Las flores de plástico/ no mueren
De la misma manera que a los Paralamas se les hizo
llamativamente fácil su inserción inicial dentro del mercado argentino, lo de
los Titas resultó ser imposible. Pero nadie puede negar que lo intentaron:
resultaron demasiado duros para el público de Paralamas –junto a los que
tocaron en Dr Jeckyll--, y demasiado blandos para el de Sepultura, ante el que
fracasaron al telonearlos en Obras. Junto a Legiao Urbana, Titas y Paralamas
fueron las tres grandes bandas del rock brasileño de los 80, a las que les costó
–salvo a Legiao, convertida al culto Renato Russo—entrar en su segunda década
de vida. Pero como suele suceder dentro del mundo del rock, la perseveración
los hizo descubrirse como clásicos durante su tercera década. Y Legiao, en
cambio, con la muerte de Renato pasó directamente a la categoría de mito.
Pero eso es otra historia. Para Paralamas fue vital haber encontrado entonces
el aire necesario para seguir adelante en la escena argentina, ocupando un
extraño lugar a medio camino –digamos-- entre Pericos y Sumo, y convirtiéndose
en casi locales durante la primera mitad de los 90. Un camino imposible para
los Titas, no sólo por ser un grupo de intereses más amplios y por lo tanto más
difícil de encasillar –son de San Pablo, después de todo--, sino porque estaban
pasando en ese momento por una serie de transformaciones, entre ellas la salida
de Arnaldo Antunes del grupo y el endurecimiento de su sonido con Jack Endino
como productor. Este hitazo es de su quinto disco, de su mejor momento como
grupo, antes de que dejasen que Endino podase sus hermosas ramas locas y los
convirtiese en un arbusto grunge. El disco se llama O blesq blom (1989), y despliega toda clase de estilos. Cantado por Branco Mello, el
irresistible Flores es el tema más directo del álbum y un obvio simple. Leo por
ahí que la letra, sin embargo, se refiere al suicidio, y no me extraña. Nada
más Titas que poner la gilette en el tobogán, el alfiler en la manzana, ponerle
un toque de sangre a las flores de su hit. Por eso es que esta cretinada suena
perfecta para el mediodía de un frío miércoles soleado de invierno. Y también
casi al final del Lado A del no-programa de esta semana, que recién está
dejándose escuchar.
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