Yo quisiera no pensar/ en el día de mañana/ que quizá traiga la gloria/ o lamentos de cristal
Uno de los mejores regalos que dan las amistades musicales
es, por supuesto, más música. Muchos años atrás, antes de saber que iba a
terminar armando algo parecido a Música Cretina, fui a hacer una nota para el
Suple No presentando a los Lions in Love. La nota se hizo en el centro de operaciones
porteño del grupo, que era la casa de Guillermo Piccolini, un ex Torero Muerto
que había regresado a casa. Picco participó de la entrevista –y de las fotos
que la ilustraron-- aunque no llevó la voz cantante. Esa voz, claro, fue la de
Melingo. Siempre tuve un buen recuerdo de aquella nota, que se publicó bajo el
título de La casa de los leones enamorados, pero hace poco me reencontré con
ella, y al releerla me di cuenta que los mejores recuerdos no estaban en el
texto. Porque en realidad lo mejor de aquella tarde fue que la charla siguió
una vez apagado el grabador, y entonces sí fue con el Picco. Había llegado de
España cargado de discos, y el humo de la tarde se extendió en una velada
musical de la que me fui con una amistad que se prolonga hasta el dia de hoy,
tal vez porque nos hemos visto poco y nada durante todos estos años. Y también
me llevé de aquella casa una pasión por cretinos mayores que esa tarde escuché
por primera vez, como Kiko Veneno o Javier Corcobado. Alguna vez supe complotar
para que Corcobado viniese a tocar a Buenos Aires, pero no hubo caso. Llegue a
entrevistarlo un verano en Madrid, cuando aún vivía como invitado en la casa de
Alaska, un hogar que tenía un baño repleto de Godzillas de todos los tamaños,
formas y substancias. Desde aquella vez que lo escuché, nunca dejé de seguir
sus pasos a la distancia. Me ayudaron a mantener al día mi colección gente como
Diego Manrique o Andrés Calamaro, otro fan de Corcobado, que en la época de Alta
Suciedad –cuando aún coqueteaba con titularlo Decidí Contarlo—lamentaba que
Javier no fuese fanático del pop como para hacerle escuchar su
disco. Después, en la época del veneno de Honestidad Brutal y después, estoy
seguro que Andrés ya no sintió más esa reserva. Aunque en los últimos años le
perdí un poco la pista al Corco, los amigos siguen ayudando a aumentar la colección.
Hace poco Picco me regaló un vinilo de Demonios Tus Ojos que se alcanza a ver
en alguna que otra foto de casa, ya que estuvo un buen rato bien a la vista,
expuesto como el mejor trofeo. Este Temblando es de Fotografiando al corazón, un
disco de más de una década atrás, cuando había disuelto sus bandas de siempre y
empezaba –otra vez—de cero. Temblando doy amor/ y temblando doy mi vida,
canta Javier Corcobado para este viernes de invierno, y también desde casi el
comienzo de Lado B de un no-programa que sigue revelando sus historias.
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