martes, 16 de abril de 2024

Un cumpleaños en Comodoro

A mi abuela le gustaba jugar a la quiniela. Jugaba siempre al 16. Tenía sus razones. Para los que le buscan significado a los sueños pero Freud les tiene sin cuidado, el 16 es el anillo. Una imagen insulsa, claramente opacada por sus custodios: el 15, la niña bonita; y el 17, la desgracia. Pero no era en eso lo que pensaba mi abuela cada vez que jugaba, sino en los cumpleaños. El suyo, sí, pero también en los de casi todos en mi familia. Además de mi abuela, tanto mi madre, mi hermano y yo nacimos un 16. Mi hermano casi se pasa pero, aunque hubiese sido así, mi padre ya le había advertido al médico que no iba a aceptar que lo anotasen un 17. Era una noche del mes de octubre, mi viejo era un antiperonista furioso, y no hubiese aceptado tener un hijo nacido el Día de la Lealtad. Mi hermana es la única que no cumplió con el rito, nació un primero. Primero de julio, y se quedó sin fiesta el día en que murió Perón. Aquella vez mi padre tuvo que resignarse. Así que el 16 es nuestro número, claramente. A mi me tocó abril, y en la foto que pueden ver acá arriba estoy, digamos, disfrutando de mi cumpleaños número 27 dándole la espalda al viento en Comodoro Rivadavia. Siempre me gustó hacer un viaje, escaparme, estar lejos de todo el día de mi cumpleaños, y seguramente ese espíritu fue el que me hizo tomar la masoquista decisión de aceptar justo ese día ir a cubrir para el diario un show que Juan Carlos Baglietto haría para los ex combatientes. Mi mayor recuerdo de aquel viaje es lo ferozmente que se sacudió el avión antes de aterrizar. Y también una visita al casino al finalizar el día, que es lo que hace que pueda situar la fecha de manera tan exacta. Porque, así como mi abuela jugaba a la quiniela casi todos los días y le gustaba viajar a Mar del Plata para jugar al casino, yo no soy una persona a la que le gusten los juegos de azar. Pero aquella noche acerté por primera y única vez dos plenos en la ruleta, jugándole al 16 y al 27, mi fecha de cumpleaños y los años que me tocaban en suerte. Esos plenos no los gané yo sino que me los regaló el croupier, que me vio pichi y supongo que aprovechó para seguir entrenando la mano. El casino de Comodoro es chico, o en aquel momento lo era, y las mesas apenas si tenían cuatro colores. Aquella noche en la que fuimos, después del show de Baglietto, muchas mesas estaban esperando jugadores. Me acerqué a una en la que no había nadie, y empecé a jugarle a mis dos números. Como estábamos solos con el croupier, algo debimos haber hablado. De hecho, me tuvo que contar la mecánica del asunto, porque yo no tenía idea. No sabía, por ejemplo, que para jugar en una mesa de ruleta tenías que pedir un color. Así que en eso estaba yo, con mis números rojos, de la segunda y tercera docena, mientras se me iban acabando las fichas. La rueda había empezado a girar y aún no le había puesto una ficha al 27 cuando el croupier me preguntó si estaba pensando en abandonar mis números. “Es que estoy muy lejos. Los que están saliendo son los de la primera docena”, creo que le dije. “No tanto”, me respondió. “El 10 en la ruleta está al lado del 27”. No tuvo que decir más, a partir de ahí me centré en mis números y los dos tuvieron su pleno. Celebré, me festejaron, cambié mis éxitos por fichas grandes porque dije que quería ahorrar, no me olvidé de la caja de empleados, y seguí jugando. Mi suerte hizo que la gente se acercase a la mesa, y como ya no estuvimos más solos, las fichas empezaron a irse otra vez. Cuando amagué cambiar para seguir jugando una de las grandes que había guardado, volví a escuchar la voz del croupier: “¿No era que querías ahorrar?” Con eso alcanzó: junté todo y me fui de ahí, contento con mis dos plenos y encima con guita en el bolsillo. Y con una buena historia de cumpleaños para contar de vez en cuando.

(Conté esta historia por acá hace no tanto, pero como se cumplen exactos 30 años de esta anécdota, acá va de vuelta. Podría decir que es mi historia de cumpleaños preferida, así que por eso también valga la repetición, espero que no se ofendan los que ya la leyeron pero ya saben, el público --y la atención-- siempre se renueva. Los que me acompañan en tan ventosa foto de celebración son el fotógrafo del diario y el jefe de prensa que nos llevó hasta allá, a cubrir el show. Sus nombres se me escapan, si alguien me los recuerda, la próxima vez que cuente esta historia serán mencionados como corresponde. Debo tener por algún lado la reseña que salió en Página de aquel día. No del casino, del show de Baglietto, je. Ya tengo excusa para la próxima vez que quiera contar esta historia, si es que la encuentro) 

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