No puedo recordar por qué huí/ o cómo fue que me perdí tanto/ o cómo volver ahora a casa
Una de las cosas más lindas de mantener la costumbre de
armar el no-programa es la de descubrir música que sin ese habito no me tomaría
el trabajo de buscar. No se cómo fue que me bajé el disco de Amy LaVere, pero
la tapa no promete demasiado. Y tampoco se cómo es que me lo puse a escuchar,
justo ese disco y no otro de los tantos que uno va encontrando. Pero cuando
puse play, descubrí una cantante cercana al blues, o a la música tradicional
norteamericana, con muy buen gusto. Leo en su biografía que nació entre Texas y
Louisiana, hija de padres músicos, pero que en su juventud dejó de lado la
música country que tenía a mano para abrazar el punk. Y que en los últimos
tiempos, ya de regreso al redil, había trabajado con Jim Dickinson. Supongo que
por eso es que el disco me sonó tan interesante cuando lo escuché. Pero lo que
me preocupa es que, en vez de buscar algo más tradicional, empecé a volver una
y otra vez a este tema, que claramente tenía algo especial. Ahora veo el video,
y me parece tan edulcorado que estoy a punto de avergonzarme de mi elección.
Pero no, el tema sigue manteniendo esa cualidad mágica, de entre sueños, de
otro mundo. Supongo que por eso lo pusieron abriendo el disco, porque es otra
cosa. Por eso, al menos, es que me gusta hacerlo sonar en este mediodía soleado
de viernes, un ámbito propicio para todos los sueños, para perderse y no
regresar (hasta el lunes, por lo menos). Y también por eso suena en el Lado B
de un Música Cretina en franca retirada, el no-programa de esta semana que ya se
fue, acompañado nada menos que por Fernando Cabrera y ese otro sueño que es el guardavida durmiendo de Morrissey.
Felices sueños, entonces. Y bien cretinos.
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