lunes, 8 de enero de 2024

El Último de la Fila, "Como un burro amarrado en la puerta de un baile" (Versión 2023)

Me siento como aquel ladrón que busca su fortuna/ en un callejón por donde nunca pasa nadie

Hubo una época en que las discográficas no se quedaban con todo el dinero, y lo repartían un poco. Permítanme una disgresión: reemplacen discográficas por la empresa que prefieran y la frase seguirá funcionando. No se trata de un truco de la dialéctica, es el mundo en que vivimos. Ahora bien, como les estaba diciendo, a los muchachos de los discos por entonces se les derramaba alguna cosa: pagaban algo a los músicos (además de estafarlos, claro), fabricaban productos que te podías llevar a tu casa, tenían más empleados despilfarrando dinero y, yendo a lo que me importa para este recuerdo, pagaban viajes a los periodistas para que conozcan a un artista. Sí, todavía me tengo que pellizcar para creérmelo: había una vez una discográfica que me pagó un pasaje en avión a España para promocionar a un cantante que era casi un desconocido de este lado del Atlántico y del globo. Y lo siguió siendo después. Fue algo que sucedió, claro, el siglo pasado, pero --como pueden apreciar-- aún lo estoy recordando. Ahí estuve yo, una noche fría y lluviosa en Madrid, viendo a Manolo García corcobear sobre el escenario de Las Ventas, calándose hasta los huesos ante una multitud, y feliz de poder hacerlo. Se había lanzado como solista, y estaba facturando a lo grande el hecho de haber sido el cantante de un dúo muy particular dentro de la música pop española: El Último de la Fila. Su particularidad estribaba en que, además de ser dueños de un repertorio fascinante --su delicioso primer disco se bautizaba Cuando la pobreza entra por la puerta, el amor salta por la ventana--, en el tan corporativo negocio musical español se habían hecho famosos por las suyas, sin deberle nada a nadie. Para cuando firmaron su primer contrato con una multinacional, sus canciones nunca habían sonado en la radio e igual la gente se las sabía, lo que propiciaba comparaciones musicalmente absurdas entre los argentinos conocedores del mundo musical que pisaban suelo español pero apropiadas en los que refiere a esa popularidad de abajo hacia arriba: el Último eran los Redondos españoles. Estamos hablando de la segunda mitad de los años ’80, convengamos que el tiempo terminaría haciendo aun mas impropia semejante comparación, pero lo cierto es que el grupo --casi sin escalas-- consiguió su gran contrato, llegó a hacer un disco producido a todo trapo y terminó separándose, y yo estaba ahí seguramente porque al buen Manolo había que tenerlo contento para su lanzamiento solista con toda la gloria. Merecida por cierto: aquel debut como solista después de la separación del grupo estaba a la altura de lo que venía haciendo e incluso se superaba, pero todo demostraría ser inútil, y García nunca sería más que otro de la guía en el Río de la Plata. Supongo que los de la discográfica lo sabían, pero yo estaba ahí para satisfacer al artista, que seguramente les había exigido al firmar contrato que lo hicieran famoso en América ya que en España se las bastaba por sí solo. Lo que no le decían era que si yo estaba ahí era porque los medios que estaban más arriba en la lista --los más influyentes, digamos-- habían declinado la invitación (se derramaba mucho en esa época: los muchachos de los grandes diarios no daban abasto, por suerte). Pero yo no había aceptado ese encargo solo por el viaje: realmente me gustaba El Último de la Fila. Nunca llegaron a Buenos Aires aquellos míticos primeros discos del grupo, pero cuando empecé a trabajar en los medios pesqué la compilación remasterizada de sus primeros éxitos independientes, que sí salió por estos pagos (y nadie le prestó atención). La bautizaron Nuevas mezclas e incluía temas que hoy son clásicos (ya entonces lo eran en España, por cierto), como El loco de la calle, Insurrección o No me acostumbro. Recuerdo que llegaron a sonar en el Piso 93, y también que en su momento el grupo cruzó fugazmente el charco para tocar en Buenos Aires, invitados por el ICI porteño --hoy CCEBA--, que supo hacer roncha trayendo lo mejor de la movida española a exhibirse ante el público joven de la nueva democracia argentina: así fue como Almodóvar comenzó a hacerse conocido por acá (cómo olvidar aquel ciclo en Hebraica), y los punks se cascotearon con la policía tratando de entrar a ver un show de Siniestro Total en la disco New York City. Con el Último no sucedió nada de esto, pero hay pruebas de ese viaje en los recortes de prensa de la época, que yo me había fotocopiado para demostrarle a Manolo, cuando lo entrevisté en Madrid al día siguiente de aquel diluvio en Las Ventas, que había hecho mis deberes. No le importó demasiado: a mi regreso a Buenos Aires me enteré que se habia quejado de que tanto yo como otros colegas que habían usufructuado el mismo viaje no lo habíamos ido a saludar al camarín al final del recital. Recuerdo que con el Bebe Contepomi estábamos hartos de tanta lluvia y salimos huyendo: los dos teníamos entrevistas pautadas al día siguiente por lo que ya habría besamanos, asi que no nos pareció que el saludo protocolar de esa noche fuese tan importante. Manolo García es conocido por ser un tipo gruñón y algo engreído, es lo que comentan por lo bajo los periodistas españoles, que lo tienen que sufrir habitualmente: ¡Ay del ego de los bateristas de un grupo que pasan a ser sus cantantes! Pero démosle la diestra: nuestros pasajes seguramente los dedujeron de sus regalías --como el presupuesto de grabación del disco y demás, obviamente--, asi que se sentiría con derecho a revisar los dientes del ganado. No me siento culpable: creo que le hice la mejor nota que le deben haber hecho por estos pagos alguna vez, y todo fue sincero. Pero no le alcanzó, o quizá nunca se enteró. La anécdota no debe haber ayudado a mitigar su desconfianza de los argentinos: en la entrevista me contó que firmaba sus temas con el absurdo nombre de Manuel García García-Pérez porque sus primeras regalías nunca le llegaron. Cuando intentó averiguar la razón, descubrió que había otro músico en SGAE que también se llamaba Manuel García... ¡y que era argentino! Lo cierto es que la carrera de Manolo como solista desde aquellos días ha sido prolífica, y en España ya es una marca registrada, pero la novedad del año pasado fue que se juntó con su antiguo coequiper, Quimi Portet, para regrabar el repertorio de El Último de la Fila. Lo han hecho adaptando los temas tanto al espíritu de sus años como a la lógica de sus ganas y sus voces: algunos han bajado de tonalidad y de ritmo, algo que en muchos casos ayuda a disfutar de sus letras. Es lo que sucede con el que suena casi al comienzo del Lado B de este Música Cretina, que tal vez haya sido el más famoso del Último de este lado del charco. Se llama Como un burro amarrado en la puerta de un baile, y mereció un llamativo video que supo verse con ganas en la mejor época MTV Latino. Tanto tienes, tanto vales/ no se puede remediar/si eres de los que no tienen/ a galeras a remar, canta el buen Manolo en esta nueva versión, que quizá pierde parte de su hechizo. Es cierto que no resulta tan irresistible como la original, pero sigue diciendo sus verdades. Musicales, claro. Y también cretinas. 

viernes, 5 de enero de 2024

Nikki Sudden, "Every girl cuts me in half"

Permitanme que les presente a los protagonistas de esta foto hermosa: se llaman Adrian Godfrey y Marc Field. Dos nombres que seguramente no les digan nada, pero tenganme confianza, que --como dijo alguna vez el buen Rod Stewart, o quien sea que haya bautizado el disco solista que lo hizo mundialmente famoso-- cada foto cuenta una historia. Asegura la leyenda que cuando Adrian tenía quince años y vio a su compañero de esta instantánea tocar la guitarra en televisión, largó todo y decidió dedicarse a la música. Si, porque el que saca pecho en esta deliciosa imagen es nada menos que el legendario Marc Bolan, a cara lavada y con apenas 29 años ya todo un veterano de mil batallas, fotografiado en la puerta de su departamento de la calle Holmead, en el sur oeste de Londres, saludando a sus fans. Cuando el que lo abraza y mira con admiración y verguenza decidió el destino de su vida al verlo en la tele, Bolan estaba en lo más alto de su faceta T. Rex, presentando esa obra maestra que es Electric Warrior. A estas alturas, en cambio, el buen Marc ya había mordido el polvo, era padre de un hijo (o estaba por serlo) y estaba maquinando un regreso con toda una gloria que no pudo ser, porque un año más tarde, y justo antes de cumplir los 30 años, falleció en un accidente de auto. Quedate con quien mira de tal manera a tal otrx, dice la frase, y por lo tanto quedémonos con Adrian, ya que tan así es como mira a su ídolo Bolan en esta foto. El joven Godfrey tenía entonces 20 años, y aunque todavía le faltaba un año y un poco más para grabar y editar su primer simple, Nikki Sudden --porque así es como lo terminamos conociendo-- seguramente ya tenía su banda lista y en forma, bautizada Swell Maps, y compartida con su hermano menor Kevin, o sea Epic Soundtracks. Aquel primer disco autoeditado del grupo, Read about Seymour, ha pasado a la historia como uno de los simples históricos del punk británico, pero aunque Swell Maps como grupo siempre supo mezclar la crudeza del punk con los experimentos más ruidistas del krautrock, tanto Nikki como Epic demostraron ser adeptos a las melodías y la épica del rock más clásico durante sus carreras solistas. De hecho, los ídolos de Nikki, tanto en su aspecto como en su actitud ante la vida y la música siempre fueron Keith Richards y Ron Wood: un Stone por fuera de los Stones, eso es lo que terminó siendo el buen Sudden, que durante su larga carrera persiguiendo el rock y la canción perfecta formó un par de grupos, entre ellos The Jacobites, pero es más facil descubrir y admirar las perlas que fue dejando aquí y alla durante su desempeño como solista. Si estamos hablando de Nikki Sudden no es por la foto que ilustra este texto, sino porque en el último Música Cretina brilla uno de sus tantos temas perdidos, rescatado para la última reedición de su segundo álbum solista, The Bible Belt (1983), que originalmente se editó cuando Swell Maps ya era historia, y justo antes de que se formasen los Jacobites. En The Bible Belt ya lo acompaña quien fuese su compinche en ese grupo, Dave Kusworth, asi como quienes luego formarían The Waterboys, com Mike Scott a la cabeza. Every girl cuts me in half, o sea "Cada chica me corta al medio", es una de esas canciones hermosas que parecen estar a punto de desarmarse cada vez que uno hace play, pero siempre consigue llegar maravillosamente al final entera y brillando. Brindemos por eso, por esas vidas que nos regalan tantas canciones antes de apagarse prematuramente, por esas canciones que se mantienen vivas y enteras cada vez que las escuchamos aunque parecen que se van a deshacer como nuestros dias, nuestras semanas y nuestros años, que también siguen ahí, canción a canción. Por suerte o por lo que sea. Salud.  


jueves, 4 de enero de 2024

Morrissey, "What kind of people live in these houses?"

Miran la televisión pensando que es su ventana al mundo/ eso tiene que doler

Un amigo me contó una vez que tenía una novia con la que se peleaban cada vez que terminaban paseando por los barrios porteños mas caros. Porque siempre que miraba una casa y le comentaba que ella podría vivir ahí, él insistía en recordarle el imposible costo y cada agotador detalle --impuestos, expensas o empleados-- de semejante vida. A ella le gustaba soñar, él no podía sacar los pies de la tierra. No se cuál de los dos papeles de esta fábula no-tan-cotidiana encarna el buen Stephen Patrick Morrissey cuando canta el tema de irresistible título con el que cierra el último Música Cretina del año pasado, que también por ahora sigue siendo nuestro no-programa más nuevo. El tema en cuestión se llama ¿Qué clase de gente vive en estas casas?, y es uno de mis preferidos del que por lo que yo se sigue siendo su último disco, bautizado --ah, los títulos de Mozz-- No soy un perro con una cadena. Veanlo exhibir su mejor perfil en la imagen grupal que ilustra estas líneas, que posteó su bajista bogotano Juan Galeano, en plena preparación para el viaje que los terminará trayendo --según se puede leer en la página del estadio techado de Atlanta-- en febrero, para cumplir con la gira cancelada hace unos meses por haberse enfermado de dengue. Lo cierto es que también pueden ver el tema en cuestión cerrando la lista del vigente no-programa, que ya pueden repasar en el blog de Música Cretina, como venían pidiendo algunos oyentes. Podrán constatar que, además de Morrissey, también suenan otros clásicos cretinos como Elliott Murphy o El Último de la Fila, rescates como el pop cubano de Mirtha y Raúl o versiones como la que Capitol 1212 y Earl 16 hacen de Joy Division. Pero vayan y vean, mientras tanto acá mejor regresar al tema que nos ocupa del buen Mozz, que se sigue preguntando por las costumbres de los que viven en semejantes casas: ¿Remeras o blusas? ¿Jean rasgados o pantalones? Duermen con los que duermen/ sólo porque tienen miedo de probar el cambio, dice Mozz, y todo nos habla de otras cosas, todo es referencia a lo que nos sorprende y nos agobia de este nuevo año, como la cruel relectura culpable de aquel cambiar por cambiar nomás que tanto nos gustaba del primer Fito, ¿no? Me acuerdo que cuando Páez lo cantó en aquel repaso de su carrera que fue la celebración de los 30 años de Giros en pleno triunfo cambiemita se encogía de hombros al cantar ese verso, como pidiendo disculpas, como diciendo “cómo podíamos saber”. Y esa es la gran pregunta: ¿podíamos saber o no? ¿El cambio por el cambio nomás no conduce irremediablemente a algo como esto? Supongo que una cosa es hablar desde los márgenes y otra cosa hacerlo desde el centro, y esa es la deuda del rock, calculo. Una cuenta que nunca pidió pero se la pasaron para que la garpe, y acá estamos nomás. Escuchando a Morrissey preguntarse qué clase de gente vive en esas casas, y desear poder saber qué quiere decir con eso, como creíamos saberlo en la época de los Smiths. ¿Es que se puede decir, no cantar porque lo sigo cantando, sino que hablo de pensarlo de verdad, que ser atropellado por camión de diez toneladas es una manera celestial de morir? Calculo que, con la persona correcta a nuestro lado, oh cielos allá vamos nomás. Y si allá hay algo parecido al siglo veinte, mejor. Ah, y ya que estamos que haya música bien cretina también, porfi. 

martes, 2 de enero de 2024

Shocking Blue, "Send me a postcard"

Estoy acá esperando por alguna señal/ esperando hasta el fin de los tiempos

Así es como estamos, esperando. Esperando que algo comience, esperando que algo termine. Ese algo no es el año: ya tenemos un año nuevo pero, como pocas veces recuerdo que haya sucedido, poco hay para festejar. Tal vez haya que esperar nomás hasta el fin de los tiempos, como canta con mucha convicción Mariska Veres al frente del cuarteto holandés Shocking Blue, a los que pueden ver en la foto en todo su esplendor. Y pueden escuchar --la razón por la que estamos hablando de ellos-- cerrando el Lado A del último Música Cretina del año que ya hemos sacado casi a las patadas. Formados en la segunda mitad de los años sesenta, Shocking Blue consiguió durante esa época un par de hits en el mercado anglosajón, lo que los ha convertido en el grupo de rock for export de su país. El más conocido tal vez sea Venus, que alcanzó el número uno en Estados Unidos tanto interpretado por las británicas Bananarama en los ’80 como en su versión original, editada en el verano del ’69, y que es la que se ha escuchado recientemente en la banda de sonido de la serie Gámbito de dama. En el mismo disco en el que apareció Venus, el álbum debut de Shocking Blue, At home, hay otro tema que llamo la atención en los ’90 a un grupito de Seattle, al punto que lo incluyó en su primer repertorio, y su versión destacaba tanto en sus recitales que terminó como Lado A de su simple debut. El tema se llama Love buzz y aquel grupito es nada menos que Nirvana. El autor de estos temas es siempre el mismo, el guitarrista Robbie Van Leeuwen, un nativo de La Haya que era uno de los protagonistas de una escena que leo por ahí que se llamo nederbeat, ya que antes de formar Shocking Blue ya habia pegado algún hit en Holanda con un cuarteto llamado The Motions. Pero la clave del nuevo grupo de Van Leeuwen es la deslumbrante Mariska, que formaba parte de Bumble Bees cuando fue convocada para reemplazar al cantante original de Shocking Blue, que tuvo que cumplir con el servicio militar. Nacida en 1947, en una familia mezcla de hungaros y alemanes, su padre era el violinista romaní Lajos Veres, y creció tocando el piano a su lado en La Haya hasta que empezó a alternar en grupos de la escena de su ciudad. Una chica a-go-go y gótica al mismo tiempo, su vozarrón resultó ideal para un grupo con un sonido psicodélico e incluso heavy, algo así como una Grace Slick al frente de Black Sabbath, como suena en este irresistible Send me a postcard, un simple que forma parte del repertorio del segundo opus del grupo, Scorpio’s dance (1970). Antes de que la soledad me rompa el corazón/ mandame una postal, canta Mariska y también cantó Bob Mould en la versión que realizó para su disco Sunshine rock (2019). Sigo leyendo y me entero que, pese a tener un sonido claramente cercano a lo que entonces era la escena progresiva internacional, siempre fue promocionado y vendido como un grupo pop, y que la versión original de Send me a postcard fue redescubierta por el grupo Ladytron, que la incluyó en su compilado Softcore jukebox (2003). Por favor no me decepciones/ no hay mejor amante que yo en toda la ciudad, sigue cantando Mariska, que según cuenta la leyenda no bebía ni se drogaba, sólo era amante de los gatos, y su ética laboral fue la que mantuvo al grupo unido y grabando sin parar hasta mediados de los ’70, donde cada uno tomó su propio camino. Murió en 2006, con apenas 59 años. Pero sigue esperando y esperando, hasta el fin de los tiempos, cada vez que suena Send me a postcard, uno de esos temas que te agarran del cuello y no te sueltan, como suele suceder con esa música que nunca te abandona, que siempre te acompaña, que siempre tiene algo para decirte. Una música que, como todxs sabemos, y más en este 2024 tan apichonado y recién estrenadito, si es cretina, mucho mejor.  

lunes, 1 de enero de 2024

Música Cretina 2023 #6

ESTO NO ES UN PROGRAMA

25-12-2023

Lado A

“Estoy esperando por una pequeña señal”

1.- The Sadies, So far for so few
2.- Índio da Cuíca, Shirley
3.- Brown Sugar, I’m in love with a dreadlocks
4.- Ola Belle Reed, My epitaph
5.- Nikki Sudden, Every girl cuts me in half
6.- Gepe, Por favor avisa
7.- The Deviants, Broken biscuits
8.- Shocking Blue, Send me a postcard

Lado B

“Si eres de los que no tienen/ a galeras a remar”

9.- Elliott Murphy, Bystanders
10.- El Último de la Fila, Como un burro amarrado en la puerta del baile (Version 2023)
11.- Capitol 1212 c/Earl 16, Love will tear us apart (Joy Division)
12.- Gabriels, Glory
13.- Mirtha y Raul, Que tu me quieres voy a gritar
14.- Clarence Reid, Winter man
15.- Litto Nebbia c/Los Reyes del Falsete, Semilla del sol
16.- Morrissey, What kind of people live in these houses?

Escuchar