domingo, 22 de diciembre de 2024
Stanley Booth 1942-2024
Véanlos. Miren qué bien que están juntos. El de la izquierda de la foto no necesita presentación, el que está al lado se llama Stanley Booth, y es conocido por ser el autor de la mejor biografía sobre los Rolling Stones. Esto dicho justamente por ellos mismos. Y no porque les haya endulzado la píldora. La foto que ilustra estas lineas debe haber sido tomada durante la gira norteamericana del ’72, al menos eso supongo por la famosa camisa de Richards con el logo Coke. Una gira que, en palabras de Booth, después de que el idealismo del tour previo terminase en desastre (Altamont, o sea), fue cínica y horrible, aún cuando haya sido un éxito. “Uno se puede dar cuenta cómo es que una persona sensible como Keith pueda necesitar medicación”, escribió Booth no solo en su libro, sino que Richards lo replicó en el suyo. Booth es el que llevó a los Stones a Muscle Shoals, en Alabama, donde grabaron Brown Sugar, Wild Horses y You Got to Move, pero nunca sacó pecho por eso, lo terminó confirmando Jim Dickinson nada menos que en Life, las celebradas memorias de nuestro guitarrista de rock preferido. En esto del periodismo de rock hay autores que son celebrados por todos, otros que son como un codigo secreto. Booth es uno de ellos, los fanáticos de los Stones --al menos a los que les gusta leer-- lo conocen porque tanto Jagger como Richards lo celebran, y cuando se accede al libro en cuestión (The True Adventures of The Rolling Stones) uno no puede hacer mas que sacarse el sombrero, se trata de periodismo gonzo en su más sublime expresión, una obra de arte. Pero quedó en el olvido porque, aunque Booth empezó a seguir al grupo desde 1968, en Londres, y estuvo en Altamont y demas, con permiso para meter las narices donde quisiera, casi un Stone más, tardó casi dos décadas en terminarlo, y cuando salió era 1984, el mundo había cambiado, y ya nadie queria volver a escuchar sobre aquellos años hedonistas y rebeldes, y mucho menos sobre su fracaso y como se convirtieron en esto. O sea, en eso. Pero también en esto que vivimos ahora. Pero más allá de los Stones, Booth es un portento secreto del nuevo periodismo, y no hay mas que asomarse a la antología que compiló poco después, Rythm Oil, para caer rendido a sus pies. Es uno de mis libros preferidos, lo tengo cerca y siempre vuelvo a sus páginas cuando necesito recordar qué esto que me dedico a hacer, de donde viene la música que me gusta escuchar, y las notas que me gusta leer. Y si estoy escribiendo esto es porque ayer me enteré que Stanley Booth finalmente abandonó el edificio. Tenía 82 años, estaba internado en un hogar de ancianos en Memphis, y la que anunció su partida fue su hija, Ruby. No hay tristeza por esto, de hecho por las cosas que contó en sus notas, y en el libro de los Stones, lo imaginaba hace tiempo pastando en otras tierras. En la reedición de ese libro, que fue su cumbre y su condena, Booth citó a Mark Twain, diciendo que, si uno escribe lo suficientemente bien, tu trabajo va a durar “para siempre, y al decir para siempre estoy diciendo treinta años”. Así que esa eternidad Booth ya la tenía en el bolsillo, y también se desvaneció. Como esa gesta de la que escribió, la historia de aquellos días --y acá vuelvo a darle la palabra-- “cuando el mundo era más joven, y sus sentidos fueron, o parecieron serlo por un tiempo, más claros”. Amén a eso, mi querido Booth. Busquen sus libros, léanlos. Bah, lean, en general. Y no en estas pantallitas nomas. Puede pasar que, en el proceso de hacerlo, el sentido de todo vuelva a ser, por un momento, más claro. Por desgracia o por suerte, los rockeros, cuando eso sucede, en vez de hacer la revolución volvemos a escuchar temas como Wild Horses. La fabula del escorpión en acción otra vez. Feliz domingo para todxs.
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