miércoles, 31 de marzo de 2021

Música Cretina 2021 #3

ESTO NO ES UN PROGRAMA

28-3-2021

Lado A

“Yo te quiero acá/ contigo todo es tan extraño”

1.- Jamie T, Back in the game
2.- Marisa Monte, Meu canario (Jayme Silva)
3.- Aretha Franklin, It was you (James Brown)
4.- Etienne Daho, Sunday morning (Velvet Underground)
5.- Pedro Dalton c/Pau O’Bianchi y Pablo Torres, Diciembra (3Pecados)
6.- Fana Hues, Death on the vine
7.- Erasmo Carlos, E preciso dar um jeito meu amigo

Lado B

“En todas mis pesadillas/ veo tu cara encendida”

8.- Declan McKenna, Beautiful faces
9.- Nico Landa, Mandolina
10.- Bill Quaterman, Only love
11.- Gillian Welch, Señor (Bob Dylan)
12.- Joss Henri, Apollo pop 76
13.- María Rodés, Seguramente fui yo
14.- Reverend John Wilkins, Grandma’s hands
15.- Miguel Ríos & The Black Betty Trío, La estirpe de Caín

martes, 30 de marzo de 2021

Aretha Franklin, "It was you" (James Brown)

Fuiste vos/ vos hiciste que te ame

Ah, esa cara, ese gesto. La que canta es Aretha Franklin, en una imagen del archivo de Michael Ochs. Y no soy el único que piensa que es una foto especial, no por nada terminó en la portada del disco doble que compiló por primera vez los outtakes de su época de oro en el sello Atlantic, donde Aretha por fin fue Aretha. Lo cuenta Jerry Wexler en el texto que acompaña el disco, ayudado por David Ritz, que les dio una mano a ambos --a Aretha y a Wexler-- en sus memorias. Por cierto, su título es largo pero vale la pena recordarlo, ya que está enterito en Spotify, en la seccion de Recopilaciones de la artista en cuestión: Rare & Unreleased Recordings from the Golden Reign of The Queen of Soul. Lo que cuenta Wexler es que el padre de Aretha, un pastor amigo de Martin Luther King y legendario líder de los derechos civiles de Detroit, le había conseguido un contrato con Columbia cuando Aretha aún era adolescente. Aunque el que cuidó sus pasos musicales en el sello era el no menos legendario productor  John Hammond, descubridor de Bessie Smith, Billie Holiday, Bob Dylan, Springsteen y siguen las firmas, nunca encontró el tono justo para Aretha, que en su autobiografía se quejó de que mientras estuvo en el sello la hicieron ir y venir entre temas para adultos y canciones para adolescentes, como si nunca se pusiera de acuerdo. Ah, y que Hammond salió de escena después de las primeras sesiones. “Nunca supe por qué”, escribe Aretha, y cita Wexler. La clave cuando Atlantic consiguió el contrato de la futura estrella, asegura Wexler, era que Aretha pudiese ser todo eso que prometía pero aún no había logrado. Para eso, primero, había que sentarla al piano. Y después rodearla de músicos que pudiesen seguirla. Eso hizo Wexler cuando se la llevó a Muscle Shoals, en Alabama, el estudio donde grababan Wilson Pickett y Percy Sledge, entre otras figuras del sello. Un lugar en el que, cuenta el productor, aprendió a grabar sin tener las partes escritas --como solían hacer en Nueva York--, confiando en lo que sucedía en ese momento, con los músicos, en el estudio. La clave, claro, estaba en tener un grupo consistente, y eso eran los músicos de Muscle Shoals, nenes como Jimmy Johnson, Dan Penn, Spooner Oldham o Eddie Hinton, entre otros. Con Aretha al piano y esos músicos alrededor, pensó Wexler, no podía fallar. Y no falló. Su primer disco en Atlantic es el hoy clásico I Never Loved a Man (The Way I Love You), que incluye temas inmortales como Respect o Dr Feelgood. Y el resto es historia. Todo esto viene a cuento porque, no se si saben, hay un nuevo Musica Cretina, y uno de los temas del Lado A es uno de los outtakes incluidos en el disco del que la foto que acompaña estas líneas hace las veces de portada. It was you se llama el tema, y quedó afuera del segundo disco de Aretha en Atlantic, el no menos portentoso Aretha arrives, al que tal vez solo le sobre la versión del Satisfaction de los Stones con la que abre. Y que no está nada mal, por cierto. El tema rescatado en aquel álbum doble está firmado nada menos que por James Brown, y es el lado B de uno de sus primeros simples con sus Famous Flames. En una nota de la Entertaiment Weekly por la muerte de Brown, aparece Aretha contando que la primera vez que escuchó al inmortal James fue haciendo un viaje largo en auto con su padre cuando ella era adolescente, y de pronto apareció esa voz en la radio, cantando justamente ese tema. “Lo amé instantáneamente”, dice Aretha, y lo mismo sucede al escucharla a ella cantar el mismo tema. Aretha Llega, no hay caso. Con o sin este tema en el disco. Con toda la música bajo el brazo. Sentada al piano, con los ojos cerrados y la boca bien abierta ante el micrófono. Fuiste vos, Aretha. Siempre fuiste vos. Vos y las canciones. Música, lo que nos salva, como siempre. Y si es Cretina, mejor.  

lunes, 29 de marzo de 2021

Marisa Monte, "Meu canário" (Jayme Silva)

Canta, mi canarito/ para amenizar mi dolor

Hay un nuevo Música Cretina y, como el canario de Jayme Silva que rescató Marisa Monte, canta para hacernos olvidar lo que haga falta. Y también para recordar, porque las canciones y el canto son como el hilo de Ariadna, que según la mitología le permitió a Teseo salir del laberinto después de ultimar al Minotauro, pero también --no hay que olvidarse-- nos puede llevar de regreso al lugar donde sucedió todo. Toda cara tiene su seca, pero acá la única moneda es la de la canción, ese pasaje de ida y vuelta, y la que los vende y también los corta es la buena de Marisa, que en un disco como Universo ao meu rededor mezcló canciones nuevas con aire de clásicos junto al rescate de viejos sambas olvidados. Uno de ellos es el que suena casi al comienzo de este nuevo y flamante no-programa, obra de un tal Jayme Silva, “un mulato alto, elegante y simpático”, según lo describe Ruy Castro en Chega de saudade, su indispensable historia de la bossa nova. Nacido en Alagoas pero criado en Río de Janeiro desde muy chico, Silva trabajaba como zapatero al servicio del Ejército, y en sus horas libres también tocaba la pandereta y era ocasional compositor. Si su nombre no ha sido olvidado es gracias a Joao Gilberto, que para su segundo disco --O amor, o sorriso e a flor, que incluye monumentos de la bossa nova como Samba de uma nota só o Corcovado-- inmortalizó O pato, que originalmente se llamó Aves no samba, y desde fines de los años cuarenta formaba parte del repertorio de Garotos da Lua. Jayme se lo había acercado a Milton, el coordinador del grupo, que solía tocar en la radio. Aunque era prácticamente un desconocido --no lo habían visto jamás en la radio ni en los bares donde solían reunirse los músicos--, el grupo comenzó a tocar el tema, y para cuando Joao Gilberto entró como cantante ya era uno de sus clásicos, aunque nunca llegaron a grabarlo. Sería el propio Gilberto el encargado de hacerlo más de una década después y así rescatarlo del olvido, de la misma manera en que Marisa hizo lo propio con Meu canário medio siglo más tarde, en un disco que también rescata temas de Casemiro Vieira, Argemiro Patrocinio e incluso un inédito de la primera época de Novos Bahianos, firmado por Moraes y Galvao. Cuenta Ruy Castro en su libro que Jayme Silva reapareció recién en escena cuando debió acercarse a la discográfica de Gilberto para arreglar el cobro de sus derechos autorales por el tema, cuya autoría es compartida con Neusa Teixeira, y del que aún hoy su viuda --Silva murió en 1973-- sigue cobrando regularmente. Además de arreglar los temas burocráticos, Silva se acercó entonces a Joao para hacerle escuchar el resto de sus composiciones, con la esperanza de que grabase alguna otra. “Pero Gilberto quedó decepcionado”, escribe Castro. “Todos sus otros sambas eran en la línea de O pato: tenía O sapo, A vaca, O marreco... ¡Una granja completa! Y ninguno era igual de bueno”. Vaya uno a saber si el buen Joao llegó a escuchar Meu canário, pero su piu-piu ciertamente recuerda el cuein-cuein del tema que le aseguró un lugarcito en la historia grande de la bossa nova. Gracias a los arreglos, hay que decirlo, de Tom Jobim, que nada casualmente escribió en la contratapa del disco una post data que decía: “Los niños adoran O pato”. Y lxs Cretinxs adoramos a Marisa Monte y su canario. Y ese piu-piu que aparece casi al comienzo del Lado A de un Música Cretina para estrenar, y que lxs invito a dejar sonar en este nublado mediodía de lunes otoñal.   

(La imagen que ilustra estas líneas es del fotógrafo carioca Murillo Meireles, y formó parte de la prensa del disco Universo ao meu rededor).  

jueves, 25 de marzo de 2021

De rojo a la eternidad

Alguna vez contó que, luego de lucir ese vestido rojo para la foto que la inmortalizó, nunca más se lo volvió a poner. O al menos eso es lo que se puede leer en los obituarios que aparecieron por estos días luego de su muerte, a comienzos de marzo. Aquella imagen, sí, quedará para siempre, pero no son muchos los que saben que la morocha que mira a cámara con un cigarillo en la mano desde la portada de Bringing it all back home –el disco en el que Bob Dylan confirmaba desde el texto de la contratapa que había abrazado el caos, pero no estaba seguro si el caos hacía lo mismo con él–, es Sally Grossman. Los que compraron el disco en su momento, al menos, no tenían ni idea. Pero es que Dylan así lo quiso: la imagen está llena de guiños culturales de su vida de entonces, libros y revistas que estaba leyendo (la Time con Lyndon B. Johnson en portada, Desayuno en Tiffany’s, el I Ching... ¡Borges!), la música que escuchaba (Robert Johnson, The Impressions, Ravi Shankar, Francois Hardy), e incluso aparece la tapa de su álbum anterior, Another side of Bob Dylan, pero lejos de los demás discos, en la chimenea. Esta vez se trataba, realmente, de su otro lado. Y en el caso de la Mujer de Rojo, nada casualmente aparece cuando el buen Bob estaba en camino de casarse casi en secreto con Sara, que sería la madre de sus cuatro primeros hijos, y a la que le terminaría cantando en muchos de sus discos más emblemáticos. De hecho, hubo quien llegó a pensar –una vez que tuvieron el dato– que se trataba justamente de Sara, y no estuvieron tan errados. Porque Sally fue quien los presentó, ya que eran amigas. Es más: la primera cita oficial de la nueva pareja fue en la fiesta de su casamiento con Albert Grossman, el legendario manager de Dylan durante aquellos tiempos agitados. Nacida con el apellido Buehler en 1939 y criada en Queens, Sally estudiaba literatura inglesa en Nueva York cuando decidió que lo que estaba empezando a suceder en el Greenwich Village era culturalmente interesante y –un detalle que no era menor– mucho más divertido. De ser estudiante pasó a servir mesas en el Café Wha? primero, y luego en The Bitter End, donde conoció a toda la fauna de la época y también al que sería su marido, que ya era un pez gordo por entonces, manager de Dylan y Peter, Paul & Mary, y también terminaría siéndolo de Janis Joplin y The Band, entre muchos otros. De hecho, leo por ahí que las cosas se aceleraron tanto por aquellos años que Sally solía decir que recordaba la segunda mitad de los años sesenta como un borrón que duró cinco años. Vaya uno a saber qué parte de ese borrón es la bendita foto, tomada en la casa de Woodstock en la que los Grossman ya se habían instalado. Más específicamente en lo que originalmente había sido la cocina de ese hogar centenario, según recordó alguna vez el responsable de aquella imagen, Daniel Kramer. El fotógrafo repasó para el periódico británico The Guardian aquella sesión cuando editó su libro A year and a day por Taschen, que reúne todo su trabajo durante ese año que se pasó fotografiando a Dylan, entre agosto del 64 y agosto del 65, doce meses que revolucionaron su vida, en los que pasó de ser la voz de una generación a ser su Judas. Contó aquella vez Kramer que si no hay una guitarra a la vista es porque Dylan para él ya no era un intérprete sino un príncipe de la nueva música; que el sillón multicolor era un regalo de bodas de Mary Travers, de Peter, Paul & Mary, a los Grossman; que Sally escogió el vestido que tiene puesto, y que fue Bob quien decidió que apareciera en la imagen. En realidad, se dice por ahí que la discográfica exigió que apareciese una chica, como en su segundo disco, donde Dylan posó con Suze Rotolo, su novia de aquel entonces. Pero Sara estaba fuera de cuestión, porque además estaba viéndose seguido con Joan Baez (hay una foto con ella en la contratapa), así que la mujer de su mánager –que además había sido parte de la escena– fue la salomónica elección. Kramer especificó siempre que las fotos que sacó durante aquella sesión en Woodstock fueron diez. La elegida para la portada es la única en la que Sally, Dylan, y Rolling Stone –según su biógrafo Robert Shelton, así se llamaba el gato que sostiene entre sus brazos– estaban mirando al mismo tiempo a una cámara que desde entonces los mantiene con vida. Porque, qué duda cabe, aquel Dylan sigue vivo con la sangre en los surcos, y dialoga con nuestro Bob de todos los días, que –crucemos dedos– aún tiene y tendrá mucho por decir. Y aunque Sally murió un par de semanas atrás en su hogar en Woodstock, a los 81 años, será para siempre esa Mujer de Rojo relajada sobre su sillón, mirándonos a los ojos mientras sostiene descuidadamente un cigarrillo en la mano por toda la eternidad.  


lunes, 15 de marzo de 2021

Música Cretina 2021 #2

ESTO NO ES UN PROGRAMA

 

3-3-2021

 

Lado A

 

“Triste es la ausencia/ que deja el ayer”

 

1.- Gordon Koang, Asylum seeker

2.- Rubén Blades y Seis del Solar, Todos vuelven (César Miró)

3.- Death Valley Girls, Hold my hand

4.- Robyn Hitchcock, Cavendish Square

5.- Soleá Morente, Lo que te falta

6.- Noé Preszow, A nous

7.- Carlos Cros, La mejor defensa

 

Lado B

 

“Sus manos en el aire/ en medio de la pista de baile”

 

8.- Marcus King, Young man’s dream

9.- Carabobina, Em dezembro

10.- Carl Douglas, Kung Fu fighting

11.- Protoje c/Wiz Khalifa, A vibe

12.- Amigovio, Putos tristes

13.- Phoebe Bridgers, Friday, I’m in love (The Cure)

14.- The Magnetic Fields, Rock’n’roll guy

15.- Gal Costa c/Jorge Drexler, Negro amor (Bob Dylan)

 

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viernes, 12 de marzo de 2021

Gal Costa c/Jorge Drexler, "Negro Amor" (Bob Dylan)

Los alquimistas ya están en el pasillo/ y no hay nada más, Negro Amor

Antes de que me cancelen, quiero aclarar que Negro Amor es la traducción que Gal Costa canta del Baby Blue –literalmente Nena Azul o Nene Triste, y todas las combinaciones posibles– al que Dylan desde hace ya más de medio siglo le viene avisando que todo ha terminado. Allá por el año 1977, desde Caras & bocas, un disco cuyo arte interno ilustra estas líneas, la bella Gal cantó por primera vez esta traducción del buen Bob firmada por Caetano Veloso y Pericles Cavalcanti, que se terminó convirtiendo en algo así como un clásico brasilero, ya que es una versión con versiones: la han grabado –y siempre muy bien, aquel Dylan es inoxidable– Engenheiros Do Hawaii, Ze Ramalho, Karina Buhr y siguen las firmas. La propia Gal acaba de hacer una nueva versión en su flamante Nenhuma dor, un autohomenaje con el que celebra sus 75 años interpretando lo mejor de su repertorio histórico con cantantes varones que hayan confesado haber sido influenciados por ella. La sorpresa es que entre Rodrigo Amarante, Criolo o Seu Jorge asoma el nombre del uruguayo Jorge Drexler, que es justamente el que la acompaña en este nuevo Negro Amor, arropado por un hermoso arreglo de cuerdas, una admirable reversión que cierra el último Música Cretina, donde –de más está decirlo– somos fanáticos de Saint Bob y todos sus apóstoles. Y Caetano es uno de ellos, qué duda queda. En Verdad tropical recuerda que, después de los Beatles, en Brasil venía Dylan, mientras que los Stones corrían detrás. También precisa que fue Toquinho el que se lo hizo escuchar por primera vez, en la época en que se juntaban con Chico Buarque en su hogar de San Pablo. Pero que recién le entró de lleno con Bringing all Back Home, un álbum que –confiesa– escuchaba una y otra vez en la época que el Tropicalismo ya estaba establecido, y que aún hoy es el que más lo emociona. Justamente, ese disco es el que cierra con It’s All Over Now, Baby Blue, que Cavalcanti recuerda que Caetano lo llamó para que lo ayudase a traducir un par de años antes de que fuese grabada por Gal Costa, para un show de María Bethania que estaba preparando. La traducción quedó afuera del recital, Gal se enteró que existía y la pidió para Caras & bocas, y el resto –como suele decirse– es historia. Lo cierto es que si la versión resulta admirable, es porque es fiel y al mismo tiempo se toma sus libertades (algo de lo que seguramente debe haber aprendido Vitor Ramil, un Cretino honorario por sus extraordinarias traducciones de Bob). El verso con el que abren estas líneas es ejemplar, cambiando la llegada de los ángeles del original por los alquimistas en el pasillo: ambas señales de un final inminente, pero la nada inocente variación Cavalcanti-Veloso fue celebrada en su momento porque invitaba a la fiesta al Jorge Ben de A Tabua de Esmeralda, que abre con el tema Os Alquimistas Estão Chegando. Un verso que suena igualmente referencial en estos tiempos, pero ya no hay fiesta sino que los ángeles siguen ahí, expectantes. Y los alquimistas también. Pero a no angustiarse ni entristecerse, Azul Amor, que siempre hay lugar y tiempo para algo más. Como cantaba ese otro fanático de Bob, llamado Tom Verlaine, que supo preguntarle al hombre en las vías cómo hacía para no volverse loco. Dijo: Mirá pibe, no estés tan feliz/ y por amor de Dios, no estés tan triste. Las canciones, a esta altura creo que está más que claro, lo saben todo antes que nosotros. Y cuando hay canciones, hay música. Y si es Cretina, mejor.  


jueves, 11 de marzo de 2021

Rubén Blades y Seis del Solar, "Todos vuelven" (César Miró)

Bajo el árbol solitario del pasado/ cuántas veces nos ponemos a soñar

Se los presento: el hombre que nos mira con la guitarra en las manos y la corbata floja se llama César Miró, y fue un personaje mayor de la cultura peruana: periodista de gráfica, radio y televisión, embajador en la Unesco, amigo de Mariátegui, y también amigo pero además recopilador y prologuista de Vallejo. Pero si estamos hablando aquí de él es porque, según leo por ahí, en los años cuarenta, mientras vivía en Los Angeles, le propusieron escribir una película sobre los inmigrantes latinoamericanos en Estados Unidos, que se llamaría Gitanos en Hollywood. Desconozco cuanto del guión que le habían encargado llegó a escribir Miró antes de saber que el empresario que iba a producirla desistió de la empresa, pero la leyenda cuenta que sí completó letra y música de un vals que iba a formar parte de la banda de sonido. Estrenado en Lima en el año 1943, en la voz de Jesús Vásquez, Todos vuelven se convirtió casi inmediatamente en un clásico, pero si suena casi al comienzo del último Música Cretina es porque Rubén Blades decidió que fuese el único tema ajeno en esa obra maestra que fue su primer disco fuera del sello Fania, el maravilloso Buscando América, que incluye canciones-monumento que llevan su firma como Decisiones, Desapariciones o El Padre Antonio y el monaguillo Andrés. Acompañado por Los Seis del Solar, esa época de Blades es celebrada como una de las mejores de su carrera, en las que logró reunir letras con una clara postura política con un extraordinario ritmo y virtuosismo, e incluso toques experimentales. Pero también es recordada como la época en que el panameño escapó decididamente del corset estilístico de la salsa, sumando desde doo-woop hasta reggae a su música, buscando llegar al público más amplio posible pero al mismo tiempo alienando a sus fans de la primera época, que probablemente jamás hayan escuchado el disco más extremo de ese contrato con Elektra que le duró durante la segunda mitad de los ochenta e inauguró con Buscando América, el extraordinario pero prácticamente desconocido Nothing but the truth, un trabajo decididamente rockero, cantado en inglés, del que participaron –aunque tampoco sus fans deben saberlo nada menos que Sting, Elvis Costello y Lou Reed. Pero volviendo a Todos vuelven y al peruano Miró, Blades convirtió el vals original en un guaguancó que no le gustó demasiado a su autor, aun cuando su versión terminó de convertir al tema en un himno del desarraigo en todo el continente. Dicen por ahí que el buen Rubén llegó a pedirle disculpas al amigo César por su atrevimiento estilístico, que en el disco funciona perfectamente como díptico con el clásico inmortal que lo antecede en los surcos (y los bits): primero Desapariciones, después Todos vuelven. Aparición con vida, o sea. Hay que sacarse el sombrero: sólo Blades podía bordar algo así. Todos vuelven a la tierra en que nacieron/ al embrujo incomparable de su sol, escribió Miró y canta Blades, encontrando América. Y también en un no-programa que aún es posible seguir deshojando, ritmo a ritmo, verso a verso, canción a canción. Música, en suma. Y si es Cretina, mejor. 

miércoles, 10 de marzo de 2021

Marcus King, "Young man's dream"

No tardé mucho en enamorarme/ toma poco tiempo regresar adonde pertenecés

Se los presento: el chico de la foto se llama Marcus King, y mañana cumple 25 años. El tema que inaugura su último disco, El Dorado, cuarto de su carrera y primero como solista, es el que abre el Lado B del nuevo Música Cretina y es de esas canciones que hacen que todo se detenga y que unx pare la oreja, preguntando enseguida: ¿Y esto qué es? Lo se porque me pasó, y los invito a que dejen que les suceda, es una de las cosas más bellas que nos regala la música, esa súbita necesidad de correr hacia territorios nuevos. Dejé mi hogar cuando tenía 17 años/ Los pies estaban sucios, pero mi alma estaba limpia, canta King desde la primera estrofa de un tema que despliega una historia de iniciación que se extiende por todo el disco, producido por Dan Auerbach, uno de los Black Keys, que puso el foco en la voz del buen Marcus para este disco, y demostró tener razón. Niño prodigio de Greenville, una pequeña ciudad de Carolina del Sur, hijo de un celebrado guitarrista local, el pequeño King antes de cumplir diez años estaba compartiendo escenario con su padre, y al entrar en la adolescencia ya tenía su propia banda, que se dedicaba a un estilo que ellos mismos resumían como “rock sureño psicodélico, influenciado por el soul”. Héroe de la guitarra desde su más tierna infancia, Marcus recién empezó a cantar a los 14 años, y por eso los primeros temas de The Marcus King Band eran instrumentales, incluso buceando más allá de sus confesas y alambradas pasturas estilísticas, intentando codearse con el Jeff Beck de los discos más clásicos, esos que papá King le supo hacer escuchar a su hijo en sus años más tiernos. Auerbach no fue el primer nombre famoso en quedar hechizado por el joven King, antes fue el turno de Warren Haynes, guitarrista de los Allman Brothers y fundador de Gov’t Mule, que se lo llevó de gira y editó los primeros discos del grupo –ya llevan tres– en su propio sello. Pero el hallazgo de Auerbach fue rodear a Marcus de un grupo músicos experimentados de Nashville, y –si bien le deja lugar para demostrar sus dotes como guitarrista– hacer girar El Dorado alrededor de su voz y de canciones como este Young man’s dream, que dejan al oyente pidiendo más cuando aún ni siquiera ha empezado. “Fue el primer tema que salió cuando nos sentamos a componer, y marcó la temática de un repertorio que fuimos creando durante dos años”, contó hace poco el joven King, que firmó todos los temas del disco codo a codo con su productor. Mirando el mundo a través de ojos eléctricos/ Sentí como si me hubiese muerto y despertado en el paraíso, canta Marcus, refiriéndose la mirada enamorada del protagonista de su canción, y dejémoslo cantar. Y enamorarse, claro. Que para eso es también la música. Y si es Cretina, mejor. 

(La imagen que acompaña estas líneas es de David McClister, un fotógrafo de Nashville, que comenzó haciendo videos. Su primer trabajo como fotógrafo fue la tapa de Heartbreaker, el debut como solista de Ryan Adams).


martes, 9 de marzo de 2021

Encuentro en Sansueña

Aquella vez que lo entrevisté por última vez en su departamento de la calle San José, en el mismísimo centro de Montevideo, Eduardo Darnauchans me explicó cómo era que contaba los años. “El día que pasé los 40 en lo único que pensé era en que le había ganado a Lennon. ‘No puede ser’, me dije. ‘Qué derecho tengo yo a tener más tiempo en este mundo que él.’ Después, a los 42, le había ganado a Presley. Yo siempre conté los años así. Por eso ahora que cumplí 53, pienso en llegar a los 55, que fue la edad que tenía mi padre cuando falleció.” No pudo ser: el Darno murió apenas unos meses después de aquella charla, sin llegar siquiera a celebrar sus 54 años. El domingo 7 de marzo se cumplieron 14 años de su despedida, y bajo este contundente sol de marzo me toca evocarlo, sin poder evitar pensar que en apenas un mes finalmente estaré superando su edad. Un par de semanas atrás, en la búsqueda de información para dedicarle un texto en Musica Cretina a su tema A mis hermanos, encontré esta foto, que merecía guardarse para un momento especial. Me gustaron las risas, me gustó la sensación de camaradería, me gustó el gesto del Darno, tan característico. Pero me gustó, más que nada, poder ver a Luis Alberto y a Eduardo en la misma foto. Su autor es Rubén Giménez, y la encontré en la biografía del Darno que escribió Marcelo Rodríguez. Fue sacada en un hotel del barrio de Pocitos, durante una rueda de prensa previa al show que Los Socios del Desierto dieron en el Teatro Plaza de Montevideo, en abril de 1999. Por entonces, el Darno escribía en el semanario Posdata, y seguramente estaba presente ahí en su rol de cronista. Me acuerdo que una de las razones por las que tardé en entrar en la música del Darno fue por una recomendacion errada, que recibí cuando recién empezaba a explorar la música uruguaya, un siglo atrás. Alguien me dijo que, si Jaime Roos era Charly García, el Darno era Spinetta. Creo recordar que a Eduardo Berti le sucedió lo mismo. O al menos comentamos la misma boutade. Porque, dentro de ese marco, era inevitable no entender nada sobre la obra de Darnauchans. De más está decir que al entrarle por otro lado, llevado por mejores guias, para mi el Darno pasó a ser indispensable. Pero aún así me gusta verlo en la misma foto con el Flaco, que también por estos días estuvo multiplicándose en las redes, víctima de aniversarios. Ahí los tienen, a los dos Flacos: el del Bajo Belgrano, y el de Tacuarembó. Riéndose cómplices, como debe ser.

domingo, 7 de marzo de 2021

Carl Douglas, "Kung Fu fighting"

Es un antiguo arte chino/ y todos se saben su papel

Uno de los oyentes más fieles de Música Cretina me escribió apenas subí la nueva emisión para decirme que la escuchó con su hijo dormitando indiferente a su lado. Pero no era eso lo que quería contarme sino que, justo cuando el señor de la foto empezó con su tema, el hijo despertó para preguntar, súbitamente interesado: ¿Qué es esto? Esto es Carl Douglas, mi joven oyente. Y eso que canta es nada menos que su gran éxito, el que lo identifica más que su nombre dentro de la historia de la música pop, titulado Kung Fu Fighting, numero uno a ambos lados del Atlántico cuando fue originalmente editado, en 1974, y que casi medio siglo más tarde es evidente que conserva todos sus atributos. Porque, tal como el vástago de mi Cretino más entusiasta, cuando de pronto asomó el tema en la banda de sonido de la extraordinaria Lover’s Rock me pregunté lo mismo, e inmediatamente decidí que tenía que sonar en Música Cretina. Parte de esa magistral serie de cinco telefilms dedicada a la inmigración antillana en Londres llamada Small Axe en honor a los Wailers, del británico Steve McQueen –ya va siendo hora que se dediquen a hablar de esta obra maestra, mis queridxs recomendadorxs espontánexs de facebook–, Lover’s Rock tal vez sea la más musical y menos militante de todas ellas, pero todo igual está ahí, en este encantador retrato de una noche de baile apasionada y llena de vida. Y canciones, claro. Elegida como una de las mejores del año pasado, Lover’s Rock es además la mejor película musical de los últimos años. Desconozco cómo se multiplicará su disfrute en una pantalla grande, pero alcanzar a verla en la soledad de mi living, en lo más estricto de la pandemia, me dio ganas de bailar, saltar y hacer pogo ahí mismo, como si estuviese en medio de algo. Algo que no fuese, claro está, un encierro global. Cuando busqué a ver de qué se trataba esa canción –una de las tantas de una banda de sonido vibrante–, me sorprendió descubrir que había sido semejante éxito y sin embargo yo no tenía ni idea. Más que nada porque uno de mis primeros trabajos en esto de los medios fue encargarme, durante un tiempo considerable, de escribir presentaciones de temas para las tres o cuatro horas de cada emisión semanal de un programa llamado Los queridos ’70, que salía por FM 100. Inevitablemente, las selecciones musicales se terminaban repitiendo, por lo que ya no escribía de las canciones o sus intérpretes, sino que me había comprado una pila de semanarios como Siete Días o Gente, para buscar otras cosas que recordar. Sin embargo, no recuerdo haber visto jamás a Carl Douglas en esas listas repetidas, por lo que deduzco que tal vez por una cuestión de cierto prejuicio o directamente racismo los jamaiquinos aún no entraban en el menú más popular de la época –habría que esperar a Eddie Grant y la dictadura para que eso suceda–, o quizá directamente durante la más pujante y descamisada primera mitad de la década no había lugar para demasiada música bailable en inglés. Lo cierto es que el jamaiquino Douglas la rompió de tal manera en su momento con Kung Fu Fighting que es generalmente confundido con un One Hit Wonder, a pesar de haber disfrutado de una larga carrera musical durante décadas, antes y después del batacazo. Todos estaban haciendo Kung Fu/ esos chicos eran más rápidos que el rayo, canta Douglas y cantamos todos, aunque no conozcamos el tema, porque esa es su mejor virtud, lo mejor de la música a fin de cuentas, sea Cretina o no. Que todos nos la sabemos, aunque la escuchemos por primera vez. Como si hubiese estado ahí, sonando siempre. Esperando nuestro regreso.  


viernes, 5 de marzo de 2021

Gordon Koang, "Asylum seeker"

Mi querido buscador de asilo/ sabemos que estuviste esperando durante un largo rato

Arriba las manos, esto es Música Cretina. Hay un nuevo no-programa online, y acompañado por mis nuevos amigos del sur del Sudán déjenme que lxs invite a escucharlo. Los muchachos de las manos en alto son Gordon Koang, un cantante ciego de nacimiento que es el Michael Jackson de Sudan, y su primo Paul Biel, que lo ha venido acompañando durante toda su vida, al punto de que han buscado asilo juntos en Australia a mediados de la década pasada, cuando se desató una matanza étnica en su país y les fue imposible regresar de una de sus giras. Nacidos en las márgenes del Nilo, comenzaron a hacer música en la iglesia, donde Gordon empezó a cantar a los 9 años y al año siguiente ya estaba componiendo sus propios temas. Cuenta que los sueña, y en su sueño lo acompañan hombres y mujeres en su canto, y al despertar los recuerda con ayuda de su thom, un instrumento de seis cuerdas con forma de caja, que ha sido confundido con un banjo, pero que es más similar a un arpa. Paul lo acompaña en percusión, y no puedo dejar de mirarlos en el video oficial del tema que abre el nuevo Música Cretina, los dos vestidos de traje, cada uno con su instrumento, haciendo que tocan y cantan de una manera no muy convincente pero ciertamente encantadora. El tema se llama Asylum Seeker, o sea Buscador de asilo, y de alguna manera Gordon se lo está cantando a sí mismo, ya que con su primo estuvieron cinco años esperando ser aceptados en Australia, para poder así traer a sus familias con ellos. A veces ha sido duro/ nuestro consejo es que/ no tardará mucho hasta que lo consigas/ necesitas ser paciente, es como remata Koang su brevísima letra cantada aquí en inglés, aunque también lo hace en Nuer –su idioma– y árabe. Además de abrir el Lado A del flamante no-programa, Asylum Seeker también inaugura Unity, su disco numero once, y el primero grabado en Australia, gracias a la ayuda de Music in Exile, una ong local dedicada a acompañar a artistas en exilio, a los que vincula con músicos locales, les consigue shows y eventualmente editan sus temas. En un artículo publicado por The Monthly, Koang menciona dos artistas favoritos. Por un lado, el legendario cantante sudanés Mohamed Wardi, cuyas canciones de libertad ayudaron a su gente a atravesar tres golpes militares: los de 1959, 1969 y 1989. “Y después, de los Estados Unidos”, agrega Gordon, “hay una dama, su nombre es Rihanna”. Cretino una vez, Cretino siempre, Gordon es de lxs nuestrxs. Por eso es que celebramos que abra este nuevo no-programa de marzo, bajo un sol que recuerda que el verano se lleva dentro, no importan lo que digan afuera.