No tengo que rogarte para que me sostengas/ algún otro lo hará
Un día de lluvia, un blues. Por suerte hay veces que la vida
es sencilla. Al menos por un rato. O al menos en un rincón, de esos en donde
vale la pena esconderse. Y escuchar, por ejemplo, lo nuevo de Robert Cray. Lo
conocimos allá por los 80, cuando por mas que sacudías y sacudías a nadie se le
caía un solo de guitarra. Y mucho menos un blues. Aunque los puristas nunca lo
quisieron demasiado, ahí está Cray –por ejemplo-- rompiéndola en esa maravilla
que es Showdown! (1985), al lado de Albert Collins y Johnny
Copeland. Sus discos solistas son mas soul que blues, es cierto, pero a quién
le importa. Recuerdo haberlo ido a ver en un Obras con Koko Taylor. Cray se
tuvo que bancar las quejas de los fans, que no consideraban que lo que hacía
era blues, pero para mi fue lo mejor de la noche. Algo parecido les sucedió a
Los Lobos en Huracán, ante los fanáticos –pocos—de Vaughan. Aquella vez César
Rosas se arrodilló al costado del escenario para rockearles en el rostro a los
puristas, Robertito no fue tan extremo ni tan desafiante. Es cierto, en Huracán
no había casi nadie y en cambio el Obras de Koko estaba lleno. Pero alcanzó con
que hiciera lo suyo para robarse la velada. En mi discoteca, Strong
persuader (1986) y Midnight stroll (1990) –ademas de Showdown!—siempre tendrán un lugar de privilegio. Por lo general,
cuando un artista es editado por estos pagos, estamos condenados a que salga
cada nuevo trabajo, aún cuando ese artista se haya vuelto intrascendente. No es
el caso de Cray, aunque sus discos han dejado de tener edición local porque
viene cambiando seguido de discográfica. Este blusacho es de In my
soul, su último disco, editado en abril por un sello lamado Provogue, que
un par de años atrás también sacó el anterior. Cray es un orgulloso clásico
cretino, y así que ahí está, engalanando el Lado A del no-programa de esta
semana. Y también sonando en este miércoles de nubes y lluvia.
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