Díganme cómo se puede considerar ilegal/ algo que todos fabricamos en nuestras mentes
Llueve y nos quedamos en casa. Llueve y suena Sturgill Simpson,
el nuevo rebelde del country, un hombre con stetson que tomó todas las drogas,
pero terminó descubriendo lo que realmente importa. Marihuana, LSD, psilocibina,
y DMT/ todas cambiaron mi visión/ pero el amor es la única cosa/ que alguna vez
salvó mi vida. En el tema que abre y resume la filosofía de su último disco,
infaltable en todas las listas de lo mejor del año pasado, Simpson canta que vio
jugar a Jesús con las llamas de un lago de fuego, que conoció al Diablo en
Seattle y que Buda, que le mostró una luz que brillaba desde dentro. Pero juro
que Dios está presente cada vez miro en los ojos de mi mejor amigo, explica un
cantante claramente entregado a un viaje espiritual que, lejos de llevarlo bien
lejos, parece dejarlo con los pies bien sobre la tierra. Dice mi hijo que todo
ha sido hecho y que algún día nos despertaremos viejos y grises/ así que andá y
tratá de divertirte, mostrándole humanidad a todos los que conocés y saludás y
engañás por el camino. El disco de Simpson, el segundo de su carrera, lleva un
nombre que define su meta-country: Metamodern sound in country music. Dicen los
que saben que lo suyo se parece a Herle Haggard o Waylon Jennings, y suena
realmente bien tradicional, para desmarcarse recién hacia el final del álbum,
donde encarna una suerte de Flaming-Lips-go-country. Pero Simpson no quiere
engañar a nadie, y por eso abre el disco asegurando que se trata de Tortugas hasta
el fin. Un título que nace en un verso del comienzo de una canción alucinante, confesional
como pocas veces se ha visto: Hay una escotilla en tu mente/ Que lleva a algún
lugar más allá de este plano/ Donde reptiles extraterrestres hechos de luz/ Te abren
al medio y terminan con todo tu dolor. Y que hacia el final de tema, regala
una afirmación delirante pero al mismo tiempo pacífica e incluso sabia a su
manera, lamentablemente muy al día en este comienzo de año lleno de profetas
supuestamente enojados y sangrientos, y gente que se lava las manos diciendo
que hay que respetar las creencias ajenas. No hay que gastarse la cabeza en
canciones de cuna o cuentos de hadas sobre sangre y vino/ Se trata de tortugas
hasta el fin/ Así que a cada uno lo suyo hasta que nos vayamos a casa/ hacia
otros reinos por los que vagaran nuestras almas/ a través de ese mito que todos
llamamos espacio y tiempo. Amén a todo
eso, amigo Sturgill. Por eso lluvia de domingo y meta-country. Sonando a un
play de distancia y también en el Lado B del primer no-programa del año, amén
otra vez.
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