De tanto laburar me duele el lomo/ la guita me da solo para lo que como
Se los presento, por si no los reconocen. Los pibes de la foto son El Cuarteto de Nos, fotografiados por Rodolfo Fuentes en Comunafiesta, un megarecital gratuito del año 1985 realizado en Montevideo. Por entonces el grupo estaba en sus comienzos. Habían sido algo así como los últimos en apuntarse a la fiesta del rock uruguayo de los ’80, lo que les permitió sobrevivir hasta la siguiente oleada, la de los ’90, donde inesperadamente lograron su primer gran éxito, un disco que hoy es un clásico, Otra navidad en las trincheras (1994). Por entonces habían dejado de lado su vertiente teatral, o sea ya no subían al escenario disfrazados de viejas, pero seguían siendo disruptivos, o pretendían serlo. Al menos a mí sus canciones por momentos me parecían tan peligrosas como un hombre bomba con hipo. Los descubrí gracias a El primer oriental desertor, un extraordinario himno punk que aun me sorprende con la crudeza nihilista de sus versos (y con esa parte del himno uruguayo incluida en el final). Un extremismo que se disfrazaba como emitido por uno de los tantos personajes extremos que habitaban sus canciones, entre los que estaba aquel increíble niño que agarraba el pitito con el cierre. Pero, así como podían ser punk o vaudevilleros, aquel Cuarteto era una banda profundamente beatle, y su gran éxito era una balada irresistible llamada Solo un rumor. Una de mis fantasías era lograr que El Cuarteto --que por entonces era un grupo desconocido fuera de su país-- apareciera en el programa de Tinelli, donde sus canciones llenas de chistes absurdos y de doble sentido parecían hechos a medida. El plan era que, cuando se hubiesen metido a todo el publico en el bolsillo, largasen con Solo un rumor, cuya pegadiza melodía se va intoxicando estrofa a estrofa con la cada vez más cruda descripción del amor de su voz cantante, que va enumerando rumores sobre el objeto de su pasión hasta llegar al ejemplo más terminal de ese recurrente "me dijeron": Y que te hicieron como siete abortos/ Y que uno salió mal/ Tuviste que parir y la quedaste/ Y que al bebé lo ahogaste en el water. No podía dejar de imaginarme las sonrisas congeladas y el espanto de conductor y publico ante aquella película de terror escondida en una canción, como la gilette en la manzana jugosa o al final del tobogán. Si el éxito de Otra navidad en las trincheras no cruzó entonces las fronteras fue seguramente porque salió por una discográfica independiente y también porque eran tiempos mucho menos interconectados, pero en realidad si uno mira la horrible tapa del disco entiende como a ningún rockero que no tenga idea de qué trata el asunto se le ocurriría darle una oportunidad. Yo me hice fan de ese disco, lo que tal vez diga demasiado algo sobre la particularidad de mis gustos e interses. Descubrí las perlas que tenía escondidas para mí, y desde entonces con cada disco del Cuarteto que cayó en mis manos hice lo mismo: buscar los temas que considerase míos (siempre había dos o tres), y hacérselos escuchar a todo el que cayese cerca. En eso estaba cuando pasaron por Supernova, en uno de los tantos intentos recurrentes e infructuosos de cruzar el charco que hicieron durante esa instancia de su carrera. Tocaron en Lo que más me gusta hacer, y nos regalaron un mini recital de cinco temas, entre los que estaba este Palomo, que formaba parte de su disco Revista Ésta (1998), y era uno de los míos. La carrera del Cuarteto tuvo un acto más, el definitivo, el que los convirtió en un grupo for export del rock de su país y también fue borrando la imagen de aquella vieja banda de escenario de carnaval, de uruguayez intraducible, con la que se convirtieron en clásicos puertas adentro. Lo he contado más de una vez, pero nunca me sentí más uruguayo como cantando a voz en cuello junto a una multitud (de uruguayos, claro) los versos más representativos de sus clásicos, que hoy seguramente serían cancelados rigurosamente. Pero lo que suena en el nuevo Música Cretina, armado con aquellas deliciosas grabaciones encontradas de comienzos de siglo, es el Cuarteto en su versión sin adulterar ni modernizar, ese grupo que no lograba cruzar el Río de la Plata pero sonaba auténtico, único, tan explosivo como de tablado, y tan uruguayo que no había caso. Por eso es que desde siempre han sido Cretinos honorarios, trayendo su música, que es lo que desde siempre a nosotrxs rebota y a ustedes les explota. O viceversa, qué importa, qué interesa. Porque siempre fuimos Palomos.
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