Ya no tengo dudas. Big station, del texano Alejandro
Escovedo, es uno de mis discos del año. Al igual que el de Jimmy Cliff, está
cargado en mi mp3 y cada vez que aparece un tema en el random pego un saltito.
Pero si Jimmy es inmediatamente reconocible por el reggae, Escovedo tiene un
rango tan amplio, que resulta difícil darse cuenta que todos esos buenos temas
que van apareciendo son de la misma persona. ¡Y el mismo disco! Igual, tal vez
no sea tan amplio el registro. Tal vez la cuestión sea que todo viene del mismo
lugar, de un rock ajustado dentro de los rangos del pop, y de lo mejor de los
80. De la mano de Tony Visconti en la producción, y co escribiendo canciones
con Chuck Prophet (¡Temple beautiful, otro disco del año!), Escovedo hace tiempo que dejó atrás
su hepatitis-c, la razón de aquel álbum homenaje del que participaron desde
Steve Earle hasta John Cale, pasando por Ian Hunter, Lucinda Williams, Son Volt
y Jayhawks, entre otros. Con su destino manejado por Jon vi-el-futuro-del-rock Landau, Escovedo
comparte escenarios con Springsteen y saca un disco impecable tras otro. Pero
Big station la rompe. Como también la rompe el ritmo ochentoso de Sally was a
cop, el primer corte del disco, co escrito en México con Prophet. Dos cretinos
en acción, cerrando el programa de esta semana.
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