miércoles, 30 de octubre de 2019

Julio Franchi, "Chicos y chicas"

Otra vez es el verdadero amor/ a lo que le tenés miedo

A mi amigo Julio le debo una nota. Es el de la foto, su nombre completo es Julio Franchi, y en el post del que saqué esta imagen —de un año atrás, más o menos— se preocupaba por aclarar que si tiene un peinado raro es por el turbante a modo de vincha que tenía puesto hasta justo antes del click del fotógrafo. Con turbante, faso en los labios y ojos achinados, así es como siempre se lo ve al Franchi, el último gran secreto musical de Rosario, al menos fronteras afuera. Porque allá todos lo conocen, y no son pocos los que se saben sus temas. A la hora de presentarlo, como para cortar camino, suelo decir que es el Pity de Rosario, y si bien no se trata de eso, hay que convenir que sus temas más representativos tienen el gancho y la calle —y la vincha en el pelo— dignos del mejor Pity. Y atención que hablo del mejor. Pero a eso hay que sumarle una sensibilidad que Julio pone siempre bien por delante (como, siendo justos, también solía hacer el Pity cada vez que podía y venía al caso). Un combo que se despliega en toda su gloria en Chicos y chicas, el tema que estalla casi al comienzo del Lado B del último Música Cretina, después de Giant Sand, nada menos. Es de donde sale el verso con el que arrancan estas líneas, el hitazo que no fue que cierra su tercer disco, Invierno en la luna, que pasó injustamente casi desapercibido el año pasado, tal vez porque Julito le había puesto demasiadas fichas, y la música casi nunca es justa sobre el paño. Pero qué generosa que suele ser para los que la escuchamos sin esperar nada, y eso es lo que me pasa desde hace unos días con esta canción, que me ayuda a resignificar todo lo que viene sucediendo aquí, allá y en todas partes. Chicos y chicas/ se juntan en la plaza/ se aprenden las canciones/ se juntan y se abrazan, canta Julio con un ritmo que reescribe ese Boys and girls noventoso que supo ser entonces un feliz canto de barricada de nada. Y repite: Chicos y chicas/ levantan las banderas/ lo único peligroso/ es que no te conmueva, poniendo en acción esa dialéctica entre calle y sensibilidad que siempre encuentra una síntesis superadora, lo mejor que sabe hacer Franchi y algo que le vi hacer en una fiesta de cumpleaños. Había llegado el momento del fogón colectivo, y los borrachos que nunca faltan habían empezado su dictadura exigiendo hits para berrear y seguir bebiendo. Fue en ese contexto que Julito pidió la pelota, la puso contra el piso, y se tocó un tema de Charly bien lento y sensible (creo que fue Canción de dos por tres). Recuerdo haber pensado que era algo que merecía toda nuestra atención y no los murmullos de impaciencia que previsiblemente iban a llegar, pero lo que sucedió es que su entrega fue tanta que hipnotizó a las serpientes, se ganó a los berreantes, que hicieron un respetuoso silencio, fascinados ante lo que estaba sonando. No es algo que le haya visto hacer a muchos. Franchi es un tipo especial, no tengo ninguna duda. Insisto, no se en qué anda en estos días. Antes de sacar Invierno en la luna formó parte de Francisca y Los Exploradores, y googleando antes de escribir esto encontré un tema perdido —y hermoso, como siempre— que subió en abril. Después de probar suerte durante un tiempo en Buenos Aires finalmente se volvió a Rosario, y me alegra saber que por lo visto sigue haciendo música. Por acá es Cretino honorario desde hace tiempo, y cada vez que encuentro una excusa suenan temas de sus dos primeros discos, Mi sentimiento y Personalidad. Y finalmente Invierno en la luna empezó también a sonar. La nota te la sigo debiendo, Julio. Lo sé y no me olvido. Pero de la misma manera que vos nunca vas a dejar de hacer música, te aseguro que esa nota ya va a llegar.

martes, 29 de octubre de 2019

The Replacements, "Rock'n'roll ghost"

Me miro en el espejo y veo/ un fantasma del rock’n’roll

Se los presento, estos fantasmas del rock son los Replacements. Los que están sentados sobre las cajas donde guardan sus equipos son el guitarrista Slim Dunlap, el bajista Tommy Stinson y el baterista Chris Mars, mientras que el que en el piso está sentado Paul Westerberg, cantante y letrista del grupo. La foto está sacada en la sala de ensayo del cuarteto justo en el año en que salió el disco que contiene el tema bautizado por el verso que pueden leer al comienzo de estas líneas. Don’t tell a soul fue el primer álbum de los Replacements sin la guitarra de Bob Stinson, miembro fundador y para muchos el alma del grupo, que había sido reemplazado dos años antes por Dunlap. Es el disco que debió haber iniciado su camino de consagración, ya con el sello decididamente detrás de ellos (de hecho, fue el único con un tema capaz de entrar en el top 100 de Billboard), pero apenas si fue el prólogo a su rápida separación, un año más tarde, luego del decepcionante All shook down, aquel con la foto de los dos perros callejeros en tapa, que debió haber sido el debut de Westerberg como solista pero terminó siendo ni chicha ni limonada. Si hoy estamos hablando del disco anterior, el que incluye este Rock’n’roll ghost, es porque coincidiendo con su 30 aniversario, acaba de ser reeditado con los habituales demos, remezclas y shows en vivo que justifiquen volvérselo a vender a sus fans antes de que no haya mas disquerías donde poder llevarse algo a casa de tu grupo preferido, y todo solo exista en el aire. De ahí sale la versión —supuestamente del remix original del disco— que suena en el último Música Cretina del tema en que Westerberg siente el acoso de un fantasma del rock n roll. Se suele mencionar que ese fantasma es el del miembro ausente del grupo, el verdadero rockero, dueño de todas las leyendas, el buen Bob Stinson. Pero al recorrer la letra queda claro que Westerberg está hablando de sí mismo, del fin de sus días rebeldes, y al mismo tiempo le habla a sus fans de entonces, que estarían siguiendo ese mismo camino. Era demasiado joven para preocuparme por las palabras, y mirame ahora, dice el buen Paul, que estaba convirtiéndose en un cantautor, ese que bautizó su debut como solista bajo el aparentemente sencillo nombre de 14 Canciones, pero la imagen de tapa lo disfrazaba de libro. Ah, las palabras, esas que para un rocker no valen nada, hasta que siempre terminan demostrando su peso. No hay nadie con quien hacer un brindis, se queja el ya-no-tan salvaje Paul, invitando al que escucha su canción a brindar con él. No hay caso: nada hay más melancólico que el fin del rock’n’roll, y al mismo tiempo no hay nada que de más alivio. Pero, claro, hay que pasar la abstinencia. Algo parecido sucede en estos días, que después de un baldazo de agua fría que duró cuatro años, hay quienes fantasean volver al rock. Pero hay que reconocer a ese fantasma en el espejo, pensar más en la realidad que en el mito, y saber que de este laberinto no se sale por arriba, sino recorriendo cuidadosamente en cada curva del camino. Hay que hacer todo de nuevo, qué duda cabe. Y recordar que ese fantasma del rock’n’roll no amenaza sino que acompaña. Porque eso es lo que hace —o debería hacer— eso que insistimos en llamar rock.

domingo, 27 de octubre de 2019

Música Cretina 2019 #9

ESTO NO ES UN PROGRAMA

6-10-2019

Lado A

“Algo está sucediendo/ pero no sabés qué es”

1.- King Crimson, Three of a perfect pair
2.- Lucy Patané, La osa en la laguna
3.- Jamila Woods, Muddy
4.- Richard Hawley, Ballad of a Thin Man (Bob Dylan)
5.- Mi Amigo Invencible, Bip-bip no me hables
6.- The Replacements, Rock’n’roll ghost
7.- El Kinto, Don Pascual

Lado B

“Escuchaba a los freaks/ les decía que si”

8.- Giant Sant, Valley of rain
9.- Julio Franchi, Chicos y chicas
10.- Felice Taylor, Honey
11.- Devendra Banhart, My boyfriend’s in the band
12.- The Beatles, Goodbye
13.- The Specials, Blam blam fever
14.- Rincon Sapiencia, Vida longa
15.- Marianela c/Charly García, Rara (Charly García)

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jueves, 24 de octubre de 2019

Marianela c/Charly García, "Rara"


Me dejaste sola/ y no me perdí 

Dijo el poeta que abril es el mes más cruel, pero podría decir lo mismo bajo el sol a cuentagotas de este octubre que nunca se termina de ir. Y ante este jueves de cielo celeste en el que un dictador sale de la cripta en la que durmió todo este tiempo rodeado de sus víctimas, un país lleva una semana en la calle renegando de su milagro y hay cuadernos que dejan de ser ceniza pero a nadie parece importarle aquel fuego, prefiero refugiarme en la que tal vez sea la canción menos conocida del último Charly que importa, el que insistió en bailar en la cripta con las víctimas y lejos de sus verdugos, el que renegó de los milagros y siempre prefirió las cenizas a las escrituras. Al final del Música Cretina que aún sigue sonando y podríamos considerar como nuevo, retumba en toda su gloria el tema que Charly le regaló a Marianela para su debut Cajita feliz (2006), que en otra época sin dudas se habría escuchado sin parar y hoy todos evocaríamos en vez de preguntarnos de qué estamos hablando, y cada vez que hago play no puedo evitar que se me ponga la piel de gallina. Siento todo el tiempo que tengo razón/ si me escuchara más no diría nada, confiesa un García de piel y huesos escondido en una letra escrita para su última colaboradora fiel devenida en cantante, Fabiana Cantilo del nuevo siglo para un Charly que por más que se ponga cualquier máscara siempre termina hablando de él. Pero que, al mismo tiempo, solo al escribir para otros pareciera que se le caen de las manos casi sin esfuerzo esa clase de temas que uno esta obligado a escuchar una y otra vez, instantáneos clásicos García incluso fuera de la vista de todos. Hubo un tiempo que no fue hermoso, pero Charly García estaba vivo. Ahora estamos todos contando los días y las horas para terminar de salir de la tumba en que nos han querido enterrar para honrar a ese dictador que es el mercado y sus escribas, y el buen Charly sigue cumpliendo años, y habría que ser un desagradecido para seguirle pidiendo gotas de su sangre. Así que mejor disfrutar de todo lo que nos dio, porque hay mucho para descubrir todavía. Como este tema, una maravilla que no se puede escuchar solo una vez, hay que volver y volver a él, como todo buen licor, como un niño pidiendo otra vez su dosis de teletubbie, como un adicto queriendo volver a ese limbo donde todo está bien y nadie viene a golpear la puerta. Escuchemos a los freaks de una vez, y digámosles que si. Todos sabemos que de vez en cuando es bueno descansar de ser los raros. Eso sí, que sea siempre con el puño en alto, los dientes apretados y los ojos brillosos. Como si la vida se fuese siempre en un buen estribillo. Gracias por todo Charly: la cuenta está más que saldada, y eso que seguro aún queda mucho por sumar. Y mientras tanto ni siquiera ese impiadoso contable que es el tiempo puede impedirnos que sigamos celebrando tu cumpleaños.

miércoles, 9 de octubre de 2019

Jamila Woods, "Muddy"

Vos estás apuntándole a las estrellas/ yo prefiero quedarme embarrada

Se las presento: la chica de la foto se llama Jamila Woods, y es maestra, poeta y cantante. Es oriunda de Chicago, como sus colegas Chance The Rapper o No Name, y después de haber puesto su voz aquí y allá (por ejemplo, formando parte de Donny Trumpet and The Social Experiment, cuyo disco supo asomar en una de las listas de fin de año compiladas para Radar), tres años atrás editó su debut como solista, Heavn. Así, como se lee: “cielo” sin la “e”. Allí retrata —al decir del crítico Greg Kot, del Chicago Tribune— su experiencia como mujer afroamericana y su complicada relación con su ciudad natal. Ahora, con 29 años, Jamila acaba de editar su muy celebrado sucesor, bautizado Legacy! Legacy!, compuesto por doce temas que llevan apenas un nombre como título, todos ellos una suerte de autorretrato homenajeando al personaje histórico y artístico al que se refiere cada uno de esos nombres. Manifiesto artístico, y al mismo tiempo de clase y de raza, entre sus celebrados —ninguno de ellos blanco, por supuesto— aparecen principalmente mujeres (y escritoras) como Eartha (Kitt), Zora (Neale Hurston), Sonia (Sánchez), Octavia (Butler) o (Nikki) Giovanni, pero no faltan hombres como James (Baldwin), (Jean Michel) Basquiat o Sun Ra. Y así como está Miles (Davis) también está su mujer Bettye (Davis), que junto al nombre de Frida (Kahlo, por supuesto), completa una suerte de díptico de mujeres casadas en su momento con hombres más famosos que ellas. Pero el tema más contundente del lote es Muddy, referido al bluesman Muddy Waters, al menos por un verso inicial tan explícito que hace que no se lo pueda encontrar online. Los hijos de puta no se callan, es lo primero que escupe Woods para empezar el tema, poniendo en boca de Waters su legendaria queja porque su público no dejaba de conversar, lo que lo llevó a electrificar su sonido para cerrarles el pico. En una muy buena nota publicada por Pitchfork, Jamila explica que tomó ese verso del poeta y activista Kevin Coval, también oriundo de Chicago. Coval le había dado su poema para que le ponga música, pero ella se dio cuenta que no sabía mucho sobre Muddy, así que se puso a investigar, y escuchando entrevistas online descubrió algo que iba a funcionar como leit motiv para su disco: la desfachatada actitud de los entrevistados ante las preguntas de periodistas, invariablemente blancos, que no sabían muy bien de lo que estaban hablando. Por ejemplo, recuerda Woods, cuando le comentan a Muddy que algunos jóvenes blancos parecen muy entusiasmados con su música y le preguntan si cree que van a llegar a tocar el blues como él, su respuesta es breve y contundente, y también tiene forma de pregunta, acompañada por una sonrisa entre incrédula y juguetona: “¿Como yo?” Lo que no dice Muddy lo explicita Woods al celebrarlo, señalando que cuando la cultura blanca participa de culturas creadas por los negros, se lleva a cabo una invisibilizacion. Pero que, al mismo tiempo, resulta algo imposible de falsificar. “Sí, hay soul de ojos azules, y hay rappers blancos, pero no es que hayan robado nada, porque no se les puede robar el hip-hop o el blues a los negros”, explica Jamila. “En esa respuesta, lo que Muddy está diciendo es que por supuesto esos jóvenes pueden tocar blues, pero nunca lo van a poder tocar como él. Es algo que me resultó empoderador”, agrega la cantante, y es un comentario que me recuerda eso tan enriquecedor que sucede con las copias. Que como no pueden ser perfectas, terminan abriendo el camino hacia algo original, eso que sucedió con el rock en castellano, por ejemplo. Me recuerda las razones por las que uno siempre celebra la antropofagia cultural, los pensamientos artísticos sobre algo, y que no hay robos cuando se trata de arte, simplemente se trata de un diálogo que se continúa. Lo demás, es contabilidad. Y, cuando efectivamente se trata de robos, no se trata de arte. A menos que estemos hablando de Rififi, claro. Pero esa es otra cultura popular. Pero volviendo al verso de Coval, al disco de Jamila, y al buen Muddy, siempre es bueno recordar que los hijos de puta no se callan, así que hay que callarlos. Subamos el volumen de una vez. Y, si quieren escuchar el tema, los invito a que hagan play en el último Música Cretina. No se impacienten, lo van a escuchar sonar a poco de empezar el Lado A de un no-programa que todavía tiene mucho para revelar.

martes, 8 de octubre de 2019

Giant Sand, "Valley of rain"

Ella nunca va a ser/ lo que ellos esperan que sea

Se los presento, aunque para cualquier Cretinx a esta altura no debería necesitar presentación: el tipo que arroja el sombrero a la cámara —rodeado por los músicos que integran la nueva encarnación de su grupo de siempre— se llama Howe Gelb, y hace tiempo que me he declarado fan tanto de su obra en solitario como especialmente de Giant Sand. Se lo confesé a Robyn Hitchcock cuando me dijo que después de su paso por Buenos Aires y Montevideo se estaba yendo a Tucson a grabar con Gelb. (De hecho, esa fue parte del pago por su visita: el boleto de avión que lo dejase ahí). Le pedí a Robyn que le mandase saludos de un fan que tenía en Buenos Aires, y la verdad que nunca supe si finalmente le llegaron. Pero a mí me han seguido llegando algo caóticamente sus discos. Como una señal de ese ángel caprichoso que nos hace tropezarnos una y otra vez con nuestros deseos, en la disquería donde regularmente —cada vez menos— canjeo mis bienes vinculados con las artes sonoras siempre aparecen sus álbums. Vaya uno a saber de dónde salen, pero por supuesto que inevitablemente terminan en casa, aún los que no estoy seguro si escucharé alguna vez, como me sucedió cuando asomó la reedición de su primer disco, Valley of rain. Lo terminé poniendo en el equipo de música, por supuesto, y me sorprendió que lejos de delatarse como apenas un boceto de lo que luego terminaría siendo el grupo, sonase tan… Giant Sand, digamos. Es verdad que con el paso de los temas el espíritu se iba deshilachando, o mejor dicho repitiéndose y haciéndose previsible, pero no por eso perdía su encanto. Pero el tema que lo bautizaba era hipnótico, y en la reedición que yo escuché —la del 2010, que celebraba los 25 años del grupo— abría el disco, a diferencia de la edición original de 1985, en la que abría el Lado B. En las liner notes el buen Howe decía que había cambiado el orden de los temas simplemente porque podía, y también contaba la historia de aquel debut hecho a los ponchazos, y con el que aprendió que si quería grabar discos la estrategia —que a partir de entonces repitió durante toda su carrera— era hacerlos rápido, y licenciarlos al que ofreciese un adelanto para editarlos. Contaba también que había grabado no uno sino dos discos al mismo tiempo —y recibido sendos adelantos—, bajo dos nombres, The Band of Blacky Ranchette y Giant Sand. En realidad, el nombre Giant Sand era una deformación del de su primer grupo, Giant Sandworms, que acababa de separarse. Lo cierto es que esos dos discos seminales, grabados en un fin de semana, estuvieron a punto de desaparecer cuando un desconocido entró en su camioneta y se llevó todo lo que había ahí. Todo salvo dos de las cuatro latas que contenían las grabaciones: estaban bajo el asiento delantero, detrás de un cactus que le había regalado un amigo, y Gelb escribía que seguramente se habían salvado porque el ladrón metió la mano en la oscuridad y se llevó un buen pinchazo del cactus. Alabadas sean las espinas que salvaron al Valle de la Lluvia allá lejos y hace tiempo, y alabada sea la extraña idea que tuvo recientemente Howe Gelb de volver a grabar aquellas agujas sonoras para un disco que salió el año pasado, titulado previsiblemente Return to the Valley of rain. Todo intento de volver sobre los viejos discos suele ser discutible, porque la magia no es ninguna asesina y nunca regresa al lugar del crimen. Por más que mejoren las condiciones de grabación, aquel aura original nunca tiene nada que ver con la tecnología, y —al menos para los que ya hayan sido tocados por ese sonido— no hay promesa de perfección que reemplace la gloria original. Sin embargo, Gelb tampoco se caracteriza por la búsqueda de la toma perfecta, por lo que su sonido en estudio es tan como una pintura recién hecha que jamás hay crimen al que regresar. Sin embargo tomó sus precauciones: volvió a grabar aquellos temas de su primer disco con los mismos músicos, y se tardó el mismo tiempo en el estudio que entonces: un día y medio. ¡Y gastó el mismo dinero: 400 dólares! El resultado es increíble; el mismo viaje, pero diferente. Recuerdo haberle estado contando esto a M John Harrison antes de nuestra charla para el Filba, porque le acababa de decir que había leído una atrás de la otra sus novelas The Century Device y Light, y que no había notado demasiado los cuarenta años que las separaban, y el me explicó que, justamente, había escrito la última para ver si podía escribir tanto tiempo después una novela como la primera. Y ahí fue cuando le conté la historia de Valley of rain y su posterior Return, y en la mitad del relato me di cuenta de que Mike no tenía ni idea de lo que le estaba hablando, pero se lo terminé de contar igual. Como ahora. Así que los invito a que pongan fin a todo esto haciendo play en el link que dejo en los comentarios, y escuchen el nuevo Música Cretina, que abre su Lado B —como en el vinilo original— con el Valle de la Lluvia de La Gran Arena, ese grupo que Gelb separa y vuelve a reunir a voluntad. Ahí lo tienen, lanzando juguetón el sombrero a la cámara, sabiendo que no se puede tapar el sol con la mano, y mucho menos la imagen con un sombrero, pero lo que vale es el gesto, el instante, la sorpresa. Y por supuesto que, si sos el valle, lo que importa es la lluvia. Y la Música, claro. Y si se puede que sea Cretina, por favor.

lunes, 7 de octubre de 2019

King Crimson, "Three of a perfect pair"


Ella es susceptible/ él es imposible

A la luz del sol de esta mañana de lunes me atrevería a decir que finalmente parece que arranca nomás esta primavera, pero nunca se sabe. Lo que sí sabemos con certeza es que hay un nuevo Música Cretina, que venía tan demorado como la estación de los estudiantes y las flores, y que si hacen play en el link que dejo aquí debajo escucharán como arranca con pavada de ramo como obsequio de bienvenida: ese tan estirado “Eeeeeeeeeeella” de Adrián Belew como voz principal y Tony Levin en los coros que anuncia que lo que sonará será Three of a perfect pair, gema y bautismo del último disco —ese tercero que completa el par perfecto, digamos— de la trilogía de los 80 del grupo de Robert Fripp. Justamente a partir de mañana martes King Crimson estará presentándose en un Buenos Aires que estalla de música en vivo, pero no será de la partida el bueno de Belew, así que los temas de esa época, que llevan la marca de su voz, tal vez no sean de la partida. El Rey Carmesí celebra sus 50 años, así que hay bastante —y muy bueno— para recordar, pero esta particular versión del tema que abre este no-programa es fruto justamente de esas celebraciones. Sucede que como parte de los festejos de su cumpleaños de medio siglo el grupo viene presentando online la remezcla de un tema por semana, y por estos días le tocó a Tres de un par perfecto, en una versión con un sorprendente comienzo a capella en que esas voces que anunciaban el comienzo del tema se quedan maravillosamente solas, multiplicando el efecto vocal original. Cuenta David Singleton —productor del grupo y socio de Fripp— en el audio introductorio que acompaña cada uno de los lanzamientos, que originalmente el grupo ya había presentado una versión con una intro a capella en la caja de la gira del 2016, pero en esa ocasión a la sorpresa inicial le seguía otra sorpresa: un tema casi instrumental, al que le habían sacado casi todas las voces. Cuando empezaron a pensar en los temas a incluir en esta celebración del grupo, esa particular versión fue una de las primeras propuestas. Pero a la hora de efectivamente lanzar el tema se dieron cuenta que dar paso luego de las voces a una versión despojada de ellas no era la mejor forma de presentar el tema ante un público nuevo (y esa es la idea de esta celebración semanal). Pero poner el tema tal como estaba luego del comienzo a capella tampoco era una opción, porque el nivel de las voces era diferente. Dice Singleton que juguetearon con tomar el camino extremo y dejar solamente las voces, pero terminaron eligiendo volver a mezclar todo el tema y esa es la versión a estrenar que abre este noveno Música Cretina de un año que está siendo como un parto. El tiene sus opiniones contradictorias/ ella tiene sus estados de ánimo ciclotímicos, canta Belew, y casi que completa una descripción de la tan bendita grieta, esa que nos hace protagonistas de un par perfecto que pide a gritos una tercera opción, un camino nuevo, uno que nos permita volver a confiar en el sol, en las mañanas, en esta primavera que tiene que llegar de una vez, para alumbrar algo que no nos atrevemos aún a bautizar como esperanza, pero lo que se dice esperar, estamos esperando. Mientras, por suerte, está la música, claro. Cuanto más Cretina, mejor.