lunes, 30 de junio de 2014

Andrés Calamaro, "El ritmo del lunes"


De noche recién empieza/ la furia que te atraviesa

“Tiene que ser un disco quíntuple, porque así Dylan se va a enterar”. Eso me dijo Andrés en las tantas notas que hicimos mientras no dejaba de grabar lo que luego terminaría siendo Honestidad brutal. Porque aunque había arrancado grabando dieciséis temas y un cover en un fin de semana, y ahí parecía que ya estaba su disco, después siguió grabando. Y grabando. Y grabando. Tenía una caja de cartón en el living donde se juntaban los compacts con temas y versiones de temas. Si caías en su hogar y te quedabas lo suficiente, después de escuchar algunas pilas de compacts, terminabas arriba en Camboya Profundo, en el cuartito del entrepiso, rebuscando en los cancioneros hasta encontrar una versión para grabar, o viéndolo escribir alguna letra en sus grandes cuadernos espiralados, con la velocidad de alguien que está recibiendo un dictado. Lo del disco quíntuple parecía entonces una broma, una exageración. Me lo aceptó el propio Andrés, entre risas, después de la salida del doble: “Cuando dije que tenía que ser quíntuple estaba loco, pero era un loco trabajando”. Cuenta la leyenda que cuando Dylan vino a tocar con los Stones, Andrés –que ese mismo fin de semana dio unos shows consagratorios en el luna—se hospedó con Mónica en el mismo hotel y cuando Bob se fue consiguieron meterse en su habitación antes de que la limpiaran. Y ahí vieron olvidado el Honestidad brutal que le habían regalado. Dylan no se lo había llevado. No sé quién me habrá contado la anécdota, no sé si será verdad, pero recuerdo que la vez que le saqué el tema a Andrés no lo negó, pero subrayó orgullosamente el recuerdo de Dylan saludándolo después de verlo tocar desde el costado del escenario cuando consiguió telonearlo durante sus shows en España. Y que esa vez sí se llevó el Honestidad. Pero tal vez porque un doble no alcanzó la primera vez fue que el loco siguió trabajando, y el quíntuple se hizo realidad. Vaya uno a saber. Recuerdo que fue un disco que, en su momento, fue mirado de costado por todos los que no fuesen calamarófilos. Era el año de Bocanada y su pulcritud, no de la honestidad brutal. La crítica por la rima fácil –eterna acusación contra Calamaro desde las épocas de los Abuelos—alcanzó su cenit por Te quiero igual y el florero gracias a las hábiles burlas de los responsables de La García, que luego encontrarían un mejor lugar en Barcelona. El mundo del rock le dio la espalda a Andrés, pero fueron las chicas, en aquel Luna repleto, las que parecieron redescubrirlo. Cuando esa noche escuché el coro de voces femeninas cantando viejos temas que nunca tuvieron difusión alguna, y que ciertos periodistas veníamos cantando casi en secreto desde hace años, pensé que había algo parecido a la justicia. Con el tiempo, Honestidad se convirtió en un clásico, y aunque está escondido casi al final del segundo disco, este temazo compuesto junto a Moris –al menos, la letra está firmada por ambos—sigue siendo uno de mis preferidos. El ritmo del lunes, obviamente, suena perfecto en este lunes de frío y sol, como parecen ser todos los días de este invierno, pero también lo hace casi al comienzo del Lado A del último Música Cretina, pasen y escuchen. Pueyrredón y Santa Fe/ ¿por qué vereda camina usted? Salve Andrés, los honestos y brutales de la primera hora te saludamos. Aunque nunca sabremos ser, realmente, ni honestos ni brutales.  

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