martes, 31 de diciembre de 2024

El llamado de Rosario

De nada sirve llorar/ mejor fumar y esperar

Una vez sonó el teléfono y era Rosario Bléfari. Me dijo que le habían encargado una nota, y no sabía muy bien por dónde encararla. ¿Le podía contar cómo hacía yo mis notas? Así que nos juntamos una tarde en La Orquídea, en Acuña y Corrientes, un bar que durante mucho tiempo funcionó como mi oficina (ahí citaba a la gente para hacer notas, me reunía con amigos y ahí fue donde respondí alguna vez la pregunta mágica, vos qué querés hacer, con mi propio abracadabra: una revista). A un paso de la redacción de TXT, en la que los dos mas o menos entonces colaborábamos, hablamos durante un buen rato sobre cómo hacer una nota. Cuando pienso en ella, y últimamente la vengo pensando bastante porque fue su cumpleaños y Sué Mon Mont y eso, pienso también en esa Rosario que yo también conocí, la que se preguntaba cosas, la que nunca dejaba de aprender, y también de enseñar. No recuerdo cuándo fue que nos cruzamos por primera vez, pero compartimos tiempo ya sea durante el rodaje de Silvia Prieto (hice una larga crónica que salió en Chile cuando empezó el rodaje, dos años antes del estreno) o en la grabación de Horrible, que creo que fue la primera nota que hice con ella, para el suple No. También nos podíamos cruzar en el recién inaugurado Belleza y Felicidad, que estaba justo a la vuelta de mi casa, o en La Luna, donde amaba ir a ver aquel primer Suárez, que tocaba de espaldas al publico, y era una bola de ruido de la que cada tanto emergía su voz y sus canciones. A partir de esos primeros encuentros, Rosario estuvo en mi vida, en mi día a día, en mi ciudad, en mi laburo. Me gusta pensar que los habitantes de un mismo tiempo y un mismo lugar formamos parte de una constelación, de un mismo sistema solar, y compartimos el mismo viaje: orbitamos alrededor de los mismos soles y nuestros caminos se cruzan casi rítmicamente y cada tanto también siguiendo nuestros propios arcos gravitacionales nos reconocemos y acompañamos. Es algo en lo que no pensamos, sucede naturalmente, y solo nos damos cuenta cuando de pronto chocamos durante ese viaje, y quizás algo nos pasa que lo cambia todo (para bien o para mal), o cuando de pronto alguien ya no está más y lo echamos en falta, que es cuando realmente tomamos conciencia de la clase de relación que manteníamos, que no es de una amistad tradicional, pero tampoco es que somos desconocidos, hay algo que nos completa y nos vincula, a lo que es difícil ponerle nombre. Como todos los que conocimos a Rosario estuve un poco enamorado de ella, y también la admiré por su trabajo y su constancia. Creo que era recíproco, en lo que se refiere a la última parte de esa frase, porque siempre estaba ahí cada vez que la llamaba, y disfrutábamos vernos por la excusa que fuera. Me llamaba siempre que tenía un proyecto nuevo, y yo la entrevistaba cuando nadie le prestaba mucha atencion en el resto de los medios, ya sea con aquella obra sobre el cerebro (!) que hizo con Valeria Bertucelli en el Rojas o con el dúo que armaba con María Fernanda para ir a tocar a Chile, donde la trataban como la estrella que acá no era ni quería ser. Una vez leí que incluso festejó que la llamase y le pidiese que grabase un tema, porque --dijo que le dije-- “necesitaba tenerlo” para pasarlo en Musica Cretina (Je, gracias a eso existe esa grabación de su versión de Te extraño, de Flema. De nada). No se por qué estoy contando todo esto, ni si le puede interesar a alguien, pero evocar a Rosario siempre es un disfrute, y como estuve escribiendo sobre Sué Mon Mont aparecieron cosas en el googleo de las que me había olvidado, como cuando contó el origen del bautismo del grupo: "Se me apareció en la frontera del sueño y la vigilia. Me acuerdo que me desperté y lo anoté, veía como una tapa de un disco, la imagen del nombre escrito. Y no sólo lo anoté, sino que abrí una pagina en facebook, como para no olvidarme, porque sabía que le iba a poner ese nombre a algo. Y ahí estuvo, vacío durante un año, lo único que había era una silueta. Hasta que apareció esta banda”. El sábado en La Tangente fue un momento entre el sueño y la vigilia, una evocación que al mismo tiempo no se sintió tan a flor de piel sino algo natural, un transcurrir compartido, una presencia generosa nomás, sin ninguna cuenta pendiente. Hasta que llegaron los bises, donde el grupo interpretó el EP que salió después del disco: confieso que me sorprendieron esas canciones, ya que no las tenía muy escuchadas, y me sonaron ellas sí muy a despedida, a voz desde otro plano, hablándome. Una silueta, eso que según contó entonces era lo único que había antes de que existiese la banda, fue lo que sentí presente en ese momento. Y en una de ésas por eso me quedé pensando en ella, cantando esas canciones, evocándola al borde del fin de un año durísimo, de sobrevivientes. No quiero dormir para no soñar/ no quiero saber para no pensar, canta Rosario en No es conveniente --el tema que abre ese EP que hay que escuchar más-- y cantó Nina el sábado y cantamos todxs. Txdos los que dormimos y no sabemos, lxs que soñamos y también pensamos. Que terminen bien el año, y que las canciones (y las versiones) de Rosario sigan sonando. 


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