No quiero olvidarte/ pero pasa el tiempo
Si, hay un nuevo Música Cretina. Después de casi dos
meses, de regreso. Y no podía faltar un tema de Honestidad Brutal.
Un álbum al que también siempre se vuelve, y del que nunca se sale con las
manos vacías. Este es un hermoso tema perdido en el primer disco, que acusa
letra de Calamaro junto al Bebe Contepomi. Fue el Bebe el que me dijo, cuando
Andrés nunca terminaba de grabar el sucesor de Alta Suciedad, que
había que caer con alguna letra, que como no paraba de grabar, en algún momento
de la noche te pedía alguna. Así que cuando el yugo periodístico me llevó hasta
Madrid, aproveché para caer una noche por aquel cuarto piso de la Calle del
Pez, convenientemente provisto de un papelito con algunos versos que consideré
calamarescos. Si mal no recuerdo, aquel viaje fue para ir a entrevistar a
Manolo García, y el Bebe formaba parte de la delegación periodística. Ambos
escapamos de Las Ventas cuando terminó el show, sin ir a saludar a nuestro
anfitrión al camarín, lo que motivó que el recontrabotón de Manolo elevase sus
quejas a la discográfica. Pero eso es otra historia. La cuestión es que,
algunas noches más tarde, subí aquellos cuatro pisos de trasnoche para
encontrarme con Gringui Herrera y Andrés en un hogar en penumbras, con el
pequeño estudio que era como el corazón del departamento en plena actividad.
Había pasado unos días antes en horario diurno, y Andrés me había hecho
escuchar unos temas que había grabado con Andy Chango, uno de los cuales se me
quedó en la cabeza durante varios años, y eso que nunca lo volví a escuchar y
jamás fue grabado. Se llamaba De pipas por ti, y para mí integra el mismo
limbo de Graciela –un descarte de Honestidad--, los himnos pegadizos
prohibidos, los mejores temas de Andrés que nunca nadie ha vuelto a escuchar.
Aquella noche yo penaba de amor por una madrileña, pero cargaba con versos de
corazón roto escritos para desencantos anteriores. Con la computadora
encendida, Andrés revolvió mis infames papelitos garabateados con apenas una o
dos líneas, y eligió una de ellas. Decía así: No quiero ser el estúpido que
llama/ para acusarte a las tres de la mañana. Durante años había cargado ese
verso, incapaz de continuarlo con frases que estuviesen a la altura, y Andrés
aquella madrugada lo copió en una página en blanco computada, lo corrigió, y
empezó a escribirle cosas antes y después, sin detenerse. Lo vería hacer esto
en mil y una oportunidades después, ya en Deep Camboya, sobre cuadernos
espiralados repletos de canciones escritas a toda velocidad en una letra
imprenta enorme, lista para ser grabada apenas terminase de ser redactada.
Gringui estaba sentado con su guitarra, al lado de la pequeña torre que
sostenía la computadora. Me acomodé del otro lado, y con Andrés repasamos la
letra, atreviéndome a proponer --de cararrota total-- alguna pequeña
corrección. Andrés y Gringui se pusieron a grabar el tema durante el resto de
la noche, y juro que ya no me acuerdo de mucho más. Recuerdo que, con la luz de
la mañana filtrándose por las persianas, Andrés tocaba el hammond que estaba
fuera del pequeño estudio, agregándole su sonido al tema, y yo disfrutaba como
un marrano y le pedía que sonase más y más fuerte, imaginando que era un tema perdido de Blonde on blonde. Las idas y venidas de mis días madrileños con
Calamaro durarían toda una semana, e incluyeron un viaje a las afueras de
Valencia para verlo tocar con su grupo, y una entrevista publicada en Página/12
en la que Andrés aseguraba enigmáticamente que no quería adelantar el nombre de
su próximo disco, pero que el sucesor de Alta Suciedad ya había
sido grabado y se llamaba Blood on the tracks. Cuando finalmente
apareció Honestidad brutal, mas o menos un año después de esta
anécdota, recuerdo haber salido del edificio del rulero, que está en la 9 de
Julio y Libertador, donde estaban en aquel entonces las oficinas de Warner,
abriendo el plástico que recubría el disco mientras caminaba por la calle,
buscando mi nombre en el librito interno. Ahí estaba Negrita, el tema que
grabamos aquella noche, en el segundo de los dos discos. Pero yo apenas
aparecía acreditado como uno de los músicos. Después de todo, era el tema más
personal del disco, uno que creo que Andrés jamás tocó en vivo, y era injusto
que luciera algo más que su firma. Pero durante años nos divirtió el hecho que
la frase del llamado de madrugada, que muchos podían asociar a su polémica de
aquellos años con Charly García y sus llamados telefónicos extemporáneos, la
hubiese escrito yo y no él, y refiriéndome a pecados personales y nunca ajenos.
La firma de Contepomi, en cambio, ahí estaba y sigue estando, acompañando a
este Me pierdo, perlita en la que estuve atrapado todo este tiempo
y recién ahora salgo y me asomo a este jueves cretino de hermoso sol de
mediodía, cuando el mundo parece todo entero y no hecho de partes, y el presente
es un licor para beberse de un trago. Como el Música Cretina que está acá,
listo para ser escuchado sin prisa y sin pausa, a un play de distancia.
Acá estoy, aplaudiendo, después de tantos años y para siempre.
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