domingo, 31 de marzo de 2019

Meditation Singers, "Trouble's brewin'"


Se las presento: las señoras son las Meditation Singers, y abren el nuevo Música Cretina. Ya se lo que estarán pensando, que no hay nada más Cretino que eso. Y sin embargo hay algo más atrás de la cretinada, siempre lo hay, al menos antes que nada siempre está la música. Y cuando se trata de música, abran los oídos, hagan play en un no-programa que aún está flamante, y verán —escucharán, mejor dicho— que realmente la rompen. Leo por ahí que las Meditation fueron el gran grupo vocal de gospel femenino de Detroit de los años 50, que no llegaron a ser celebridades nacionales dentro de Estados Unidos, pero que sí fueron el primer grupo vocal gospel que empezó a presentarse con banda de acompañamiento, y tambien que fueron pioneras en eso de tocar en ámbitos seculares, como teatros o night-clubs, como una banda más, digamos. En el librillo del compilado Holy spirit, dedicado al “spiritual soul & gospel funk” del sello Jewel, apuntan que el nombre del coro viene de un programa semanal de radio llamado Moments in meditation, que llegaron a ser bastante famosas durante los 60, llegando a cantar tanto en el teatro Apollo de Nueva York como en el Festival Internacional de Jazz de París, y que entre sus fans figuraban Elvis Presley o Sammy Davis Jr. Las integrantes del coro fueron rotando durante los años, y más de una futura estrella pop de la época comenzó en sus filas, como Laura Lee o Delia Reese. La cosa se pone un poco mas bizarra cuando, revisando la ficha técnica del disco —Change is gonna come, de 1971— donde aparece el tema que abre el Música Cretina (y también el compilado Holy Spirit, he de confesar), asoma aquí y allá nada menos que el nombre de nuestro amigo Andre Williams. No hay nada mas secular que el buen Andre, así que evidentemente la música es lo que está antes que nada. Y este Trouble’s brewin’ tiene su buen riff y su backbeat hipnótico como para que nada más importe, como para que nos pongamos al sol de un otoño que sabe que está mas cerca del verano que del aún lejano invierno, y escuchemos la mejor música que pueden escuchar nuestro oídos, la de los creyentes seguros de serlo, pero que al mismo tiempo dejan que los demás sigamos con lo nuestro, y apenas compartamos las canciones. Cretinas, de ser posible.

sábado, 23 de marzo de 2019

Golden Slumbers, Paul

En una de las brillantes entrevistas que Paul McCartney sigue dando cada tanto a la prensa musical, en la que por suerte parece seguir creyendo, caminaba de aquí para allá por Londres con el cronista en cuestión detrás. Parece ser algo común viniendo de Sir Paul: se han difundido fotos suyas viajando en tren, hace poco fue viral un famoso video en el que canta mientras pasea en auto por Liverpool, incluso dicen que estuvo paseando el bicicleta por la Reserva Ecológica. Paul es algo así como el Beatle humano, el Beatle como nosotros, como vos, como yo. Paul es el que al final del concierto final del grupo en la terraza le dedica sus ultimas palabras en un disco de Los Beatles a una fan, la fan original, la única presente en ese lugar en representación de todas. Como señala Rob Sheffield en el prometedor prólogo de su libro Dreaming The Beatles, el siempre ingenioso Lennon dice al final “Espero que hayamos pasado la audición”. Pero la frase de Paul es simplemente “Gracias Mo”, en referencia a Maureen Cox Starr, la esposa de Ringo, una de las fanáticas originales del grupo desde las épocas de Liverpool, la fan que consiguió casarse con un Beatle: Ringo. Pero cuenta la leyenda que antes incluso consiguió darse unos besos con Paul, que le dedica su gracias final a ella, no a Billy Preston, no a los técnicos ni a los policías, sino a la divina Mo, la encarnación de los fans de los Beatles, las fans, las que importan. O al menos las que siempre le importaron a Paul, eterno caballero inglés, que nunca olvida donde empieza su negocio o su suerte. Ni a quiénes les debe ser Paul McCartney hasta el fin. Pero volvamos a Paul y su caminata por Londres, de aquí para allá, que aquel cronista destaca como sorprendente. Porque le resulta increíble que un Beatle pueda caminar libremente por ahí, tan campante. Hasta que en un momento de esa caminata Paul se detiene a mirar algo, no recuerdo qué, una pintada o un cartel. Y enseguida se empieza a juntar gente a su alrededor. De pronto, dice el cronista, Paul lo mira y le dice: Siempre en movimiento, no hay que olvidarse de eso. Y vuelve a caminar, escapándose de la pequeña multitud que se había reunido a su alrededor y amenazaba con atraparlo. Siempre en movimiento es el consejo de Paul, y tal vez por eso es que no deje de tocar, que siga girando por el mundo, cantando sus canciones. Estar atrapado no es cantar siempre los mismos temas, sino dejar de moverse. Qué ironía que Paul sea entonces el último rolling stone, la piedra rodante que nunca junta moho, el laburante eterno, el músico que gira por el mundo cantando sus canciones para ese mundo que le dio vida, que lo eligió como su sonrisa eterna, y que está dejando de existir lentamente. Anoche Paul durmió en Buenos Aires, cerca nuestro, soñando con nosotros sus sueños de Beatle eterno, y en un rato sus temas Beatle flotarán en el aire, bueno al fin en Buenos Aires. El que dijo que los de la platea podían sacudir sus joyas ya no está en este mundo, así que Paul no dirá nada en ese Campo de Polo, no hablará de riquezas, sólo seguirá trabajando. Porque eso es Paul, un laburante, tocando ante los que pueden pagar la entrada, noche tras noche. Durante el paso de Paul esta semana por Santiago de Chile, Mauricio Redolés celebró en una carta abierta justamente eso, al Beatle laburante, y se preguntaba qué habría soñado en su ciudad. “¿Un sueño santiaguino en el cual lo llega a visitar John para hacerle una vez más bullying por la bella Obla-di-obla-da, llamándola una vez más esa ‘granny shit song’?”, se reía el amigo Mauricio, que enseguida nombraba a una serie de músicos y personajes de Santiago que habían adoptado y popularizado la canción, invocándolos en defensa de Paul, y a los que desde acá podríamos sumar a todas nuestras hinchadas de fútbol, que nunca han olvidado ese tema. También Andrés Calamaro le escribió a Paul, recibiéndolo en Buenos Aires. “Con amor infinito, agradecemos la vida que nos diste”, lo celebra. “Pura vida. Pedazo de obra a tus pies, inventor del invento y del tiempo. Y del viento. Al lado de Lennon y Mozart, que hay tiempo”. Vaya uno a saber qué soñara Paul, qué pensará de todo esto, qué pensará de todos nosotros, si es que nos piensa. Sólo sabemos lo que canta. Y lo que Paul canta, noche tras noche, son canciones de Los Beatles para todos. No hay mayor maravilla en este mundo nuestro, que pese a tener dueños cada vez mas avaros pasa a ser de todos en una canción.

jueves, 21 de marzo de 2019

Daniel Melingo, "Las flores del Paraguay" (Los Hermanos Clavel)

Ay ay ay ay/ Quiero a todas las flores del Paraguay

Son un clásico perdido. Un nombre y una canción que siguen funcionando como lo que era el rock durante el siglo pasado, como un lenguaje secreto que nos permitía reconocernos, saber que formábamos parte de una misma cofradía. Antes la podíamos llamar cultura rock, o rock a secas, hoy quién sabe. Como todo, debe estar en vías de extinción. Como decían Los Rodriguez: especies que desaparecen. Pero, al mismo tiempo, porque los nuevos tiempos necesitan alimento y contenido, y al ser nuevos son tan prepotentes que creen estar vacunados contra todo, también podría estar al borde de su reciclaje, de su reaparición, del momento de invocación para regresar al presente, a sus quince minutos de nueva fama. Entonces ayudemos a sacarlos del olvido, disfrutemos manipulando un pasado que está tan fresco y tan vivo, que merece ser presente. “Hay una generación que no me conoce”, decía Federico Peralta Ramos, y lo mismo se podría decir de los muchachos de la foto. Se los presento: con ustedes, Los Hermanos Clavel. Ellos cantaban una canción que Daniel Melingo rescató en su segundo disco tanguero, Ufa!, y que por supuesto sonó y sonará en Música Cretina las veces que haga falta. Los Hermanos Clavel eran Antonio Rubén Vázquez, alias Nebur, y el querido Daniel Riga, acompañados en esta hermosa foto por Horacio Fontova en el extremo izquierdo, y Juan Belia con las maracas, entre los Hermanos propiamente dichos. El magma del que se formaron Los Hermanos Clavel es el mismo en el que se reinventó el rock nacional hacia el final de la dictadura, esas ganas de libertad en una generación que intuía que ya había una luz al final de las sombras. Pero, como decía antes, no hay mucha gente que hoy sepa quienes son Los Hermanos Clavel. Tal vez no se puede condenar a nadie por eso. Pero una canción como Las flores del Paraguay no merecería estar olvidada. Me la recordó el Cuino hace unos años, durante una entrevista que hicimos para ponerlo en una merecida tapa de Radar. Como respuesta a una pregunta, empezó a recitar la letra y al final hubo brindis y todo entre entrevistador y entrevistado. Estaba también Jorge Larrosa por ahí. El que hace tiempo que ya no está es Daniel Riga, ex San Pedro Telmo y luego integrante de Los Locales, el combo acústico que era banda paralela de Palo Pandolfo en la época de Los Visitantes. Riga falleció prematuramente antes de que se terminase la última década del siglo pasado. Nebur, por suerte, sigue dando vueltas por ahí. Supo diseñar las tapas de los primeros discos de Los Abuelos, y también hizo la del de Cuino solista. Cuando postié hace unos años un comentario lleno de preguntas sobre el tema, fueron muchos los que aparecieron con algunas respuestas, entre ellos el mismísimo Nebur, que rescató la foto que ilustra estas palabras. En este otoñal jueves porteño los invito a escuchar secretos en uno de los Música Cretina rescatados el año pasado durante el ciclo de FM Universidad de La Plata. Hagan play en este link, y al promediar el Lado A escucharán al gran Melingo convocar la alegría de aquellos tiempos clandestinos, cantando eso de Tengo los ojos rojos y el alma dorada/ y las manos verdes en la guitarra. Una descripción prematura para un jueves, pero ideal para el fin del verano y un inminente fin de semana que merece más ojos rojos y almas doradas. Ay ay ay ay, es tiempo que queramos a todas las flores. Y que no se diga más.

miércoles, 20 de marzo de 2019

Cienfuegos, "El secreto del nombre"

El amor como tortura/ es el único amor

Uno de los grupos Cretinos por excelencia sin dudas que son los Cienfuegos. Por actitud, rock’n’roll y discoteca. Y por versos como el que se puede leer acá arriba, que distan de ser verdades filosóficas pero que en el arrebato del rock o de la vida parecen serlo o simplemente queremos que lo sean. Y por eso los cantamos a voz en cuello en los recitales. El tema en cuestión es El secreto del nombre, en el que Sergio Rotman nombra por primera vez a Minderely, o sea quien hoy conocemos como Mimi Maura, el amor que le cambió la vida, bomba sobre mi destino/ Hiroshima espiritual. Está en el álbum debut de Cienfuegos, un disco extraordinario, que abre todas las puertas y te deja pidiendo más pogo, pero también más discos. Rock de mal viaje, de exorcismos, de sudor y necesidad de vaciarlo todo, de olvidarlo todo. Siempre funcionó así para mí cada show de Cienfuegos, que no se por qué me recuerda aquella frase de Henry Rollins en Obras, cuando el estadio aprovechó un hueco entre sus temas para vitorearlo y regalarle un “o-ohoh-o, rollins rollins” –o algo así-- y el tipo puso cara de asco y dijo: “Todo muy lindo, pero yo tengo cosas para decir”, y volvió a berrear su música. Eso es también Cienfuegos, y como dirían ellos al leer esto: todo muy Cretino, sí, pero tenemos cosas para decir. O sea que vamos al punto, que sería que increíblemente el grupo se junta en unos días, a doce años de su último show y por única vez, para un recital en Groove el 6 de abril que se agotó y entonces sumaron otro, el día 5. Buscando entre los últimos Música Cretina encontré este no-programa donde suena El secreto del nombre apenas arranca el Lado A, para compartir con ustedes. Además, es una emisión llena de clásicos, ¡no saben lo que es la foto de los discos! Y como el año pasado hubo momentos de sobredosis, no se lo escuchó online como se lo merece, así que bienvenida esta nueva oportunidad. Hagan play y Cienfuegos aparece enseguida, justo después de los Texas Tornados y después que siga la fiesta. Confieso en que hubo una época en que me tuve que prohibir programar Cienfuegos, porque siempre había un momento en que me venía a la cabeza alguno de sus temas como perfecto para hacer que una lista de temas siga fluyendo. Son de mis preferidos, y para probarlo acompaña estas líneas la que creo que debe haber sido una de sus primeras notas, en uno de los primeros números de la Inrocks –el numero 6, de diciembre del 1996--, firmada por este servidor, y con foto de Nora Lezano. “Romanticismo agreta y angustia rocker”, escribo por ahí. Aguante Cienfuegos, qué tanto. Nos veremos en Groove, espero.

martes, 19 de marzo de 2019

Música Cretina 2019 #2

ESTO NO ES UN PROGRAMA

8-3-2019

Lado A

“Me llevé un poco de tu mirada/ guardada en la mía”

1.- Macy Gray, Cold world
2.- Ana Laan, Me echarás de menos
3.- Ibeyi, Cleo who takes care of you
4.- Doris Allen, A shell of a woman
5.- Maria Ezquiaga, Como el viento voy a ver (Pescado Rabioso)
6.- Joan Jett & The Blackhearts, Androgynous (The Replacements)
7.- Celeste y La Generación, Sabemos que vuelvo pronto

Lado B

“Me quedo sin aliento/ porque no puedo ir más lento”

8.- Romina Peluffo, Obsesa
9.- Anna Calvi, Don’t beat the girl out of my boy
10.- Los Cocineros, Chamuyo cafiolo (Mauricio Ubal)
11.- Laura Lee, As long as I got you
12.- Waxahatchee, Grey hair
13.- María Rodés, Rima con canción
14.- Linval Thompson, Supernatural love
15.- Jackie De Shannon, And it stoned me (Van Morrison)
16.- Sr. Tomate, Ya nadie va a escuchar tu remera (Patricio Rey y Sus Redonditos de Ricota)

lunes, 18 de marzo de 2019

André Williams 1936-2019

Se los presento: el tipo se llama André Williams, y murió ayer, con 82 años. En esta foto sonríe y está bien vestido, digamos que luce más que presentable. Pero la imagen que uno puede tener de él a través de su música no es precisamente esa. André era un sobreviviente, un pibe de Alabama que a los 6 años quedó sin madre y fue criado por sus tíos hasta que se mudó a Detroit, donde se acercó a la gente de Fortune, un pequeño sello que funcionaba en el fondo de una peluquería. A partir de entonces comienza su leyenda, que es pequeña, una nota al pie de página. Como tantos en su época, Williams tuvo varios hits locales, algún que otro éxito nacional, y no mucho más. Eso si, mal no la debe haber pasado entonces. Entre sus momentos de gloria de aquella época está ser el co autor del primer simple que grabó Little Stevie Wonder, haber trabajado con Ike Turner, y hacer lo propio para Parliament y Funkadelic durante los años 70. Para la década siguiente, sin embargo, Williams fue una piltrafa, corrió detrás de sus adicciones y terminó viviendo en la calle. O en la cárcel, cuando se le terminaba la suerte. Pero volvió, claro que volvió. Durante la década siguiente empezó a juntarse con grupos como The Sadies, a poner su voz aguardentosa al servicio de canciones que no necesitaban mas que un gruñido antes que una frase para dejar en claro de donde venían. Lo que en Tom Waits es arte para André es cosa de todos los dias, o al menos de sus días pasados. Descubrí a André Williams en los tiempos de Tower Records, gracias a la revista Pulse, donde encontré un artículo que celebraba su regreso con un disco enorme, tal vez el mejor de su madurez, llamado Bait and switch. Aquel disco, eso sí, no estaba en la sucursal de Callao y Santa Fe, sino que creo que se lo tuve que encargar a alguien. Pero desde entonces es uno de los tesoros de mi discoteca, y el nombre de André pasó a ser una de esas líneas a tirar al océano de internet para siempre sacar algo. Increíblemente el viejo siguió activo, sacando mas y mas discos. Siempre con su voz al frente, siempre moviendo las caderas, siempre mugriento, siempre sugerente, siempre pidiendo con la diablura del que ya no necesita, y al mismo tiempo necesita siempre. André era rock del viejo, rock prohibido, ese rock que a la luz de los nuevos tiempos sería condenado e iría preso, pero que alguna vez nos salvó la vida. Supongo que muchos andamos preguntándonos qué significa eso, qué sentido tiene para nosotros y por qué y cómo debemos defender esos recuerdos y esos principios, si es que los hubo. El rock supo ser antes que nada un lenguaje secreto, una luz en un camino donde --por fin-- todo estaba permitido. Las rutas elegidas no son responsabilidad del rock, que es apenas la piedra contra el vidrio. De qué vidrio hablamos es problema nuestro, al fin y al cabo. Escuchar a André siempre me pareció que era como escuchar lo prohibido, Dionisios hecho música y gruñidos, Apolo mandado a paseo. Desde ese primer disco que descubrí de él André siempre fue un Cretino honorario, porque --lo confieso-- parecía ser mío y de nadie mas, y porque su aparición siempre hacía parar la oreja, que es algo hermoso que regala la música, ese tironeo, esa arena antes que aceite en el engranaje, ese despertar a un mundo nuevo. O a la súbita ausencia de ese mundo al que estamos condenados todos los días: de pronto, alguien tira de la alfombra donde estamos parado y hay que arreglarse. La noticia de que André Williams finalmente estiró la pata no es para ponerse triste. Al menos no fue eso lo que me pasó. Porque el viejo estaba viviendo de prestado. Había regresado de su naufragio particular, y apenas si daba testimonio de ese tiempo extra de disco en disco. Pero dicen que incluso un reloj roto da la hora correcta dos veces al día, y un rockero que regresa de su infierno sabe que no hay tiempo ni horas, solo un presente sin ningún otro tiempo que el de su canción. Y la canción no se mancha. O no debería. En aquel disco con el que lo conocí había muchos temas maravillosos, pero hay uno en el que siempre pienso cada vez que recuerdo al viejo André. Un tema sentido, despojado, apenas una guitarra eléctrica acompañando un lamento que anuncia que un día podes estar en el cielo, el próximo en el infierno, un día podés vivir en un country, al día siguiente estar en la cárcel. André, claramente, sabía de lo que hablaba. Y le hablaba a alguien que había pasado por lo mismo, le decía que lo entendía. Pero lejos de ser un lamento, el tema terminaba con una patada en el culo. ¡Levantate!, gritaba. ¡Poné tus cosas en orden!. En eso estamos, André. En eso estamos. Gracias por avisar, che. Y buen viaje.

sábado, 16 de marzo de 2019

Andrés Calamaro, "No me vuelvas la espalda por eso"


No trates todo el tiempo/ de corregir mi vida

Como les decía, el año pasado —entre los estrenos de la temporada y el ciclo de rescates de la FM Universidad de La Plata— hubo sobredosis de Música Cretina, así que muchos no-programas pasaron de largo. Como el que pueden escuchar cliqueando acá, y que incluye esta versión de un tema originalmente incluido en un disco que este año celebra sus 30 años. Ya veremos venir notas aquí y allá recordándolo, y bien que se lo merece, porque es ni mas ni menos que la primer obra maestra del Andres Calamaro solista. Pero también, recuérdenlo, eran épocas en que muy pocos se tomaban en serio a Calamaro. Había sido despreciado como el carilindo que le robaba protagonismo a Miguel Abuelo en épocas de Los Abuelos, justamente. Después fue el primero en pararse los pelos bien alto para su segundo disco solista (donde juntó por primera vez a Charly y Spinetta, por ejemplo), que fue un fracaso como el primero, ya que ni fueron presentados y cuyas discográficas cerraron luego de sacar el disco. El resultado fue la primera travesía por el desierto que debió encarar el buen Andrés, en este caso reinventándose como productor con toque de Midas, lo que finalmente le permitió retomar su carrera solista, a ver si podía hacer por sí mismo lo que tan bien había hecho por otros. Pero para entonces su estilo era de jopo y campera de cuero, un rock muy Chuck Berry que se daba de narices con los raros peinados nuevos de entonces, y al que nadie le prestaba mucha atención. Así fue como pasaron sin pena ni gloria dos discos que fueron los preferidos de cierto periodismo de rock, uno mejor que el otro, Por mirarte primero, y después sí, Nadie sale vivo de aquí, un guiño al título de la biografía de Jim Morrison, que por entonces recién estaba siendo redescubierto gracias a las notas que venía dedicándole Alfredo Rosso en la Cerdos & Peces. Eran épocas de hiperinflación y cortes de luz, de carencia de vinilo para los discos, y carencias de todo tipo, así que no sería demasiada sorpresa que Calamaro escuchase el canto de sirena que llegó desde el otro lado del Atlántico, y allá fue detrás de Ariel Rot que se había ido primero, a profundizar el sonido que ya habían empezado a afilar juntos de este lado del charco. Hubo más desierto para Calamaro allá, no vayan a pensar. Pero eso es otra historia, lo que en esta tarde de sábado no-tan-soleado nos importa es ese disco que fue algo así como un Last Chance Texaco para muchos, recuerdo que por entonces yo trabajaba largas horas de trasnoche en Radio Mitre y me había grabado los dos discos en sendos lados de cassette, y pensaba que muchos de esos temas me hablaban a mi. Me la pasaba tratando de convertir todo el mundo a la música de Calamaro, un muy personal Programa Andrés, que durante un verano en San Bernardo con compañeros de la Facultad con los que luego fundaríamos La Tribu terminó siendo efectivo para conseguir nuevos acólitos. Sin embargo, lo que acá arriba compartimos (y en el no-programa también) no es la versión original de aquel disco, sino una que Calamaro grabó en uno de los tantos discos en vivo que aparecieron luego de Bohemio. Se trata del que está escondido en el DVD Pura sangre, donde se puede escuchar una versión alargada de aquel No me vuelvas la espalda, que en original no llegaba a los dos minutos. Pasen y vean entonces, Calamaro revisitando su primer cumbre: hace tiempo que el buen Andrés está en paz con aquellos temas, es más, hubo algún coqueteo con la posibilidad de volver a tocar aquel repertorio, pero la sonrisa que durante un intercambio fugaz pareció ser una invitación a considerar la idea, la última vez que hablamos fue un no de plano, hecho y derecho. Una lástima, porque ya en aquel Luna Park que coincidió con Dylan tocando con los Stones, además de tocar algún clásico ochentoso del buen Bob, Andrés había tocado alguno de estos temas, que lejos de pasar desapercibidos habían sido coreados por todas las voces femeninas del estadio, robándole sin empacho aquellos versos a los periodistas solitarios y masturbatorios que creían entonces tener la exclusividad. No hay nada mejor en el rock que lo que parece de pocos termine siendo de todos, por más que algunos se enojen. Esa movilidad poética es lo más parecido a una revolución que tenemos por casa, pero no estamos hablando (¡todavía!) de revueltas ni mucho menos de revoluciones. Hablamos en realidad de un repertorio que ya tiene treinta años, de un no-programa perdido del año pasado, de una tarde de sábado que merece música, y de un tema que habla de partes prohibidas, de vueltas de espaldas injustas, y de cosas que nunca se debieron decir. Pero pasa el tiempo, y volvemos a hablar así. Por suerte, claro. En este caso, al menos.

jueves, 14 de marzo de 2019

María Ezquiaga, "Como el viento voy a ver" (Pescado Rabioso)

Vos no me dejaste/ tampoco yo a vos

No es error u olvido que al final del primer verso no aparezca el habitual nena. Sino que la que versiona este clásico de Pescado Rabioso en el Lado A del último Música Cretina que sigue sonando online (¿ya lo escucharon?) es, justamente, una nena. Acá la pueden ver, se trata de María Ezquiaga, voz líder de Rosal, que desde la banda de sonido de la película Lxs mentirosxs, presentada al fines del año pasado en el Festival de Mar del Plata y futura serie televisiva de la Un3, demuestra que apenas una guitarra le alcanza para estar a la altura de los clásicos del rock nacional. El único al que le había escuchado hacer algo parecido fue a Leo García, que supo dejar a mucho escéptico con la boca abierta por su ductilidad, precisión y sentimiento a la hora de cantar Tanguito, Nebbia o Moris acompañado apenas por una acústica. María, además, lo hace con una eléctrica. Me advirtió que, particularmente en el caso del tema de Pescado, la versión solo en guitarra musicalmente le sonaba demasiado vacía, pero que todo se entendía en la película. Le respondí que no hacía falta el contexto para entender, que todo estaba claro con el primer verso y el primer acorde, porque fue lo que me pasó la primera vez que hice play en su versión. La extraordinaria voz de María tal vez sea uno de los grandes secretos de su generación. Muchos la conocimos cuando arrancó cantando con Sergio Pángaro: entonces aún no reteníamos su nombre, para todos nosotros era “la que afinaba”. ¡Y cómo! Una de las grandes virtudes de María es que afina, sí, pero sin perder sentimiento ni personalidad. A pesar de su corta estatura, su voz es enorme, y parece mirarnos a todos desde un lugar privilegiado, pero sin ser jamás lejana. Al frente de Rosal, María ha hecho un recorrido único, comenzó con su responsabilidad al frente de un grupo cercano al pop de cámara, un grupo de “chicas” que cantaba un hit inmediato y cómplice como Bombón, firmado junto a Julieta Ulanovsky, co-fundadora y bajista del grupo. Y termina dos décadas más tarde como la voz que asoma desde la oscuridad de los últimos discos de Rosal, decididamente devenido en trío musicalmente exquisito. Ya había incursionado María en los covers, los hacía con Pángaro allá lejos y hace tiempo, y también tanto en vivo con Rosal —maravillosa su versión de Piano bar—como en su disco a dúo con su pareja Darío Jalfin. Pero la banda de sonido de Lxs mentirosxs es otra cosa, no cualquiera puede interpretar con semejante autoridad temas que son monumentos como De nada sirve o Amor de primavera. Pero con el tema de Pescado es aún más contundente la apropiación, su masculinidad deviene femenina sin perder nada de su potencia. Aún recuerdo la impresión que me provocó, sumergido en la oscuridad del cine, escuchar aquel Vos no me dejaste como parte de a banda de sonido del debut local de Agresti, El amor es una mujer gorda. En aquellas épocas el rock nacional aún era un lenguaje secreto, y su aparición en medio de un lugar ajeno como aún lo era el séptimo arte local hacía que uno comenzase a mirar a los costados, a ver quién compartía el chiste o si alguien amagaba quejarse. Se podría decir que lo mismo sucede instintivamente al escuchar semejante tema en la voz de una mujer, al sentirlo transformarse sin dejar de ser lo que es, verlo adquirir nueva piel y reclamar otro lugar en el mundo. Ya veremos, como el viento, qué se hace con el amor.

lunes, 11 de marzo de 2019

Ana Laan, "Me echarás de menos"


Fui the best thing in your vida/ no lo supiste ver

Si Ana Laan se ríe desde la portada de su segundo disco solista es porque se salió con la suya. El segundo tema del Música Cretina que suena desde viernes pasado, el del 8M, dedicado a las voces femeninas, es justamente de ese disco. Y se trata de una canción que merece el orgullo risueño de Laan, es porque es un contundente y desprejuiciado himno de separación, de desengaño, de adiós y que te vaya bonito, de —como dice en la letra— voy a dejarte my friend. Cruda, directa e ingeniosa en su uso del spanglish, es también doblemente fascinante en tanto su interlocutor es ni mas ni menos que un por entonces recién mega-oscarizado Jorge Drexler, el su ex, que por entonces trataba de mantener en las sombras su noviazgo con Leonor Walting, justamente una estrella del mundo de esa pantalla grande que acababa de convertir al cantante uruguayo en celebridad mundial. A tono con la sobria uruguayez y los modos de Drexler, en su disco editado durante aquella época, 12 segundos de oscuridad (2006), apenas si había pistas que podían ser leídas como alusiones a un cambio en su vida privada, su separación y nuevo romance, negadas o matizadas por su autor en su momento. Pero no en vano Ana Laan supo ser Rita Calypso en el under madrileño del fin de siglo, donde conoció a Drexler cuando el montevideano se instaló allí al comienzo de su carrera internacional. Así que todo lo que en el disco de su ex es oscuridad, un año mas tarde --2007-- en el de ella es pura luz, un reflector directamente apuntando sobre el tema y el culpable como si estuviese en una ronda policial de reconocimiento. Kiss me goodbye, you Mal Bicho, canta la Laan en un tema en el que la mujer abandonada se empodera, acusa y atropella. Pero que, no nos olvidemos la risa, es además una tomada de pelo muy bien hecha, un gran tema, que increíblemente se ha escuchado poco, más pensando de dónde viene y a quienes se refiere. Cuando Drexler empezó a visitar Buenos Aires, antes del Oscar y del affaire Marling, fue cuando por acá conocimos a Ana Laan, ya que lo acompañó en aquellos shows, fue presentada sobre el escenario, y también editó por aquí Orégano (2004), su debut como solista. Lastima que a nadie se le ocurrió hacer lo mismo con este Chocolate and roses, mucho más filoso y con más tela para cortar. Y, lo que es más importante, mejores canciones. Como ésta que, después del tema de Macy Gray, reabre el Lado A de un Música Cretina que aún suena como si fuese nuevo, y tiene tantas cosas para decir en este lunes flamante y celeste sin que nos cueste.

domingo, 10 de marzo de 2019

Macy Gray, "Cold world"


¿Qué es lo que hice?/ ¿Por qué es que nadie quiere mirarme a los ojos?

Así es como arranca un nuevo Música Cretina, el segundo del año, recién salidito del horno, integrado sólo por voces femeninas. La que canta es Macy Gray, desde su último álbum, Ruby, editado en la segunda mitad del año pasado, nada menos que su décimo trabajo en estudio en una carrera discográfica que lleva ya dos décadas exactas, por lo que —salvo su extraordinario álbum debut— se ha desarrollado íntegramente en este siglo, aunque cada vez escuchemos menos de ella. Leo por ahí que su nombre original es Natalie MacIntyre, que nació en Ohio, que cuando era chica se burlaban de ella porque tenía voz rara, que escuchó mucho rock n roll durante su juventud y que se mudó a Los Angeles para estudiar guión hasta que alguien le pidió que escribiese una letra para un demo, y cuando la cantante nunca apareció, ella terminó cantando y en realidad ahí empezó todo. El tema que la consagró, I try, sigue siendo una bomba aún hoy, resumiendo las mejores de sus cualidades, esa mezcla perfecta entre la sensibilidad confesional de Billie Holiday y la polenta de Tina Turner, o viceversa. Algo parecido se puede escuchar en el arrasador Cold world, el tema que abre un no-programa ideal para hacer play y dejarlo sonar en este domingo de cielo azul y viento fresco, preludio de un otoño que está casi a la vuelta de la esquina, en el que Macy Gray puede hacernos compañía, y lo mismo se puede decir de un Música Cretina que tiene mucho más para compartir, abrigar en la sombra y reposar al sol.  

lunes, 4 de marzo de 2019

Darnauchans & Cabrera, "Un transeúnte"


La noche se te cuela en la razón/ y te ves negando el sol

Llueve en esta mañana de carnaval, y el anticlímax es ideal para escribir sobre Eduardo Darnauchans, un uruguayo al que me es difícil pensarlo carnavaleando, pero sí bajo la lluvia, en realidad siempre bajo la lluvia. Suena en el primer Música Cretina del año apenas arranca el Lado A, búsquenlo, justo después de la versión de My Sweet Lord de Hurray For The Riff Raff. Lo que se escucha es el hermoso Un transeúnte, un tema me quedó grabado desde uno de los primeros discos que escuché de él, un Nieblas & neblinas en vinilo que me traje en mi primera cosecha de música uruguaya después de pasarme cerca de un mes patrullando 18 de Julio de arriba a abajo, comprando casi todo lo que veía en bateas cada vez más raleadas. Lo conté mas de una vez: volví a Buenos Aires con una pila de discos, pero los que más recuerdo —nos suele pasar a los coleccionistas— son los que no compré porque ya tenía demasiados, y nunca mas volví a ver: el debut solista de Jorge Nasser o Autoblues de Cabrera. Ese Nieblas y neblinas, que creo acababa de salir, estaba sin embargo en el lote, y si lo recuerdo con cariño es por esta canción urbana que siempre me pareció entrañable, y que en mi búsqueda de canciones para hacerle escuchar a mis amigos rockeros porteños y así compartan aquel nuevo fanatismo por la música uruguaya, me parecía que era una de las que podían escucharse sin manual, sin tener que explicar quién era y por qué me gustaba. No fue posible. Creo que nadie entendió jamás mi entusiasmo por el Darno. Que en realidad era una intriga: quería saber quién era, cómo era posible esta música en la tierra del Carnaval. Con el tiempo iba a saber de la dicotomía entre murga y rock por un lado, y la canción urbana pura por el otro, el pequeño River-Boca de la música uruguaya (Peñarol-Nacional mas bien), eso que alguna vez hizo enojar durante una entrevista al prócer vivo del lado más rocker de la historia, acusando a alguien de la vereda de enfrente de cantar como un monaguillo. Se podría decir que el Darno estaba del lado de los monaguillos, pero supongo que semejante palabra, para alguien tan orgullosamente comunista como él hubiese sonado a insulto. Lo cierto es que si bien el Darno era rockero y dylaniano, su sonido siempre estuvo mas cercano al de los baladistas folk británicos (y franceses) mas clásicos, siempre fue mas un juglar y un trovador que otra cosa, dedicado a ajustar cuentas con su pasado, familiar y generacional. Me acuerdo de haber escrito una nota pequeña para Página12 cuando me enteré que venía a tocar en Buenos Aires, en el que tal vez haya sido su único concierto porteño. Creo recordar que hablé con él por teléfono, pero cuando repaso el recorte los textuales son más bien sacados de las notas del Sábado Show y la Brecha que tenía recortadas. Por esa época alumbraban los 90 y también el rock chabón, el mito de Mateo recién empezaba a gestarse y apenas Jaime Roos estaba editado por acá, ni hablar de ninguna banda de rock montevideana, y el Darno vino a tocar con un par de guitarras acústicas, en plan Zitarrosa. No fue nadie a verlo, éramos cuatro en ese sótano de la calle Paraná, a metro de Corrientes, contando al borracho que empezó a interrumpir el concierto y el propio Darno —justo el Darno, con su leyenda de mostrador y copas de más— tuvo que intentar hacer callar para poder continuar con lo suyo. Fue debut y despedida, y recién años después su nombre volvió a aparecer en la prensa porteña, en este caso por culpa de Jorge Drexler, que mostró una generosidad poco común dentro del gremio cuando, en todos los reportajes que dio antes de su primer show consagratorio en un teatro de la Av. Corrientes, se preocupó por nombrar a los dos músicos que consideraba como sus maestros, Fernando Cabrera y Eduardo Darnauchans. ¡Drexler monaguillo nomás! Desde entonces y hasta ahora, Cabrera tomó impulso y lentamente fue consiguiendo un público fiel de este lado del río. El Darno, en cambio, ya por entonces estaba dejado y casi ausente, incapaz de ingresar a un estudio, sin ganas de tocar en vivo. El propio Cabrera primero, y luego especialmente Alejandro Ferradás de manera heroica, lo hicieron dejar testimonio de sus últimas canciones, algo por lo que habría que hacerles un monumento. Por esas épocas en las que yo aprovechaba cualquier excusa para visitar Montevideo, estaba obsesionado con entrevistarlo al Darno. Había conseguido su teléfono y lo llamaba, y él siempre se negaba. Finalmente, en un viaje para cubrir una Fiesta de la X que se hizo alrededor del Centenario, me escapé durante toda una tarde agobiante para ir a entrevistarlo en su departamento en la calle San José, donde vivía con su mujer, Patricia. Debemos haber estado unas dos o tres horas hablando de su carrera, mientras tomábamos Coca Cola light, y él miraba curioso las tapas de todos sus CDs, que había llevado conmigo para que pudiésemos ordenar nuestra charla. Recuerdos dos cosas que había en su casa: una videocasetera rota, con el documental Don’t Look Back sobre Dylan eternamente atrapado dentro de ella. Y una guitarra que no solo nunca amagó tocar sino siquiera la miró, olvidada contra una pared. Recuerdo también que durante el transcurso de la charla a pura gaseosa y cigarrillos, el Darno se fue despertando, y terminó acompañándome animado hasta la puerta de entrada del edificio, donde nos prometimos seguir la charla en otra oportunidad. No pudo ser: el Darno y Patricia beberían hasta morir apenas unos meses más tarde. Esa tarde, lo último que recuerdo de él fue que se disculpó por no poder bajar el largo tramo de escalera que hacía las veces de frente de ese edificio sobre San José, señalando su bastón. Tenía apenas 53 años, pero aparentaba por lo menos una década más. Me saludó desde arriba de esa larga escalera, mientras yo buscaba un taxi para volver al Centenario. Ese día había un sol criminal, tan anticlimático como esta lluvia de hoy en pleno carnaval para aquella charla que merecía una caverna lunar, que era como el Darno llamaba al estudio de grabación, ese lugar sin tiempo, sin luz natural, alejado de todo. Tan alejado como está el Darno de tener algún reconocimiento fuera de Uruguay, fuera de Montevideo más bien, cantautor maldito que supo ser el principal enemigo de su música, o mejor dicho de su carrera. Acá en Música Cretina lo consideramos cretino honorario, y cada vez que podemos lo hacemos sonar. Por todo eso, justamente. Y más también. Si se dignan a hacer play en este primer no-programa del año, escucharán una versión en vivo y a dos guitarras de Un transeúnte, de un concierto que hicieron con Cabrera, largamente pirateado en su momento, y que finalmente tuvo edición oficial hace algunos años. Desvives lo vivido y tienes sed, canta el Darno, acompañado por Cabrerita, y podemos también cantar nosotros, es verano pero llueve como si fuese invierno, y no hay carnaval que alcance para devolver la fiesta. Es marzo, y el año amaga tocar la puerta. Díganle que no estamos, que no hay nadie. Nos fuimos y, si volvemos, no le pensamos avisar.

domingo, 3 de marzo de 2019

Música Cretina 2019 #1

ESTO NO ES UN PROGRAMA

27-2-2019

Lado A

“Quiero que esta mentira estalle”

1.- Hurray For The Riff Raff, My sweet lord (George Harrison)
2.- Darnauchans & Cabrera, Un transeúnte
3.- Mike Johnson, Another side
4.- Kanye West, Feedback
5.- Indio Solari, El Tío Alberto en el día de la bicicleta
6.- The Specials, The lunatics
7.- Mister c/Amparo Torres, Juventud

Lado B

“Todo está colocado/ todo en cada lugar sagrado”

8.- Jay-Jay Johanson, The girl I love is gone
9.- Mauricio Redolés, Sueños
10.- Bonnie “Prince” Billy, The cross (Prince)
11.- Gallon Drunk, You should be ashamed
12.- Fontova Trío, Santa Marta
13.- Ronnie Wood, Catch you
14.- DChampions, Alfajor místico

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sábado, 2 de marzo de 2019

Jay-Jay Johanson, "The girl I love is gone"


El vacío por dentro crece noche a noche, cada vez más fuerte/ y dónde estás vos para calmar mi dolor

¿Lo recuerdan? El tipo se hacía llamar Jay-Jay Johanson y medio que la pegó con un debut que salió en el momento justo. Crooner etéreo en pleno universo trip-hop, sus mejores temas funcionaban como banda de sonido ideal para el indispensable momento de calma dentro cualquier pesadilla lyncheana. Hay artistas que basan su acto en un solo truco, y el de este sueco era así, fantasmagórico y melanco, cantado al oído, siempre con la posibilidad de que haya algo acechando a la vuelta de la esquina. No le fue mal: encontró su lugar y no se movió mucho de ahí (leo en internet que intentó moverse hacia el electroclash, pero enseguida volvió a lo suyo), incluso dos décadas después de asomar la nariz llegó a tocar en La Trastienda como estrella del ciclo Días Nórdicos haciendo más o menos lo de siempre. Su verdadero nombre es Jäje Johansson, así que mejor Jota Jota, y nació hace unos 50 años en Trolhättan, una ciudad a 75 kilómetros de Gotemburgo, cerca del límite con Noruega. Ya lleva once discos editados, pero este hermoso tema es del primero, Whiskey (1996), y es tan perfecto que parece un standard, pero no, es suyo. Y a esta altura también es de todos: La chica que amo se fue, canta Jota Jota, y así como Lopez se hundió con el barco River cuando se fue al descenso, Johansson (un apellido que debe ser tan común como Lopez en Suecia) se hunde con sus recuerdos y melancolías abriendo el Lado B del primer Música Cretina del año, que merece escucharse de punta a punta, pero quién soy yo para decirlo que lo hago justamente para eso. Pasen y escuchen ustedes, entonces, y después me cuentan.

viernes, 1 de marzo de 2019

Hurray for the Riff Raff, "My sweet lord" (George Harrison)


Mi dulce Señor/ realmente quiero estar con vos

Se las presento para los que no la conocen: ella es Alynda Lee Segarra, y es la cantante de Hurray for the Riff Raff, un grupo oriundo de Nueva Orleans, que lleva editados nueve discos —contando su primer EP, un álbum de covers y uno en vivo— desde su debut en 2007. El tema que abre el primer Música Cretina del 2019 es de su álbum de covers, My dearest darkest neighbor, del 2013, y que incluye temas de Townes Van Zandt, Billie Holliday, Gilliam Welch, John Lennon y Joni Mitchell, entre otros. “Son canciones que he ido reuniendo a través de los años, y las he llevado conmigo donde quiera que voy”, explicó en su momento Segarra, que supo recorrer lo suyo hasta encontrar su lugar. De ascendencia boricua, nació en Harlem y a los 15 años ya estaba viviendo en un squat, a los 17 dejó la ciudad con destino a San Francisco, pero se fue desviando hacia el sur hasta llegar a Nueva Orleans. Contó alguna vez que su fanatismo adolescente por Marilyn Manson la llevó hacia los Dead Kennedys y Bikini Kill, y eso hizo que apenas empezó su adolescencia estuviese mezclándose con los punks del East Village. “Mi primer paso fue cuando pude encontrar a los punkies”, explicó Segarra, que siempre se sintió una outsider por ser hija de padres portorriqueños. “Después encontré a los viajeros, y ese fue otro paso. Y después encontré gente que reunió todo eso para mi, y eran honestas, queer y feministas. Recién entonces fue cuando sentí que estaba entre mi gente”. Alynda es de las nuestras, qué duda cabe, y un buen punto de partida para descubrirla es esta extraordinaria versión de My sweet lord que inmortalizó al frente de su grupo. Yo la descubrí en un disco de covers de Harrison que venía con la revista Mojo, y luego el grupo regaló el tema online a través de su website. Pero en este soleado primer viernes de marzo se puede escuchar al comienzo del nuevo no-programa, y después déjenlo correr, que hay más Música Cretina para dejar sonar ahora que ya se fue febrero y arranca de verdad un año doblemente cretino, en el que habría nomás que encomendarse al Señor más dulce, y cuanto antes. ¡Aleluya!