Pasen y acomódense, que hay un nuevo Música Cretina, y déjenme presentarles el nuevo disco de los Felice Brothers. Bueno, nuevo-nuevo no, es del año pasado, pero digamos que es nuevo porque, seamos sinceros, no hay mucha gente por estos lares que escuche a los Felice. Una de ellas es Mariana Enriquez, lo se porque hemos hablado mucho de los Felice escritorio por medio en la redacción... cuando había redacción, claro. Aunque ella es más fan de Simone, ese baterista con aires de Dennis Wilson, pero en el otro lado del espectro: en vez de ser un surfer desbordante de confianza, Simone es un montañés inundado por sentimientos. Ya desde hace casi una década que siguió su propio camino, no se puede decir que alejado del resto de sus hermanos --ya que suelen participar en sus discos, y el alguna vez ha regresado con ellos para hacer coros-- pero sí llevándose la mayor parte del drama para cada uno de sus extraordinarios discos, una historia que Mariana contó alguna vez en una nota de Radar. Lo que le quedó al grupo, en cambio, es una deliciosa musicalidad, aunque el cantante y guitarrista Ian Simone tenga también su lado poético y literario, incluso teatral. Junto con el multi-instrumentista James, los dos siguen dándole forma al grupo, ahora devenido cuarteto, con una formación que ya lleva dos discos, y del que estamos hablando es del último, el brillante From dreams to dust, que vibra en todos sus temas ante la fiesta post-confinamiento de poder por fin estar tocando música juntos, algo que por supuesto se nota. Leo por ahí que lo grabaron en una vieja capilla que salvaron del desahucio, y en el extraordinario tema que lo inaugura parecen estar describiendo ese particular viaje, contando la odisea del Sheriff y Helen, una extraña pareja huyendo por la ruta en un Corvette condenado, mientras intentan describir el apocalipsis. O al menos eso es lo que dice la letra, en la que Ian cuenta que el sheriff va al volante, mientras Helen está en el asiento del acompañante, comiendo melón y escupiendo las semillas. Y en lo que se refiere al sonido del fin del mundo, pese a lo sombrío del augurio, un estribillo festivo ante lo irrevocable se pregunta, sabiendo bien que el apocalipsis seguramente no, si tal vez la busqueda de la libertad suena como jazz, jazz, jazz; jazz en la autopista. Y así suena también este nuevo Música Cretina, cuándo no, escapando del apocalipsis y preguntandose por la libertad como los hermanitos Felice, a los que descubrirán con su tema Jazz on the autobahn partiendo justo al medio el Lado A de este no-programa que debería estar sonando ya, ahora mismo, ante la inminencia de jinetes existenciales en esta fría mañana de un miércoles de este invierno que hace bastante que parece estar llegando pero no hace más que comenzar.
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