Estos días llenos --o vacíos-- de noticias de una guerra que no termina de suceder me hacen recordar otra guerra, otros días y, especialmente, otras noches. Allá lejos y hace tiempo, lo que quiere decir el siglo pasado, yo era un joven que no sabía qué hacer con su vida pero tenía bien claro qué era lo que no quería hacer, como el personaje de John Cusack en
Digan lo que quieran. Trabajaba en el depósito de una fábrica de ropa en Nuñez y llamaba a la radio para dejar mensajes, y asi fue como terminé entrando en ese mundo que tenía mas que ver con lo que estudiaba --Ciencias de la Comunicación-- que con mi trabajo diario. Siempre me gustó escribir, asi que mi sueño era poder vivir de eso, y como también me gustaba la música, la cultura rock, y la efervescencia alrededor del estallido de esa cultura en los medios masivos con la llegada de la democracia, fue el mejor de los descubrimientos darme cuenta de que era posible escribir para esas radios a las que llamaba. El asunto era tratar de convertir eso en un trabajo. El primer lugar para el que escribí fue
Piso 93, pero era un programa de culto, y si bien fue un gran aprendizaje y un disfrute, no había plata involucrada en ese ida y vuelta. Pero había gente interesada en lo que yo había demostrado que era capaz de hacer y que, aparentemente, no había muchos haciendo. Asi fue como terminé entrando en Mitre, un medio que por entonces acababa de comprar
Clarín --aunque, según creo recordar, no se podía decir abiertamente--, en una epoca en que el diario tenía un proyecto popular y masivo, y la radio estaba decidida a modernizarse y acercarse al lenguaje de las FM. De hecho, la radio tenía su frecuencia modulada, la 100 --como pasó a llamarse entonces--, y mi primer pie en ese mundo fue empezar a escribir textos para un programa temático muy popular:
Los queridos 70, al que luego se le agregó
Los 80 en fuga. Mas que programas eran segmentos horarios, porque la 100 pasaba mas que nada música, y en castellano, esa fue su revolución entonces. Esos segmentos trabajaban con la nostalgia, en el caso de los '70 una nostalgia del pasado inmediato, pero con los '80 era la nostalgia por venir, ya que por entonces la década aun no había terminado. Mis textos debían aceitar esa nostalgia; eran cortos, podían leerse en las aperturas de los temas, o incluso con algunos separadores, y se referían tanto a la música que se escuchaba como a su contexto. Compraba semanarios usados, buscaba noticias farandulescas o bizarras de la época, las resumía en textos cortos, tipeaba tres hojas por semana con sus correspondientes copias en carbónico, y cobraba mi dinero. Escribía para la radio y me pagaban por hacerlo, el primer objetivo estaba logrado. Pero yo quería dejar la fábrica y vivir de eso, de lo que me gustaba hacer, y para poder hacerlo tenía que entrar a la radio. La primera puerta que se abrió fue escribiendo publicidad para los pequeños anunciantes de Mitre, pero como dije, era un joven idealista a lo Cusack según Crowe, y no me gustaba escribir publicidad. Estaba en contra de mis --ejem-- principios. Gracias a que inventé el nuevo slogan de la 100 --“la 100 se mueve, movete con la 100”-- logré finalmente escapar de esa oficina y pasar a formar parte del equipo creativo de la radio. Terminé compartiendo un cuartucho sin ventanas con Saborido y Quiroga, y estaba disposición del programa o segmento que requiriera de mis habilidades. Solía escribir avances de los programas, algo asi como mini radioteatros --radioclips, les llamábamos-- sobre temas de actualidad o efemérides (recuerdo uno sobre la muerte de Charlie Parker, otro sobre el golpe en Chile, que nunca se emitió porque a alguien le pareció muy zurdo para el segmento... y tenía razón), e incluso llegué a armar una historia de Boca en capítulos (de Boyé en adelante, hablé con todos) y hasta guionear las apariciones de un personaje llamado La Nena para las transmisiones de los partidos de Boca --Mitre tenia los derechos-- narrados por Caldiero. Hice de todo desde ese cuartucho para Mitre y la 100, pero lo más inesperado a lo que me terminé dedicando fue a la Guerra del Golfo, y acá es cuando llegamos al punto donde empecé estos recuerdos, vinculados a una guerra sin noticias que puede o no llevarnos a un conflicto capaz de escalar hasta hacerse mundial. Pero supongo que, como esto se ha hecho largo, podemos seguir en un próximo posteo con este relato de primeros trabajos, John Cusack, radio, guerra y, especialmente, trasnoches.
(Continuará)