Di vuelta tu foto, mirando hacia la pared/ Y cuando apague las luces en mi cuarto por la noche/ Lagrimas caerán
Mañana de lunes, el invierno se acerca, pero no importa el
frío si hay un sol que se acerque a saludar. Y no deja de ser como un sol temas
como este de Ry Cooder, de su segundo disco solista, Into the purple valley
(1972), que suena desde el labo B del Música Cretina de esta semana. En los
ochenta, mucho tiempo antes de quedarse varado en La Habana esperando a unos
músicos de Mali que nunca llegaron y se decidiese hacer algo entonces solo con
los cubanos, Cooder apenas si sobrevivió haciendo música de películas. Pero
pero entre los lectores de revistas de rock por esa época ya era un nombre para
venerar, la mejor guitarra slide del mundo, el joven que le armó su primer
disco al Captain Beefheart, el guitarrista al que los Stones le robaron el riff
de Honky Tonk Women, el tipo que firmaba álbums solistas extraordinarios e
ignorados. Todos ellos aparecieron en los 90 en oferta en las disquerías ya en
retirada, estaban por todos lados, y a nadie parecía importarle. Into the
purple valley es el disco de la prosperidad roosveltiana, el de vamos-a-California,
y –como cualquier disco de Cooder, hagan la prueba—está lleno de sorpresas
entrañables. Como este encantador tema de un tal Dickey Doo, cuyo original (al
menos el que se puede encontrar en YouTube) suena mucho menos interesante que
esta extraordinaria versión, entrañable y sutil, desbordante de música. Que
suena como el sol de esta mañana fría, resacosa de un apenas aprobado debut
mundialista, en el que después de los cinco defensores de Sabella, entró Gago,
empezaron los pases y llegó el gol de Messi, su primero en un Mundial después
de 8 años. Nada menos. Así que todo está por suceder. Doy vuelta tu retrato
hacia la pared, Sabella. Dejalos jugar, que de eso se trata. Sino lágrimas
caerán. Una película que ya conocemos. Voy a rezar esta noche/ esperando que
me escuches/ tal vez hagas bien lo que está mal/ y seques cada lágrima. Ry
Cooder la sabe lunga. No somos dignos.
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