lunes, 23 de marzo de 2020

Tiger, "Shining in the wood"


Brillar es un placer/ que he vuelto a encontrar

La frase es del tema que abre el Lado B del primer Música Cretina del año, pero en realidad podría referirse justamente al hecho de hacer los no-programas. Hay que encontrar el placer, a toda costa. En un mundo apagado, hay que recuperar aunque sea un breve espacio donde se pueda brillar. En mi caso, se trata de algo tan simple —e inútil, supongo— como rejuntar mis temas cretinos, y prepararlos para compartir. Y escribir algo sobre ellos. Y ese algo a veces es complicado, y más en este caso, que para abrir el año —un año que, por otra parte, se va cerrando cada vez más— decidí armar una selección libre de Spotify. ¿Cómo es eso? Es que en el último tiempo toooodo el mundo me preguntaba por la bendita plataforma musical, y yo debía explicarles que no era posible reproducirlo ahí, que no estaba todo. Así que para que la pregunta se haga respuesta decidí que iba a armar un no-programa Spotify Free, y presentarlo justamente así. No fue fácil, debo confesar. Mal que me pese, casi todo está ahí. Incluso algunas de las selecciones más extravagantes. Pero esto no se llama Música Cretina porque si, y juntando nuestros tesoros más preciados —es casi un best-of, creo que todos los seleccionados ya sonaron en alguna de las encarnaciones cretinas— finalmente aquí está. Un no-programa cuyo Lado B arranca con un tema —y un quinteto— que no sólo no está en Spotify sino de la que casi no se pueden conseguir referencias online. Tiger fue uno de esos grupos rápidamente encumbrados por la prensa musical británica a fines de los 90, y con la misma velocidad fue olvidada. Shining in the wood es un simple que editaron justo después de su álbum debut, al que recién después de un tiempo le siguió un segundo disco que pasó sin pena ni gloria, y lo mismo pasó con la banda. Pero es una canción que me sigue energizando, con su ritmo enérgico y zumbón y esa voz cantante que con cada verso recibe un grito entusiasta como respuesta, recordando inevitablemente lo más guerrero de los B’52. Y que convoca a la fiesta. Una fiesta entre cuatro paredes, y tal vez un balcón. O una ventana. Una fiesta interior, mientras afuera el virus avisa que hay un estilo de vida que se ha terminado, como una versión 2.0 de la niña Greta, que también avisaba, mientras todos se le reían en la cara. Ríanse ahora, infames. Brillando en el bosque, como brujas, como espíritus, como sombras de la noche negra, bailemos mientras a la luz del día la vida tal como la conocemos —y la sufrimos— cambia o desaparece. Brillando en el bosque, mientras el mundo se inmoviliza en un rigor mortis que nos conduce directamente hacia un territorio desconocido. Nada sabemos, sólo que ya no seremos los mismos. Pero, eso sí, siempre habrá un espacio donde brillar. Aunque más no sea encendiendo un fuego hasta que no queden más que cenizas.

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