sábado, 28 de marzo de 2020

José Carbajal, "Retornando"

Sos la cosa pura/ que ha quedado en mí

El que canta es el uruguayo José Carbajal, más conocido como El Sabalero, y su canto forma parte del primer Música Cretina de un año que no alcanzó a empezar que ya parece haber terminado. O al menos está en pausa. Como un cassette, como un compact, como un download. Es un concepto —una tecla— que conocimos recién luego del vinilo. Porque un vinilo, como el tiempo, no puede estar en pausa. Todo lo que realmente está vivo, que deba moverse —aún sobre sí mismo, como los cuerpos celestes— para dejar huella de ese movimiento, no entiende ese concepto. La frase dice que la naturaleza no concibe el vacío, y lo mismo sucede con el tiempo: nunca se detiene. Se estira, se acorta, pero sucede. Lo mismo con nuestras vidas, con nuestra cabeza y con esa música que suena todo el tiempo, la música de nuestros días y nuestras noches, la que nos acompaña y nos acompañará desde nuestra memoria y nuestras ganas de saber que habrá futuro para llenar de música, o viceversa. Que si habrá música habrá futuro. No tengo respuesta para ninguna de las preguntas que puedan nacer de semejantes ideas, pero lo que puedo decir es que aún hay un Música Cretina para descubrir y así sacarle la pausa a este fin de semana, al menos por un rato. Como les decía, se trata del primero del 2020, y antes de saber cómo seria el año ya sabía como sería ese no-programa inaugural: sería lo que es, un Música Cretina totalmente Spotify free. O sea, nada de lo que suene acá lo podrán encontrar allá, donde muchos imaginan que está todo. Y el que elijo dejar sonar mientras escribo esto durante este mediodía de sábado es al Sabalero, un auténtico personaje de la música popular uruguaya, un cantautor avasallante, popular, dueño de un vozarrón capaz de las ternuras más simples, de una mirada de pueblo que se hace guitarra, pero que no imposta multitudes sino que es capaz de esbozar intimidades al tiempo que convoca a la reunión, a juntarse, a cantar reconociéndose, a la voz y la alegría colectiva. Si bien su música, sí, puede encontrarse en Spotify —hay discos hermosos, como el que me hizo descubrirlo, Angelitos, una extraordinaria grabación en vivo, con Jaime Roos en el bajo— , no aparece un álbum de título contundente, emocionante, excesivo y apropiado para estos tiempos: Abre tu puerta vecino y saca al camino tu vino y tu pan. Es un trabajo que el Sabalero grabó de este lado del charco en el año 1972, y hasta hace muy poco nunca había sido reeditado. Es un orgullo poder tener en mi discoteca la edición de Ayuí, que incluye el texto original que lo acompañaba, en donde Carbajal evoca “el olor a tinta de los diarios montevideanos, el café en los boliches de la aduana, la llovizna en los adoquines y los vinos silenciosos en el Mercado del Puerto”. Aquella melancolía de lo lejano y a la vez tan cercano es casi la que podemos sentir encerrados en esta nueva cotidianidad forzada, así que hay que apurar el trago, y hablar de ese temazo escondido en un disco lleno de clásicos del Sabalero, temas como Yacomenza o No te vayas nunca, Compañera. La canción que sentirán saltarles al cuello apenas empezado en Lado B se llama Retornando, y evoca la pureza y el desengaño de un amor de adolescencia, al que están dedicados los versos con los que arranca este post. El vino no trae las penas/ las penas las traigo yo, canta el Sabalero, que acabo de descubrir que en octubre de este año en pausa hará ya una década que no está entre nosotros. Vaya la sorpresa que me pegué cuando, abriendo alguna caja olvidada, encontré su nombre y dirección escritos de su puño y letra. Y recién entonces me acordé de haberlo entrevistado para el diario, en un camarín pequeño, antes de que subiese a tocar en Buenos Aires, en un boliche lleno de sus compatriotas que no se por qué lo evoco por el barrio de Once. Después de la entrevista nos debimos haber quedado charlando en ese tiempo perdido antes del show, y calculo que, como por aquella época yo andaba planeando un viaje por Europa, a pesar de ser casi un desconocido me pasó su dirección en Amsterdam, por si terminaba por ahí. Te debía una visita, Sabalero. Así que acá estamos, en cuarentena, pero abriendo la puerta, y con el vino y el pan afuera, en el camino. Retornando.

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