domingo, 7 de marzo de 2021

Carl Douglas, "Kung Fu fighting"

Es un antiguo arte chino/ y todos se saben su papel

Uno de los oyentes más fieles de Música Cretina me escribió apenas subí la nueva emisión para decirme que la escuchó con su hijo dormitando indiferente a su lado. Pero no era eso lo que quería contarme sino que, justo cuando el señor de la foto empezó con su tema, el hijo despertó para preguntar, súbitamente interesado: ¿Qué es esto? Esto es Carl Douglas, mi joven oyente. Y eso que canta es nada menos que su gran éxito, el que lo identifica más que su nombre dentro de la historia de la música pop, titulado Kung Fu Fighting, numero uno a ambos lados del Atlántico cuando fue originalmente editado, en 1974, y que casi medio siglo más tarde es evidente que conserva todos sus atributos. Porque, tal como el vástago de mi Cretino más entusiasta, cuando de pronto asomó el tema en la banda de sonido de la extraordinaria Lover’s Rock me pregunté lo mismo, e inmediatamente decidí que tenía que sonar en Música Cretina. Parte de esa magistral serie de cinco telefilms dedicada a la inmigración antillana en Londres llamada Small Axe en honor a los Wailers, del británico Steve McQueen –ya va siendo hora que se dediquen a hablar de esta obra maestra, mis queridxs recomendadorxs espontánexs de facebook–, Lover’s Rock tal vez sea la más musical y menos militante de todas ellas, pero todo igual está ahí, en este encantador retrato de una noche de baile apasionada y llena de vida. Y canciones, claro. Elegida como una de las mejores del año pasado, Lover’s Rock es además la mejor película musical de los últimos años. Desconozco cómo se multiplicará su disfrute en una pantalla grande, pero alcanzar a verla en la soledad de mi living, en lo más estricto de la pandemia, me dio ganas de bailar, saltar y hacer pogo ahí mismo, como si estuviese en medio de algo. Algo que no fuese, claro está, un encierro global. Cuando busqué a ver de qué se trataba esa canción –una de las tantas de una banda de sonido vibrante–, me sorprendió descubrir que había sido semejante éxito y sin embargo yo no tenía ni idea. Más que nada porque uno de mis primeros trabajos en esto de los medios fue encargarme, durante un tiempo considerable, de escribir presentaciones de temas para las tres o cuatro horas de cada emisión semanal de un programa llamado Los queridos ’70, que salía por FM 100. Inevitablemente, las selecciones musicales se terminaban repitiendo, por lo que ya no escribía de las canciones o sus intérpretes, sino que me había comprado una pila de semanarios como Siete Días o Gente, para buscar otras cosas que recordar. Sin embargo, no recuerdo haber visto jamás a Carl Douglas en esas listas repetidas, por lo que deduzco que tal vez por una cuestión de cierto prejuicio o directamente racismo los jamaiquinos aún no entraban en el menú más popular de la época –habría que esperar a Eddie Grant y la dictadura para que eso suceda–, o quizá directamente durante la más pujante y descamisada primera mitad de la década no había lugar para demasiada música bailable en inglés. Lo cierto es que el jamaiquino Douglas la rompió de tal manera en su momento con Kung Fu Fighting que es generalmente confundido con un One Hit Wonder, a pesar de haber disfrutado de una larga carrera musical durante décadas, antes y después del batacazo. Todos estaban haciendo Kung Fu/ esos chicos eran más rápidos que el rayo, canta Douglas y cantamos todos, aunque no conozcamos el tema, porque esa es su mejor virtud, lo mejor de la música a fin de cuentas, sea Cretina o no. Que todos nos la sabemos, aunque la escuchemos por primera vez. Como si hubiese estado ahí, sonando siempre. Esperando nuestro regreso.  


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