Estoy haciendo un brindis por mi tocadiscos/ mientras la música fantasmal llena las vigas del techo/ levantando el polvo y las telas de araña/ hasta que de pronto todo brilla/ Yo, yo mismo y el vino
Siempre me gustó Ron Sexsmith, ese pequeño cantautor
canadiense con cara de niño triste y voz melancólica. Pero siempre soleado a
pesar de esa melancolía. Como este mediodía de jueves. De lo que nunca me había
dado cuenta, al menos hasta su último disco, es de lo parecido que suena a Paul
McCartney. Al mejor Paul, por si hace falta aclarar. Mi discoteca revela que lo
seguí asiduamente durante sus primeros discos, pero mi interés fue raleando, ya
que de pronto la colección se termina. Más que falta de interés, supongo, el
problema haya sido la economía. Porque
es a partir del 2000 que la colección se continúa virtualmente, ya que la
pedagogía bestial del súbito fin del uno a uno hizo que todo fanático musical
aprendiese de prepo eso del download. Lo cierto es que no le había vuelto a
prestar verdadera atención a un disco del buen Ron hasta este admirable Forever
Endeavour. La cara de niño sigue estando ahí, pero el ahora regordete Sexsmith
ya no está cerca de serlo, y se nota. Pero cada vez que su voz aterciopelada
asoma en el random de mi reproductor, me descubro asintiendo y pensando que ese
nuevo tema es aún mejor que el anterior que apareció azarosamente. Pero éste es el
que se ganó el podio, y por eso cierra el Lado B del no-programa de esta
semana. Por eso, y por el Don’t cry for me, Argentina que asoma hacia el final
en sus versos. Tampoco llores vos por nosotros, Ron.
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