivió dos décadas en el olvido —y el limbo de la adicción— hasta que empezaron a reconocer su música luego de su muerte. Es posible, incluso, que aquellos discos perdidos hayan comenzado a ser rescatados cuando él seguía olvidado en las calles de Atlanta, de alguna manera muerto en vida. Nunca la dejaré sola/ no me importa si la llaman mala, canta Moses en esa canción que lo mantiene vivo y en el pico de su gloria, incluida finalmente en una compilación de simples y rarezas titulada How much longer must I wait?, o sea ¿Cuánto más debo esperar? No tenés que esperar nada más, Moses. Sos un Cretino honorario ahora mismo y para siempre, te lo aseguro. Y cada vez que suena la batería con la que arranca Bad girl haces que todxs nos sintamos, mal que le pese al lunes, un poco más vivxs.

domingo, 25 de agosto de 2019

Ruzzi c/Natalia Lafourcade, "Mudanza"


Voy a intentar llevarme/ sólo lo que necesito

Sale el sol, es domingo, y hay un nuevo Música Cretina que ya suena sin que aún hayamos hablado algo del asunto. Así que hablemos nomás. Hablemos de Marian Ruzzi, por ejemplo, la nueva promesa musical mexicana, como alcanzo a leer por ahí. Nativa de Chihuahua, flanqueada en su flamante álbum debut por Meme del Real, Natalia Lafourcade o Javiera Mena, entre otros, Ruzzi cambió su ciudad natal por el DF buscando una beca que le abriese las puertas de Berklee. Lo que encontró fue un lugar como tecladista y acordeonista en la banda de Julieta Venegas, una universidad musical en sí misma, que fue alternando con períodos en la legendaria casa de estudios de Boston. Luego saldría de gira con León Larregui, el cantante de Zoe, y también con Café Tacuba, pero cuando después de grabar los bajos en un disco de Lafourcade recibió la lógica invitación a sumarse a la gira presentación, decidió que era el turno de dedicarse a ese disco debut que venía postergando, y se concentró en Nave espacial, el demorado trabajo con el que finalmente se presenta en sociedad, y muy bien acompañada. El tema que suena casi al comienzo de este nuevo no-programa se llama Mudanza, y es el que cierra el álbum. Marian dice que fue uno de los últimos que alcanzó a componer para un disco que destila amores y desamores, y si lo cierra es porque su sonido despojado está bien a tono con el espíritu de aceptación de sus versos. Compuesto y cantado junto a Natalia Lafourcade (que aportó el verso Tal vez extrañaré/La margarita, el sol y el mezcal), al menos a mí me sirvió como puerta de entrada a la música de esta cantante y compositora chihuahuense amiga de mis amigos, pero que hasta aquí aún no tenía presente. Ahora que lo pienso, tal vez me la hayan presentado el año pasado Joselo y Quique en el backstage del Colón, cuando tocaron allí con Tacuba. Fue tan al pasar que no lo recuerdo, pero convengamos que no es ajena Ruzzi a Buenos Aires: leo también que estuvo por aquí componiendo canciones con Rosario Ortega, y terminó grabando demos con Ale Sergi de Miranda. Caótico cantar/ que me acompaña al caminar/ por las calles de esta ciudad, cantan Natalia y Marian en el tema que cierra un debut firmado simplemente como Ruzzi, que suma 11 temas, y que salió en noviembre, el 11 para ser mas exactos, el 11 del 11 siendo específicos, una precisión que se completa al saber que sumando los números de 2018 el resultado también da 11. Para Marian el 11 es su madre, la que siente presente cada vez que mira el reloj y sus números anuncian 11:11. Y luego de esta perlita para obsesivos, volvamos al domingo y volvamos al sol. Volvamos a Ruzzi, y a esta Mudanza que prácticamente abre el Lado A de un Música Cretina aún por estrenar, y que pronto se estará yendo, dejándonos casi todo. Salvo eso que necesita. Sea la parte de la música o la parte cretina, siempre algo queda.