No trates todo el tiempo/ de corregir mi vida
Como les decía, el año pasado —entre los estrenos de la
temporada y el ciclo de rescates de la FM Universidad de La Plata— hubo
sobredosis de Música Cretina, así que muchos no-programas pasaron de largo.
Como el que pueden escuchar cliqueando acá, y que incluye esta versión de un
tema originalmente incluido en un disco que este año celebra sus 30 años. Ya
veremos venir notas aquí y allá recordándolo, y bien que se lo merece, porque
es ni mas ni menos que la primer obra maestra del Andres Calamaro solista. Pero
también, recuérdenlo, eran épocas en que muy pocos se tomaban en serio a
Calamaro. Había sido despreciado como el carilindo que le robaba protagonismo a
Miguel Abuelo en épocas de Los Abuelos, justamente. Después fue el primero en
pararse los pelos bien alto para su segundo disco solista (donde juntó por
primera vez a Charly y Spinetta, por ejemplo), que fue un fracaso como el
primero, ya que ni fueron presentados y cuyas discográficas cerraron luego de
sacar el disco. El resultado fue la primera travesía por el desierto que debió
encarar el buen Andrés, en este caso reinventándose como productor con toque de
Midas, lo que finalmente le permitió retomar su carrera solista, a ver si podía
hacer por sí mismo lo que tan bien había hecho por otros. Pero para entonces su
estilo era de jopo y campera de cuero, un rock muy Chuck Berry que se daba de
narices con los raros peinados nuevos de entonces, y al que nadie le prestaba
mucha atención. Así fue como pasaron sin pena ni gloria dos discos que fueron
los preferidos de cierto periodismo de rock, uno mejor que el otro, Por mirarte
primero, y después sí, Nadie sale vivo de aquí, un guiño al título de la
biografía de Jim Morrison, que por entonces recién estaba siendo redescubierto
gracias a las notas que venía dedicándole Alfredo Rosso en la Cerdos & Peces.
Eran épocas de hiperinflación y cortes de luz, de carencia de vinilo para los
discos, y carencias de todo tipo, así que no sería demasiada sorpresa que
Calamaro escuchase el canto de sirena que llegó desde el otro lado del
Atlántico, y allá fue detrás de Ariel Rot que se había ido primero, a
profundizar el sonido que ya habían empezado a afilar juntos de este lado del
charco. Hubo más desierto para Calamaro allá, no vayan a pensar. Pero eso es
otra historia, lo que en esta tarde de sábado no-tan-soleado nos importa es ese
disco que fue algo así como un Last Chance Texaco para muchos, recuerdo que por
entonces yo trabajaba largas horas de trasnoche en Radio Mitre y me había
grabado los dos discos en sendos lados de cassette, y pensaba que muchos de
esos temas me hablaban a mi. Me la pasaba tratando de convertir todo el mundo a
la música de Calamaro, un muy personal Programa Andrés, que durante un verano
en San Bernardo con compañeros de la Facultad con los que luego fundaríamos La
Tribu terminó siendo efectivo para conseguir nuevos acólitos. Sin embargo, lo
que acá arriba compartimos (y en el no-programa también) no es la versión
original de aquel disco, sino una que Calamaro grabó en uno de los tantos
discos en vivo que aparecieron luego de Bohemio. Se trata del que está escondido
en el DVD Pura sangre, donde se puede escuchar una versión alargada de aquel No
me vuelvas la espalda, que en original no llegaba a los dos minutos. Pasen y
vean entonces, Calamaro revisitando su primer cumbre: hace tiempo que el buen
Andrés está en paz con aquellos temas, es más, hubo algún coqueteo con la
posibilidad de volver a tocar aquel repertorio, pero la sonrisa que durante un
intercambio fugaz pareció ser una invitación a considerar la idea, la última
vez que hablamos fue un no de plano, hecho y derecho. Una lástima, porque ya en
aquel Luna Park que coincidió con Dylan tocando con los Stones, además de tocar
algún clásico ochentoso del buen Bob, Andrés había tocado alguno de estos
temas, que lejos de pasar desapercibidos habían sido coreados por todas las
voces femeninas del estadio, robándole sin empacho aquellos versos a los periodistas
solitarios y masturbatorios que creían entonces tener la exclusividad. No hay
nada mejor en el rock que lo que parece de pocos termine siendo de todos, por
más que algunos se enojen. Esa movilidad poética es lo más parecido a una
revolución que tenemos por casa, pero no estamos hablando (¡todavía!) de
revueltas ni mucho menos de revoluciones. Hablamos en realidad de un repertorio
que ya tiene treinta años, de un no-programa perdido del año pasado, de una
tarde de sábado que merece música, y de un tema que habla de partes prohibidas,
de vueltas de espaldas injustas, y de cosas que nunca se debieron decir. Pero
pasa el tiempo, y volvemos a hablar así. Por suerte, claro. En este caso, al
menos.
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