viernes, 6 de noviembre de 2020

Latin Playboys, "Manifold de amour"

Voy a navegar/ al puerto del alma

Se los presento, los muchachos de la foto son David Hidalgo y Louie Pérez, la gran usina compositora de Los Lobos, y también de un combo paralelo llamado Latin Playboys, que completan Mitchell Froom y Tchad Blake, históricos productores del que hoy tal vez sea el grupo más longevo del Este de Los Angeles, fundamentales para su renacimiento en la segunda mitad de los 90. Si estamos hablando de ellos es porque uno de los temas de su siempre sorprendente e intrigante debut --ah, esos ajíes colgando en su portada-- es una de las estrellas del flamante Música Cretina lleno de tesoros de discoteca que asomó la cabeza esta semana. El tema se llama Manifold de amour, y es casi un separador por lo breve que es, pequeño pero concentrado como un caldito Knorr de melancólica psicodelia chicana, una característica que comparte con todo el disco, lleno de trucos, sonidos, crujidos y acoples, hogar de un rebaño de proto-canciones de susurrada crudeza crepuscular. Cuenta la leyenda que Latin Playboys existe porque cuando Los Lobos empezaron a trabajar en esa obra maestra que es Kiko, indudable obra maestra responsable de un renacimiento para el grupo que se podría decir que dura hasta el día de hoy, gracias al aporte de Froom y Blake se abrió una canilla creativa que había que cerrar en algún momento para dedicarse a darle forma al disco. Pero Hidalgo y Pérez no fueron capaces de hacerlo. Aseguran que nunca les había sucedido antes nada parecido, y que no sabían muy bien qué hacer con esas musiquitas que seguían golpeando a su puerta durante la madrugada, como los fantasmas que se dejan ver ante los ojos del niño de El sexto sentido. Hidalgo me contó en una rara entrevista que tuve la suerte de hacerle el siglo pasado para Radar, que se instalaba en la cocina de su casa cuando toda su familia estaba durmiendo, revolviendo los cajones, buscando utensillos a los que sacarles algún sonido. De allí el run-run fantasmagórico de los Latin Playboys, música que se hace con lo que se tiene a mano, mientras el mundo descansa. Un cassette con esos bocetos pasó a manos de Pérez, y volvió con letras que no tenían destino preciso, a las que hubo que buscarle un lugar. Ahí fue donde entraron Froom y Blake, con más sonidos, pedales y efectos de todo tipo, hasta completar un disco que no debería haber existido, pero que la Warner --hay que darle crédito a Danny Waronker por eso, un directivo que siempre puso antes la música que los números, una especie que ya se ha extinguido, dinosaurio benévolo de otros tiempos-- se atrevió a editar en tiempos donde eso aún no era tan sencillo y todavía significaba algo. Celebrado por los críticos --que ya venían hechizados por Kiko-- pero obviamente ignorado por el mercado, un siglo después es un disco que sigue increíblemente siendo invocado, espíritu que se niega a partir. Habría que responsabilizar tanto las películas de Robert Rodríguez como The Sopranos por eso, que les reservaron un lugar en sus bandas de sonido. Lo cierto es que el grupo bautizado con el nombre de un bar nocturno ubicado sobre la avenida Broadway --hoy llamada César Chávez, por el legendario gremialista de los trabajadores agrícolas-- del Este de Los Angeles, que supo ser mencionado por César Rosas en la letra de Set me free (Rosa Lee) y cuya dilapidada marquesina aún sigue en pie, suena en el último Música Cretina. Un no-programa flamante y casi sin usar, en el que los Latin Playboy confirman bajo este sol del nuevo siglo, pandémico y todo, cada una de las palabras que cantaban una y otra vez entonces, eso de que iban a cruzar el mar, hasta llegar a su destino. 

(La foto que ilustra este post es de Anna Webber)


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