Aquí viene la sed/ el deseo disfrazado de calma
Viernes de primavera, sol y viento, y aquí viene la sed. Ah,
el fin de semana al alcance de la mano. Travesti fue el disco que
confirmó a Melero como un gran compositor de canciones, por si alguien tenía
alguna duda. Es el de Nena mía, Resfriada y, especialmente, Quiero estar entre tus cosas. Y sin embargo, ahí está el título,
con el que Melero anunciaba que justamente no se trataba de eso. De hecho, el
nombre del disco en la tapa original Melero lo había puesto sobre la foto de
Victor Ponieman, que aparece como productor ejecutivo del disco, responsable de
Random, el sello donde apareció originalmente. Pero en la reedición desaparece
la foto de Ponieman, y hay una suya. Cuando pienso en Melero, pienso en autos,
jets, aviones, barcos, pero no en el tema de Seru. Sino en la enumeración que
titula aquel tema, que se me apareció mirando por la ventana de su departamento
de Libertador, porque justamente eso es lo que se ve, desde ahí arriba, mirando
hacia el rio. Creo que fui a visitarlo cuando sacó el disco de solo piano, una suerte de Travesti 2, si esta pret-a-portheory es real. Porque,
nuevamente, ahí sus canciones vuelven a ser las protagonistas. Había salido sólo en Chile, cuando la Warner de allá le armó un compilado doble, uno con sus mejores
canciones en formato electrónico, el otro solo al piano. Acá no le daban bola,
pero por entonces yo trabajaba para Chile así que el disco llegó a mis manos y
me entusiasmé. Me recordó el disco blanco de John Cale, otro travesti
a-la-Melero, solo al piano pero nunca solo eso. Claro que Cale lo toca –y
cómo—, mientras que Daniel necesita a Diego Vainer. Pero la cuestión es que
empecé a escribir del disco en los medios a mi alcance, y Melero supo agradecer
el gesto cuando terminó saliendo no sólo en Argentina sino también en España,
en el sello de los amigos de Zona de Obras, que en su momento también editaron Galope de Suárez y el debut de Estelares, lo más cercano que debo
haber estado de tener un sello propio. En Travesti toca la tribu
sónica, a los que Melero les dedicó su tiempo y sus producciones. Pero,
travesti al fin, no es un disco sónico. Entre tanta canción de amor y de
chicas, siempre me gustó este La sed, que juega a ser una
referencia nevada, qué duda cabe, pero también vampírica. Es un juego que se verifica por el lugar que ocupa en el disco: entre el ansia de Nena mía y la juguetona literalidad de Resfriada, ni más ni menos. Pero también se puede pensar en ese ansia permanente de Melero por la sangre nueva, por renovarse, por salir de su zona de
confort, por exponerse, por querer seguir pesando tomatazos. Es algo que le
respeto y celebro, y que demuestra también como entrevistado. Pero que,
atención, no valdría nada sin las canciones. Me recuesto en su cama de
amapolas/ me acaricia y me perdona, canta Melero, y nos calma hasta que se
termine el día, hasta que llegue el fin de semana. Suena ahí, en el Lado A del
no-programa, cretinamente después de Otis Spann y antes del mejor Bonnie
“Prince” Billy. Y también lo hace acá nomás, apenas a un click de distancia.
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