De noche recién empieza/ la furia que te atraviesa
“Tiene que ser un disco quíntuple, porque así Dylan se va a
enterar”. Eso me dijo Andrés en las tantas notas que hicimos mientras no dejaba
de grabar lo que luego terminaría siendo Honestidad brutal. Porque aunque había
arrancado grabando dieciséis temas y un cover en un fin de semana, y ahí parecía
que ya estaba su disco, después siguió grabando. Y grabando. Y grabando. Tenía
una caja de cartón en el living donde se juntaban los compacts con temas y versiones
de temas. Si caías en su hogar y te quedabas lo suficiente, después de escuchar
algunas pilas de compacts, terminabas arriba en Camboya Profundo, en el cuartito
del entrepiso, rebuscando en los cancioneros hasta encontrar una versión para
grabar, o viéndolo escribir alguna letra en sus grandes cuadernos espiralados,
con la velocidad de alguien que está recibiendo un dictado. Lo del disco quíntuple
parecía entonces una broma, una exageración. Me lo aceptó el propio Andrés, entre
risas, después de la salida del doble: “Cuando dije que tenía que ser quíntuple
estaba loco, pero era un loco trabajando”. Cuenta la leyenda que cuando Dylan
vino a tocar con los Stones, Andrés –que ese mismo fin de semana dio unos shows
consagratorios en el luna—se hospedó con Mónica en el mismo hotel y cuando Bob
se fue consiguieron meterse en su habitación antes de que la limpiaran. Y ahí
vieron olvidado el Honestidad brutal que le habían regalado. Dylan no se lo
había llevado. No sé quién me habrá contado la anécdota, no sé si será verdad,
pero recuerdo que la vez que le saqué el tema a Andrés no lo negó, pero subrayó
orgullosamente el recuerdo de Dylan saludándolo después de verlo tocar desde el
costado del escenario cuando consiguió telonearlo durante sus shows en España. Y
que esa vez sí se llevó el Honestidad. Pero tal vez porque un doble no
alcanzó la primera vez fue que el loco siguió trabajando, y el quíntuple se
hizo realidad. Vaya uno a saber. Recuerdo que fue un disco
que, en su momento, fue mirado de costado por todos los que no fuesen calamarófilos.
Era el año de Bocanada y su pulcritud, no de la honestidad brutal. La crítica por
la rima fácil –eterna acusación contra Calamaro desde las épocas de los Abuelos—alcanzó
su cenit por Te quiero igual y el florero gracias a las hábiles burlas de los
responsables de La García, que luego encontrarían un mejor lugar en Barcelona. El
mundo del rock le dio la espalda a Andrés, pero fueron las chicas, en aquel
Luna repleto, las que parecieron redescubrirlo. Cuando esa noche escuché el
coro de voces femeninas cantando viejos temas que nunca tuvieron difusión
alguna, y que ciertos periodistas veníamos cantando casi en secreto desde hace
años, pensé que había algo parecido a la justicia. Con el tiempo, Honestidad se convirtió en un clásico, y aunque está escondido casi al final del
segundo disco, este temazo compuesto junto a Moris –al menos, la letra está
firmada por ambos—sigue siendo uno de mis preferidos. El ritmo del lunes,
obviamente, suena perfecto en este lunes de frío y sol, como parecen ser todos
los días de este invierno, pero también lo hace casi al comienzo del Lado A del
último Música Cretina, pasen y escuchen. Pueyrredón y Santa Fe/ ¿por qué
vereda camina usted? Salve Andrés, los honestos y brutales de la primera hora te
saludamos. Aunque nunca sabremos ser, realmente, ni honestos ni brutales.
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