sábado, 16 de marzo de 2019

Andrés Calamaro, "No me vuelvas la espalda por eso"


No trates todo el tiempo/ de corregir mi vida

Como les decía, el año pasado —entre los estrenos de la temporada y el ciclo de rescates de la FM Universidad de La Plata— hubo sobredosis de Música Cretina, así que muchos no-programas pasaron de largo. Como el que pueden escuchar cliqueando acá, y que incluye esta versión de un tema originalmente incluido en un disco que este año celebra sus 30 años. Ya veremos venir notas aquí y allá recordándolo, y bien que se lo merece, porque es ni mas ni menos que la primer obra maestra del Andres Calamaro solista. Pero también, recuérdenlo, eran épocas en que muy pocos se tomaban en serio a Calamaro. Había sido despreciado como el carilindo que le robaba protagonismo a Miguel Abuelo en épocas de Los Abuelos, justamente. Después fue el primero en pararse los pelos bien alto para su segundo disco solista (donde juntó por primera vez a Charly y Spinetta, por ejemplo), que fue un fracaso como el primero, ya que ni fueron presentados y cuyas discográficas cerraron luego de sacar el disco. El resultado fue la primera travesía por el desierto que debió encarar el buen Andrés, en este caso reinventándose como productor con toque de Midas, lo que finalmente le permitió retomar su carrera solista, a ver si podía hacer por sí mismo lo que tan bien había hecho por otros. Pero para entonces su estilo era de jopo y campera de cuero, un rock muy Chuck Berry que se daba de narices con los raros peinados nuevos de entonces, y al que nadie le prestaba mucha atención. Así fue como pasaron sin pena ni gloria dos discos que fueron los preferidos de cierto periodismo de rock, uno mejor que el otro, Por mirarte primero, y después sí, Nadie sale vivo de aquí, un guiño al título de la biografía de Jim Morrison, que por entonces recién estaba siendo redescubierto gracias a las notas que venía dedicándole Alfredo Rosso en la Cerdos & Peces. Eran épocas de hiperinflación y cortes de luz, de carencia de vinilo para los discos, y carencias de todo tipo, así que no sería demasiada sorpresa que Calamaro escuchase el canto de sirena que llegó desde el otro lado del Atlántico, y allá fue detrás de Ariel Rot que se había ido primero, a profundizar el sonido que ya habían empezado a afilar juntos de este lado del charco. Hubo más desierto para Calamaro allá, no vayan a pensar. Pero eso es otra historia, lo que en esta tarde de sábado no-tan-soleado nos importa es ese disco que fue algo así como un Last Chance Texaco para muchos, recuerdo que por entonces yo trabajaba largas horas de trasnoche en Radio Mitre y me había grabado los dos discos en sendos lados de cassette, y pensaba que muchos de esos temas me hablaban a mi. Me la pasaba tratando de convertir todo el mundo a la música de Calamaro, un muy personal Programa Andrés, que durante un verano en San Bernardo con compañeros de la Facultad con los que luego fundaríamos La Tribu terminó siendo efectivo para conseguir nuevos acólitos. Sin embargo, lo que acá arriba compartimos (y en el no-programa también) no es la versión original de aquel disco, sino una que Calamaro grabó en uno de los tantos discos en vivo que aparecieron luego de Bohemio. Se trata del que está escondido en el DVD Pura sangre, donde se puede escuchar una versión alargada de aquel No me vuelvas la espalda, que en original no llegaba a los dos minutos. Pasen y vean entonces, Calamaro revisitando su primer cumbre: hace tiempo que el buen Andrés está en paz con aquellos temas, es más, hubo algún coqueteo con la posibilidad de volver a tocar aquel repertorio, pero la sonrisa que durante un intercambio fugaz pareció ser una invitación a considerar la idea, la última vez que hablamos fue un no de plano, hecho y derecho. Una lástima, porque ya en aquel Luna Park que coincidió con Dylan tocando con los Stones, además de tocar algún clásico ochentoso del buen Bob, Andrés había tocado alguno de estos temas, que lejos de pasar desapercibidos habían sido coreados por todas las voces femeninas del estadio, robándole sin empacho aquellos versos a los periodistas solitarios y masturbatorios que creían entonces tener la exclusividad. No hay nada mejor en el rock que lo que parece de pocos termine siendo de todos, por más que algunos se enojen. Esa movilidad poética es lo más parecido a una revolución que tenemos por casa, pero no estamos hablando (¡todavía!) de revueltas ni mucho menos de revoluciones. Hablamos en realidad de un repertorio que ya tiene treinta años, de un no-programa perdido del año pasado, de una tarde de sábado que merece música, y de un tema que habla de partes prohibidas, de vueltas de espaldas injustas, y de cosas que nunca se debieron decir. Pero pasa el tiempo, y volvemos a hablar así. Por suerte, claro. En este caso, al menos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario