La sensación de anoche se mantiene. Un par de cacerolas y
esto se cae. Como bien sabe cualquier lector de Monterroso, cuando despertemos
Macri seguirá ahí. Entonces no hay que dormirse. No dejo de pensar en el 2001,
en esa angustia de los saqueos transmitidos en directo reconvertida en una
sensación de posibilidad con la gente en la calle, marchando a la plaza,
encontrando en el otro un cómplice en vez de una amenaza; exigiendo algo, lo
que sea, pero que no fuese esto. Perdón, "eso". Pero es que mi
recuerdo también habla de "esto", obviamente. En estos días, por
obligaciones laborales, interactué más que de costumbre. Todos con los que
hablé --desafortunados o afortunados dentro del estado actual de las cosas--
dejaban en claro que esto no da para más, que se acabó la cuerda, que tiene que
venir otra cosa. Pero cuando le contaba esta percepción a algunos amigos mas
cercanos, que sé positivamente que nunca quisieron esto y no la están pasando
muy bien que digamos, se mostraban escépticos. Se han quemado tanto con sus
deseos, que siguen temiendo que, a pesar del páramo que nos rodea, este
gobierno encuentre una forma de perpetuarse. Pero la sensación se mantiene: un
par de cacerolas a la calle y esto se cae. Esta mañana un extranjero de visita
me preguntó qué iba a pasar. Le respondí que estábamos para cualquier cosa,
pero que al menos yo ya había vivido ese abismo antes, asi que sabía que había
que esperarlo. En mi caso, me sucedió por lo menos dos veces. Esas veces, mi
refugio fue el cine. La primera vez con L'Atalante en la Lugones y
segunda con La mamain y la putain en una destartalada Hebraica. Hoy
el refugio de muchos parece ser un libro. De tapa azul, titulado Sinceramente. Antes de la súbita epifanía literaria colectiva de ayer,
"Sinceramente" remitió para mi siempre al comienzo de una canción.
Una cuyo primer verso confiesa: Sinceramente, hace tiempo que nadie
espera en la vereda de enfrente. Esa canción tiene un nombre que
realmente encaja en el clima de todos estos días. Ese nombre es: El
corazón sobre todo. Alguien muy sabio y muy perdido al mismo tiempo, dijo
alguna vez --y yo ya lo vengo repitiendo bastante en este tiempo-- que las
canciones lo saben todo antes que uno. Aquella canción hablaba, y sigue
hablando aún hoy, de que quedan pocas cosas, y de no saber si es posible
curarse de ésta. Pero también dice que lo que aún no se ha roto, está guardado
y se lleva bien en el pecho. Tal vez con eso alcance. Quién sabe. Tal vez sea
posible que, con películas, libros y canciones, el mundo se pueda reinventar
nomás. Pero tratemos de hacerlo esta vez sin pegar un ojo. Porque, bien lo
sabemos, cada vez que despertemos, los dinosaurios siempre estarán ahí.
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