lunes, 4 de noviembre de 2019

Sam Phillips, "Gimme some truth" (John Lennon)


Todo lo que quiero es la verdad/ sólo dame un poco de verdad

Uno de mis discos preferidos —de entre esos que uno piensa que es el único que los tiene, porque no es que sean clásicos ni muy conocidos— es Martinis and bikinis, el tercer disco solista de la ex cantante religiosa Sam Phillips, producido por el que en ese momento era su marido, T Bone Burnett. Se trata de un álbum profundamente beatle, lleno de canciones y del sonido burnettiano de la época, medio cajita de música, algo deudor de las producciones de Mitchell Froom y Tchad Blake. Siempre me gustó el tema que abre el disco, una mini-tema en realidad, de menos de un minuto al estilo de Brian Wilson, cuya letra desea que todos consigamos nuestros deseos, y —en un guiño al título del disco— martinis y bikinis para nuestros amigos. Pero nunca le había prestado demasiada atención al cover que lo cierra, tal vez porque los temas originales eran muchos y muy buenos, que rescata aquel rezo del Lennon de Imagine, rogando algo de verdad, justo después de haberse desgañitado durante todo un disco con su grito primal. Ese hartazgo ante una increíble enumeración de hipócritas estirados, cortos de vista y de cabeza; políticos cabeza de cerdo, neuróticos y psicóticos; chauvinistas condescendientes y nenes de mamá y estrellas paranoicas y esquizofrénicas se me hizo de pronto tan propio no sólo de estos tiempos post electorales sino también de este mundo online en el que vivimos cada vez más, que finalmente terminé de comprender y abrazar el disco de Sam Phillips incluyendo este cover final, un pedido de verdad que provenía —además— de una artista que venía de un mundo devocional, y había empezado su carrera musical grabando discos religiosos bajo su nombre de nacimiento, Leslie. Leo por ahí que, luego de separarse de T Bone Burnett, Sam se convirtió en la cantante de cabecera de la serie Gilmore girls, y por supuesto que fue convocada para su reciente regreso. Hasta donde pude, siempre le seguí la pista, pero debo confesar que —al menos para mi—nunca alcanzó la genialidad de este disco, en el que pide que todos alcancemos nuestros deseos, con martinis y bikinis cerca. Augurios que se comprenden mucho mejor ante la enumeración de todas esas voces que nos aturden, y ese pedido de verdad, aunque sea un poquito. Que es el mismo de Lennon en los setenta, mi querida Sam en los noventa, y este flamante Música Cretina al borde de estos nuevos años veinte, que tiene apenas para ofrendar, ahí nomás, a un play de distancia, apenas los martinis y la verdad de un puñado de canciones. No es poco, pero jamás es suficiente. Aunque siempre es un buen punto de partida. O, al menos, de llegada. Puertas adentro, vaso en mano, y play, siempre play como para terminar el día. O arrancar la semana.

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