Yo te canto ahora/ y esto no es solo un canto de amor
Ya casi hay un nuevo Musica Cretina listo para salir al ruedo, pero como todavía nos queda un ratito mejor aprovecharlo para sacar chapa con el no-programa aún vigente, en este caso con un pequeño lujo que nos permitimos casi al final del Lado B, cuando se deja escuchar la Nebbia’s Band entre la Mitchell de Mingus y nada menos que Pavement, como si fuese una suerte de eslabón perdido --o liberadora ruta colectora, alejada del peaje de las autopistas-- entre el más particular subproducto del jazz-rock al servicio de una cantautora y el post grunge del grupo de Malkmus. Hay algo de eso siempre en la música de Nebbia, que prejuiciosamente muchos han creído durante demasiado tiempo limitada al cruel reduccionismo del piru-riru-la de sus entusiastas fraseos, pero que por suerte hoy hay muchos que le han concedido ya varios de sus merecidos laureles. Porque Litto no es sólo un histórico, un fundador, sino que también es un fanático de la música y de la cultura popular --es un gran cinéfilo, por ejemplo--, y un tipo que siempre se ha jugado por lo que creía, y justamente por eso ha sido el blanco de toda clase de prejuicios. Por jugarse a la música como carrera en épocas de naufragios, por escaparle a las drogas duras cuando todos coqueteaban con ellas, por ser peronista cuando estaban de moda otras --digamos-- drogas políticas, por abrirse a tocar con flokloristas cuando todos se cerraban dentro del rock, y se puede seguir con la enumeración. Finalmente tanto humo se ha disipado, y en estos tiempos en que el rock se está comiendo su propia cola es imposible no disfrutar del redescubrimiento de cada recodo del múltiple catálogo Nebbia. No todo tiene el mismo nivel, claro que no, especialmente porque Litto siempre ha sido muy indulgente con su música, y bien que así haya sido, negándose a autoncensurarse y dejando abierta esa bendita canilla creativa. El resultado son gemas que siempre esperaran pacientes que uno llegue hasta ellas, como ese pliegue del camino que es la Nebbia’s Band, el grupo que armó luego de la segunda y definitiva separación de Los Gatos, justo cuando arrancaban los 70, y Litto --según cuenta en el texto incluido en la reedición de Melopea del único disco de aquella banda-- quería que sus canciones sonasen con instrumentos de viento y empezar a hacerle lugar a la improvisacion. Su primera aparición en escena fue con un auténtico desfile de invitados en un teatro de Acassusso, por el que desfilaron Javier Martínez, Rodolfo García, Oscar Moro y Alfredo Toth, entre otros, abriendo una serie de recitales que culminarían en el Opera. El recuerdo de Nebbia es que, salvo los fieles, los demás no entendían lo que quería hacer entonces, alejándose de sus temas conocidos, adentrándose en territorios nuevos, que anticipaban muchos de los caminos que perseguiría años después. “La gente no entendía realmente qué hacíamos”, escribe Litto. “Temas tan largos, armonías tan raras... Así es la música: jamás debe estar sujeta al Mercado, como le dicen hoy”. Al preguntarle ahora por Dulce lady, el tema que suena en Música Cretina, al regreso del mail el generoso Litto precisa que era el lado B del único simple del grupo. “Cuando hicimos ese simple sabíamos que no lo íbamos a incluir en el disco”, recuerda. Y agrega: “Era un poco la costumbre de la época”. Cacho Lafalce, de Huinca, en bajo, Rodolfo García en batería y el propio Litto en Hammond suenan en ese Lado B, rescatado --junto al Lado A del simple, Pídeme más, donde se les suma Gustavo Bergalli en trompeta-- en la reedición del disco de la Nebbia’s Band. Y agrega Litto: “Quizá sea el mejor álbum sonoramente rescatado de los de aquella época...” Así que lxs invito a que dejen sonar en este lunes de otoño el último no-programa, y disfruten de ese diálogo final entre Joni, Mingus, Litto y Malkmus, cultura rock a volumen once, cabezas abiertas y sin prejuicios, y mucha onda, como debe ser. O debería serlo cuando hablamos de música. Y ya saben: si es Cretina, mejor.
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