jueves, 14 de noviembre de 2019

Abdoulaye Cissé, "Les vautours"

Se los presento, aunque apenas si lo conozco. Al muchacho que sonríe con su guitarra desde la foto de portada de este single aprendí a llamarlo Abdoulaye Cissé, aunque su nombre esté escrito invertido en el disco. Supongo que, en su Burkina Faso natal, los nombres propios se escriben al revés, el apellido primero y el nombre después. Pero si estamos hablando del buen Adboulaye es porque el que tal vez sea su tema más famoso engalana el último Música Cretina, y también porque una de las cosas que más me fascinan luego de armar el no-programa es tener una excusa para perder el tiempo en las redes, intentando descubrir la historia detrás de cada tema y sus autores. Aunque después de haber invertido parte sustancial de la mañana de este jueves tengo que confesar que aún no conseguí dar con todas las partes del rompecabezas que sigue siendo para mí su historia, leo por ahí que su nombre quiere decir “Hombre de la guitarra”, por eso elegí esta foto de juventud para presentarlo. En esa época despreocupada y sonriente, nuestro guitar-man acababa de sumarse a la orquesta Super Volta, y disfrutaba plenamente de dedicarse a la música, tocando como parte de la orquesta en fiestas a lo largo y a lo ancho de Burkina Faso. Ya vendría luego el momento de componer sus propios temas, como este “Les Vautours”, o sea “Los buitres”, que terminaría no solo bautizando a su propio grupo, sino que también convirtiéndose en un himno de la toma de armas y la revolución africana de aquella época, fines de los setenta, comienzos de los ochenta. Desconozco hasta qué punto el propio Cissé formó parte de esos acontecimientos, pero por las pocas entrevistas que encontré online y logré desentrañar del francés, entiendo que más que nada siguió dedicándose a la música durante toda su vida, como músico, productor y promotor cultural. Pero la historia más interesante que asomó durante mi búsqueda fueron sus recuerdos alrededor de la trágica historia de Thomas Sankara y Blaise Compaoré, guerrilleros de Burkina Faso que supieron formar parte del mismo grupo --uno como guitarrista, el otro como cantante-- antes de dedicarse a las armas, y que tras ser compañeros en la música y la revolución, finalmente cuatro años de haber tomado juntos el gobierno en 1983, Compaoré asesinó a su viejo compadre, y se perpetuó en el poder durante casi tres décadas, viendose obligado a renunciar recién en 2015, con la gente ocupando las calles y recordando a Sankara, a quien muchos bautizaron en su momento como el Che Guevara africano. Entrevistado por The Guardian por aquella época, Cissé recordó que el verdadero músico era Sankara, que Compaoré sólo cantaba, pero no se tomaba muy en serio la música. "A Sankara incluso entonces ya lo bautizamos como el comandante, Compairé era simplemente Blaise", agregó. Un detalle que me iluminó en este jueves demasiado iluminado, al punto del agobio, por un verano que ahora se apura para cobrarnos todo lo que parece que le debemos. Tal vez me gustó la idea porque suena bonito pensar en los obreros de la música como los guardianes de la revolución, y en los cantantes estrella como capaces de hacerle un golpe a los amigos para eternizarse en el poder. Son tiempos llenos de preguntas y sin respuestas firmes, y cualquier narrativa que ordene esta tierra yerma es bienvenida. Por más que uno sepa que toda historia es apenas una construcción, y que también hay músicos avaros y cantantes revolucionarios. Como Abdoulaye Cissé, el muchacho de la guitarra, que canta desde entonces sobre los buitres que sobrevuelan África, y recuerda lo que hay que hacer para ahuyentarlos.

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