Soñé que tenía un millón de dólares/ y una sirena por esposa
Una de las mejores escenas de ese monumento de película que
es Calles de Fuego es cuando el héroe entra por primera vez en la
guarida de los malos. Su chica ha sido raptada, y él decide ir al barrio más
peligroso de la ciudad a rescatarla. Cuando entra en el bar que les sirve de
base de operaciones, una suerte de salón del oeste aggiornado a tiempos
urbanos, hay una banda de rock que está sonando, y una chica andrógina y semi
desnuda bailando sobre la barra. Nunca me voy a olvidar de esa imagen, que debo
haber visto por primera vez en Hebraica o en la Lugones, la primera vez que vi
la obra maestra de Walter Hill. Cada vez que volví a verla –fueron varias—me
preparaba no perderme nada de ese breve momento en que el héroe entra en el bar
y sube por las escaleras, al rescate. Mi fantasía adolescente de lector de Las
Páginas de Gloria era que los shows de los Redondos en su época de banda de pub
tenían que ser así. Supongo que el Indio o Skay debían pensar lo mismo, los
imagino fanáticos también del cine de Hill. Con el tiempo me enteré que la
chica que baila sobre la barra era la que realmente bailaba en Flashdance, y
que la banda que la rompe tocando en el bar eran nada menos que los Blasters.
Una de las bandas fundamentales del punk de Los Angeles, la banda de los
hermanos Dave y Phil Alvin eran unos rockers tradicionalistas electrificados y
crudos, y en aquellos tiempos en que el rock estaba tan lleno de sintetizadores
y raros peinados nuevos estaban casi solos en el desierto pero eran como una
bocanada de aire fresco, casi la patente definición del punk: agua sucia que
sale de una canilla que estuvo cerrada mucho tiempo. Me entero por las notas
que celebran la reunión de los hermanos para este nuevo disco que el grupo
apenas duró siete años, el tiempo que los Alvin se bancaron juntos. Dave se fue
del grupo para sumarse a X --otra leyenda de la escena punk angelina-- como
guitarrista, y después siguió una carrera solista. El saxofonista de los
Blasters, Steve Berlin, pasó a formar parte de Los Lobos. Phil sacó un disco
solista, pero después se hizo... ¡matemático! Hubo apenas una reunión en el
2002, y después Phil siguió al frente ocasionalmente de lo que quedó de la
banda. Pero este Common Ground, disco en homenaje del legendario
blusero eléctrico Big Bill Broonzy, es un acontecimiento, el primer disco
juntos de los hermanos en casi treinta años. Es un viaje en el tiempo escuchar
otra vez el vozarrón de Phil (y su armónica), y ese grueso sonido de guitarra
de Dave. Los escucho y me siento otra vez entrando al bar mas peligroso de la
ciudad, buscando la escalera para subir a rescatar a la chica. “Hemos discutido
sobre muchas cosas, pero nunca por Big Bill Broonzy”, explicaron los Alvin, que
suenan en este miércoles mundialista en el que, claramente, si los hermanos se
pelean se los devoran los de afuera. Y no hay nada mas arafue que Nigeria, ¿no
es cierto? Ah, y ya es tiempo de soñar de una vez, el millón de dolares, la
sirena y también un buen partido de futbol, por favor. Ah, y entre sueño y sueño, también es un tema cierra gloriosamente el Música Cretina
de esta semana, que aún tiene mucho para dar.
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