Las ciudades del mundo/ que me han visto pasar/ susurraban tu nombre/ y te fui a buscar
La primera vez que fui a Montevideo paré en la
casa de un amigo, en unos monoblocks ubicados enfrente del cementerio del
Buceo. Me había empezado a fanatizar por la música uruguaya, y dediqué el viaje
a patrullar de punta a punta la Avenida 18 de Julio, revisando todas y cada una
de las disquerías que encontraba a mi paso. Y no sólo disquerías: recuerdo
haber visto una batea solitaria en una mercería que, además de aguja e hilo,
vendía discos como si nada. Apenas si empezaban los noventa, y terminé
volviéndome a casa cargando una cantidad considerable de vinilos, especialmente
mucho rock uruguayo de los ochenta, pero también incunables como Mateo y
Trasante o el debut compartido de El Cuarteto de Nos y el Mandrake Wolf. Sin
embargo creo que --vicio de coleccionista-- recuerdo mas los que no compré,
como el debut solista de Jorge Nasser o Buzos Azules de Cabrera, porque pensaba
que no era cuestión de abusar, que ya tenía suficientes. De hecho, fueron
difíciles de cargar, como siempre sucede con los vinilos. Y como también suele
suceder, aquellos discos que no se vinieron conmigo para Buenos Aires nunca más
los volví a ver. Entre los que me traje entonces y los que me privé, se podía
hacer un lindo recorrido por las raíces y la actualidad del rock uruguayo de la
época. Creo que no hay nombre importante dentro de ese recorrido que no haya
aportado su disco en ese viaje, incluso me traje uno de Neoh 23. Pero con el
tiempo me di cuenta que había un gran agujero en esa reconstruccion hormiga que
había ido haciendo de la cultura rocker uruguaya. No me traje ni un vinilo de
Dino. No lo conocía, y nadie me lo habia mencionado. Lo descubrí después,
gracias a Niquel, que en su disco de homenaje al viejo rock uruguayo incluyó no
una, sino tres canciones suyas. Y las tres eran las mejores del disco. No
entendía como nadie me lo había recomendado. De hecho, hace poco repasé el
libro de Milita Alfaro sobre Jaime Roos, suerte de oráculo que en esos tiempos
de página en blanco me sirvió para saber qué hilos empezar a tirar, y no
encontré ni una sola mención a Dino. Con el tiempo, y tambien gracias a las
reediciones en CD de la revista Posdata y el extraordinario disco
Autobiografía, producido por Elio Barbeito, en que Dino repasa toda su
discografía acompañado por un seleccionado de musicos y su voz suena mejor que
nunca, como un Roy Orbison uruguayo, terminé de poner al autor de Milonga del
Pelo Largo en el lugar que se merece, como columna vertebral que comunica el
primer e incipiente rock uruguayo con el canto popular, y a sus milongas
rockeadas con el candombe beat y el rock que vendría después. Doble eslabón
perdido, entonces, se podría decir que también peca de ser demasiado rockero
para los cantopopu, y muy cantopopu para los rockeros. Perdido en una tierra de
nadie, sin embargo, Dino es una leyenda viva, que además no se cree nada eso de
ser leyenda. Hace poco logré cumplir con el sueño de entrevistarlo a Dolores,
el pueblo del interior donde se terminó instalando a su regreso de un fallido
exilio tardío en Suiza. Estaba esperando tener la menor excusa para hacerlo, y
hace un par de años se me había escapado cuando los Kafkarudos vinieron a tocar
a Buenos Aires, invitados por la Embajada uruguaya, pero yo me enteré casi
sobre el pucho. Esta vez descubrí el nombre de Dino en un homenaje a Zitarrosa
que se iba a hacer en el Parque Centenario porteño, y llamé a los organizadores
con la propuesta: si me mandan a entrevistar a Dino a Dolores, lo pongo en tapa
de Radar. Allá fui entonces, a militarla. Porque fue una masacre: Buquebus a
Colonia, espera de un par de horas hasta que salga el micro a Dolores, cinco
horas de ida, llegar por a la tarde a Dolores y tener una primera charla con
Dino en el hotel, dormir poco y nada y volver a charlar con Dino temprano por
la mañana, antes de que ese único micro que alcance al Buquebús se vaya antes
del mediodía. Cuando le expliqué a Dino que nadie me había mandado a
enrtevistarlo, que estaba ahí porque hace tiempo quería hablar con él, y en
Dolores, largó una carcajada. "Tu estas loco", me dijo. El resultado
de ese viaje fue, efectivamente, una merecida tapa de Radar. Pero Dino me contó
tantas cosas, y yo tenía tantas para decir, que me pareció que había ahí otra
nota, pero con un lector uruguayo en mente. Porque había historias que no
tenian lugar en una presentación de una figura, como había sido la de Radar,
pensada para un lector que no tenía la menor idea de quién era Dino, y para el
que había que intentar retratarlo en toda su magnitud. Las dudas, las tragedias
y los secretos revelados de su historia, así como la injusticia de su lugar en
el mundo de la musica uruguaya, era algo que tenia mas sentido conversar
puertas adentro, con un lector que supiera bien quién era. Gracias a Gabriel
Lagos, fanático confeso de Andrés Calamaro y editor del mensuario uruguayo
Lento, que hace tiempo viene intentando que le escriba notas con el aliento de
los post que escribo para Música Cretina, es que esa segunda nota finalmente
existe. Me costó escribirla, porque --como sabe cualquier colega-- es difícil
hacer otro artículo a partir de la misma materia prima. Si uno trabaja a
conciencia, usa lo mejor para su nota, y entonces... ¿cómo hacer para armar
otra que esté a la altura con lo que queda? El resultado de ese quebradero de
cabeza personal, del que finalmente estoy mas que orgulloso, se puede leer en
la Lento numero 37, que a partir de este fin de semana se distribuirá en
Uruguay. Y no sólo leer, también hay una foto tomada por este servidor, aquella
mañana en la casa de Dino en Dolores. Y si se trata de escuchar, en el último
Musica Cretina no podía menos que sonar Dino, por supuesto. Y lo que suena es
un tema de Hoy Canto, un disco de 1979, donde lo acompaña una superbanda
integrada nada menos que por Jorge Galemire, Chichito Cabral y el Cheche
Echenique. ¡Cómo tocan estos muchachos! Y qué bien se los escucha, casi al
comienzo del Lado A, después de Suzanne Vega y antes de Linton Kwasi Johnston.
Pero para los que quieran dejarlo sonar ya, en el cielo de este mediodía de
martes otoñal, acá está el link a todo el disco, ya que no encontré el tema
suelto. A los 14 minutos, 30 segundos, arranca Dámelo todo. Pero si Dino dice "hoy canto", es cuestion de dejarlo cantar, de punta a punta.
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