jueves, 31 de mayo de 2012

Muchos pensamientos para una sola cosa, por Martín Pérez


Son muchos pensamientos para una sola cosa. Eso canta Pappo en Sucio y desprolijo, y no dejo de pensar en eso esta noche, en que acabo de enterarme de la muerte del Carpo, y desde que llegue a mi casa no hago mas que escuchar Pappo's Blues a un volumen demencial. No me molesta que me vengan a tocar la puerta para que baje la música. Quiero que todos se enteren que se murió Pappo, loco. Y que sepan que aún así no se van a librar de su música. 
Apenas me subí al taxi que me trajo a casa, el tachero me puso al tanto de todo. Si, acaba de morirse Pappo, iba en moto por la ruta, lo tocaron, cayó y un auto le pasó por encima. Me contó todo eso mientras aceleraba cada vez más por la 9 de Julio. Nos quedamos callados un rato largo, escuchando el silencio de la ciudad y la noche. Debió de verme la cara que puse, porque inmediatamente agregó: "Murió en su ley".
Reconozco que un par de días atrás me puso triste enterarme que había muerto Hunter Thompson. Pero cuando supe que se había pegado un tiro, sentí algún tipo de alivio. Había muerto en su ley, después de todo. Pero, tal como me dijo un amigo recién por teléfono, la verdad que es imposible no empezar a estar hartos de la gente que muere en su ley. No queremos que se mueran, punto. No ellos. Otro amigo me dijo que había hablado con el jefe de infografía de Clarín, que le dijo que se había pasado el día esperando la noticia de la muerte del Papa, y en cambio se había muerto Pappo. ¡Malditos errores de tipeo celestiales!
Ahora Andrés Calamaro canta, desde ese autohomenaje que se hizo Pappo, eso de que Nunca lo sabrán, y así como antes apretaba los puños ahora me emociono casi hasta las lágrimas. Fue el primer tema solista del Carpo, una canción acústica e intimista. Y pienso que, sí, nunca sabremos lo que tenía en la cabeza Pappo. Ni siquiera si siguiera vivo. Fernando García, en el expresivo y fenomenal ensayo incluido en aquel disco, titulado Pappo & amigos, asegura que el tema principal de los cuatro fundamentales primeros discos de Pappo's Blues no son los fierros, las groupies, el alcohol ni el rock'n'roll. Sino que el gran tema es la mente. "La mente como una gran máquina que atisba una conciencia", escribe García, y tiene toda la razón del mundo. Son muchos pensamientos para una sola cosa, claro.
Nunca fui gran fan de Pappo de pequeño, y recién lo entendí de grande. De chico había comprado todo eso del pacifismo del rock nacional y me enojaba contra las tachas y las cadenas de Riff. Pero recuerdo también haber leído fascinado cómo Spinetta se quejaba ante Miguel Grinberg, en un reportaje incluido en su libro Cómo vino la mano, de la negatividad de Pappo. Una noche, contaba el Flaco, Pappo incluso le había llenado toda la heladera de pequeños no, escritos con marcador. Nonononononono. Ah, cómo me río ahora al pensar en Pappo cagándose de risa del azoramiento de Spinetta al descubrir semejante decoración. Y cómo entiendo que haya vendido inmediatamente la guitarra Repiso que Luis dice haberle regalado con todo su amor. Pero más que nada porque semejante acto los define perfectamente, tanto al Flaco como a Pappo.
Hace un par de meses recuerdo haber visto a la medianoche, comiendo una pizza de parado en un local lleno de tacheros, a Pappo sentado en un programa de cable, respondiendo preguntas de un panel de periodistas respetables y no tanto. El volumen estaba bajo y casi ni se entendía lo que decía, y además nadie parecía prestarle atención al televisor. Pero un tipo sentado al lado mío en esa barra balbuceó algo que yo, barruntando ese humor de tacheros fachos y prejuiciosos colgando en el aire, interpreté como un "¿Es trolo, este?". Pero no. Inmediatamente repitió la frase, que era una afirmación: "Es Troilo". Y si. El carpo, sentado en esa silla, recordaba la estampa del Troilo de los últimos años. Pero además aquella escena me confirmó que Pappo ya estaba lejos de cualquier burla, incluso de la del gremio más escéptico y conservador. 
Uno de mis recuerdos más vívidos de Pappo no lo tiene a él como protagonista, sino a su perro Cactus. Fue en uno de los primeros Cosquín Rock. Mientras Pappo tocaba, su perro vagaba por todo el escenario y aledaños. En eso, lo vimos entrar en la sala de prensa. Alguien dijo: pobre, tiene sed. Así que le ofreció agua. Cactus ni bola. Otro que estaba zampándose un sandwich de miga se lo ofreció, y el perro se lo sacó de la mano y se fue de la sala. Digno perro del Carpo, dijimos entonces, y cada uno siguió en lo suyo.
Pero la gran anécdota, la que puedo esgrimir con orgullo en la solapa, fue cuando Pappo me echó de su camarín. Sucedió en el estadio de River, antes de uno de sus shows teloneando a los Rolling Stones. Era la época de su amistad con el Tata Yofre y sus veranos en Punta del Este. Dijo algo de esa gente, y le pregunté: "¿Sos cholulo, Pappo?" No lo hice con maldad, era casi un pie para que me respondiese un 'nooooooo' con su voz gruesa. Pero él no lo entendió así. Se produjo un silencio, y tuve la mala suerte que uno de sus plomos lanzase una carcajada y dijera en voz alta: "Pappo, te dijeron cholulo". Para qué. Ahí se termino la nota y me echó del camarín. "Vos sos un hippie, pero yo soy un rockero", fue lo que me dijo mientras me iba. Y así es exactamente como me gusta recordarlo.  
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(Juntos a la par suena en el último Musica Cretina, entre Mercury Rev y Odetta. Y esta columna se publicó en La Mano #12, de marzo del 2005, como parte de un especial despidiendo a Pappo. Lo escribí la misma noche --y lo corregí al día siguiente-- de conocerse la noticia de su muerte, y se lo mandé al resto de los integrantes de la redacción, pidiendo textos similares. Casi no había tiempo para incluir la noticia en ese numero, que llevaba la tapa de Calamaro haciendo de Dylan. Pero las despedidas y recuerdos empezaron a llegar e incluso al final hubo varios que quedaron afuera.)

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