jueves, 15 de abril de 2021

Barbara Manning, "The end of the rainbow" (Richard Thompson)

La vida parece tan prometedora desde la cuna/ pero voy a ser un amigo y decirte lo que te espera

Se las presento, la muchacha de la foto se llama Barbara Manning, y el resignado verso con el que arrancan estas líneas es del que tal vez sea el tema más oscuro de Richard Thompson, lo que ya es mucho decir. Lo pueden escuchar casi al comienzo del nuevo Música Cretina, en la emocionante versión que Manning cantó para 1212, el disco que grabó en Tucson, con Joey Burns y John Convertino --Calexico, o sea-- como grupo acompañante. Creo que Barbara entró en mi vida de la mano de Stephin Merrit, el líder de los Magnetic Fields, que la tiene como invitada en el primer disco de su proyecto paralelo The 6ths, su vehículo para trabajar con vocalistas invitadxs. En Wasp’s Nest, así se llama ese álbum, Barbara comparte cartel con Dean Wareham, Gerogia Hubley o Lou Barlow, entre otros. Lo que me llevó después a conseguir el de su grupo, SF Seals. Tal vez haya sido al revés, no recuerdo bien, pero lo cierto es que por aquella segunda mitad de los noventa el nombre de Manning formaba parte de las contraseñas por las que nos reconocíamos los que nos sumergíamos en el mundo indie de la época. Fanática de la música y de hacer covers de sus artistas preferidos --llegó al punto de irse a Nueva Zelandia para grabar con muchos de ellos--, encontré por ahí una declaración suya fascinante, en la que cuenta que se metió en la música después de haber soñado a los doce años con Pete Townshend. “¡Es verdad! Me dijo que tomase una guitarra y marchase hacia el mundo”, le contó a Jason Gross para el site Perfect Sound Forever, y lo increíble de esa declaración es que básicamente resume toda su carrera. Le perdí la pista a Barbara hace rato, pero no tengo intenciones de desprenderme de esos pocos discos suyos que tengo en mi discoteca, y leo en Wikipedia que hoy vive en Long Beach, California, y es maestra de ciencias en una escuela secundaria de la zona. La encontré online y le pregunté por su cover de Thompson, y tuvo la generosidad de responder. Me dijo que cuando lo grabó estaba pensando en una amiga que tenía entonces, que estaba embarazada pero su pareja le confesó que se había enamorado de otra. “La canción me pegó, porque esa criatura iba a enfrentar cierta tristeza”, intentó explicar Manning, que me confesó que no sabía que Thompson compuso The end of the rainbow justo para la época en que estaba por nacer su primer hija, Muna, en los felices comienzos de su pareja con Linda Thompson. ¿Felices? Estos son los primeros versos del tema: Me preocupo por vos, pequeño horror/ a salvo en el pecho de tu madre/ ningún golpe de suerte está esperándote a la vuelta de la esquina. En la más que completa y dedicada biografía de Thompson que escribió Patrick Humphries --que luego haría lo propio con Nick Drake-- por supuesto que hay más de un párrafo dedicado a semejante tema, cuya versión original forma parte de esa obra maestra que grabó con Linda, I want to see the bright lights tonight. Linda confirma en el libro que fue escrita después del nacimiento de Muna: “¡No dejo de decirle que no se lo tome personalmente!”, apunta. Por su parte, Muna Thompson Mascolo --que, a diferencia de sus hermanos menores Teddy y Kami, nada casualmente no se ha dedicado a la música-- cuenta que lloró cuando la escuchó por primera vez, a los 16 años, y que por suerte su padre le dedicó años después una canción hermosa como The king of bohemia, en su disco Mirror blue. “Es una canción oscura, pero no las encuentro deprimentes”, le confirma Thompson a Humphries, y cuenta que durante una época Elvis Costello solía tocarla en sus shows, y le contó que la gente se le acercaba para decirle que la vida no era así, que había esperanza. “No estoy negando la felicidad del nacimiento de un hijo, no estoy hablando de mi hija, sino que estoy escribiendo una historia, estoy encarnando un personaje. Creo que a veces hay que llegar hasta ese punto, hay que escribir esa canción oscura”, agrega Richard y no tengo intenciones de contradecirlo. No hay nada al final del arco iris/ Ya no hay nada hacia lo que crecer, escribió Thompson, canta Manning, y en Música Cretina coreamos con ellos, sabiendo que hay que ir hasta el fondo para volver a salir, pensando en que las canciones tristes son como amigos que dicen presente especialmente en las malas, y tienen el efecto de una vacuna contra los malos tiempos. The end of the rainbow vendría a ser entonces como una super Sputnik, como esa cicatriz que llevo desde hace años en el antebrazo izquierdo. Queremos ver las luces brillantes esta noche, qué duda cabe. Que suene música, para sentirnos abrazados, pase lo que pase. Y si es Cretina, mejor. 

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