La noche nos persigue, colega/ comienza la aventura
Se acerca el fin de semana, y se acerca la fiesta. Aunque
siempre es posible adelantar el reloj escuchando a un tipo llamado El Canijo de
Jerez, digno heredero de Kiko Veneno. Pero el primero, el que se limpiaba el
culo con papel de celofán, como cantaba en su tema Los Delincuentes, de ese
aleph del rock gitano que es el disco Veneno, que Kiko hizo con los hermanos
Amador, luego Pata Negra. El Canijo formó un grupo llamado Los Delinquentes,
justamente, en honor a esa canción y ese sonido, a esa marcha, a ese espíritu.
Y la rompieron. A pesar de la prematura muerte de su amigo Migue, compañero de
ruta desde su adolescencia, El Canijo junto al Ratón siguieron sacando discos.
Se electrificaron y al final hasta tocaron junto a Julieta Venegas y Los
Auténticos Decadentes, en su afán de hacer las Américas, algo que nunca
sucedió. Y eso que Muchachito Bombo Infierno les dijo una y otra vez que se
vinieran a probar suerte a Buenos Aires. Todo eso me contó El Canijo cuando me
atendió el teléfono en el patio de su casa, tocando la guitarrista luego del
almuerzo, para una nota que publiqué en Radar con la excusa de la edición local
de uno de sus discos, anticipo de una supuesta visita que nunca se concretó.
Después de esa nota y ese disco, El Canijo se hizo solista, y soltó amarras,
volviendo a su mejor forma. Gladiadores emplumados es un tema de su
flamante segundo disco, bautizado como La lengua chivata. La voz
femenina que se escucha hacia el final es la de Nita, del grupo Fuel Fandango. Todo tiene arreglo con papel de celofán, canta El Canijo, haciendo un guiño a
su historia y a sus referentes, como diciendo: aquí vamos otra vez. Y en el
estribillo repite una frase que resume ese espíritu, y es la que hizo que
eligiese este tema frente a tantos tan hermosos y entusiastas que engalanan
todo el disco, así la podía poner de epígrafe en el Lado A del Música Cretina
de esta semana a la hora de la lista de temas. Yo ando loco por contarte mi
locura, asegura El Canijo y sólo nos queda agradecerle. Por la locura y las ganas
de contárnosla.
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