domingo, 25 de enero de 2015

Papas Fritas, "My revolution"


Apagá la luz/ tus pensamientos me mantienen despierto durante la noche

Una de las bandas que considero propias son estos Papas Fritas. Si, así, en castellano, como Yo La Tengo. Los Papas Fritas –que han justificado semejante nombre castizo relacionándolo con la frase en inglés "pop has freed us", o sea "el pop nos liberó"-- son un trío de Massachussets, con los que me cruce en mi primer visita neoyorkina, nada menos que en la disquería Other Music, algo así como la Meca del rock indie por aquellos tiempos. Había leído algo sobre ellos, me encantó la tapa de su disco y, como si fuese poco, el día que fui a comprarlo justo se hicieron un lugar entre las bateas de la disquería para dar un breve recital, con lo que terminaron de conquistarme. Creo que incluso llegué a chapurrear algo en mi dubitativo inglés con la encantadora Shvika Ashtana, la pequeña baterista. Me hice fan, tengo que confesarlo. Ayudaba el hecho de que su debut tenía un puñado de canciones deliciosas, que nunca me he cansado de escuchar con el correr de los años. Así fue como empecé a coleccionar en mi discoteca todos sus discos e incluso simples, ya que no sacaron muchos. Pero, claro, los fanatismos en mi trabajo suelen tener patas cortas, y uno está replanteándose todo el tiempo semejantes adhesiones incondicionales. Después de todo, uno de los peores vicios en este campo es el de sumar la voz al coro de cada hype, servir sólo de aceite en el engranaje de la maquinaria. Cuando en su segundo disco no pude encontrar canciones que me hicieran dejar de regresar a las del primero, me replanteé mi entusiasmo, ya que además casi nadie se tomaba en serio a los Papas, ni había muchas notas sobre ellos por ningún lado. Supongo que ahí caí en el segundo de los vicios de este oficio, que es desechar rápidamente el entusiasmo inicial al ver que uno se queda solo, tan en evidencia como El Chavo haciendo alguna referencia impropia sobre el Profesor Girafales justo cuando todos han cerrado la boca a su alrededor. Fue nada menos que Daniel Melero el que impidió que cometiese el error de no sumar a mi colección el tercer disco del grupo, cuando en una entrevista lo mencionó como uno de sus lanzamientos recientes preferidos. Y eso pese a que, en principio, su música no parecería tener nada que ver con la del ex Encargado. Pero ese pop que los había liberado –y que finalmente encontraba una sutil sofisticación en el admirable Buildings and grounds (2000)-- era lo que justamente reconocía Melero, y si él podía entregarse sin culpa a eso yo no podía abandonarlos justo en ese momento. Creo que ese fanatismo inicial, la duda posterior ante el miedo de quedar en evidencia y finalmente la aceptación en su justa medida –después de todo, no todo lo que uno escucha tiene que ser revolucionario ni quedar en la Historia, sino que no es menos significativo que uno tenga una propia historia sonora—es una dialéctica que, cuando se resuelve de una manera que permite sacarse un peso de encima, arrojando prejuicios por la borda, permite seguir sintiéndose vivo en un ámbito que tiende peligrosamente a la momificación o la banalidad. De alguna manera, a fin de cuentas, a mi también el pop de los Papas Fritas –junto a tantos otros-- me ha liberado. Sigue a tu culo y serás libre, como alguien dijo por ahí. Las ideas no son gratuitas/ así que no las malgastes todas en mi, advierten los Papas en este tema que ilumina el Lado A del primer no-programa del año, que ya va pidiendo un sucesor. Y también ayuda a aliviar un poco este domingo de verano, en que el sol empieza a recordar que estamos en enero, mecacho.

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