Esto no es un ensayo/ esta es la toma
Acá vamos de vuelta, perdonen que insista con esto, pero para mí casi ni hemos hablado del nuevo Música Cretina y tal vez ustedes ya estén hartos. En este martes nublado de diciembre permítanme que les confiese que no sabía que necesitaba un tema más de Travis. ¿Quiénes? Si, si, pueden preguntar, yo ni sabría quiénes son si no fuese porque viví a pleno los noventa como periodista de rock, y la banda de Fran Healy supo ser, por diez minutos al menos, la más famosa de Gran Bretaña. Así es como describe su grupo el propio Healy en un artículo que leí por ahí, y hay que conceder que tiene su gracia. El artículo también menciona que se podría decir que por culpa de ese éxito de depresión de fin de siglo –y fin de britpop, por qué no—es que existe Coldplay, y eso sí que no es ningún chiste. De hecho, si no me he olvidado de Travis es porque guardo un tema de ellos muy cercano a mi corazón, un tema de una melancolía profunda y sincera que jamás imaginé que fuesen capaces de entregar (bueno, Yellow de Coldplay es algo parecido, pero no hacía falta todo lo demás). El tema se llama The Humpty Dumpty love song y está casi escondido al final del tercer disco del grupo, cuando la ola de su fama adquirida en su disco anterior, The man who, aún no se había retirado. Todos los caballos del rey y todos sus hombres/ no pudieron reunir todos los pedazos de mi corazón, canta Healy en ese tema, y tal vez Travis podría haber desaparecido después –el disco se llama The invisible band, después de todo—y nadie se hubiese lamentado por eso. Pero los grupos de rock tienen esa última risa asegurada: si atraviesan juntos el desierto que los espera después de la fama súbita, se calzan la corona de clásicos y ya no hay quien los pare. Desconozco realmente qué fue lo que hicieron los Travis en las últimas dos décadas, pero cuando apareció su nuevo disco debo haberlo escuchado por morbo, por el recuerdo de aquel tema, por el tiempo libre que regalaba la pandemia, porque las redes hacen que todo sea fácil, porque apareció y sólo requería un click y ya. Pero apenas lo hice, y sonó de apertura el verso con el que abren estas líneas, me di cuenta que tenía que armar un Musica Cretina, y que Waving at the window tenía que estar ahí. Y que tenía que disculparme por todos esos pensamientos de superado, y reconocer que, además de convertirse en clásicos como premio por mantenerse juntos, los grupos de rock que insisten en el ámbito de su pericia, tal vez terminen adquiriendo una cierta sabiduría y puedan decirnos justo lo que necesitamos escuchar. No quiero decir adiós/ no quiero decir hola/ no quiero verte saludar en la ventana, canta Healy, y su voz, junto con ese piano cuyas escalas construyen lo vendría a ser el riff del tema se han quedado desde entonces con mi corazón. Y desde entonces me descubro, cuando menos me lo espero, cantando el tema, silbando la melodía, o pensando en que hay algo que me falta y no se qué es, y de pronto descubro que se trata justamente de esta canción. Y le agradezco a Travis que hayan seguido juntos, que hayan sacado un disco en medio de la pandemia, un disco con un tema que hace lo que todos los caballos del rey y todos sus hombres llevaban dos décadas sin poder lograr. Porque después de la crónica de la destrucción que habita su Humpty Dumpty love song, este Waving at the window logra reunir aquellos pedazos, al menos por un rato. Algo que sólo pueden hacer las canciones. Romper y arreglar en el mismo movimiento. Mientras nos recuerdan eso que sólo pueden cantar los que ya no pueden escudarse en la arrogancia de la juventud. Que esto no es ningún ensayo, sino que es lo que hay.
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