Si en un espejo nos miramos/ notamos que algo va cambiando/ cada día, cada herida
Fue una década atrás, cuando Fito Páez presentó Moda y
Pueblo en el ND/Ateneo. Era la época en que el rosarino argumentaba a favor del
nucleo duro del rock nacional, o sea Nebbia, Charly y Spinetta. En un teatro
lleno y arengado, tocó Desarma y sangra, de Charly, y todos cantamos. Después
vino Muchacha, y también, hubo coro general. Pero cuando siguió con un temazo
como El otro cambio, los que se fueron, para mi sorpresa fuimos pocos los que
cantamos. Me pareció una injusticia, y me impresionó que sucediese justamente con el público del rosarino más porteño de todos. Pero, unos meses
mas tarde, algo parecido sucedió en el show que Calamaro dio para fin de año en
la cancha de hockey de Obras, al aire libre. Allí invitó a Litto Nebbia para
cantar Yo no permito y Nueva zamba para mi tierra, y el público guardó un
cierto silencio no tan reverencial como respetuoso, pero al mismo tiempo fruto
de un evidente desconocimiento. Ahi fue cuando terminé de entender un par de
cosas. La primera era que, como le decía Peralta Ramos a Tato Bores, había una
nueva generación --eran mayoría tanto en el ND/Ateneo como en ese Obras al aire
libre-- que no conocía a Litto. Pero también que hay laureles, o bronces, que
uno considera establecidos, y no lo son tanto. Por eso es que las historias hay
que contarlas una y otra vez, porque se olvidan. Y hay otro detalle con
respecto a Litto, que apareció en el tercer acto de esta historia, cuando
Andrés se puso en sus manos para El palacio de las flores, el disco que ordenó
cierta herencia camboyana después del chispazo orquestado por Javier Limón en
El Cantante. Ahi fue cuando se puso en evidencia el rechazo subterráneo
--porque nunca lo admitirían a la luz del día-- que despierta Nebbia en
diversos estamentos del rock nacional, tanto en un establishment discográfico
que lo desprecia por su independencia y rebeldía como en cierto periodismo
musical que vaya uno a saber por qué lo hará, quizás porque no sea lo
suficientemente moderno para sus buenos gustos porteños. Lo cierto es que esa
maravilla que es El palacio... siempre fue consentida mas que abrazada por todo
el mundo Calamaro, desde sus fans hasta sus colaboradores, lo que decantó en la
rápida salida de escena de Litto, y tambien en que nos hayamos perdido una
presentacion en vivo de aquel disco, con Ariel Minimal --guitarrista de esa
gloriosa banda rocker de Nebbia-- tocando aquellas canciones codo a codo con
Andrés. Por eso celebro que Calamaro abra su nuevo disco con este temazo de
Litto, un himno de aquellos años en los que caminábamos aún por la cornisa del
fin de la dictadura, rehaciendo y recuperando historia e historias, con
mayuscula y minuscula, singulares y plurales. Si mal no recuerdo, Litto lo grabó
primero en un disco en vivo con Los Músicos del Centro, y luego en un disco con
el Cuarteto Zupay. Es un tema de aquellos años y aquellos cruces, claramente
fuera del radar de la tropa moderna de la sangre azul del rock de aquellos
años. Y sin embargo, si Calamaro lo toca desde hace tanto, seguro que supo
asomar la cabeza por fuera de aquella nube incluso entonces (somos hijos de la
Humor y Canta Rock, después de todo), y es un tema que le recuerda tanto
aquellos tiempos como estos. Pasó una década de aquellos silencios, y la
historia de Litto se ha vuelto a contar varias veces, y hasta fue tapa de la
Rolling Stone local, un lugar mil veces merecido. Hace semanas que vengo
cantando casi sin darme cuenta los versos de su Nueva Zamba, aquí y allá,
esperando el ascensor, haciendo la cola en la panadería. Por eso nada mejor que
dejar que suene en esta mañana de jueves, en una semana cada vez más fría. Y
también esperarla hasta que llegue casi cerrando el Lado B del último Música Cretina. Nadie dice que te quiere, Mi Tierra/ nunca mientras te camina,
canta Nebbia y canta Calamaro, que ya no necesitan amanecer en Montevideo para
saber de dónde es que son. A ver cuándo aprendemos a sentir lo mismo, y
recordamos de una vez también quiénes somos, y reconocemos las historias que
mejor nos cuentan una realidad que no nació hecha, sino que construimos entre
todos día a día. Mientras otros tantos se empecinan en destruirla.
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