viernes, 10 de julio de 2015

Javier Corcobado, "Temblando"


Yo quisiera no pensar/ en el día de mañana/ que quizá traiga la gloria/ o lamentos de cristal

Uno de los mejores regalos que dan las amistades musicales es, por supuesto, más música. Muchos años atrás, antes de saber que iba a terminar armando algo parecido a Música Cretina, fui a hacer una nota para el Suple No presentando a los Lions in Love. La nota se hizo en el centro de operaciones porteño del grupo, que era la casa de Guillermo Piccolini, un ex Torero Muerto que había regresado a casa. Picco participó de la entrevista –y de las fotos que la ilustraron-- aunque no llevó la voz cantante. Esa voz, claro, fue la de Melingo. Siempre tuve un buen recuerdo de aquella nota, que se publicó bajo el título de La casa de los leones enamorados, pero hace poco me reencontré con ella, y al releerla me di cuenta que los mejores recuerdos no estaban en el texto. Porque en realidad lo mejor de aquella tarde fue que la charla siguió una vez apagado el grabador, y entonces sí fue con el Picco. Había llegado de España cargado de discos, y el humo de la tarde se extendió en una velada musical de la que me fui con una amistad que se prolonga hasta el dia de hoy, tal vez porque nos hemos visto poco y nada durante todos estos años. Y también me llevé de aquella casa una pasión por cretinos mayores que esa tarde escuché por primera vez, como Kiko Veneno o Javier Corcobado. Alguna vez supe complotar para que Corcobado viniese a tocar a Buenos Aires, pero no hubo caso. Llegue a entrevistarlo un verano en Madrid, cuando aún vivía como invitado en la casa de Alaska, un hogar que tenía un baño repleto de Godzillas de todos los tamaños, formas y substancias. Desde aquella vez que lo escuché, nunca dejé de seguir sus pasos a la distancia. Me ayudaron a mantener al día mi colección gente como Diego Manrique o Andrés Calamaro, otro fan de Corcobado, que en la época de Alta Suciedad –cuando aún coqueteaba con titularlo Decidí Contarlo—lamentaba que Javier no fuese fanático del pop como para hacerle escuchar su disco. Después, en la época del veneno de Honestidad Brutal y después, estoy seguro que Andrés ya no sintió más esa reserva. Aunque en los últimos años le perdí un poco la pista al Corco, los amigos siguen ayudando a aumentar la colección. Hace poco Picco me regaló un vinilo de Demonios Tus Ojos que se alcanza a ver en alguna que otra foto de casa, ya que estuvo un buen rato bien a la vista, expuesto como el mejor trofeo. Este Temblando es de Fotografiando al corazón, un disco de más de una década atrás, cuando había disuelto sus bandas de siempre y empezaba –otra vez—de cero. Temblando doy amor/ y temblando doy mi vida, canta Javier Corcobado para este viernes de invierno, y también desde casi el comienzo de Lado B de un no-programa que sigue revelando sus historias.

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