Son muchos pensamientos para una sola cosa. Eso canta Pappo en Sucio y desprolijo, y no dejo de pensar en eso esta noche, en que acabo de enterarme de la muerte del Carpo, y desde que llegue a mi casa no hago mas que escuchar Pappo's Blues a un volumen demencial. No me molesta que me vengan a tocar la puerta para que baje la música. Quiero que todos se enteren que se murió Pappo, loco. Y que sepan que aún así no se van a librar de su música.
Reconozco
que un par de días atrás me puso triste enterarme que había muerto Hunter
Thompson. Pero cuando supe que se había pegado un tiro, sentí algún tipo de
alivio. Había muerto en su ley, después de todo. Pero, tal como me dijo un
amigo recién por teléfono, la verdad que es imposible no empezar a estar hartos
de la gente que muere en su ley. No queremos que se mueran, punto. No ellos.
Otro amigo me dijo que había hablado con el jefe de infografía de Clarín, que
le dijo que se había pasado el día esperando la noticia de la muerte del Papa,
y en cambio se había muerto Pappo. ¡Malditos errores de tipeo celestiales!
Ahora
Andrés Calamaro canta, desde ese autohomenaje que se hizo Pappo, eso de que Nunca lo sabrán, y así como antes apretaba los puños ahora me
emociono casi hasta las lágrimas. Fue el primer tema solista del Carpo, una
canción acústica e intimista. Y pienso que, sí, nunca sabremos lo que tenía en
la cabeza Pappo. Ni siquiera si siguiera vivo. Fernando García, en el expresivo
y fenomenal ensayo incluido en aquel disco, titulado Pappo & amigos, asegura que el tema principal de los cuatro
fundamentales primeros discos de Pappo's Blues no son los fierros, las
groupies, el alcohol ni el rock'n'roll. Sino que el gran tema es la mente.
"La mente como una gran máquina que atisba una conciencia", escribe
García, y tiene toda la razón del mundo. Son muchos pensamientos para una
sola cosa, claro.
Nunca
fui gran fan de Pappo de pequeño, y recién lo entendí de grande. De chico había
comprado todo eso del pacifismo del rock nacional y me enojaba contra las
tachas y las cadenas de Riff. Pero recuerdo también haber leído fascinado cómo
Spinetta se quejaba ante Miguel Grinberg, en un reportaje incluido en su libro Cómo vino la mano, de la negatividad de
Pappo. Una noche, contaba el Flaco, Pappo incluso le había llenado toda la
heladera de pequeños no, escritos con marcador. Nonononononono. Ah, cómo me río
ahora al pensar en Pappo cagándose de risa del azoramiento de Spinetta al
descubrir semejante decoración. Y cómo entiendo que haya vendido inmediatamente
la guitarra Repiso que Luis dice haberle regalado con todo su amor. Pero más
que nada porque semejante acto los define perfectamente, tanto al Flaco como a
Pappo.
Hace
un par de meses recuerdo haber visto a la medianoche, comiendo una pizza de
parado en un local lleno de tacheros, a Pappo sentado en un programa de cable,
respondiendo preguntas de un panel de periodistas respetables y no tanto. El
volumen estaba bajo y casi ni se entendía lo que decía, y además nadie parecía
prestarle atención al televisor. Pero un tipo sentado al lado mío en esa barra
balbuceó algo que yo, barruntando ese humor de tacheros fachos y prejuiciosos
colgando en el aire, interpreté como un "¿Es trolo, este?". Pero no.
Inmediatamente repitió la frase, que era una afirmación: "Es Troilo".
Y si. El carpo, sentado en esa silla, recordaba la estampa del Troilo de los
últimos años. Pero además aquella escena me confirmó que Pappo ya estaba lejos
de cualquier burla, incluso de la del gremio más escéptico y conservador.
Uno
de mis recuerdos más vívidos de Pappo no lo tiene a él como protagonista, sino
a su perro Cactus. Fue en uno de los primeros Cosquín Rock. Mientras Pappo
tocaba, su perro vagaba por todo el escenario y aledaños. En eso, lo vimos
entrar en la sala de prensa. Alguien dijo: pobre, tiene sed. Así que le ofreció
agua. Cactus ni bola. Otro que estaba zampándose un sandwich de miga se lo
ofreció, y el perro se lo sacó de la mano y se fue de la sala. Digno perro del
Carpo, dijimos entonces, y cada uno siguió en lo suyo.
Pero la gran anécdota, la
que puedo esgrimir con orgullo en la solapa, fue cuando Pappo me echó de su
camarín. Sucedió en el estadio de River, antes de uno de sus shows teloneando a
los Rolling Stones. Era la época de su amistad con el Tata Yofre y sus veranos
en Punta del Este. Dijo algo de esa gente, y le pregunté: "¿Sos cholulo,
Pappo?" No lo hice con maldad, era casi un pie para que me respondiese un 'nooooooo'
con su voz gruesa. Pero él no lo entendió así. Se produjo un silencio, y tuve
la mala suerte que uno de sus plomos lanzase una carcajada y dijera en voz
alta: "Pappo, te dijeron cholulo". Para qué. Ahí se termino la nota y
me echó del camarín. "Vos sos un hippie, pero yo soy un rockero", fue
lo que me dijo mientras me iba. Y así es exactamente como me gusta recordarlo.
...........
(Juntos a la par suena en el último Musica Cretina, entre Mercury Rev y Odetta. Y esta columna se publicó en La Mano #12, de marzo del 2005, como parte de un especial despidiendo a Pappo. Lo escribí la misma noche --y lo corregí al día siguiente-- de conocerse la noticia de su muerte, y se lo mandé al resto de los integrantes de la redacción, pidiendo textos similares. Casi no había tiempo para incluir la noticia en ese numero, que llevaba la tapa de Calamaro haciendo de Dylan. Pero las despedidas y recuerdos empezaron a llegar e incluso al final hubo varios que quedaron afuera.)
bellisimo y emocionante....no mas,pero realmente llega al alma
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