jueves, 9 de abril de 2020

Sloan, "Dignified and old" (The Modern Lovers)

Puedo ver a través de esta amargura y tristeza/ así que no moriré ahora 

La frase es de Jonathan Richman, y forma parte de la letra de uno de los clásicos originales que dejó grabados con los Modern Lovers, en un disco que apenas si fue demo, producido nada menos que por John Cale. El tema lleva por nombre Dignos y viejos, y da vueltas alrededor de la poderosa angustia adolescente y virginal propia de aquellos primeros temas del buen Jonathan. Así que, antes y después de mi sesgada selección, un par de versos extra subrayan la idea de la juventud como tierra desolada y la madurez como salvación o meta: la cita completa abre con hoy me odio y cierra con la oración que bautiza al tema, alguna vez pienso que seré digno y viejo. Claro que el viejo y —espero— digno que está escribiendo esto tiene otras ideas en la cabeza, y mi recorte —algo sensacionalista, convengamos— tiene que ver con el aquí y ahora. Un presente de abril y sol pero con abrigo, de encierro y Música Cretina, por suerte. Y el primer no-programa del año, que teníamos algo olvidado durante estos últimos días pero aún seguimos presentando, cierra con mi versión preferida del tema, a cargo de un grupo canadiense llamado Sloan. Los conocimos por aquí en la época que el sello de Geffen crecía y se multiplicaba a costas del éxito de Nirvana, y creo haberlos escuchado por primera vez en un compilado en el que promocionaban todas sus bandas. Sin embargo, pese a aquella inicial pátina grunge, Sloan siempre fue mas que nada un convencido y encantador grupo de power pop y, según leo por ahí, como el sello no los dejaba mostrar su verdadero rostro casi llegaron a replantearse entonces si querían seguir haciendo música. La respuesta fue que sí querían, y fue entonces cuando editaron el disco con el que reabrieron una carrera que ha continuado --con ciertas idas y vueltas-- más o menos hasta el día de hoy. Aquel disco fue un regreso a las fuentes nada casualmente titulado One chord to another --De un acorde a otro, o sea-- que incluso recientemente en Canadá fue celebrado con una reedición aniversario con cuatro discos, incluyendo la versión original, los temas que quedaron afuera, los demos y --la gema del lote-- un extraño disco titulado simplemente ¡Grabado en vivo en una fiesta de Sloan! Rescatado para el relanzamiento, ese disco siempre ha sido una de las perlas de mi discoteca, ya que la primera edición de One chord to another lo incluyó como álbum extra, y fue entonces cuando tuve la suerte --recomendación de la disquería neoyorquina  Other Music mediante-- de que llegase a mis manos. Desde entonces es lo que siempre he deseado para mi cumpleaños: que haya una banda de amigos que recorra festivamente semejante cantidad de temas hermosos, un repertorio que sepamos todos, y que sea al mismo tiempo una celebración y una declaración de principios. Tengo que confesar que nunca supe muy bien de qué se trataba el disquito en cuestión, porque como sólo está agregado al principal, poco y nada se dice al respecto. Pero no hace falta: ahí están los aplausos de la gente siguiendo los temas, algún que otro grito, y más que nada un show desenvuelto y entusiasta. ¡Y qué temas! Hay covers de The Turtles, Roxy Music, Canned Heat, The Hollies y --claro-- Modern Lovers, todos hechos propios por la banda, una selección en la que no desentonan los suyos, como I can feel it o el delicioso I am the cancer --un tema romántico cuyo muy cretino estribillo anuncia Soy el cáncer extirpado de vos--, que nunca fue tocado de una manera tan deliciosa por el grupo como en este disco perdido. Con el tiempo supe que sólo el sonido del murmullo del público fue grabado en la fiesta de cumpleaños de uno de sus integrantes, mientras que la actuación se grabó en un estudio. En vivo, eso sí. Y supongo que con público, por los aplausos. Por eso es que en la reedición dice grabado en una "fiesta", así, entre comillas. También me enteré que se trata de un guiño del grupo a Beach Boys Party!, un disco de 1965 que utiliza el mismo truco: en la reedición homenajean su portada. La que muestra la foto que acompaña estas líneas es la original, la que yo tengo, apenas un sobre interno que acompaña aquel otro disco, el principal. Pero el inolvidable para mí siempre fue éste otro, ya que su repertorio y su entusiasmo opaca --gran pecado-- al disco que supuestamente era el importante. He aquí una lección inmortal: si los covers es lo que se recuerda en lugar de tus temas originales, estamos en problemas. Sólo puedo decir algo en defensa de Sloan: que, al menos durante la “fiesta”, sus temas no tienen nada que envidiarle a los covers. Así que en estos tiempos en que no tenemos muchas fiestas ni celebraciones, ahora que muchos --me incluyo-- estamos preparándonos para cumplir años cuarentenados (cincuentenados en mi caso, je), vuelvo a imaginar la mejor fiesta del mundo, la de las canciones que nos representan, tocadas ahí nomás, con el corazón --y un vaso lleno-- en la mano. Por eso, ya que estamos, los invito a mi humilde fiestita online, la que celebro con cada emisión del no-programa que preparo hace ya tiempo con la misma entrega y ganas de compartir, con o sin encierro, obligado o no. Si con este recuerdo logré entusiasmarlos con este disco grabado en una "fiesta" de Sloan, sepan que --como todo el resto del primer Música Cretina del año-- no está en Spotify. Pero por ahí pude ver que algún alma generosa lo ha subido completo a YouTube. Mientras tanto, dejo en los comentarios el link al no programa para quienes quieran escuchar al sol de este jueves otoñal la mejor música que tengo para darles. Siempre Cretina, claro. Ah, y no desesperen. Ya seremos dignxs y viejxs alguna vez.

viernes, 3 de abril de 2020

Música Cretina 2020 #1

ESTO NO ES UN PROGRAMA

21-3-2020

Lado A

“No te quieren en el cielo/ ni tampoco en el infierno”

1.- Quasi, The poisoned well
2.- La Celda, Seguridad (Los Estómagos)
3.- Danny Cohen, Palm of my hand
4.- Paula Trama, La cola
5.- Adicta, No te dejes caer (Los Brujos)
6.- Jonny Polonsky, Love lovely love
7.- Jonathan Richman, Surrender
8.- Julio Bustamante, Sur del corazón

Lado B

“De nada sirve llorar/ mejor fumar y esperar”

9.- Tiger, Shining in the woods
10.- José Carbajal, Retornando
11.- Freedy Johnston, The mortician’s daughter
12.- Emmanuelle Parrenin, Nulle part
13.- Ambrosía, Lluvia dorada (Sergio Pángaro)
14.- Otis Leavill, Gotta right to cry (Curtis Mayfield)
15.- Rosario Bléfari, Te extraño (Flema)
16.- Sloan, Dignified and old (The Modern Lovers)

Escuchar

jueves, 2 de abril de 2020

Rafael Berrio (1963-2020)

Dadme al clarear lo que es mío/ dadme la vida que amo

Releo estos versos y se me pone la piel de gallina. Porque su autor se llama Rafael Berrio, y la noticia es que acaba de morir en San Sebastián, a los 56 años, víctima de un cáncer de pulmón. La frase es del tema que abrió su último disco, Niño futuro, que salió a fines del año pasado, bautizado simplemente como Dadme la vida que amo. Ni futuro ni vida entonces, pero amar seguro. A fin de cuentas, de eso hablan las canciones de Berrio, del amor a las cosas, a la vida, incluso a la nada. Romántico existencialista de ausencias y carencias, Berrio supo ser como autor de canciones —al menos en el último tiempo— un cronista de la vida en retirada, y de los que corren hacia el fuego. Pienso ahora que seguramente ese último disco lo compuso y grabó sabiendo que esa vida que amaba pendía de un hilo, que quizás no tendría días por delante. Pero todos los temas del último acto de su carrera tienen esa impronta, dedicados a la añoranza de lo perdido, o la resignación ante lo que nunca vendrá. Rendir culto al absurdo/ sentir hondamente la nada, cantó en Niente mi piace. Todo lo he visto/ de todo me acuerdo, es el arrebatador estribillo de Mis ayeres muertos. Por la florida paz/ en gloria que estén ellos, se le escucha rezar en Santos mártires yonquis. No me haré de rogar con despedidas interminables/ pues sólo lamentaré perder a las mujeres que amamos, canta en el tema titulado justamente Las mujeres que amamos, carta de presentación de 1971, el disco con el que, diez años atrás, supo reinventarse como una suerte de cantautor a la francesa, gracias a los arreglos y la producción de Joserra Senperena, que reforzó el carácter lírico de su obra. Justo fue Senperena el que dió a conocer la mala nueva ayer al mediodía español, a través de las redes sociales, con una breve despedida. Luego de completar un díptico a sus ordenes con el disco Diarios, le seguiría el más rockero Paradoja, y por último su canto del cisne, Niño futuro. Leo por ahí que hasta hace un par de semanas atrás estaba intentando dejar grabado un álbum más, pero sólo llegó a registrar cinco temas, en los cuales sólo alcanzó a poner la voz en tres de ellos. También que, alentado por su admirador Jonás Trueba —que lo incluyó en su película La reconquista— y el sello La Veleta, estaba recopilando sus letras para publicarlas en un libro. No será posible devolverte lo amado, admirado Rafael. Dadme la vida que amo: No la límpida estancia tras de los visillos, ni el haz de tibio sol sobre el regazo, sigue explicando en aquel tema que abrió su último disco. Y enumera: El signo variable de las intemperies/ El vagar errante y solitario. /El alma elevada en los alcoholes fuertes. /La fiereza en los ojos deslumbrados. Lo que ama Berrio es lo que afirma que es suyo, y que se le debe. El aire de una tonada en el pensamiento/ El espíritu burlón y contentado/ La ocasión del hurto en las vueltas del camino/ El ladrar del perro tras los alambrados. Todo lo que le ha sido llevado ayer al mediodía de San Sebastián, y detrás de lo que ha ido. Toda la poesía de la perdición/ y en la hora señalada el bello gesto. Buen viaje, don Berrio. Y estaremos atentos para recordar amar la vida que amaste. Y deberíamos amar todos.

miércoles, 1 de abril de 2020

Danny Cohen, "Palm of my hand"

Alguna vez te tuve/ en la palma de mi mano

Se los presento: el señor que en la foto parece estar esperando pacientemente que lo dejemos entrar a nuestro necrosario se llama Danny Cohen, y es uno de los mejores ejemplos de este primer Música Cretina del 2020, orgullosamente spotify free. En realidad la música del buen Danny está libre de todo, no sólo de la plataforma en cuestión, porque el tipo viene dando vueltas desde hace mucho tiempo —es un contemporáneo de Frank Zappa, digamos— pero no hay muchos que puedan ubicarlo claramente en el mapa. Cuando apareció hacia mediados de la primera década de este siglo publicando sus discos en Anti, el sello que supo ser el hogar de Tom Waits —de hecho fue Tom, un entusiasta de su música, el que lo presentó allí—, la prensa musical empezó a escribir sobre él y todos los artículos justamente se quejaban de eso, de lo difícil que era conseguir información, leer alguna nota, saber quién era este otro Cohen, not Leonard related. Leo por ahí, por ejemplo, que el tipo puso un pie en este negocio a comienzos de los 60, al frente de una banda llamada Charleston Grotto, cuyo estilo era lo suficientemente rústico para la época como para que hoy diga que fueron pre-punks. De hecho, la anécdota que más le gusta contar es que fueron prohibidos en los lugares donde solían tocar porque tenían un tema llamado Disco diarrhea que incluía una representación con torta de chocolate arriba del escenario, pero parece que sus fans decidieron ser, ejem, más literales en los baños y entonces se acabaron los shows para los Charleston Grotto y sus fans. Vaya uno a saber cuánto de verdad hay en esa evocación, pero poco hay de ese explícito espíritu punk en los discos que Cohen sacó por el sello Anti, aunque el desafío, la libertad y la heterogeneidad siguen ahí, por supuesto. No es casualidad que el primero de sus compilados durante aquella reinvención de sí mismo, uno que sacó por las suyas, antes de entrar al sello Anti, llevaba por título Self Indulgent Music, o sea Música Autoindulgente. A un grado de separación de Música Cretina, ¿no les parece? Por lo que se puede ver en las redes, Cohen sigue dando vueltas por ahí. Ha seguido sacando discos, de hecho, otra vez por su cuenta, todos digitales, y en diversos estados de low-fi. Los que editó por el sello donde lo llevó su amigo Tom aún siguen siendo donde mejor despliega su particular oido musical, uno que mezcla una orquestación digna de Van Dyke Parks con una voz que puede recordar tanto la delicada emotividad de Daniel Johnston como las gárgaras de lata del buen Waits. Los inconseguibles que brillan en mi discoteca llevan por título Dannyland o We´re all gunna die, que reflejan muy bien tanto la naturaleza del artista como la del mundo en el que vivimos diariamente. Pero para este primer no-programa del 2020 preferí la sensible intimidad de un tema del que tal vez sea su disco más accesible, Shades of Dorian Gray, en el que evoca el despertar de un estupor como aquel terminal de Dylan Thomas, titulado Palm of my hand. En esa palma que alguna vez lanzó contra las paredes los detritos de su alimentación, también cabe el amor por un mundo o la evocación del mismo, al borde del llanto y de la memoria que es la que nos sostiene en un presente que es solo eso, ni pasado ni futuro, apenas presente y no regalo. Gracias Danny por tanto y por tan poco. Gracias por las canciones y por la música que alcanza a habitar un domingo tan ausente. Y si es Cretina, mejor.