No rompas mi corazón, pibe
Cada tanto, Música Cretina vuelve a las bases. Y eso significa
que durante unos días la casa se llenará de discos por todas partes, ya que
empiezo a sacarlos de los estantes y armar pilas aquí y allá, buscando un orden
que –como todo el mundo sabe-- sólo es posible de encontrar desordenando el
preexistente. Eso permite que haya cosas
que salgan a la luz, como este compact de un tal Bobby Sichran, al que yo
siempre recordé como el proto-Beck que alguna vez tuvo Columbia Records y nunca
capitalizó. Al googlear buscando más información de un nombre que fue sepultado
por el paso del tiempo, confirmo dos cosas. Una, que Sichran es efectivamente
un nombre olvidado: no hay mucha información suya dando vueltas por ahí. Y dos,
que efectivamente fue un Beck antes que Beck, al menos en términos de su
primera encarnación, aquella que cortaba y pegaba de manera postmoderna sensibilidad
folk con técnicas del hip hop. Los pocos que todavía hablan de Sichran aún lo
hacen con entusiasmo y respeto, señalando que si no apareció en escena antes
que el autor de Loser al menos seguramente lo hizo al mismo tiempo, y lamentando
que --a pesar de haber sido celebrado por la prensa y disfrutado de cierto culto--
su disco fue un fracaso comercial mientras que sus experimentos musicales
fueron capitalizados muy poco después por artistas como G Love & Special
Sauce, Soul Coughing y Everlast. Pero la mayor sorpresa con respecto a Sichran
es la otra noticia que trae google: que falleció en febrero de este año, víctima
de un tumor cerebral. Aún no había cumplido 46 años, se había casado y tenía un
hijo. Bobby Sichran era su seudónimo artístico: su verdadero nombre era Robert
Lichtman, y después de intentar suerte en la música, se había metido primero en
la Guardia Nacional –que debe ser algo así como la Gendarmería--, donde llegó al
rango de Capitán. Y luego en la Neurociencia, donde estaba especializándose en
el estudio de la visión. No tenía idea de esto cuando saqué su disco del
estante para empezar a armar la pila de compacts que terminó siendo el Lado B
de este no-programa. Enseguida fui al tema por el cual conservé su disco, el
que era mi hit personal –que no era el tema por el que se hizo conocido--, y a
partir de ahí empecé a tirar del hilo hasta apilar lo que faltaba para
completar este nuevo Música Cretina. No podía imaginarme que Don’t break my heart
kid sería no sólo perfecto para musicalizar este sábado frío y nublado, sino
también para recordar a un pibe que lo tuvo todo y sólo cometió el error de
llegar apenas un poco antes que todos.
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