La mente, el corazón, el alma:/ todas mentiras de poesía de rock
Una de las mayores injusticias musicales de la
década pasada es el prejuicio alrededor de Mar, el debut de Leo García para una
multinacional. Producido por Gustavo Cerati, Leo llegó a semejante pole-position
después de llamar la atención al frente de Avant Press, al punto de haber sido
rápidamente apadrinados por Soda Stéreo, que incluso versionaron uno de los nuevos
temas del cuarteto –Cibersirena-- en aquella despedida sin gracias totales en
el Alternativo de Ferro. Semejante empujón de poco le sirvió a Avant Press, que
enseguida se disolvió. Hace poco Leo anunció que, dos décadas después de
aquella separación, había recuperado la propiedad de un nombre, que –escribió--
injustamente había perdido. Supongo que a partir de ese detalle se puede
inferir que la inoportuna disolución no fue en buenos términos. La carrera
discográfica de Leo continuó como solista de la mano de sellos independientes
como Indice Virgen y Frágil Discos, el primero para la faceta con guitarra
(Vital), el segundo para la electrónica (Clap Beat). Pero fue el simple con el
tema Morrissey el que marcó la diferencia. Estuve presente en el subsuelo del
Morocco la tarde-noche que Leo estrenó el tema, y enseguida le pedí que lo
viniese a tocar en vivo para el cierre del Música Cretina de los domingos que
había empezado a hacer en Supernova. Lo terminamos cortando como uno de los
avances del programa –sí, por entonces un programa hecho y derecho--, junto con
la frase que desde entonces fue nuestro slogan: gente sensible, música cretina.
Leo ha dicho más de una vez que ese avance con Morrissey, repetido una y otra
vez en las tandas de una ascendente Supernova, ayudó a la popularidad de una
canción que terminaría marcando su lanzamiento como solista. Porque Morrissey
tuvo un éxito inusual en su versión como simple –era un objetito hermoso, casi
del tamaño de una cajita de fósforos--, cuando cantó para los conversos. Pero
no tuvo el mismo efecto instantáneo al ser difundido por EMI. De hecho, a
partir de entonces lo que cosechó fue el reflujo, las reacciones a esa
popularidad. Siempre creí que la laberíntica dialéctica de Morrissey funcionaba,
quince años atrás en la mente del oyente casual y heteronormativo (o sea,
rockero), más o menos así: “Qué lindo tema, y nombra a Morrissey, qué copado,
pero... ¿de qué está hablando?, ¿Habla de putos? ¡Pero a mí me gustó! ¡¿Seré
puto?!” Mar fue un fracaso comercial para EMI –tal vez porque le pusieron
muchas expectativas—y Leo nunca estuvo a la altura de la expectativa generada
por semejante polémica. Su discurso no era uno para salir al choque. Lo que Leo
sabía era cantar, y guitarra en mano sí que podía ser contundente: lo fue en su
ya mítica aparición en el programa radial de Pergolini para responder a
repetidas alusiones a su sexualidad, dedicándole una nunca mejor elegida versión
de Escúchame entre el ruido, de Moris. (Ustedes dicen macho, varón y qué se
yo/ me meten en un molde, como si fuera un flan). Nunca escuché una grabación
de ese momento, pero si alguien tiene una, que la pase. Me dijeron que De La
Puente, digno al fin, murmuró a final: “La verdad que nos cagó”. Pero lo que
mas me sorprendió de todo este dislate, es que en la batalla de prejuicios
alrededor de Mar, Morrissey y Leo, el injusto gran blanco de los detractores
fue Pablo Schanton, autor de las letras que justamente le otorgaban un salto de
calidad al repertorio de Leo. Llegué a escuchar que eran demasiado complejas
para Leo. Sin embargo, cada vez que regreso a las canciones de la primer época
del repertorio Schanton-García –las de
Mar, pero también otras perdidas en compilados de la época, como Aro y
tatuaje--, me siguen pareciendo sagaces e inteligentes, pero también emotivas y
sensibles. Supongo que aquella dialéctica que hacía saltar la sospecha ante
Morrissey, genera la misma inquietud en ese rocker que cada vez que escucha la
palabra sentimiento desenfunda su prejuicio. Estuve solo/ en nuestro amor
estuve solo. Este Poesía rock resume lo mejor de los guiños y la
autoconciencia de la dupla, no como aislantes sino como conductores. Igual que
el perro de Iggy Pop y también Fui el extranjero de la banda Doors, canta Leo antes
de afirmar: No estoy más solo ahora estando solo. Poseía rock en acción,
digamos. En el último disco de Leo –al menos el último que tengo, Algo Real,
del 2013-- la dupla parece haber regresado a las andadas. Hola, ¿cómo estás/
aquí estoy/ ¿dónde estás?/ Cuanto tiempo pasó/ y yo sin verte, arranca nada
inocentemente la letra del mejor tema del disco, Lo que es vivir sin mí.
Celebremos ese regreso –¿seguirá siéndolo? Todo es tan efímero en el mundo
Leo...—escuchando las deliciosas mentiras de Poesía rock, que suenan en este
jueves soleado de marzo, en el Lado A de un no-programa que aún tiene tela para
cortar.
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