Pregunté a los clásicos/ por mi tendencia suicida/ Me miraron sonriendo/ las excusas siempre son las mismas
Cuando pienso en Loquillo, siempre recuerdo dos cosas. O
tres. Porque antes que nada recuerdo a un amigo, escritor y dramaturgo --pero
antes que nada periodista de rock-- uruguayo Gabriel Peveroni, que lo
reverencia como nadie. Pero mi primer recuerdo va hacia un disco, el que
comenzó a cimentar mi interés en la figura del Loco hacia fines de los 80. Era
un doble en vivo, y tenía un título irresistible: A por ellos... que son
pocos y cobardes. Salvo por la música en los surcos, que tenia un sonido
horrible, todo en ese disco era irresistible: la estética, las canciones, las
letras, los textos del sobre interno, y aquellas imágenes. El rescate de una
increible campaña de prensa supuestamente anti-droga que decía: "Esperamos
que el espectaculo de nuestros cerebros fulminados sea suficiente. No te
drogues como nosotros". No se cómo era que el disco había llegado a la
discoteca de Radio Mitre, donde por entonces yo pululaba, y cada tanto ligaba
algún simple de promoción repetido de la época, que por supuesto aún tengo por
ahí. Por ejemplo, fue en esa discoteca que me hice fan de los dos últimos
discos solistas de Calamaro antes de irse con Los Rodríguez, Por mirarte y
Nadie sale vivo de aquí. Mi trabajo era escribir guiones para dos programas de
FM 100, Los queridos 70 y Los 80 en fuga, pero siempre la música ganaba la
partida y la visita para retirar las listas de temas se alargaba charlando de
lanzamientos, curioseando por los estantes, rescatando disco perdidos. Uno de
ellos era el doble de Loquillo, que era impasable para la radio y estaba casi
virgen, y en un afán justiciero, después de visitarlo seguido --los fanáticos
de los discos que no tenemos los solemos visitar cuando los encontramos pero
por alguna razón no podemos comprarlos, pregúntenles a los empleados de las
disquerías-- terminó donde tenía que terminar, en mi discoteca, donde aún está,
acá lo tengo a mi lado mientras escribo esto, con la etiqueta de la discoteca
mal arrancada, pero sigue siendo un objeto irresistible aunque no haya vuelto a
escuchar desde entonces. Mas alla del fetichismo, en una epoca en que la
informacion no circulaba, ahí estaba todo: el mito, la data, y mas que nada, las
canciones y las letras. Desde entonces lo sigo al Loco, y nunca me ha
defraudado. Bueno, sí, alguna que otra vez la repetición de su mito hasta
gastarlo y la dureza de su ritmo terminan cansando, como suele suceder con las
apenas dos marchas que tiene el rock español, pero apenas te descuidás vuelve a
demostrar su toque de siempre, y uno otra vez está rendido a sus pies. Aún hoy
pienso que Rock n roll star es una obra maestra, y siempre me
fasciné con la relación amor-odio que mantuvo con Sabino Méndez, responsable de
muchas de las canciones mas miticas de su repertorio, y autor de un libro
ineludibles a la hora de hablar de literatura del rock en español, como Corre rocker, crónica personal de los ochenta. Cuando el Loco
asumió la adultez en un discazo como La vida por delante, pensé que como rocker
de campera de cuero ya lo había dado todo, y a partir de entonces confieso que
le solté la mano. No lo volví a revisitar durante su largo transito por la
madurez y cuando el año pasado la volvió a rockear con un disquito de campera
de cuero, aunque le presté algo de atención me pareció que con la nostalgia no
alcanzaba. Pero con Loquillo nunca se sabe y acá está de regreso, con un
discazo que te agarra de las solapas y no te suelta. Como sucede con este En el
final de los dias, segundo tema del flamante Viento del este, compuesto junto a
Leiva, de Pereza. Me saco el sombrero también por él, ya que aunque no he
revisado lo suficiente a los Pereza, tanto con Quique González como ahora con
Loquillo, Leiva parece garantía de buen rock y canciones. Nota mental: escuchar
a Leiva con mas ganas y menos prejuicios. Fin nota mental y volvamos a Loquillo
y al domingo, frío y de sol, que se merece un tema como En el final de los
días. Subimos la escalera/ sin saber a dónde iba, canta el Loco, y
podemos cantarlo todos, una y otra vez. Ya sea acá debajo, a un play de
distancia, o buscándolo al final del Lado A del último Música Cretina, que
todavía rebalsa de música para compartir.
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