domingo, 29 de diciembre de 2024

Sué Mon Mont en La Tangente

Esta noche es muy tarde/ y mañana será muy temprano

Todo recital homenaje es una invocación. Tanto los que lo realizan como sus espectadores se hacen presentes esperando que suceda algo. Lo sepan o no de manera consciente, todos desean, de alguna manera, que el recordado se manifieste. Se manifieste en las canciones, se manifieste en el recuerdo, como cada vez que piensan en el, o como nunca se lo permitieron pensar hasta ese momento. No hablo de los homenajes que son casi palabra oficial, que vienen membreteados, porque esos casi siempre están vacíos. Uno de los personajes de American Gods, la novela de Neil Gaiman, dice que cuando los muertos se aparecen hay que preguntarles qué es lo que quieren. Que a veces te lo dicen. No hay ninguna pregunta en esos homenajes de cartón; la clase de recitales de los que estamos hablando, en cambio, siempre están llenos de preguntas. Y las respuestas, por supuesto, nunca son las mismas. Recuerdo aquel homenaje fallido a Luca, cuando Divididos y Las Pelotas tocaron en Montevideo, y sólo hubo confusión y vacío. También se me viene a la mente el regreso de Legiao Urbana, cuando el que se tuvo que calzar los zapatos de Renato Russo --el valiente y admirable André Frateschi-- contaba que en todo recital descubría entre el público uno que negaba con la cabeza, en silencio, sin quitarle la vista de encima. Era al que tenía que convecer. Es ese escepticismo el que se pone en juego en esta clase de recitales, dura un rato, como que flota en el ambiente durante un par de temas, hasta que el público --y los músicos-- se entregan. O no. Anoche en La Tangente nos entregamos todos. No se quién habrá sido el valiente que se atrevió a proponerle a Nina Suarez que ocupase el lugar de Rosario en el homenaje de los diez años del disco de Sué Mon Mont, pero todos tenemos que agradecerle el coraje. Porque, por un lado, esas canciones merecen seguir sonando. Todo lo que resuena tiene que poder seguir dicéndonos cosas, porque esas cosas seguramente son importantes: si algo está vivo no hay que dejar que muera. Y, por el otro, por favor que nadie le diga esto a Nina, pero cada vez que la veo esa piba me deslumbra. Es como un avatar de todo lo que está bien, frágil pero poderosa apenas abre la boca, gran guitarrista, y con un aplomo que sorprende. Creo que sorprendió incluso a sus compañeros de banda, se lo veía en los ojos, en la mirada, en la sonrisa. Los dos shows de anoche en La Tangente no fueron pensados como homenaje de nada ni de nadie, simplemente la idea fue celebrar un disco (y un EP), que deben seguir girando. Pero, también, creo que era inevitable que todos los que fuimos, y los que estaban sobre el escenario, estábamos recordando una ausencia. Y todos, también, sentimos una presencia. Aunque en este caso no hubo ningún cuestionamiento, ningún momento de incredulidad, ninguna barrera que cruzar: fue instantáneo. Nina no es Rosario, pero sin dudas la lleva en ella: es admirable como carga con eso, y como también logra que no le pese. Si un problema no tiene solucion, entonces no es un problema dice un proverbio chino --gracias Andrés-- y Nina parece justamente no hacerse problema. Confieso que se me hizo un nudo en la garganta cuando en uno de mis temas preferidos del disco, llegó el momento del estribillo y me encontré casi rezando: Quisiera ver lo que ves/ quisiera sentarme con vos. Yo se que mas de una vez he escrito que las canciones lo saben todo antes que uno, pero esto ya era el colmo. Vi mucha gente lagrimear, pero muchos mas pogueaban, sonreían mirando hacia el escenario, mirando hacia la luz, como quien se deslumbra ante el fuego. Ardió Sué Mon Mont anoche. Ardimos. Ojalá que haya más recitales para estas canciones. Ojalá que los temas perdidos, los que dicen que quedaron apenas en demos, puedan ser completados. Se lo merecen. Nos lo merecemos. No se dijo ni una vez desde el escenario el nombre de Rosario anoche, pero todos lo tuvimos presente, como también fue inevitable pensar en la forma a la que ella se refería a Sué Mon Mont: el grupo sin pasado (en respuesta a su grupo sin futuro, que era con el que rescataba su repertorio clásico). Todo lo que quise decir, se apagó en la oscuridad, cantó Rosario en el último tema del EP final de la banda. Por suerte, no hay nada apagado, no hay oscuridad. Acá estamos, pensando en lo que vendrá. Así quedamos, brillando. 

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