El hombre que está delante mío en la cola de la panadería se
da vuelta y me muestra el vuelto: un billete nuevo de veinte. No nos hemos mirado
ni dirigido la palabra mientras esperamos nuestro turno, es temprano y hace
frío, estamos encerrados en nuestros gorros, bufandas y abridos. Es entonces
cuando me mira con una mirada cansada y me dice, señalando al guanaco:
"Hasta el dinero lo cambiaron". Y cuando estoy por hacerle un
comentario cómplice, porque tiene el aspecto de ser peronista de toda la vida,
ancho, retacon, manos y rostro de laburante, ni me da tiempo a contestarle y me
sorprende: "Pensar que yo lo voté". Ahí sí me quedo mudo, mirándolo,
y apenas le alcanzo a contestar: "No se si puedo perdonarlo, amigo".
Junta todos sus paquetes en silencio, evidentemente salio a hacer las compras
del domingo, y se va hacia la puerta sin decir nada mas. En el apuro, se deja
sus treinta pesos de pan sobre el mostrador, asi que lo llamo y le alcanzo la
bolsa. "Uh, por pensar en... el hombre", dice, a modo de resignada
explicación. Y agrega, antes de salir al frio: "Ahora le voy a votar doble
en contra". Me sucedió recién, en mi barrio. No se si el pan después de
este diálogo me pareció mas frío o mas calentito.
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