(Continuará)
música cretina
"gente sensible, música cretina"
viernes, 19 de abril de 2024
Recuerdos de otra guerra y otras noches (I)
martes, 16 de abril de 2024
Un cumpleaños en Comodoro
(Conté esta historia por acá hace no tanto, pero como se cumplen exactos 30 años de esta anécdota, acá va de vuelta. Podría decir que es mi historia de cumpleaños preferida, así que por eso también valga la repetición, espero que no se ofendan los que ya la leyeron pero ya saben, el público --y la atención-- siempre se renueva. Los que me acompañan en tan ventosa foto de celebración son el fotógrafo del diario y el jefe de prensa que nos llevó hasta allá, a cubrir el show. Sus nombres se me escapan, si alguien me los recuerda, la próxima vez que cuente esta historia serán mencionados como corresponde. Debo tener por algún lado la reseña que salió en Página de aquel día. No del casino, del show de Baglietto, je. Ya tengo excusa para la próxima vez que quiera contar esta historia, si es que la encuentro)
viernes, 12 de abril de 2024
King Crimson, "Heartbeat"
Recuerdo la sensación/ el ritmo que creábamos
Durante los años más solitarios de mi infancia, cuando estaba dejando de ser niño pero aun no me asomaba a la adolescencia, las revistas eran mi vía de escape. Siempre hubo revistas en mi casa, papel impreso, diarios, libros. Pero las revistas creo que para alguien en camino de su adolescencia eran perfectas, porque todas anunciaban la posibilidad de un nuevo mundo. Incluso las orientadas hacia la infancia, como Anteojito o Billiken: todas contrabandeaban futuro, vidas ajenas, otros posibles. La iniciación, la crisálida, eso es lo que murmuraban esas páginas que sabías que no debías estar leyendo, pero que al mismo tiempo te correspondían, pasaban pistas de lo que te iba a suceder.
Mi acceso a las revistas siempre estuvo garantizado durante mi infancia: en la casa de mis abuelos siempre las había, por todos lados. Ya sea debajo del amohadón del silloncito en el dormitorio principal, donde siempre había que buscar las revistas del día, como en la mesa de luz del cuarto de la empleada cama adentro, que noviaba con el chico del kiosco de revistas, cuya selección completaba ese mundo de ahí afuera. Si en el sillón del cuarto de mis abuelos yo encontraba El Tony, donde reinaba Robin Wood, en lo de su empleada conocí la revista Skorpio, donde salía el Corto Maltés; si en uno aparecían la apaisada Patoruzito, en el otro se escondía la prohibida Piturro, una suerte de Isidoro al palo que salía por entonces. Y no era que estábamos llenos de guita, eh. Había revistas para todos. Quino contaba que en su casa familiar hacerse un traje o comprar zapatos demandaba meses de ahorro, pero sin embargo había revistas por todos lados, incluso extranjeras. “O un traje era demasiado caro entonces, o las revistas estaban muy baratas”, calculaba el creador de Mafalda, y yo tengo el mismo recuerdo desde otra generación, con pilas de revistas por todo mi hogar, ya sea los fascículos de las enciclopedias, las revistas deportivas o las Satiricón escondidas en el placard como si fuesen revistas porno.
Fue por las revistas que empecé a asomarme al rock, ya que yo no tenía hermanos mayores de los que heredar nada. Pero por entonces ya había pasado a depender directamente de la fuente: ya estaba más grande, y trabajaba en el kiosko de revistas del barrio. Decir trabajaba es una exageración, mas bien cada tanto lo cuidaba. Mis padres tenían un negocio a la calle, que formaba parte de una esquina del barrio de Colegiales en la que todos los comerciantes eran amigos o al menos conocidos, y se hacían favores. Uno de esos negocios era un kiosco, y con mi fascinación por el papel impreso era irremediable que terminase pasando ahí las horas en las que acompañaba a mis padres en sus labores diarias. Eran los años del fin de la dictadura, el comienzo de la democracia, y las revistas y los diarios se multiplicaban. Cuidarle el kiosco al dueño durante sus ausencias --lo mas importante durante mi guardia, recuerdo, era anotar bien en un papel escondido entre los diarios las apuestas de la quiniela clandestina-- me permitía leerlo todo, y a eso me dedicaba. Y cuando empezó a interesarme el rock, la información venía a mí bajo la forma de revistas: dentro de la Humor, que compraban mis padres, con Las Páginas de Gloria, o en El Porteño, que compraba yo (o mas bien les hacía comprar), que siempre tenía una nutrida sección cultural, en la que siempre la música --y cada vez más el rock-- estaba presente. Y después las revistas específicas, como la Pelo siempre, y después la Canta Rock, también el under cuando se empezó a distribuir Tren de Carga y la modernidad de la mano de Twist y Gritos y tantas otras, muchas efímeras, pero todas pasaron por mis manos cada vez mas adolescentes, como la segunda epoca de Expreso Imaginario o un ovni bautizado Banana, detrás del que estaba Tom Lupo.
Aquel micromundo en una esquina de Colegiales incluía una zapateria, una relojería y, lo más importante, una disquería. Ya que entonces lo que anunciaban las revistas podía corroborarse (o no) bastante rápidamente, algo que no era tan común por aquellos tiempos. Recuerdo que mas o menos todo lo que decían las revistas respecto al rock local no encontraba ninguna respuesta crítica de mi parte: fui fan de León Gieco, de Charly García o de Spinetta, pero también disfruté del Dúo Fantasía. Todo era nuevo, todo me gustaba, todo pasaba a ser parte de mi vida. Con el rock extranjero era diferente, era un mundo mas vasto, después de todo. Y además los prejuicios entraban en acción rápidamente.
Todo estos recuerdos que me vienen a la cabeza tienen que ver con el disco al que corresponde el tema de donde están sacados los versos con los que arrancan estas líneas. Un cassette, en realidad, con el que aprendí algo importante a la hora de hablar de la cultura rock, o cultura a secas. Había leído en la Twist y Gritos, creo, perdida en una columna no en el cuerpo principal de la revista, elogios hacia un disco de un grupo que no conocía, que acababa de salir. El grupo se llamaba King Crimson, el disco se llamaba Beat, asi que fui a la disquería y me lo llevé a casa. Lo puse en mi cassettera, y recuerdo claramente la sensación: no entendí qué era eso que estaba sonando. Recuerden, yo era un chico que escuchaba a Spinetta, sí, pero también al Dúo Fantasía. Sabía que tenía que gustarme, pero no hubo caso: el cassette quedó olvidado en un cajón de mi escritorio. Me lo volví a encontrar un tiempo después, ¿un año? ¿dos? Lo cierto es que volví a hacer play, y entonces sí, se me abrió un nuevo mundo: me deslumbró, amé los ritmos, las voces, las guitarras. Abracé la psicosis de Neal and Jack and Me o la extrañeza de baladas como Two Hands o Heartbeat.
De hecho la idea de escribir este texto era para hablar de ese tema, que suena en el último Música Cretina, y también referirse al anuncio de que Adrian Belew y Tony Levin saldrán de gira próximamente para tocar esos temas, y de que lo harán con el beneplácito de Robert Fripp, que les propuso el nombre para el grupo, el del disco que estamos hablando, Beat. Pero, bueno, uno se sienta y la escritura sabe más que uno. Por eso estoy acá, recordando que aún hoy el Requiem, el tema que cierra el disco, es capaz de ponerme la piel de gallina y devolverme la sensación de pasar a otro nivel que sentí la primera vez que lo escuché. Fue así que aprendí una de las claves del disfrute de la cultura popular: las cosas no son o no para cada uno, nadie está señalado por nada, simplemente hay que darse tiempo. Los objetos culturales te saltarán encima cuando los necesites, nomas hay que permitirse tenerlos cerca. Por eso es que siempre respondo, cada vez que me preguntan si lei todos los libros que hay en mi biblioteca, que por supuesto que no, que si los hubiese leído todos tendría el doble. Hay que tener cerca a los futuros amigos, al próximo libro o disco o revista o película, que te salvará la vida o al menos te marcará el camino hacia donde debas ir. Y es un camino que no se termina, que, si se tiene suerte, queda abierto durante toda la vida.
Beat de King Crimson me acompaña desde entonces, no desde el día en que me voló la cabeza, sino un año antes, cuando llegó a mis manos y no lo entendí, pero se quedó cerca, esperando su momento. Hoy que todo parece estar tan cerca, y justamente por eso es que está irremediablemente lejos, hay que esforzarse el doble para mantener viva la curiosidad, y especialmente la atención. Todo esta ahí, pidiendo con ansiedad, como las gaviotas de Buscando a Nemo que gritaban mío, mío, mío. Estas otras gaviotas gritan dame, dame, dame. Por acá simplemente tratamos de mantenernos curiosos entre tanta gritería; escuchamos, recordamos o descubrimos y compartimos. Siempre ambicionando ser arena antes que aceite en el engranaje. Ampliar los límites de los mapas antes que acomodarse en el centro. Confiando que lo que nos puede salvar, despertar, poner en marcha, entre otras cosas, es la música. Y tiene que ser cretina, claro que sí.
martes, 9 de abril de 2024
Música Cretina 2024 #1
31-3-2024
Lado A
“Yo ya estuve ahí/ y no quiero otra vez”
1.- Biznaga, Contra mi generación
2.- Elizabeth King, I need the lord
3.- Paul McCartney c/St Vincent, Women and wives
4.- King Crimson, Heartbeat
5.- Pete Rodríguez, I like it (I like it like that)
6.- Piccolini, No voy a ir
7.- Paolo Conte, Omicron
8.- Lou Reed, Doin’ the things that we want to
Lado B
“Y vos andabas escuchando una canción/ que no era de rock and roll”
9.- Big Joanie, Used to be friends
10.- Bobby Parker, Steal your heart away
11.- Javier Limón c/Santiago Auserón, La ventolera
11.- Congotronics Internacional c/Juana Molina, Resila
12.- Los Destellos, Palomita de barro
13.- Youth Lagoon, Little devil from the country
14.- Shirley Jackson, Feels so good
15.- Bestia Bebé, El rock and roll pasó de moda
martes, 2 de abril de 2024
Lou Reed, "Doin' the things that we want to"
Escribí esta canción porque quería darles la mano/ de alguna manera, son los mejores amigos que he tenido
Hay un nuevo Música Cretina, es el primero del año --antes hubo una versión especial-- y entre sus intépretes asoma Lou Reed. Que Lou es un cretino honorario desde el primer día casi ni hay que decirlo. Los versos de acá arriba son del tema Doin’ the things that we want to, uno de los grandes temas del disco New Sensations, y con el que cierra el Lado A de un no-programa que merece sonar en un martes feriado y soleado como este. Martes de No bombardeen Buenos Aires, martes de Malvinas argentinas, martes de Margaret to the guillotine, Morrissey dixit. Y, ahora sí, también martes de Reed y aquel New Sensations, su disco de sobriedad, y de sus intentos de hacer música para la generación de los ’80, la que se incorporaba al asunto mirando MTV. Según leo ahí, es el más exitoso de Reed después de Sally Can’t Dance, dos trabajos que nadie elegiría como sus mas representativos. Tal vez por eso es que Lou también canta en este tema eso de no hay mucho para escuchar en la radio hoy en día/ pero todavía se puede ir a ver una película o una obra de teatro. Un verso que tranquilamente podría cantarlo hoy en día, pero que entonces tenía que ver con las obras de Sam Shepard y las primeras películas de Martin Scorsese. En su libro de letras elegidas Between Thought and Expression, de 1991, Reed anota al pie que escribió el tema después de ir a ver Fools in Love, de Shepard, y que los otros son personajes de la película Calles salvajes, de Scorsese. A ellos se refiere cuando dice que son los mejores amigos que ha tenido. Una afirmación que, según comenta Will Hermes en su flamante biografía (aún sin traducción al castellano), “es un comentario triste para cualquiera, pero uno revelador viniendo de un artista con fanáticos que que generalmente parecen insanamente obsesionados con él”. Anthony DeCurtis, en la biografia que hace poco publicó Planeta, señala también que el tema habla de la libertad que encontraban Shepard y Scorsese tanto en el teatro como en el cine, en contraste a las limitaciones que siempre sintió Reed dentro del negocio musical. La sobriedad que comenzó a encontrar un Reed de 41 años en la época del New Sensations y su pareja con Sylvia le permitió promocionar su música sin pelearse con el medio (decía, por ejemplo, que había elegido al productor del disco, John Jansen, por el sonido de batería que había conseguido para... ¡Air Supply!), asomar la cabeza al mundo, una actitud que terminaría acercándolo a Amnesty y luego cerrar la década redondeando uno de sus mejores discos, New York, y también tal vez el más político de su carrera. La hermosa foto de Lou con un milkshake que ilustra este post está fechada a comenzos de los ’80, y es obra de Waring Abbott, que firma varias de sus imágenes de aquella época. Incluso una que vi por ahí en la que Reed se parece demasiado a Juan Alberto Badía, ¿pueden creerlo? Nacido en el sur profundo norteamericano y criado en Venezuela, Abbott comenzó lo que sería una larga carrera como fotógrafo por una foto de Kurt Vonnegut sosteniendo en sus manos a un conejo. También publicó un libro sobre los primeros años de Kiss. Se casó con una neurocientífica, y el año pasado en el periodico amarillista New York Post contaban que habían puesto a la venta su casa de campo por cinco millones y medio de dólares. Doin’ the things that we want to, ¿no es cierto? Y si es música que sea cretina, por supuesto. ¿Qué otra cosa podíamos escuchar? ¿Air Supply, como parece que escuchaba Lou en aquellos años sobrios y straight?
lunes, 1 de abril de 2024
Biznaga, "Contra mi generación"
Un beso frustrado/ y esta canción de amor/ contra todos/ contra mi generación.
Se los presento: los chicos de la foto se hacen llamar Biznaga, y son la esperanza punk de Madrid. También son los que abren el nuevo Música Cretina, qué tanto. Me gusta decir que son los Flema españoles, pero sólo para llamar la atención, claro. Aunque algo de eso hay, porque lo que el indie local viene escuchando de su ídem español son referentes hipersensibilizados o bestialmente cínicos, y no está nada mal, los banco, yo también los escucho y disfruto. Pero no entiendo como todavía nadie le entró a Biznaga, cuyo discazo de dos años atrás, Bremen no existe, es realmente el que hace falta para volver a creer en el punk, en la música de puño en alto, incluso en las nuevas generaciones mas allá de sus fantasías de hacer plata rápido, destruyendo el planeta, el clima o el país, qué importa, qué interesa, ese parece ser su propio no future. A toda esa gente que duerme poco y mal/ la precarizada y la aspiracional, cantan los Biznaga, que son oriundos de Málaga en realidad, aunque se conocieron en Madrid, esa ciudad de la que nadie es, y por lo tanto todos somos de Madrid. Aunque, claro, vaya uno a saber si a esa capital millonaria, gentrificada y de derecha de hoy día le calza aquel sayo del siglo pasado, sabinista, movidista, almodovariano y demás. A la que se pierde hasta con Google Maps/ y la atrapada en el ascensor social. Hay mucha gente a la que cantarle, y tal vez todxs sean la misma, pero los Biznaga cantan igual. Tal vez el tema que abre este Música Cretina no sea el mejor del disco, pero su inmediatez y también la apelación generacional, terminaron convenciéndome. A quien sube los índices de natalidad/ nacerán más idiotas, ¿no hay suficientes ya?. Son cuatro, se hacen llamar Biznaga, son unos románticos a pesar de su punk (o justamente por eso), y avisan que lo que no se pudo hacer tal vez sea posible. Y me asusta, porque hay cosas que nunca fueron posible que lamentablemente parecen estarlo siendo. Pero también me da esperanza, porque hay otras que hoy parecen haber salido de la agenda que algun día volverán. Recuerden: hay gente a la que convencieron que vivíamos en Versalles, y ahora aplauden con cada cabeza que rueda, sin imaginarse que serán los próximos en la fila. Perdonen por estas reflexiones de una mañana de lunes feriado y además nublado, pero por algo esto se llama Música Cretina. Y, además, nunca se olviden que el punk siempre redime y da revancha. Pasen y escuchen, hay un nuevo no-programa para estos días culturalmente revolucionados, a nuestro pesar, y sin revolución de verdad en el horizonte.