lunes, 21 de noviembre de 2022

Música Cretina 2022 #3

ESTO NO ES UN PROGRAMA

13-11-2022

Lado A
 
“¿Me respetaste por lo que hice o por lo que no hice?”

1.- Chrissie Hynde, In the summertime (Bob Dylan)
2.- Sol Bassa, Tengo cuarenta millones (Moris)
3.- Crystal Murray, Hot mess
4.- Durand Jones & The Indications, Morning in América
5.- Dan Boadi, Odo agya me awereho
6.- Aurita y Su Conjunto, Lamento de sirena
7.- Malik Djoudi c/Lala &ce, Point sensible
8.- Pablo Malaurie, Enfriamiento global

Lado B

“Los ángeles son los mejores demonios”

9.- Nikki Sudden, The ballad of Johnny and Marianne
10.- Adrian Quesada c/Angelica García, Ídolo
11.- The Creators, Drafted, volunteered and enlisted
12.- Arquero, 4 días
13.- Leyla McCalla, Artibonite
14.- Volta Jazz, Bi kameleou 
15.- Jonathan Richman, When she is walking up the street towards me
16.- DePedro c/Coque Malla, Déjalo ir

sábado, 19 de noviembre de 2022

Aurita y Su Conjunto, "Lamento de sirena"

Ay llorá llorá acordeón/ en manos de la sirena

Se las presento: la chica de la foto --de la tapa del disco, o sea-- se llama Aurita Castillo, y si su voz es una de las más particulares del nuevo Música Cretina es por lo que se evidencia en la imagen: es una nena. O lo era: tenía apenas seis años no sólo cuando se tomó esta foto, sino que --si es verdad lo que asegura la leyenda-- también era su edad cuando grabó los discos por los que, medio siglo más tarde, sigue siendo recordada. Son solo dos, originalmente titulados Festival con Aurita volumen uno y volumen dos, grabados en Medellín a mediados de la década del ’60, y editados por la casa discográfica esencial de la música colombiana, una suerte de Motown de la cumbia: Discos Fuentes. En los últimos años, gran parte del catálogo aparentemente interminable de Fuentes ha comenzado a ser licenciado y reeditado en diversas partes del mundo, ya sea en España por Vampisoul (un sello que reedito, por ejemplo, al grupo uruguayo Totem) como en los últimos años en los Estados Unidos, y yo di con la obra de Aurita gracias a la reedición de la foto, que realizó un sello de Chicago llamado Mississippi Records. Un año atrás, su lanzamiento en vinilo (que ya está agotado) propició algunas notas, y en todas ellas se destaca el hecho de que nadie ha sabido nada sobre Aurita luego que decidió salirse del mundo de la música. Lo que se sabe es que, diez años despues de aquellas grabaciones originales, Fuentes reeditó esos discos, y después no hubo noticias. De hecho, en alguna de los artículos publicados para la reedición de Mississippi aparece algún especialista diciendo que durante mucho tiempo sospechó que la existencia Aurita podría haber sido un invento de la discográfica, algo que no hubiese sido nada extraño (y que es inevitable sospechar, ya que la voz de las grabaciones suena llamativamente decidida y firme). Pero no: parece que Aurita realmente existió, y un par de veces en las redes han aparecido comentarios de alguien que asegura ser su pariente, diciendo que Aurita sigue viva y le gusta que su música se siga escuchando, pero cuando a esos posteadores se les pide mas precisiones se llaman a silencio. Asi que Aurita sigue siendo un misterio, hasta ahora nadie la pudo encontrar como para poder escuchar su historia. Y aquellas grabaciones originales, que tienen forma tangible, también lo son, porque siguen resultando mágicas, como la versión que hace Aurita y Su Conjunto de Lamento de sirena, un tema firmado por Olga Zapata e Ignacio Paredes, sobre una pobre sirena engañada por un pescador que llega hasta su isla a cantarle su amor, pero que en tierra la engaña. Por eso es tan triste su cantar/ que el plamar guarda su pena. Vaya uno a saber lo que aquella niña podía pensar del tema que le hacían cantar, pero gracias a la magia de la música grabada lo sigue cantando y cantando, y no nos queda otra que brindar por eso. Porque con música cualquier pena se transita al menos un poco más facilmente. Y a esta altura supongo que ya lo saben: si esa Música es Cretina, mucho mejor. 

viernes, 18 de noviembre de 2022

Sol Bassa, "Tengo 40 millones" (Moris)

¿Querés ver el infierno?/ Está aquí en Maipú al 400

Desde el mismísimo infierno de uno de los rockitos mas furiosos y desalmados que nos supo regalar nuestro primer rock nacional es que Sol Bassa casi que vuelve a abrir el nuevo Música Cretina asomó al comienzo de esta pegajosa semana. Después la apertura propiamente dicha con Hynde haciendo a Dylan aparece esta deliciosa pelirroja haciendo a Moris, completando un hermoso uno-dos, un truco y quiero retruco que sube la apuesta con una version sorprendente, llena de slide y guiños a Johnny Winter. En realidad, explica Bassa, la niña fanática de Los Rodríguez que entonces era quedó prendada del tema recién después de escuchar la versión que Ariel Rot hace en su disco acústico, el que acompañó la salida de Lo siento, Frank. Pero no vayan a pesar que reniega del maestro, eh. Ahí la pueden escuchar en el flamante cover que los Decadentes perpetraron de un De nada sirve, que sigue y seguirá funcionando como el himno nacional del rock idem. Pero volvamos este Tengo 40 millones que engalana el nuevo no-programa, que Sol grabó para un homenaje de aquellos comienzos heroicos bautizado Aquí, allá y en todas partes, que comandó Juan Ravioli. Fue él quien le pidió eque se eligiese un tema de Moris a Bassa, la gran blusera del rock local del nuevo siglo, una chica de Coghlan que siempre recuerda que tuvo su primera guitarra a los 14 años: la compró en Antigua Casa Nuñez por 250 pesos. Su compañera de colegio fue la hija de Litto Nebbia, así que en algún acto escolar se apareció el gran Gato y hasta ella recuerda haberlo visto tocar algún tema. Contó en alguna entrevista que cuando sus amigas del secundario les mentían a sus madres para poderse escapar al baile, ella hacía lo mismo pero para irse a La Boca para ir a ver blues al Samovar de Rasputín. Históricos como Pajarito Zaguri o Ciro Fogliatta la bendijeron, y su crecimiento se pudo observar en publico disco a disco, desde el iniciático e instrumental Dedos negros (2016), hasta el extraordinario Océano rojo que sacó este año, y que tiene varios temas que tendrán futuro cretino, ya lo voy adelantando. Pero ahora es el turno de los 40 millones, las 20 mujeres leones, de esa pequeña rocker llamada Sol, de este nuevo no-programa que pide pista en este miércoles de una primavera que ya es verano, y nos promete una y otra vez el infierno. Del que ya sabemos la dirección, y que está lleno de música. Siempre cretina, como debe ser. 


lunes, 14 de noviembre de 2022

Chrissie Hynde, In the summertime (Bob Dylan)

¿Perdí mi cabeza cuando intenté deshacerme/ de todo lo que ves?

Hay un nuevo Música Cretina, y abre con el tema que contiene este verso, y la verdad hace tanto tiempo que no hacía un nuevo no-programa que podría recitar yo esas líneas, esa pregunta, ese arrepentimiento en este camino de regreso. No es posible deshacerse tan fácil de lo que alcanzan a ver --y nos cuentan-- las canciones, y tenemos la suerte de que así sea. No hablaba de eso Bob seguramente al componer este tema, pero tal vez sí, quién sabe de lo que habla Dylan en sus canciones... ¡o de lo que NO habla! Pero creo que sí se refería a eso, o a algo parecido a eso, Chrissie Hynde cuando hizo la version con la que abre esta flamante entrega Cretina, In the summertime, que grabó durante la pandemia y también abre su disco de versiones de Dylan, Standing in the doorway, que terminó apareciendo el año pasado. Leo por ahí que la Hynde cuenta que lo que la sacó de su letargo apenas arrancó el confinamiento fue cuando apareció en las redes esa obra maestra dylaniana cuasi-proustiana, magdalena de nombres y canciones, que fue Murder must foul, una saga de 17 minutos que dejó al mundo de la musica deslumbrado, y que terminó cerrando el celebrado Rough and rowdy ways, hasta ahora el último disco del buen Bob. Chrissie cuenta que pensó que si a los 80 años su amigo Bob estaba sacando su mejor obra, ella tenía algo que aprender. Y para cuando apareció el siguiente de esos temas epifánicos, I contain multitudes, ya estaba embarcada en reaprender todo lo que sabía de Dylan comenzando lo que se terminó llamando y subiendo online como Dylan Lockdown Series, que encaró con el guitarrista de su grupo, James Walbourne. Mensajes de audio van, mensajes de audio vienen, entra en escena el productor Tchad Blake desde su hogar en Gales, y de pronto ya tenemos un disco. Y de pronto, puedo decir yo, ya tenemos un nuevo Música Cretina. Se supone que estamos en primavera pero aca nos pueden ver, lunes de frío y tormenta. Era verano cuando estabas conmigo, canta Dylan hablando de lo que hablaba en su época religiosa, y Hynde más de cuatro décadas después canta lo mismo, pero refiriéndose a Dylan y sus canciones, qué duda cabe. Y ahora que tenemos un nuevo no-programa, ¿dónde está el verano? Ok, ya se, una golondrina y coso. Para el próximo, entonces, espero que estemos usando bronceador. Mientras tanto, ya lo saben, lunes y lluvia se atraviesan mucho mejor con música. Y si es Cretina, mejor. 

(Ah, la foto es de cuando Dylan pasó por Londres presentando Infidels, en 1984, y Chrissie subió al escenario como invitada. El tercero en cuestión es nada menos que Mick Taylor)

lunes, 8 de agosto de 2022

Amelia, "La cuenta"

Quiero ver desde arriba el mar/ y el color de la ciudad

El tema es breve, casi una canción de cuna. Pero es inolvidable. Lo escuché por primera vez en la voz de mi amigo Ernesto Tabárez --líder del grupo montevideano Eté y Los Problems-- hará unos diez años atrás, cuando vino por primera vez a tocar en Buenos Aires para una fecha acústica en el ciclo Martes de Poesía y Música, que coordiné durante tres años para el Centro Cultural de España. No se si en la prueba de sonido, o en casa, recién llegado del viaje, Ernesto anunció que iba a incluir en su show un tema de una banda amiga que había sacado en su guitarra mientras estaba cruzando el río, y me lo mostró para ver qué me parecía. Quedé hipnotizado por su sencillez y encanto, y le dije que sí, que tenía que tocarlo. El asunto es que después de aquel show, y de las veces que le pedí a Ernesto que lo toque, no volví a encontrar el tema mencionado en ningún lado. Ni a poderlo escuchar. Sabía, sí, que era de una banda uruguaya llamada Amelia, de la que tenía por ahí un primer disco --un cdr, ¿se acuerdan?-- por el que pasaban muchos cantantes invitados, pero el tema que me interesaba no estaba en ese repertorio. Ey, mozo/ por favor me trae la cuenta/ mi novia/ se volvió a dormir en la mesa, arranca el tema en cuestión, del que no había casi información en las redes. Hagan la prueba de googlear Amelia, la banda: la marea de las redes no deja casi nada en la playa. Si uno insiste, finalmente encuentra un site con todos los discos para bajar, y con la información pelada de cada uno de ellos. Tirando de ese hilo es que finalmente llegué hasta otro amigo, Ezequiel Rivero, ex La Hermana Menor y Carmen Sandiego, actualmente colaborador del Antolín platense, nuestro Jonathan Richman, como ya hemos consignado en Música Cretina. Ezequiel me contó que Amelia era su banda, pero que había tenido una historia bastante particular, porque en realidad fue dos bandas en una: la primera fue la de aquel debut sin vocalista principal, por eso el desfile de cantantes invitados. Para su segundo disco mantuvo el nombre pero ya con otra formación, con tres integrantes que cantaban y componían. En ese segundo disco tampoco estaba el tema que me interesaba, que llegó recién para un Ep con el que cantaron las hurras, Otro final, del 2010. ¿Por qué me interesa tanto La cuenta? Por un lado, porque es un tema que suena en el último no-programa, y me había encaprichado con cerrar el habitual repaso de la lista --ya está el próximo casi listo para salir al ruedo-- escribiendo sobre el asunto. Pero los habitués a estos textos descubrirán la razón mas importante en estos versos de la segunda estrofa: Ismael/ ¿por qué te da tanta verguenza?/ las chicas/ nos prefieren a la tristeza. Sí, el gato que en el mixcloud hace las veces de logo de este no-programa lleva ese nombre por este tema. Y por la icónica frase con la que abre el Moby Dick de Melville, claro: Pueden llamarme Ismael. Cuando le pregunte a Ezequiel por La cuenta, me dijo que el autor, y el que lo canta en el disco, era Luis Bellagamba, otro de los compositores Amelia, actualmente diseñador, responsable de todos los afiches de las películas de la productora uruguaya Control Z, empezando por la mismísima 25 Watts. Eze recordaba que Bellagamba presentó el tema al resto de los integrantes de la banda diciendo: “Creo que compuse mi mejor tema”. Y me pasó su contacto. Marcianos/ llévenme a dar una vuelta/ me gustan/ no sienten amor ni pereza, anuncia la ultima estrofa la letra de La cuenta, y su autor se ríe cuando le comento aquella frase presentación. “Creo que dije eso o algo parecido porque mis canciones hasta entonces eran como mas abstractas”, cuenta Luis, que explica que empezar a nombrar cosas es lo que le dio esa sensación, la de que había alcanzado a otro nivel. Y revela que si de algo habla el tema, tal vez sea de una conversación final con una novia que tuvo, con la que luego de unas cervezas de más se dijeron cosas irreparables. “Creo que la letra parte de mi deseo de que en vez de esa discusión, ella se hubiese dormido en la mesa”, confiesa Bellagamba, al que seguramente también la cerveza le hace --o le hizo-- mal, pero nunca lo va a aceptar. La cuenta, en cambio, es todo lo que está bien, y por eso es un clásico Cretino hace tiempo. Y hasta que no lo suban a las redes como corresponde --Ezequiel anuncia que en breve toda la discografía de Amelia estará disponible-- el único lugar donde se puede escuchar es en este segundo no-programa del año, desde el que se puede ver desde arriba el mar, por supuesto. Y el color de la ciudad es del que lo pinte la música que esté sonando durante ese vuelo. Si es cretina, creo que a esta altura ya lo saben, es mucho mejor. 

jueves, 4 de agosto de 2022

Orquesta La Playa c/Bobby Small, "Negro soy" (Claudio Avila)

Qué culpa tengo/ de que el mundo me desprecie

Las compilaciones llevan por nombre Color de Trópico, y bucean en la música de lo que sus responsables presentan como la Venezuela Saudita: los sonidos que se mezclaban en aquel país opulento que se abría al mundo, una joven democracia --la dictadura de Marcos Pérez Jiménez había terminado recién en 1958-- cuyos petrodólares comenzaban a aceitar los engranajes del progreso. Ellos son el caleño Paulo Olarte a.k.a. El Dragón Criollo, integrante del irresistible grupo de salsa punk Contento, y el venezolano Maurice Aymard, alias El Palmas, que a través del sello El Palmas Music editan su música --en particular la de Olarte, un DJ reconvertido a músico en busca de sus orígenes--, y también estas compilaciones de perlas ocultas de la salsa y de toda clase de estilos, que se editaban en Venezuela y alrededores entre los años 60 y 70 para después perderse en la noche de los tiempos. Y aquí vienen entonces Paulo y Maurice iluminándolo todo, buscando esas pepitas de oro en una correntada de discos y discos recuperados y atesorados. Ya llevan editadas tres antologías bajo el nombre de Color de Trópico --y una más bautizada Sabor Surf, de obvios intereses estilísticos--, y en el último Música Cretina se despliega con toda su gracia su Vol. 2, ya sea por la presencia de Buena suerte, un tema de un cuarteto pionero del ska en Venezuela como Las Cuatro Monedas, como por el contundente Negro soy, de un exitoso conjunto de Maracaibo bautizado como Orquesta La Playa. Más de una vez he confesado que seguramente una de las cosas que más me gustan de armar estos no-programas es el momento de ponerme a buscar en las redes información de artistas y canciones, y también he mencionado mi sorpresa ante la facilidad con la que suelo encontrar información vinculada al rock --por ejemplo, Las Cuatro Monedas tienen su entrada en Wikipedia, donde me entero que es un grupo integrado por los hijos del pianista Pat O’Brien, cuyo primer bautismo fue, justamente, Los Hermanos O’Brien-- pero lo difícil que se me hace encontrar información fehaciente y ordenada de la música latina. Tal vez por eso me he obsesionado con Bobby Small, la voz detrás de la risotada --y la invocación África, África-- que corta al medio el Lado A desde ese Negro soy del que vienen los versos con los que comienza este texto. Según he logrado reconstruir ya sea de escuetas entradas en Discogs como de comentarios en posteos de You Tube, Robert “Bobby” Small fue un cantante panameño que supo girar por diversas orquestas de Ecuador, Perú y Colombia hasta terminar radicándose un tiempo en Venezuela. Leo por ahí que falleció una década atrás, y que su debut en Maracaibo con la Orquesta La Playa sucedió en 1969, la noche de un recordado terremoto en Caracas. Pero apenas si he logrado dar con un par de fotos suyas, una en la contraportada de un disco de La Playa, y otro en una foto grupal de portada de un vinilo del grupo colombiano Los Brillantes. Todas pequeñas, todas compartidas, ningún retrato que lo muestre tan en primer plano como el que ocupa en la grabación rescatada por Olarte y Aymard, que apareció en Ahora a bailar, un disco de la Orquesta con fecha de 1974. Sigo leyendo y descubro que Negro soy fue originalmente un simple publicado en algún momento de los años ’60 por la Orquesta Alegría de Cachi Macías, cantado y compuesto por un sonero panameño llamado Claudio Avila, que hasta comienzos de este año aún compartía con nosotros este mundo. Aquella versión original, en vez de las risas algo macabras que distinguen la relectura de Small, comienza con un diálogo seudo-callejero en el que una voz pregunta si necesitan alguien para trabajar, y la respuesta contundente no se hace esperar: Fuera de aquí, negro feo. El estribillo, eso sí, es el mismo en el original y la versión que suena en este demorado segundo Música Cretina del año: No tengo la culpa/ de haber nacido negro. No hay culpas, claro que no. Pero los invito a que hagan lo necesario para que sí haya música. Y musica negra, cada vez que se pueda. Si es Cretina, mucho mejor.

(La imagen que ilustra este post es de la contratapa del disco Promesas de cumbiambera, de la Orquesta La Playa. Bobby Small es el del medio)


martes, 2 de agosto de 2022

Música Cretina 2022 #2

ESTO NO ES UN PROGRAMA

Lado A

“Marcianos/ llévenme a dar una vuelta”

1.- Los Lobos, Love special delivery (Thee Midniters)
2.- Orquesta La Playa c/Bobby Small, Negro soy (Claudio Avila)
3.- Juliette Armanet, Boum boum baby
4.- The Felice Brothers, Jazz on the autobahn
5.- Amelia, La cuenta
6.- Brian Eno, You don’t miss your water (William Bell)
7.- Guided By Voices, I bet hippy
8.- Marisa Monte, Praia vermelha

Lado B

“Todo lo que empiezo/ lo consumo hasta el sustrato”

9.- Drive-By Truckers, Sarah’s flame
10.- Babasónicos, Anubis
11.- Tricky, The love cats (The Cure)
12.- Eddy De Pretto, Bateaux-mouches
13.- Waxahatchee, Lilacs
14.- Las Cuatro Monedas, Buena suerte
15.- Verna & Rob, More soul
16.- Ashley McBryde, Hang in there girl


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miércoles, 20 de julio de 2022

The Felice Brothers, "Jazz on the autobahn"

¿Qué es la libertad?, pensó/ ¿Será estar vacío de deseo?

Pasen y acomódense, que hay un nuevo Música Cretina, y déjenme presentarles el nuevo disco de los Felice Brothers. Bueno, nuevo-nuevo no, es del año pasado, pero digamos que es nuevo porque, seamos sinceros, no hay mucha gente por estos lares que escuche a los Felice. Una de ellas es Mariana Enriquez, lo se porque hemos hablado mucho de los Felice escritorio por medio en la redacción... cuando había redacción, claro. Aunque ella es más fan de Simone, ese baterista con aires de Dennis Wilson, pero en el otro lado del espectro: en vez de ser un surfer desbordante de confianza, Simone es un montañés inundado por sentimientos. Ya desde hace casi una década que siguió su propio camino, no se puede decir que alejado del resto de sus hermanos --ya que suelen participar en sus discos, y el alguna vez ha regresado con ellos para hacer coros-- pero sí llevándose la mayor parte del drama para cada uno de sus extraordinarios discos, una historia que Mariana contó alguna vez en una nota de Radar. Lo que le quedó al grupo, en cambio, es una deliciosa musicalidad, aunque el cantante y guitarrista Ian Simone tenga también su lado poético y literario, incluso teatral. Junto con el multi-instrumentista James, los dos siguen dándole forma al grupo, ahora devenido cuarteto, con una formación que ya lleva dos discos, y del que estamos hablando es del último, el brillante From dreams to dust, que vibra en todos sus temas ante la fiesta post-confinamiento de poder por fin estar tocando música juntos, algo que por supuesto se nota. Leo por ahí que lo grabaron en una vieja capilla que salvaron del desahucio, y en el extraordinario tema que lo inaugura parecen estar describiendo ese particular viaje, contando la odisea del Sheriff y Helen, una extraña pareja huyendo por la ruta en un Corvette condenado, mientras intentan describir el apocalipsis. O al menos eso es lo que dice la letra, en la que Ian cuenta que el sheriff va al volante, mientras Helen está en el asiento del acompañante, comiendo melón y escupiendo las semillas. Y en lo que se refiere al sonido del fin del mundo, pese a lo sombrío del augurio, un estribillo festivo ante lo irrevocable se pregunta, sabiendo bien que el apocalipsis seguramente no, si tal vez la busqueda de la libertad suena como jazz, jazz, jazz; jazz en la autopista. Y así suena también este nuevo Música Cretina, cuándo no, escapando del apocalipsis y preguntandose por la libertad como los hermanitos Felice, a los que descubrirán con su tema Jazz on the autobahn partiendo justo al medio el Lado A de este no-programa que debería estar sonando ya, ahora mismo, ante la inminencia de jinetes existenciales en esta fría mañana de un miércoles de este invierno que hace bastante que parece estar llegando pero no hace más que comenzar. 

martes, 19 de julio de 2022

Brian Eno, "You don't miss the water" (William Bell)

Al comienzo vos realmente me amabas/ pero yo estaba tan ciego que no podía verlo

Esta semana hay un nuevo Música Cretina, y no es que quiera cancherear con esto, pero... ¿no notaron que pese al frío tenemos sol? Ok, también hay otros asuntos que requerirían un arreglo similar, pero no podemos ocuparnos de todo. Así que quedémonos con el sol, por favor, que hacemos negocio. Y si se trata de hacer negocio nada mejor que el tema cuyos primeros versos arrancan estas líneas, que convirtió al enorme William Bell en la gran voz masculina del sello Stax. Estoy seguro que se estarán preguntando qué tienen que ver esos versos con la foto que ilustra este post, y la respuesta ante semejantes reuniones impensadas siempre tiene, al menos en la música, una misma posible respuesta: Brian Eno. La foto es de Casada con la mafia, la película --protagonizada por Michelle Pfeiffer y Matthew Modine-- con la que Jonathan Demme tiró por la borda toda la esperanza que habíamos depositado en él después de Totalmente salvaje. Luego se redimiría con El silencio de los inocentes, pero eso ya es otra historia. Quedémonos en ésta, en la que Demme intenta repetir casi paso-por-paso la receta que lo llevó a Melanie Griffith, Jeff Daniels y Ray Liotta pero no logra ni por asomo el mismo resultado, salvo en lo que se refiere a eso que nunca perdió el buen Jonathan, ni siquiera en sus pasos en falso: la capacidad de reunir una buena banda de sonido. Y de allí sale la extraordinaria version que Brian Eno le dedica a una de las mejores baladas de arrepentimiento del soul, la emocionante You don’t miss the water, o sea: "No extrañás el agua". Y si el título los deja fríos, déjenme romperles el corazón al completar el verso que comenzó allá arriba: Pero cuando me dejaste, oh, cómo lloré/ no extrañás el agua hasta que el pozo se seca. Es una letra breve, casi apenas un cuarteto, pero tan contundente que debe ser uno de los temas más versionados: apenas salió, además del original de Bell, lo grabaron Otis Redding, Percy Sledge, Taj Mahal, The Byrds, Jerry Lee Lewis y siguen las firmas. Hay una hermosa versión de The Triffids y leo también que el gran Harry Dean Stanton hizo la suya. Lo particular que tiene la de Brian Eno es que, además de ser encantadoramente etérea, es que está escondida en una banda de sonido de una película que no fue exactamente exitosa, por lo que se la podría denominar como una versión perdida. Leo por ahí que los fans de Eno destacan que, para cuando la grabó, a fines de los ’80, llevaba casi una década sin poner su voz --salvo haciendo coros en sus producciones-- al frente en ninguna canción. Sigo leyendo y descubro que el responsable de la banda de sonido original es David Byrne --que la rompió con Loco de amor en Totalmente salvaje--, asi que seguramente fue el culpable de invitar a Eno al baile. Rescatada en la flamante compilacion que acaba de sacar Brian Eno con su música de películas, Film Music 1976-2020, You don’t miss the water también suena maravillosamente ya bien entrado el Lado A de este Música Cretina a estrenar de estos días soleados e invernales que nos está regalando el mes de julio. Pasen y escuchen. Están todxs invitadxs. 

lunes, 18 de julio de 2022

Los Lobos, "Love special delivey" (Thee Midniters)

Así como el cuerpo sabe que es lunes y el bolsillo sabe que estamos en la segunda quincena del mes, hay un nuevo no-programa y lxs Cretinxs lo saben. Y sino vamos a hacer todo lo posible para que se enteren, así que permítanme que les cuente que este Música Cretina arranca con un par de golpes de batería muy bien dados, en honor al grupo de la foto. Se trata de los Thee Midniters, la gran banda chicana de la segunda mitad de los años ’60 en Los Angeles, o más exactamente al Este de aquella gran ciudad, una zona en la que luego destacarían quienes los homenajean para arrancar el Lado A. Estamos hablando, cuándo no, de los cretinísimos Los Lobos, cuyo último trabajo de estudio es un disco de versiones con aroma a Los Angeles. Se llama Native sons, e incluye covers de Lalo Guerrero, War, Buffalo Springfield, Beach Boys y hasta el Farmer John de Don & Dewey que Neil Young hizo propio con Crazy Horse. Pero el punto de partida es este Love special delivery de Thee Midniters, que nació como un grupo de angelinos adolescentes que hablaban español en casa e inglés en la escuela, bautizados con tan especial grafía para evitar un juicio por parte de Hank Ballard y sus The Midnighters. Eso sí, cuando para su primer simple --Whittier Blvd, que para muchos es el punto de partida del rock chicano-- reversionaron a los Rolling Stones y su tema 2120 South Michigan Avenue, confiesan haber esperado algun tipo de mención o denuncia por parte de los británicos que los pusiera en el mapa, algo que no sucedió. Pero justamente el grupo encontró entonces así que su lugar era su barrio, al describirlo fielmente en ese tema, bautizado con el nombre de su avenida principal, de la misma manera que el tema de los Stones lleva como nombre la dirección de Chess Records en Chicago. Convertidos en Los Beatles del Este de Los Angeles, Thee Midniters se vestían al uso de la época, todos con el mismo trajecito, pero al escucharlos hoy mas que beat parecen garage, o hasta punk por la ferocidad de sus interpretaciones. Algo que hipnotizó a los futuros integrantes de Los Lobos, que los tienen como referencia, y especialmente a Cesar Rosas, que dispara la anécdota fundamental de su Love special delivery al contar que, quince años atrás, cuando estaba ensayando para grabar un disco solista, empezó a jugar en la guitarra con el riff del tema casi sin pensar en lo que estaba haciendo. En la batería estaba sentado Aaron Ballesteros, gran musico de sesión de la época heroica, que si bien no formó parte de los Midniters originales tocó durante mucho tiempo en alguna de las sus encarnaciones posteriores, que al escucharlo le pidió que comenzase a grabar. Así lo hizo Rosas, y Ballesteros arrancó con la tormenta de batería que es la base de Love special delivery, de comienzo a fin, en una sola y única toma. Es la que justamente suena en Native sons, un álbum que salió en el 2021, un año después de la muerte de Ballesteros, a los 68 años. Pero no hay tiempo para lagrimas porque aquel milagro de batería sigue sonando como si anunciase el comienzo de una fiesta. No por nada Los Lobos eligieron el tema para abrir su disco, y acá en Música Cretina hicimos lo propio abriendo un no-programa que se hizo esperar, pero que les aseguro que sonará perfecto al sol de este frío lunes invernal, que no cabe dudas de que necesita música. Y si es Cretina, mejor. 

(La foto que ilustra este post es del archivo de Michael Ochs, y fue sacada en 1967, en Los Angeles, California)

domingo, 29 de mayo de 2022

Eté y Los Problems c/Romina Peluffo, "Punto muerto"

El llavero del Partido, con la estrella de metal/ tiene mucho que explicar

Abril es el mes mas cruel, dijo el poeta, pero mayo ni te cuento. Y en especial este mayo de hoy, nublado y frío, que parece abrirle la puerta de una vez y para siempre al invierno. Aquel poeta que calificó de esa manera al mes de abril vivía en el otro hemisferio, y lo hizo pensando en las promesas vanas de la primavera, cuando parece abrirse al calor pero se va en el amague y te deja el ánimo de garpe. Lo que vendría ser nuestro septiembre, digamos. Pero la crueldad del abril que nos toca, y ahora de este mayo, es simplemente el hecho de ser la antesala del invierno: del frío, de la vida puertas adentro, de la frazada hasta el cuello y pocas ganas de salir de la cama. Mas que crueldad es mas bien un abandono, esa desidia que invita a cancelar todos los planes, el abandono de toda esperanza más allá de la puerta de entrada, o incluso de la puerta del cuarto. Soñar con quedarse donde uno despierta, si es que está calentito, e incluso no despertarse, de ser posible. Este veinticinco sin sol asomando es convincente al menos en esas lides, y entonces desde debajo de estas sábanas hago mea culpa y les anuncio que Música Cretina está de regreso. Ya hay uno nuevo casi terminado, pero antes no vendría mal --antes de leventarme y terminarlo, digamos-- repasar algunas canciones del no-programa con el que, allá lejos y hace tiempo, comenzamos el año. Una de ellas es la del verso con el que inauguran estas líneas, que se completan quejándose de que el llavero --o el Partido-- está mudo, y que quien canta no lo entiende. Y ahí el link con esta fecha patria se podría hacer rápido, aparece casi solo, pero mejor no vayamos por ese camino, no hace falta, quedémonos el tema de Eté y Los Problems, uno de los mejores remansos del fundacional Vil, su segundo disco, que siempre llevaré muy cerca de algo que llamemos corazón para no tener que buscarle un nombre mas apropiado. El Partido del que habla ese verso --que creo que fue un aporte del Tussi-- es el Comunista, que cada vez está mas mudo y sin respuestas, sí, pero al mismo tiempo hay un mundo ahí afuera que sigue necesitando hoces y martillos, y otra vez nos fuimos de tema, porque el tema, justamente, no habla de revoluciones sino de sueños perdidos, políticos, personales, amorosos. Yo me escapo porque me hace mal, canta Ernesto, y también canta Romina Peluffo, en lo que supo ser el debut discográfico de una carrera como cantante que hoy ya lleva dos discos solistas y sumando. A fines del año pasado me la pasé cantando una y otra vez este tema, Punto muerto, hasta que logré exorcisarlo encontrándole un lugar --no es fácil, dura como seis minutos-- en el Lado A del no-programa con el que abrimos el nuevo año. Y antes de convocar a una nueva legión de canciones con la que que ir de la mano hacia una estación aún mas fría, permítanme este descanso, este bostezo, este limbo de mañanas y mediodías abrigados, y déjenme seguir recordando entre las almohadas de un día frío y nublado. Doy vueltas para llamarte/ tengo miedo que me atiendas, susurran Ernesto y Romina. Y agregan: Prefiero el contestador/ es paciente, casi amable. Seamos entonces pacientes y amables con el día, con el mes y el otoño, y permitanme que los invite a hacer play en un Música Cretina que sonó hace tanto, desde esa eternidad atrás donde descansa enero, y lo dejen sonar hasta que llegue el Punto muerto. No te mato porque me matás. ¿Se entiende? Aca estamos, somos el punto muerto de un otoño que no se atreve todavía a ser invierno. Pero allá vamos. 

jueves, 10 de febrero de 2022

Música Cretina 2022 #1

ESTO NO ES UN PROGRAMA

24-1-2022

Lado A

“Solo soy dueño/ de mis principios”

1.- Moris y Antonio Birabent, Mil hombres y mil mujeres
2.- Phoebe Bridgers, Motion sickness
3.- Tracy Chapman, Behind the wall
4.- Ete & Los Problems, Punto muerto
5.- Johnnie Ray, Soliloquy of a fool
6.- Andrés Calamaro, Patas de rana
7.- Sharon Jones & The Dap-Kings, Window shopping

Lado B

“Nunca estuviste en un lío/ pero hablás de la violencia”

8.- Jerry Roll Kings, Baby please don’t go
9.- Jorge Lazaroff, Dejate de artesanías
10.- Luscious Jackson, Take a ride
11.- Oumou Sangare, Ah Ndiya
12.- The Upsetters, Bird in hand
13.- Antolín, Jóvenes y eternos


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lunes, 31 de enero de 2022

Jelly Roll Kings, "Baby please don`t go" (Big Joe Williams)

Miren esa foto: ¿no son hermosos? Bueno, no se si hermosos es la palabra, tal vez irresistibles, al menos para alguien orientado hacia la música. Pero estoy seguro que, hermosos o no, con ese look son inolvidables. Y su sonido también lo es. Como informa la imagen, que parece originalmente orientada hacia la prensa, o quizás una contundente tarjeta de presentación, se trata de los Jelly Roll Kings, un contundente trío de blues del delta como los de antes, que para cuando grabó su primer disco con ese nombre --a fines de los años setenta-- ese antes ya era lejano y añorado, así que imagínense ahora. ¡Y calculen lo lejos que nos queda! Lo que se añora, que quede claro, es la música, no la época, las penurias, el racismo y quien sabe cuántas cosas mas. Ah, pero ese sonido crudo que logran casi sin esfuerzo, que se desarma y se arma en un mismo movimiento, eso es lo que ya no queda, lo que se anhela, lo que se huele casi, con los ojos cerrados y alguna parte del cuerpo moviéndose, porque es imposible quedarse quieto al escucharlos. Algo que supo el periodista Robert Palmer, autor del indispensable libro Deep Blues y por lo tanto especialista en esto que estamos hablando, que logró reunirlos nuevamente casi dos décadas después de aquel debut para el crudísimo Off Wander Wall (1997, Fat Possum), un álbum para entendidos que se hizo súbitamente accesible por acá en la época del fanatismo por el blues, el uno a uno, y discos de blues hasta abajo de las baldosas. Como siempre sucede, en cada avalancha aparecen piedras preciosas, y de eso estamos hablando, de un disco al que estoy aferrado desde entonces, y que nada casualmente abre uno de los lados del nuevo Música Cretina, el que aun es el primero de este año que hoy lunes despide a su primer mes, enero, conocido por los que penan para llegar a fin de mes como el interminable. Lo se, lo se, mea culpa, hemos hablado poco de este primer no-programa del 2022, pero así como la semana pasada les comenté que el Lado A abría con Moris y su hijo Antonio, comienzo esta nueva semana celebrando que los Jelly Roll Kings inauguran el Lado B con una contundente versión instrumental de Baby Please Don’t Go, así que no se vayan por favor, los invito a que comiencen su semana como deberían comenzar todas, con música, música y más música. Y si es Cretina, mejor.


miércoles, 26 de enero de 2022

Moris y Antonio Birabent, "Mil hombres y mil mujeres"

Bajo un cielo de lata y un sol de neón/ en un jardín de acero está el guardián del reloj

Hay un nuevo Música Cretina, el primero de este nuevo año que de nuevo parece no tener nada, y por eso es que justamente abrimos con este tema que forma parte de una de las sorpresas discográficas más hermosas que nos dejó la pandemia, que fue La última montaña, el segundo disco realizado por Moris y Antonio Birabent una exacta década después de ese auténtico milagro que fue Familia canción. Si aquel primer disco a dúo lo describo de esa manera es porque parecía imposible que padre e hijo, siempre en distintas direcciones, pudiesen unir sus intentos en un trabajo en común, y mas que nada el milagro era hacer que Moris volviese a grabar un disco desde cero que estuviese a la altura de su historia, y Antonio --chapeau para él-- lo consiguió. Y también consiguió en ese primer disco con su padre otro milagro, que fue permitirse cantar lo más parecido al estilo de Moris, mimetizándose y casi encarnándolo, tal vez lo que siempre debe haber intentado evitar hacer desde su versión iniciática de El oso, pero entonces, sacándose esos pruritos, consiguió grabar uno de sus mejores discos. De hecho, alguno de los temas aparentemente más Moris de Familia canción, tengo entendido que llevan su firma. Otro chapeau para Antonio, entonces. Diez años después, La última montaña, el segundo disco de esa dupla impensada, es otra cosa. Nacido antes de la pandemia, llamado va, llamado viene, entre padre e hijo, parece el justo fruto de esta época no solo por su gestación a partir de llamados sino porque mira orgullosamente hacia atrás plantando en el presente, y hasta nos regala el tesoro de que al menos un tercio de los nueve temas que lo completan vengan directamente del siglo pasado, ya que sus letras habían sido publicadas en Ahora mismo, el poemario que editó Moris casi exactmente cincuenta años atrás. Cuando se lo comenté sus autores hace poco, les tuve que hacer la cuenta de los temas, ya que aseguraron no haberlo calculado, lo que es aún más fascinante. Porque entonces Antonio y Moris lograron --efectivamente y sin pensarlo-- capturar lo mejor del siglo pasado en un disco profundamente actual, realizaron un pliegue en el tiempo casi mágico, y nos lo ofrendaron bajo el formato de un puñado de canciones. Eso es lo que siempre es un disco, después de todo. Eso que parece ya ser obsoleto, y que sin embargo es más necesario que nunca. He visto mil hombres y mil mujeres estar/ trabajando en fábricas enormes, canta Moris desde aquella ciudad de guitarras callejeras de la primera mitad de los años setenta  y también en esta --sí, aquí es donde estamos-- ya tercer década del nuevo siglo, donde no parece haber ni un sólo resto del siglo pasado y sin embargo queda la música. Y si es Cretina, mejor. 

(La foto es de Lucía Ortelli, y forma parte del arte de La última montaña)