martes, 18 de junio de 2019

Antolín, "Lo que te toca, te toca"


Vuelvo a casa/ y siento que estoy/ cambiando el mundo otra vez

A veces apenas un rayo de sol alcanza. Y eso es lo que pasó hace un rato, cuando el sol asomó entre las nubes, nos llenó el día de promesas, y entonces todo volvió a funcionar. Aunque enseguida vuelvan las nubes, aunque sea gris el resto del día, aunque la vida insista en los rayos y los truenos, aunque el agua vuelva a ser una amenaza. Con ese rayo de sol tiramos un rato más, con esa pitadita de luz nos quedamos por acá, nos fumamos la lluvia y el frío con entereza. En este volver a empezar, este regreso a lo que veníamos (y nos venía) haciendo tan bien, es hora de recordar que hay un Música Cretina aún por presentar antes de que llegue el nuevo (y ya llega, ojo). Pero lo que toca presentar en este martes de muestra gratis de sol entre los grises ya pagados para el resto del día, es el tema que abre el Lado B del no-programa que aún sigue siendo el último, un nuevo himno de Antolín, uno de los reyes secretos del último rock platense. Lo que te toca, te toca canta Antolín en un tema que forma parte de Paraíso cancelado, su disco de regreso a la canción, y que cuando lo fui a ver en vivo a comienzos de este año se metió en mi cabeza como un virus. Y tal como sucede con los virus, se fue haciendo fuerte ahí donde encontró su primer hueco, y terminó colonizandolo todo. Y aquí estoy hoy, viviendo precisamente eso, en un kiosco —como dice la canción— llamado "Lo que te toca, te toca”. Leo que Antolín dice también por ahí, casi sacándose de encima la responsabilidad, que es un tema que rejunta frases inconexas bajo un estribillo de tipo existencial, filosófico o reflexivo. “Un canto al pesimismo y la feliz resignación”, resume, y yo termino de entenderlo todo. De la misma manera en que terminé de entender a Antolín al verlo en vivo. Hay artistas que no están terminados, a los que parece faltarles un golpe de horno. Siempre son más una promesa que una realidad, y uno --qué duda cabe-- se enamora de ciertas promesas. Pero ese amor no es tan fácil de transmitir, y también es verdad que las promesas siempre terminan caducando. El Antolín que yo percibía antes de que me partiese la cabeza era esa eterna promesa que venía circulando hace tiempo, simpática pero ajena. Pero que al verlo en vivo se me hizo propia. Tal vez tenga que ver contundencia y flexibilidad del trío que lo estaba acompañando, del que forma parte el amigo Ezequiel Rivero, al que conozco de haber visto con Carmen Sandiego y La Hermana Menor. Tal vez tenga que ver con el poder de las canciones, que —lo he dicho mil veces y no me queda otra que repetirlo ahora— lo saben todo antes que nosotros. Tal vez tenga que ver con que sentí que Antolín no era ningún artista a medio hacer, sino que era eso, brillantemente eso, nuestro Jonathan Richman platense, un enviado de la canción para decirnos que las canciones pueden ser sencillamente eso, pueden ser sencillamente así, y que la vida puede ser sencillamente eso, sencillamente así. Lo que te toca, te toca, amigxs. A ver si lo entendemos de una vez. Y también, como canta Antolín en los primeros versos del tema: Un graffiti en el paredón/ que dice: me derrito por vos.

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